TERAPIA FRENTE A ESPECTÁCULO

¿Es lo mismo la hipnosis aplicada en psicoterapia que la hipnosis utilizada en los espectáculos que salen por televisión o se celebran en discotecas? Tan solo en un nivel muy básico son comparables. Pero vayamos por partes.

Conviene que aclaremos una serie de falsos tópicos que circulan a menudo en conversaciones de gente no entendida y que distorsionan totalmente la realidad del fenómeno hipnótico. Debo decir, de entrada, que casi todo lo que se divulga y muestra en novelas, películas, prensa y, sobre todo en televisión, poco o nada tiene que ver con la hipnosis real.

Por lo menos con su uso psicoterapéutico. En páginas anteriores ya he explicado lo que es la hipnosis, el fenómeno mental que se produce. Ahora le toca el turno a lo que no es la hipnosis. Un poco contradictorio, pero necesario.

Iré al grano. Existen dos tipos de hipnotismo, o mejor aún, dos formas de utilizar el estado de hipnosis.

La más conocida es el hipnotismo de espectáculo. Este uso, que a veces se convierte en abuso del fenómeno hipnótico, es, sin duda, la forma más elemental y menos importante del fenómeno, a pesar de ser la más popular.

La otra es la hipnosis clínica, usada en psicoterapia. Se puede nombrar correctamente como hipnoterapia.

Pero incluso existe otro uso del estado de hipnosis: como método de experimentación para los fenómenos de parapsicología. Constituye un sistema ideal para experimentar con sujetos dotados psíquicamente con alguna facultad paranormal.

A los llamados paragnostas se les somete a un grado profundo de hipnosis y, gracias a él, a veces ponen en actividad sus facultades psíquicas actualizando sus contenidos. Este campo es extraordinario para la investigación. Y en el futuro la ciencia tendrá que prestarle mayor atención si verdaderamente quiere avanzar en el conocimiento de la mente humana.

Otro aspecto que quiero dejar claro es que existen dos personas que practican el hipnotismo: el hipnotizador y el hipnoterapeuta. O quizá sería más correcto hablar de dos grados en el proceso, el hipnotizador se quedaría en el primero y el hipnoterapeuta llegaría al segundo, tratando de obtener beneficios para el paciente de ese estado hipnótico logrado.

Al típico hipnotizador de espectáculo le hemos visto muchas veces en televisión. Dan la impresión en la conciencia popular de estar dotados de algún poder sobre la voluntad o la mente, sobre las personas, muchas veces auténticas víctimas de sus supuestos poderes o artes poco menos que mágicas. Como no muestran de cara al público su trabajo previo al trance hipnótico, ni explican cómo eligen a los sujetos más sugestionables, se suele extraer la conclusión de que, efectivamente, con el solo poder de su mirada, gesto o simple ademán, se cae en esos trances profundos y que allí se está a merced de lo que el hipnotizador quiera hacer con uno. Una especie de zombis sin voluntad propia.

Algunos piensan que es todo falso, que realmente la persona finge, que todo es puro truco. Los más, simplemente se sorprenden y muchos extraen una extraña conclusión y no se sabe si tienen más miedo o más admiración ante el hipnotizador y ante el fenómeno en sí.

Los hombres de ciencia suelen torcer el gesto y, no sabiendo interpretar el fenómeno, prefieren hacer algún comentario despectivo y después ignorar los hechos.

Los que se acercan a investigar el fenómeno de la hipnosis lo hacen desde sus paradigmas y teorías (Facultad de Psicología de Valencia, Larra, Valero, Abascal, Dinges, Powell, Kirsh, American Psychiatric Associaton, Bowers, Pope, British Psychological Society, Greenspoo, etc.). En función de la corriente de pensamiento o escuela a la que pertenezcan (Cognitiva, conductuales, psicodínámicas, sistémicas, humanistas, etc.,) tendrán unos sistemas o técnicas de investigación u otras. Lo curioso del caso es que procuran que los resultados finales de la investigación coincidan con los supuestos teóricos que ellos mantienen previamente, sin dudarlo, dogmáticamente. No trabajan con otras técnicas, ni con las metodologías de hipnosis más antiguas y clásicas y, si lo hacen, los resultados que no coincidan con sus experiencias anteriores los relegan a la fabulación, falsos recuerdos, mentiras, fantasías, etc., la prueba irrebatible de este comentario la tiene el lector en la gran diversidad de teorías y conceptos que los psicólogos clínicos elaboran acerca de sus experiencias con la hipnosis, donde se ve que cada uno o cada escuela obtiene distintas conclusiones. ¿Cómo es posible? Si sus métodos fueran realmente científicos, todos prácticamente llegarían a las mismas conclusiones y a los mismos resultados y experiencias comunes. De tal manera que la mayor autoridad mundial en el manejo de la psicoterapia en hipnosis, el doctor Milton Erickson, dándonos una lección de sinceridad en este espinoso asunto hipnótico, declara y reconoce:

La investigación de la hipnosis y la exposición de ideas acerca de ella tienen un paralelo con la discusión de los siete ciegos sobre el elefante…Todo el mundo tiene su particular punto de vista, tan necesariamente limitado como el mío.

¿Qué suele hacer el hipnotizador? Es sencillo. Simplemente utilizar ciertas técnicas para producir el trance hipnótico sobre una persona y luego ponerla a cuatro patas y ordenarle que ladre.

O lo que hacía el marqués de Puysegur cuando experimentaba con su criado Víctor, al que sometía a varios experimentos en trance hipnótico (entonces se hablaba de magnetismo animal, como explicaré en el siguiente apartado); le ponía delante de un platillo con leche y le hacía creer que era un gato, bebiendo el hombre en la misma postura de un felino.

Pero más sorprendente, incluso más que su obediencia a las sugestiones, eran las facultades psíquicas o poderes que aparentemente solo se le despertaban cuando Víctor estaba hipnotizado.

Todos hemos visto a través de la televisión o en algún teatro o sala de fiestas la típica exhibición de hipnotismo, en la cual, y ante una orden, gesto o frase del hipnotizador, algunas personas caen en un profundo sueño, se ponen a ladrar como un perro o les resulta imposible hablar o decir cómo se llaman.

¿Truco? ¿Poder de la voluntad del hipnotizador? ¿O acaso han quedado de acuerdo antes del espectáculo, hipnotizado e hipnotizador y el primero solo finge? De ninguna manera.

Por regla general todo lo que vemos es real. Lo que no se dice al espectador que asiste incrédulo es que todo ha sido preparado de antemano. Mediante técnicas idénticas o parecidas a las que más adelante le expondré y que sirven para medir la sugestionabilidad, se hace una selección de los sujetos más aptos. Después se suele hacer otra selección (dependiendo del espectáculo que deseen realizar) y finalmente se dedican a hipnotizar a los finalistas (los muy sugestionables e hipnotizables).

Estas sesiones pueden durar unos diez minutos o a veces varias horas y son previas al espectáculo. Una vez hipnotizados se les deja una orden posthipnótica y quedan listos para salir al escenario a manifestar sus deseos exhibicionistas.

Ya preparados con dicha orden, cada vez que el hipnotizador la repite, el hipnotizado responde. Eso es todo.

En todo caso, este tipo de espectáculos solo satisface el morbo de la gente. Se aprovechan los hipnotizadores de sujetos muy sugestionables, algo exhibicionistas, a menudo también desinhibidos por la ingesta de alcohol y se valen también del efecto sorpresa y de la aprensión que sus supuestos poderes tienen sobre los demás.

Todo esto, metido en una coctelera y bien mezclado con algunos sujetos que ha hipnotizado previamente para asegurarse el éxito, nos da ese espectáculo de un hombre con poco menos que superpoderes.

Los exhibicionistas son sujetos que entran bien en hipnosis por su afán de protagonismo, se presentan voluntarios y están dispuestos a realizar cualquier locura si tienen público delante. Claro que para que el hipnotizador dé espectáculo, también tiene que guardarse de algunos de estos exhibicionistas. Me refiero a los que llaman la atención justo con el planteamiento contrario: el de oponer resistencia y no dejarse hipnotizar bajo ningún concepto.

Los hipnoterapeutas no solemos ver con buenos ojos este uso del hipnotismo para el espectáculo. Es una verdadera lástima que una técnica como la hipnosis, tan rica en posibilidades de curación y desarrollo personal, se frivolice y desprestigie de esta manera.

Ciertamente que desde que el hipnotismo se permite como práctica de diversión, tenemos que respetarlo, aunque no es algo que practiquemos. Añadiré, de paso, que el hipnotismo durante el régimen franquista se permitía solo en los espectáculos mientras que su uso en medicina o psiquiatría era ignorado o rechazado por completo. Algo muy distinto a lo que ocurría, por ejemplo, en Inglaterra. Allá por el año 1954 se promulgó una ley por el Gobierno inglés en la que se prohibía su uso como no fuese con fines médicos o terapéuticos.

También es cierto que la manera de hipnotizar y los sistemas o técnicas que se utilizan pueden ser muchas veces diferentes. En forma coloquial, hablaría de hipnotizador padre (hipnotizador de espectáculo) en oposición al hipnotizador madre (hipnoterapeuta).

Estos términos significan que uno utiliza técnicas más bien permisivas en la consulta; suaves y esencialmente relajantes en las que solicita la total cooperación del paciente. Y el otro, en su espectáculo, suele emplear unas inducciones más bien autoritarias, algo agresivas (los hay que se exceden) y, en todo caso, gestos, palabras y ademanes algo teatrales para impresionar, tanto al público como al sujeto que intentan hipnotizar.

Una realidad tiene que quedar clara a la hora de plantearse estas diferencias: todo hipnoterapeuta es, por supuesto, hipnotizador. No puede ser de otra forma, es su herramienta de trabajo. El hipnoterapeuta conoce y utiliza toda la amplia gama de técnicas para producir el trance hipnótico. Amén de conocer y poner en juego también otras técnicas, sobre todo de carácter psicológico. Por ejemplo, cuantos más conocimientos de medicina, psicología y psicoterapia tenga un hipnoterapéuta, mayor éxito obtendrá en su gabinete y mejor podrá ayudar a sus pacientes.

Por el contrario, lógicamente, no es necesario (y de hecho casi nunca se da) que un hipnotizador sepa cómo se realiza la terapia. Sabe hipnotizar con eficacia, pero se escapa por lo común a sus conocimientos el cómo desenvolverse con un paciente.