Capítulo 5
Ni siquiera supo cómo iba manejando, lo que
sentía le podía más que la ropa mojada que andaba evitando que
pensara en lo que le había sucedido. Lo primordial para ella era
contactar a sus hermanas y sólo hasta saber de ellas se sentiría
mejor, el resfriado que le comenzaba poco le importaba, sabía que
tomando unas pastillas, té de limón y descansando se sentiría mejor
pero lo que más deseaba con toda el alma por el momento era tener
noticias de sus hermanas y poder respirar paz.
Llegó a su casa y después de dejar al bicho
en el garaje caminó hacia el interior, cerrando la puerta se quitó
los tacones y descalza subió hacia su habitación. Al llegar volvió
a marcar los números de sus hermanas y ninguna le contestó, miró su
reloj de puño y se desesperó más. No era posible que ni siquiera
Diana le contestara y con respecto a Minerva dedujo que al menos ya
estaba en Chicago, con Ariadna la sabía en su fiesta y era a la que
más excusaba debido a ese compromiso pero ofuscada y evitando
resoplar, guardó su móvil otra vez y lanzó su bolso al primer
sillón que encontró.
—Mi amor mira cómo estoy, ¡mírame! —Se
volvió a una fotografía de su adorado Patrick Swayze que tenía en
su tocador—. No sólo me mojaron sino que además me comienza un
resfriado y para colmo tus cuñadas no me contestan las llamadas que
les hago.
Se acercó a la fotografía y le dio un beso,
el bello actor había sido su amor platónico desde que tenía
memoria, no se cansaba de ver sus películas ni de admirarlo y
suspirar como si cada vez que lo mirara fuera la primera impresión.
Se excitaba al verlo bailar cómo sólo él lo sabía hacer, suspiraba
enamorada cuando lo veía tan apuesto y montando a caballo en la
serie de Norte y Sur y también lloraba auxiliándose de los Kleenex
cuando se volvió la sombra del amor, eso sin contar cuando el actor
murió de verdad viéndose muy afectada por eso. Aurora estuvo muy
mal esa primera semana y por lo menos durante un mes vistió colores
oscuros. Con nostalgia guardaba su recuerdo y con resignación de
vez en cuando miraba sus películas, siempre añorando esa época que
jamás regresaría porque sencillamente él ya no estaba pero sabía
que mientras fuera recordado allí viviría.
Suspiró y dejando la foto de nuevo en su
tocador comenzó a desvestirse y luego se tomó una pastilla antes de
meterse al baño. Se sujetó el cabello —que afortunadamente no
estaba mojado— y tanteando la temperatura del agua se bañó, eso la
relajó un poco y al sentirse mejor salió para no abusar y estar más
tiempo del debido, cosa que podía empeorarla. Se vistió con leggins
y camiseta y pensando en su ropa mojada la llevó a la lavadora para
luego pasarla por la secadora, eso la distrajo un poco, no dejaba
de ver su reloj y sentía el pasar del tiempo muy lento y pesado.
Cuando terminó, subió de nuevo a su habitación con una pequeña
canasta en sus brazos que llevaba más ropa limpia y dejándola a un
lado se metió a su cama, ahora comenzaba a dolerle el cuerpo y no
podía evitar volver a refunfuñar.
—Qué día por Dios, que día —enterró la cara
en su almohada cuando su móvil sonó, brincó como resorte y saltando
de la cama lo más rápido que pudo se apresuró a buscarlo y
contestar.
—Diana —respiró tranquila.
—Hola Aurora ¿Qué pasa? —le contestó
agitada.
—Di ¿estás bien?
—Claro que estoy bien, bueno un poco cansada
por estar calentando en las barras y ahorita que me acerco a mi
bolso a tomar agua escucho las alarmas de mi móvil, hay llamadas
perdidas tuyas.
¿Qué pasa?
—No nada, nada, es sólo un ataque de sobre
protección maternal, nada más.
—Ay no exageres que sabes bien que estoy en
la academia. ¿Dónde más iba a estar?
—Sí verdad, donde más.
—Señorita Warren ¿podría dejar ese teléfono
en paz y seguir calentando con el plié y el relevé?
—le dijo a Diana su maestra y Aurora la
había escuchado.
—Sí madame, enseguida —le contestó y se
volvió a Aurora—. ¿Ves que ya me regañaron por tu culpa
“mamá”?
—Ay lo siento, perdón, sigue con tu práctica
y por favor regresa a la casa en cuanto termines.
—No tenía otros planes.
—Pues bien, nos veremos más tarde,
besos.
—Adiós.
Aurora exhaló un poco más tranquila, ya
Diana se había comunicado con ella y supo que estaba bien, ahora
sólo faltaban Minerva y su doble y estaba muy preocupada por
ambas.
—No es posible que Minerva siga
desconectada, hace mucho llegó a Chicago, ¿por qué no me llama? —se
preguntaba acostándose otra vez, el dolor de cabeza a penas y se le
había quitado un poco.
Miró su reloj otra vez y ya pasaban de las
cuatro, exhaló y cerrando los ojos un momento decidió calmarse y
descansar, posiblemente estaba exagerando pero el hecho de haber
hablado con Diana no le había dado la paz que necesitaba. Hasta no
saber del resto de sus hermanas no estaría tranquila.
No supo cuánto tiempo se había dormido hasta
que el timbre de su móvil la despertó, se asustó y contestó de
inmediato.
—¿Mina? —preguntó cuándo supo que era su
llamada.
—Aurora ¿Qué tal? —le contestó
Minerva.
—Al fin Mina, ¿estás bien?
—Sí, estoy muy bien, ¿por qué la pregunta?
Sabías que estaba en un vuelo.
—No por nada, lo siento… ¡¿cómo que en un
vuelo?! —reaccionó asombrada—. ¿Pues es que estás en Europa o
qué?
—No, disculpa, tienes razón —se corrigió
sonriendo—. Te aviso que estoy en Miami y no en Chicago.
—¿Cómo?
—Sí —sonrió mordiéndose los labios—. Rick
cambió de planes en la mañana y prefirió traerme a Miami, estaremos
aquí hasta el fin de semana. No hace mucho llegamos al MIA, al
aeropuerto internacional porque el vuelo salía al mediodía y para
colmo con un poco de retraso.
—Me alegra de verdad Mina y que bueno que
estás bien, deseo que disfrutes tu romance con él, dale mis
saludos.
—Lo haré gracias, ¿pero de verdad no pasa
nada? Te siento agitada, ¿pasa algo con Ari o con i? Veo varias
llamadas tuyas y te siento extraña la voz, ¿estás enferma?
—No, no, ellas están bien, es sólo que
deseaba saber cómo estabas tú y si habías llegado bien. Yo estoy un
poco resfriada nada más, por eso mi voz está ronca.
—Pues puedes estar tranquila, estoy muy bien
—sonrió sin dejar de ver a Rick y todos sus movimientos cuando
esperaba por el equipaje—. Y por favor cuídate, ¿ya tomaste
algo?
—Sí ya me tomé una pastilla y estoy en la
cama reposando, me alegra mucho que estés bien, cuídate y disfruta
la playa.
—Lo haré gracias, salúdame a las
chicas.
—Yo le doy tus saludos, hasta pronto.
—Bye.
Ya había hablado con Minerva y con Diana y
había constatado que estaban bien, ahora sólo faltaba su doble y
eso la tenía muy nerviosa. Miró su reloj y supo que aunque podía
ser más de la una de la mañana en Francia sabía que Ariadna tenía
un evento y estaba despierta, no estaría tranquila hasta hablar con
ella y saberla bien también. Le volvió a marcar.
—Ariadna por favor contesta —rogaba con los
ojos cerrados—. Todas están bien sólo me falta saber de ti.
La contestadora volvió a hablarle y se
exasperó, parecía que el teléfono estaba apagado y no tuvo más
remedio que dejarle un correo de voz para que se comunicara lo más
rápido posible sin importar la hora.
—Ariadna por favor comunícate conmigo en
cuanto escuches este mensaje, no importa la hora, es urgente.
Colgó y puso su móvil en la mesa de noche
otra vez y resopló, la intranquilidad que sentía la tenía muy
nerviosa por Ariadna y no iba a descansar hasta saber de ella.
Volvió a acostarse boca abajo, poniéndose una de las almohadas en
la cabeza y rogando porque el dolor se le quitara del todo intentó
dormir un poco más.
No supo el momento en que se durmió otra
vez, hasta que la misma Diana la despertó cuando llegó de la
academia.
—¿Aurora? —le tocó el hombro a la vez que
encendía la lámpara.
—¿Diana? —susurró.
—Si ya llegué. ¿Qué te pasa? ¿Te sientes
mal? —se sentó a su lado.
—Creo que me voy a resfriar, me tomé una
pastilla pero aun así no me siento bien.
—Te siento un poco caliente pero no creo que
sea fiebre —le tocó la frente.
—Igual veré cómo amanezco mañana, creo que
deberé ir al médico.
—Me extraña porque eres la más saludable de
todas nosotras.
—Y por ser así, sabes que cuando me enfermo
caigo en cama y la verdad no puedo darme ese lujo, no ahora, nos ha
caído un buen evento al que debo darle mi mayor prioridad.
—Pero la salud es primero hermanita y tus
clientes supongo que te quieren bien sanita, así que entenderán. Me
asustó ver tus llamadas, sé que no lo habrías hecho sin un fuerte
motivo si sabías que estaba en mis clases.
—No me he sentido bien desde pasado el
mediodía, no sólo porque tuve un percance con un individuo que creo
será mi vecino cerca de la agencia en un local que están
remodelando, sino porque de repente me puse nerviosa de la nada,
comencé a sentir una extraña intranquilidad que no me ha dejado en
paz.
—¿Vecino? —Sonrió con picardía mordiéndose
los labios—. ¿Quién es?
—No empieces Diana, tampoco te ilusiones,
¿sólo eso captaste?
—Anda dime —le rogó.
—No sé mucho —se hizo la interesante—. Me
dijo que se llama Maximiliano y que es médico.
—¿Médico? ¡Oh por Dios! ¿Será ginecólogo?
—abrió los ojos con entusiasmo.
—No —le contestó Aurora negando con la
cabeza a la vez que fruncía el ceño.
—¿Pero pondrá su clínica cerca de la
agencia? Tendré que conocerlo y ya veré con que excusa lo veo,
¿crees que exagero si me hago una leve herida en un dedo y le digo
que por poco y me lo rebano completo?
—Claro que vas a exagerar y tampoco harás
eso, no te va a servir de nada de todos modos.
—¿Por qué?
—Porque es veterinario.
—¿En serio? Tendrá su clínica entonces y me
compraré un perro.
—Ni un perro ni nada, no se puede cuidar
durante el día.
—Sí se puede, comería en la mañana y luego
por la noche.
—Diana no, ya lo hemos hablado, si a ustedes
les cuesta tanto llevar el aseo de esta casa tampoco se harán cargo
de la suciedad de un can y yo no voy a llegar de trabajar para
venir a limpiar, además no quiero que me destroce las plantas y
mucho menos que entre a llenar todo de pelos.
—Aurora a ti te gustan los animales —la miró
elevando una ceja.
—Sí pero un perro es una gran
responsabilidad y más cuando crecen que cuando son cachorros, hay
que tenerlos vacunados, bañarlos una vez a la semana al menos, ver
que coman su alimento especial, evitar que se salgan a la calle
corriendo…
Eso último la puso triste, la realidad es
que Aurora amaba a los perros, los adoraba con exageración pero a
raíz de la pérdida de una cachorrita que tuvo cuando tenía catorce
años se deprimió tanto que pasaron meses para que se recuperara y
debido al dolor que le causó, determinó no volver a tener otro
perro para no sufrir otra vez.
—Lo siento —le dijo Diana sujetando su
mano—. Tienes razón, descartaré lo del perro, pero cuéntame más
sobre el veterinario.
—¿Y qué quieres que te cuente si no lo
conozco?
—¿Qué no lo conoces? ¿Pues cómo sabes que se
llama Maximiliano y que es veterinario eh?
Aurora la miró exhalando.
—Fue un accidente, iba pasando por la acera
de un local para reclamar algunas cosas y en eso me… echó un balde
de agua encima.
—¡¿Qué?! —Diana se carcajeó con ganas
haciendo que Aurora abriera más los ojos al verla.
—¿Te burlas?
—No, no —se repuso y carraspeó—. Es sólo que
me imagino la escena y… Aurora levantó una ceja.
—Mejor dime que pasó después —se retractó
manteniendo la seriedad al ver que Aurora comenzaba a
molestarse.
—Obvio que me enfurecí y le grité muchas
cosas, él se disculpó porque no era su intención ya que según, no
me miró y lo hizo sin querer pero ya el show estaba hecho.
—¿Y qué más?
—¿Cómo que qué más?
—Pues sí ¿y?
—Diana con el disgusto casi no me fijé en
él, creo que es alto, de piel blanca, un cuerpo muy, muy atlético,
cabello negro y ojos azules, es un hombre joven para ser
médico.
Diana no pudo más y acostándose en la cama
se carcajeó otra vez.
—¡Diana! —Aurora se sentó y le dio un
almohadazo por la burla.
—Aurora querida, hay cosas en las que
definitivamente no sabes fingir.
—No estoy fingiendo y no quiero hablar más
sobre él, gracias a su distracción o lo que sea me mojó toda de un
cubetazo y así mismo con la ropa mojada regresé a la casa, gracias
a eso es que me comienza este condenado resfriado.
—Está bien cambiemos de tema —se acostó de
lado apoyando su cabeza en su codo y brazo—. ¿Ya hablaste con las
demás?
—Sólo con Mina, te cuento que está en
Miami.
—¿En Miami?
—Sí y está feliz con su enamorado, dice que
estarán allá hasta el fin de semana.
—Me alegro por ella.
—Yo también, sé que Rick es un buen
hombre.
—Muero por conocerlo en persona.
—Es lindo y encantador. —Aurora
sonrió.
—Pues ojalá que esta vez Mina sea más madura
y no salga corriendo a las primeras de cambio.
—¿Correr en una especie de luna de miel? No
lo creo, ese hombre nota que está muy enamorado de ella, es que con
sólo verlos suspirarías, no te imaginas lo feliz que lo hizo ver a
Minerva en el LAX y más el saber que se iría con él.
—Al menos Mina hizo que el hombre no viajara
hasta acá en vano.
—Y enfermo.
—¿Enfermo?
—Siento que lo está, no sé qué tiene pero
sólo espero que no sea nada malo.
—Ay no Aurora, no me digas eso, ya sería el
colmo para Mina perder a otro enamorado.
—Ay no, ni Dios lo quiera —tocaron madera al
mismo tiempo—. Diosito no puede permitir que algo le pase a Rick,
esta vez Minerva no lo va a soportar.
—Bueno y Ari ¿Ya hablaste con ella?
—La estuve llamando y nada, tampoco me ha
devuelto las llamadas.
—Debe de estar muy ocupada.
—Lo sé pero me extraña que ni siquiera haya
visto su móvil y todas mis llamadas pérdidas.
—Ni lo digas que cuando vi el mío me asusté
más, madame Eztvetlana me descubrió y obvio me regañó.
—Esa vieja no me cae bien, siento que la ha
traído contigo desde que iniciaste en el ballet, tan mística al
hablar; “demi-plié, grand-plié, espalda recta,
muévanse con elegancia y estilo, bajen lentamente, estiren los brazos, hombros abajo, cabeza
erguida, talones juntos, relevé, piernas hacia afuera, punta y flexión, tendú adelante, atrás y al
costado y bla, bla, bla…”
Diana se rió a carcajadas otra vez al ver
como su hermana remedaba a su instructora, ella no era la alumna
más sin embargo se sabía con puntos y señales las técnicas del
ballet.
—Ay Aurora, me vas a hacer sentir dolor de
estómago de tanto reírme.
—Es la verdad —sonrió también—. Podrá ser
muy maestra y de las mejores bailarinas rusas en su tiempo pero que
no intente hacer de las chicas su imagen y semejanza, para empezar
su apariencia esquelética no me gusta y me molesta cuando intenta
meterse contigo en ese aspecto. No permitas que te diga que estás
pasadita de peso o algo por el estilo, tienes un cuerpo precioso y
no estás gorda, estás perfecta no permitas que sus palabras te
hagan sentir mal y te taladren el cerebro. Agradezco que no hayas
tenido desórdenes alimenticios debido al ballet, así que no cambies
por lo que los demás opinen.
—No te preocupes Aurora, sabes bien que eso
dejó de afectarme desde que de niña decidí ser bailarina, el espejo
me dice todos los días que soy bonita y lo constato más cuando me
veo en mis jeans ajustados y mis blusas ceñidas. En la universidad
soy la envidia de muchas por mi cuerpo y además a Harry le gusta
mucho como soy, la báscula no me da ni frío ni calor, no se trata
de ser orgullosa ni egocéntrica pero hace mucho dejé de lado el que
las opiniones hirientes de gente envidiosa y mal intencionada me
afectara, eso ya no lo permito.
—Y eso me alegra mucho y me tranquiliza,
eres una perfecta Barbie bailarina, una muñeca de verdad y que
nadie te diga lo contrario.
Diana abrazó a su hermana y ésta le devolvió
el abrazo.
—Gracias por tus palabras, iré a ducharme
porque vengo muy sudada. ¿Qué vamos a cenar?
— ¿Qué quieres comer?
—Hummm…
—¿Pechugas horneadas? —Aurora se
saboreó.
—Sí que rico y con una ensalada verde hmmm…
voy corriendo a bañarme.
Diana cogió su bolso y salió corriendo con
entusiasmo. Aurora exhaló, se sujetó los hombros y levantándose de
la cama salió de su habitación rumbo a la cocina, no dejaba de
pensar en Ariadna pero dejaría que ella la llamara cuando mirara
sus llamadas perdidas.
Cuando Aurora bajaba los escalones el timbre
sonó, puso los ojos en blanco delatando la molestia y torciendo la
boca apretó el intercomunicador.
—Diga.
—¿Aurora? —la voz de un hombre preguntó por
ella.
—Sí.
—Aurora soy Andrew Farrell y necesito hablar
contigo.
Aurora abrió los ojos asombrada y se tapó la
boca. ¿Qué deseaba el ex suegro de su gemela con ella?
