CAPÍTULO 12
Drake permanecía parapetado tras los amplios ventanales de su estudio, observando furtivamente como un severo ángel custodio el insólito bullicio que ascendía desde los jardines hasta resonar con descaro bajo la quietud de su ventana.
No pudo evitar sonreír con franqueza y evidente nostalgia ante la imagen obtenida: entre el austero ejército de boj tres jóvenes jugaban a la gallinita ciega formando un gran estrépito. El papel de gallinita recaía esta vez en la pequeña Pippa, que con los ojos vendados buscaba a tientas a sus hermanas mayores, tropezándose y abrazando a cada paso el herbolado torso de los arbustos para enorme regocijo de sus compañeras. Charity, armada con una varita de fresno, azuzaba a su hermana pinchándola por todas partes, provocando que la niña se girara de inmediato hacia el flanco atacado sin conseguir otra cosa que aturullarse todavía más.
Drake sonrió abiertamente afianzando los brazos sobre el pecho y deseando de algún modo retener esa imagen para siempre en su cabeza. Aquella estampa era lo más parecido a una familia que había tenido nunca. Porque, ¿a qué negarlo? El viejo Turlington había erradicado toda probabilidad de familia feliz. Su madre, su hermano, él mismo... ¡toda la familia había sufrido a causa de aquel tirano!
Centró entonces su mirada en Emily. La señorita Alcott parecía más risueña y desinhibida que nunca.
Allí entre sus hermanas se mostraba totalmente desprovista de ese severo halo de responsabilidad del que habitualmente se rodeaba, dejándose ver por primera vez despreocupada y feliz. Reía a carcajadas, sin censuras, mostrando un ceño totalmente desfruncido y una sonrisa abierta y radiante. Saltaba, correteaba de aquí para allá como una chiquilla, se acuclillaba entre carcajadas para despistar a la pequeña Pippa y en definitiva se mostraba tan natural como lo haría una jovencita sin ningún tipo de preocupación en este mundo más que vivir y ser feliz.
Ladeó el rostro tornándose serio esta vez. Un poderoso sentimiento de posesión se instaló en su pecho obligándolo a fruncir el ceño hasta que la distancia entre sus ojos se redujo visiblemente.
"¿Qué sucede contigo, Drake? ¿Qué diablos te está sucediendo? Es la primera vez que algo así te sucede con una mujer. ¿Y tú - fijándose ahora en el juego de palmas que una sonriente Emily empleaba para festejar su victoria, - eres tan pura, apetecible e inocente como pareces a simple vista o en realidad eres tan vana y caprichosa como la mayoría de las mujeres? ¿Tiene razón Kavi al decir que todas las gadgis sois iguales? Dime, ¿eres así?"
Un breve repiqueteo en la puerta le obligó a apartar la mirada del atractivo centro de su atención. Julius Elmstrong irrumpió en la estancia irradiando los vapores de su empalagosa fragancia habitual de estilo parisiense. Pese a lo resplandeciente de su aspecto y al insolente atavío de sus indomables rizos oscuros su apariencia evidenciaba un ligero desasosiego.
—No esperaba encontrarte aquí encerrado entre cuatro paredes - admitió.
—¿Y por eso venías a saquear mi licorera?
Elmstrong hizo oídos sordos a semejante chascarrillo, aunque efectivamente acto seguido se dirigió a la mesita auxiliar.
—Gozamos de una tarde tan apacible que supuse que habrías salido a cabalgar.
—Ya ves que no es así. - un chillido espeluznante quebró la conversación entre los hombres, impulsando a Julius a correr hacia la ventana para descubrir la causa de tan terrible estertor.
—¿Pero qué diablos...?
La pequeña Pippa permanecía asida a las faldas de Charity como lo haría un beagle a un viejo zorro, aferrándose a ella con insistencia mientras la mediana de las Alcott se resignaba al fin a la captura. Drake no pudo evitar esbozar una gran sonrisa ante el merecido triunfo de la pequeña.
—¡Vaya, qué inusual escena y qué insólita para ser contemplada en Ravendom House! Desde luego esas tres jovencitas parecen haber cambiado muchas cosas aquí desde su llegada...
Drake, por toda respuesta, se alejó lentamente de su atalaya frente a la ventana para dirigirse a la mesita auxiliar y servirse una copa de jerez.
—¿Puedo ayudarte en algo, Julius? - Elmstrong sonrió con picardía.
—Lo cierto es que sí, hay un tema sobre el que deberíamos conversar sin demora.
—¿Se trata de Darlington? ¿Has averiguado algo acerca de los planes de ese hijo de perra?
—Por desgracia no. - admitió. Drake oprimió con violencia los puños a los costados, despidiendo intensas llamaradas a través de sus pupilas del color de la brea. - Tengo hombres de confianza vigilando día y noche la posada donde se hospeda; de momento no la ha abandonado salvo en una ocasión puntual en la que se dejó caer por el cuartelillo. Permaneció dentro veinte minutos escasos.
Los músculos maxilares de Drake vibraron bajo la tersura de ébano de su faz.
—No puede salir nada bueno de semejante sociedad entre bribones. No me gusta nada lo que parecen estar fraguando esos dos. Ya sabemos que Elliot es un miserable vendido y un tipo deshonesto. Hará lo que sea si percibe que puede obtener algún beneficio a cambio.
—Drake, todo el pueblo sabe cómo es John Elliot, de momento nos ha dejado tranquilos, debemos contentarnos con eso. - dio un largo trago a su copa. - Pero no es acerca de ese tema de lo que he venido a hablarte.
Drake, inconscientemente, se dirigió de nuevo a la ventana buscando la presencia de las muchachas tras varios minutos de extraordinario silencio. Las jóvenes permanecían ahora sentadas alrededor de Emily que, entronada en el centro de aquel lienzo, parecía leerles algo procedente de un libro que sostenía sobre el regazo. Una intensa oleada de calor abrasó a Drake en la boca del estómago incitándolo a mandar todo al cuerno y bajar inmediatamente al jardín junto a las muchachas, deleitándose sin privación del placer que supondría escuchar eternamente las historias que brotaban de aquellos labios.
—¿De qué deseas hablar entonces, mi querido Julius? Te ruego que tengas a bien ilustrarme.
—Creo que deberíamos hablar de la señorita Alcott y de la inmadurez que acompaña tus imprudencias.
Drake observó perplejo a su amigo durante unos segundos.
—¿Qué sucede con la señorita Alcott?
Julius Elmstrong se alejó de la ventana para tomar asiento con cierta brusquedad en uno de los butacones que franqueaban el saturado buró.
—No me habías comentado nada acerca de que la señorita Alcott te sorprendió durante una de tus incursiones en el bosque. - Drake sonrió ante semejante recuerdo, añorando quizás el calor que en aquel momento el cuerpo de la joven despedía debajo del suyo. - Debes ser más prudente, Drake, y evitar la compañía del clan; o quizás directamente deberías exigirle a Kavi que se aleje de estas tierras de forma definitiva.
Drake meneó la cabeza.
—Sabes que no puedo hacer eso.
—¡No entiendo por qué! Ese hombre no te ha traído más que problemas. ¿Recuerdas lo que sucedió la última vez que dio en la flor de venir de visita? No podemos pasarnos la vida encubriendo sus correrías...
—Sabes perfectamente por qué Kavi hizo lo que hizo en aquella ocasión. Además, ese estúpido de Darlington no se merecía menos. Debería haberle rajado el gaznate en lugar de dibujarle una ridícula costura en la cara.
—Puede ser, todos sabemos que Darlington no es más que un mezquino sin escrúpulos, pero a fin de cuentas el único que acaba siempre dando la cara eres tú. Kavi es un temerario que actúa sin regirse por ningún tipo de norma más que las que él mismo estipula. ¡Y tú sabes que las leyes romaníes no tienen valor alguno en Inglaterra ni en el resto del mundo!
—No voy a dejarlo de lado, Julius, por lo que deja ya ese tema, te lo ruego - sentenció Drake pretendiendo imponer un tono definitivo a sus palabras. A continuación, más conciliador, - sabes que no podría desentenderme aunque quisiera. Hay lazos que resultan más inquebrantables que los erigidos por la ley del hombre. No se puede dejar de lado a la familia y Kavi es mi única familia.
Julius se mesó el cabello, impaciente.
—¿Y cuánto tiempo más cederán esos malditos lazos hasta que lleguen a partirse? Sabes que es cuestión de tiempo y que no podremos encubrirlo eternamente sin salir nosotros escaldados. - Julius Elmstrong inhaló con cierta desesperación. - Su última gran hazaña fue asaltar el carruaje de esas tres jóvenes que descansan ahora tan tranquilas en tu jardín. Se deshizo del chófer y de su ayudante con absoluta sangre fría, sin el menor remordimiento de conciencia y sin ánimo alguno de contrición, ¡a saber qué ruindad tendría predestinada para las jóvenes en el caso de que tú no hubieses aparecido!
Drake se tensó al barajar siquiera la posibilidad que su amigo le presentaba. Sabía que Kavi era un romaní legítimo, un tipo que manifestaba un odio acérrimo por los gadjos y sus costumbres y que sería capaz de cualquier acto infame llegado el momento. Sabía que tanto él como toda su gente habían vivido durante toda su vida como auténticos nómadas, siguiendo el eterno deambular del clan y viviendo sin otro techo más que el que les ofrecía la bóveda estrellada. Sabía que desde la noche de los tiempos su clan había vivido a salto de mata, de aquí para allá, malviviendo del furtivismo, de las viejas supercherías y de los timos infringidos a los incautos gadjos con que se topaban en su eterno deambular.
Pero si Kavi hubiera llegado a tocar uno solo de los cabellos de Emily...
—Estoy convencido de que muy pronto seguirán su camino. Sabes que los romaníes detestan sentirse ligados a un mismo sitio durante mucho tiempo. - una sombra de tristeza cruzó su rostro. - Al menos en lo que concierne a los romaníes legítimos.
—¡Siempre dices lo mismo pero siempre acaba regresando! Hacía dos años que no venía por aquí, ¿por qué ha tenido que regresar ahora? ¿No se da cuenta de lo peligroso que es que su clan se deje ver por aquí? ¿No se da cuenta de la sombra de sospecha que recae sobre él y, por extensión, sobre ti?
Drake oprimió la mandíbula hasta que sus dientes restallaron. Efectivamente la última vez que Kavi pisara Ravendom había sido dos años antes, justo cuando el viejo Turlinton dejara para siempre el mundo de los vivos con una puñalada en el vientre.
—Pronto abandonarán estas tierras y su presencia no nos supondrá ningún problema, te lo aseguro.
—Eso espero por el bien de todos. Ahora que Darlington está de nuevo aquí no es conveniente que Kavi se convierta y te convierta a ti en pasto de murmuraciones. Es posible que el caballerete desee tomarse la revancha.
—¿Con Kavi? ¡Ridículo! Saldría perdiendo y el muy cobarde lo sabe.
—¡Deja de alentarlo, por el amor de Dios!- Elmstrong oprimió el puente de la nariz, agotado. - Procura evitar su compañía durante el tiempo que permanezca aquí y compórtate, por lo que más quieras, si la señorita Alcott es capaz de atar cabos cualquier persona avispada podría hacerlo. No es bueno que te relacionen con Kavi o con el clan.
—La señorita Alcott es sumamente perspicaz- Drake sonrió.
—Pues es algo que no nos conviene. - observando la expresión absorta que reflejaba el rostro de su amigo.- No sé qué te traes entre manos, Drake, pero deséchalo de inmediato. No debes comprometer todo lo que has logrado hasta el momento por una simple aventura romántica.
Drake oprimió nuevamente las mandíbulas sintiéndose repentinamente desasosegado. Una creciente oleada de furia emergió de su pecho incitándolo a sentirse súbitamente colérico, incómodo, incontinente, como el mar que rompe furioso contra las rocas al inicio de la tempestad.
—Quizás no se trate de una simple aventura. - rumió entre dientes.
Elmstrong volvió la cabeza de inmediato para fijar en su amigo sus pasmados ojos claros.
—¿De qué estás hablando?
Drake meditó durante medio segundo sus próximas palabras, hablando al cabo de ese tiempo sin apartar la vista de la ventana. La amenazante ronquera de su voz evidenciaba una fijación inamovible.
—¿Qué sucede si esta vez no se trata de una aventura? ¿Qué sucede si deseo que sea mía para siempre, si pretendo que no se marche de este lugar? ¿Qué pasaría si decido convertirla en mi esposa?
—¿Te has vuelto loco? - Elmstrong esbozaba ahora la sonrisa del escéptico incapaz de asimilar la realidad expuesta ante sus ojos. - ¿Crees que una señorita como Emily Alcott aceptaría convertirse en la esposa de un romaní? ¿Crees que aceptaría el desprecio en el que la sociedad la hundiría ante semejante elección?
—Tú lo has hecho.
—¡Es diferente! ¡Por el amor de Dios, es diferente! Yo soy tu amigo y me importa un bledo lo que digan los demás. ¡No soy voluble como una mujer! - Drake se mesó el cabello con impaciencia. - Pero ella es una joven ataviada con la vanidad y la presunción que engalana a todas las muchachas de su edad. Piénsalo bien, Drake, la condenarías a una existencia confinada, a vivir repudiada por el mundo y por la sociedad de la que procede y a la que ha de estar acostumbrada. ¿Es eso lo que deseas para ella? ¿Serías capaz de someterla a ella y a sus hermanas al destierro completo de toda sociedad aceptable?
—¡Tú no lo entiendes! ¡La deseo! ¡Deseo a esa mujer hasta el paroxismo del dolor!
Elmstrong compuso una expresión de incredulidad.
—¿Y qué te impide tenerla, por el amor de Dios? - ladeó la boca en una sonrisa maliciosa. - De hecho lo que me sorprende es que con el tiempo que lleva bajo tu techo no la hayas tomado aún. - concediéndole un tono zalamero a sus palabras se acercó a su amigo. - Has revuelto el lecho de decenas de señoritas como ella e incluso de mayor fortuna y posición. Pero estamos hablando de aventurillas, Drake, de relaciones que no suponen ningún compromiso ni ninguna implicación censurable para las damas. Estoy convencido, por más lamentable que resulte, de que todas te negarían en el caso de que se las relacionara contigo.
Drake alzó la barbilla con desdén.
—¿Quieres decir que jamás podré ser otra cosa más que el exótico romaní por el que las gadgis suspiran, aquel que las hace gemir de placer en la alcoba y del que sin embargo huyen despavoridas en cuanto lo ven doblar la esquina de la calle principal?
—Me temo que así es, amigo mío.
—Emily no es de esas. Emily no es como todas esas snobs estúpidas sin criterio ni carácter. Lo sé, lo siento. Sé que debajo de su elegante apariencia se esconde una mujer fuerte y apasionada, alguien capaz de caminar a mi lado sin arredrarse.
Elmstrong meneó la cabeza.
—Estoy seguro de que te equivocas. Puede que ahora esté deslumbrada por ti, por ese halo de seducción y misterio que te envuelve y que al fin y al cabo es lo que las atrae a ti como moscas, pero ¿y cuando conozca tu historia? ¿Aceptará ser la esposa de un romaní bastardo sobre el que pesa la sombra de un asesinato? ¡Olvídala, olvídala para siempre y desde este preciso instante! Será lo mejor para los dos.
Drake inhaló lentamente por la nariz antes de responder con una calma amenazadora.
—A pesar del color de mi piel soy un hombre como otro cualquiera, Julius. También sueño con poseer algún día el calor de una esposa y el cariño de unos hijos a los que llamar míos. No me resigno a ser el amante furtivo al que buscan esas remilgadas señoritas a las que ni sus prometidos, ni sus esposos consiguen arrancarles gemidos de pasión.
—Drake, estás siendo sumamente soez y no hay necesidad de ello.
Drake descargó su puño sobre la pared.
—¡Y tú estás siendo imparcial e injusto al obligarme a renunciar a una vida y condenarme a la soledad! - su voz sonaba gutural, extraña. - Y no voy a hacerlo, Julius, no voy a dejar escapar a esa media mitad que llevo toda la vida buscando en lechos equivocados y que ahora tanto necesito. ¡Tan solo deseo vivir tranquilo y ser feliz, Julius, creo que me lo merezco!