CAPÍTULO 8

 

 

Las señoritas Alcott se encontraban aquella mañana sentadas en torno a una mesa generosamente dispuesta para un espléndido desayuno. Era la primera vez que Pippa se había aventurado a abandonar su alcoba y ocupar un asiento en la mesa del comedor junto a sus hermanas desde el inicio de su convalecencia y por ello, con semejante incentivo en el restablecimiento de la pequeña, Emily no podía dejar de sentirse claramente animada.

Con todo, los vergonzosos recuerdos de lo acontecido con el señor Drake en medio del bosque no hacían más que pulular de continuo por su cabeza, torturándola y haciéndole enrojecer de puro sofoco a cualquier hora y en cualquier lugar, de un modo tan improvisado como inesperados e insolentes surgían en su cabeza semejantes recuerdos.

Por lo menos y para gran alivio de la joven, desde  aquel vergonzoso incidente el señor Drake no había dado señales de vida. Condición muy de agradecer tanto para los exaltados ánimos de la señorita como para su sentido de la moralidad.

—¿Crees que el señor Drake nos acompañará hoy? - preguntó Pippa con un cierto halo de aburrimiento en su voz.

Emily tragó saliva. La certeza de la respuesta contrastaba brutalmente con la realidad de sus deseos.

—Yo no me haría ilusiones, cariño. No nos acompañó ni un solo día desde nuestra llegada así que no considero probable que cambie ahora sus costumbres.

—¿Tú crees que no le gustamos?- preguntó la niña. Charity miró directamente a Emily. - Porque él sí me gusta a mí.

Emily replegó los labios hacia el interior de la boca e inhaló por la nariz. No, eso sí que no. No podía permitir que Pippa se encariñara con aquel hombre.  Al fin y al cabo sus orígenes...

—Pippa, no deberías tomar demasiado cariño a nuestro anfitrión. Sobretodo teniendo en cuenta que en cualquier momento debemos marcharnos al norte con tía Phillips.

—¡Dichosa tía Phillips! - bufó Charity.

Emily ignoró aquel comentario y tragó saliva de nuevo. ¿Cómo hacer ver a sus hermanas la realidad?

—Puede que el señor Drake no sea como tú esperas, querida.- balbuceó indecisa.- Charity, Pippa, creo... estoy segura de que el señor Drake es...

Pero no fue capaz de terminar su frase puesto que el señor Drake acababa de irrumpir en la estancia con su característico sigilo y el halo misterioso y embriagador que habitualmente lo envolvía.

Emily, al verlo, instintivamente enrojeció hasta el nacimiento mismo de sus cabellos y bajó la vista avergonzada sin duda de los rubores que la delataban.

—Señoritas.- las saludó con una correcta reverencia mientras ocupaba su consabido puesto como cabeza de mesa.

  —Sabía que vendría... - murmuró la pequeña, y Charity le propinó un codazo para silenciarla.

 

El señor Drake vestía al uso impecablemente, ataviado con una ligera chaqueta en tonos marinos y una sencilla camisa con el cuello desabrochado y en ausencia de cravat. De no ser por el largo impropio de su cabello o por el brillo insolente de aquel aro plateado que asomaba entre los brunos mechones nadie osaría poner en duda su hasta ahora incierta condición de caballero, con la salvedad del delator tono de su piel y el ademán felino implícito en cada movimiento.

Emily se sorprendió de encontrarlo tan sumamente... ¿apuesto? Sí, desde luego que aquella mañana lucía abrumadoramente atractivo. ¿Cómo hasta el momento había sido incapaz de detectar en él semejante apostura? ¡Si se trataba del caballero más apuesto y atrayente que había visto en su vida! Suspiró sotto vocce. ¿Así que aquel terco diablo podía pasar por un señor distinguido si se lo proponía?

  Como si pretendiera responder con su irreverencia habitual a las dudas íntimas de Emily, Drake se sentó de medio ganchete en su silla, reposando un brazo en el asidero y dejándolo colgar informalmente por el costado de ésta.

"Por supuesto, de algún modo debe dejar aflorar su lado salvaje..."

Y se sorprendió a sí misma sonriendo condescendiente ante el impropio comportamiento del caballero.

—Por favor, continúen. No interrumpan su desayuno por mí, esos huevos poseen un aspecto tentador.

Pippa sonrió con los carrillos llenos mientras Charity  proseguía con su desayuno sin apartar sus fascinados ojos del señor Drake.

—Desconocíamos su intención de unirse a nosotras, señor Drake, de lo contrario le hubiéramos esperado.- comentó Emily, visiblemente turbada.- Durante las últimas semanas hemos comido siempre las tres solas, exceptuando aquellas ocasiones en las que el señor Elmstrong nos obsequiaba con su presencia, - Emily no pudo evitar que un ligero rubor acompañara sus palabras, puesto que aunque no pretendía reconvenir a su anfitrión resultaba evidente que su tono reflejaba un ligero reproche.

Bajó la vista y se llevó un trocito de yema a los labios, deseando aparentar normalidad.

—Les ruego puedan disculpar mi falta de tacto. No acostumbro a recibir visitas en Ravendom y puede que mis modales como anfitrión dejen bastante que desear.- fijó sus ojos obsidiana en los ojos verdes y temblorosos de Emily. - Procuraré enmendarme en un futuro.

"¿Quién es usted y qué ha hecho con el salvaje y tosco señor Drake? Ayer intentaba desnudarme en el bosque y hoy se comporta como el más atento de los anfitriones."

Obligándose a cerrar la boca, que la fascinación momentánea había mantenido abierta, Emily comprendió que la etiqueta la obligaba a continuar conversando por más azorada que se sintiera.

—¡Disculpe mi torpeza, señor, permítame presentarle a mis hermanas! - dejó los cubiertos sobre la mesa y sonrió.- Charity es la hermana que me sigue en edad. Y el duendecillo de los bucles es mi hermana pequeña, Philippa, aunque creo suponer que ya la conocerá usted...

Drake asintió.

—¡Puede llamarme Pippa!- exclamó la pequeña. Respondiendo a la mirada represora de Emily: - ¿Quée? ¡Todo el mundo lo hace!

—Pippa es un nombre adorable.- respondió el caballero.

Y la sonrisa de agradecimiento de Pippa le dio a entender a Drake que se había ganado su favor para toda la eternidad. Inclinándose intencionadamente hacia él le susurró con ojos brillantes:

—¿Sabe? Yo sabía que vendría...

La presencia de un lacayo acercándose al señor de la casa con una bandeja con correspondencia silenció a los comensales. Sirviente y señor intercambiaron unas palabras sotto vocce.

—Acaba de llegar una carta para usted, señorita Alcott.- anunció Drake mirándola fijamente, de igual modo que un astuto zorro estudiaría en silencio a la gallina indefensa. Emily se estremeció; aquel hombre sabía cómo hacer sentir vulnerable a cualquiera con solo proponérselo.

Tomando la misiva que ahora le ofrecía a ella el lacayo rasgó el sobre con prontitud.

Tres rostros expectantes la observaban con escaso disimulo. Alzó al fin la mirada para dirigirla hacia sus hermanas.

—¡Tía Phillips acaba de escribir! Dentro de un par de días enviará su propio coche a recogernos.- se llevó la carta al pecho y suspiró largamente.- Siente mucho las dificultades surgidas durante el viaje y desea que nos reunamos muy pronto con ella en Durham.- dirigiéndose ahora a su anfitrión.- Por supuesto se ofrece a solventar todos los gastos que nuestra presencia le haya ocasionado, señor Drake.

Pippa hizo un mohín cruzando firmemente los brazos sobre el pecho. Charity abandonó su tenedor sobre el mantel esforzándose sin disimulo por tragar un bocado postrero. En vez de huevo escalfado parecía que se obligara a tragar canto rodado.

Drake por su parte mostró una escéptica sonrisa ladeada que entonaba perfectamente con su ceño fruncido.

—¡Ridículo!- exclamó lanzando su lienzo sobre el mantel.- ¿No resultará usted tan insensata como para involucrar a su hermana, todavía convaleciente, en un viaje tan agotador?

Pippa dirigió a Drake una mirada brillante cargada de optimismo.

—Comprenderá que no debe usted iniciar ese viaje ante semejante aliciente y que yo mismo, como su anfitrión, resultaría un irresponsable si consintiera en que lo hicieran.

Emily no daba crédito.

—¿Acaso pretende impedírnoslo?

Las miradas de las Alcott más jóvenes oscilaban intermitentemente del señor Drake a Emily.

—Me vería obligado a hacerlo si persistiera usted en su disparatada porfía de abandonar Ravendom en pleno Diciembre, aventurándose a un viaje extremo que implica tantas millas y tantas horas de expedición.

—¡No puede retenernos contra nuestra voluntad!- Emily intentó serenarse pero en ese instante sentía que la impotencia le robaba el aire.- ¡El carruaje de mi tía llegará en unos días y se le abonará lo necesario para sufragar los gastos que hayamos podido causarle!

—¿Cree que me importa el dinero? ¡Dispongo de más dinero del que podría gastar en toda mi vida! - rugió clavando su mirada más felina, y penetrante, en Emily.- Resultaría una completa estupidez y una irresponsabilidad por su parte obligar a sus hermanas a abandonar un refugio seguro en pleno invierno,- sonrisa taimada,- y créame que hasta el momento jamás le hubiera achacado a usted ninguno de esos defectos.

Emily enrojeció, completamente airada y perpleja.

—¿Acaso ha tenido tiempo de achacarme algún otro?

Se sentía terriblemente furiosa ante la impertinencia de aquel hombre mientras que Drake se sentía cada vez más fascinado ante la bravura de aquella mujer tan frágil y a la vez tan intrépida.

—¡Terca como una mula y obstinada como un buey! ¿Desea que prosiga con mi lista?

¿Una lista? ¿Había una lista?”

—¡Resulta usted insufrible! - resopló indignada, aferrándose con ambas manos al borde de la mesa en un vano intento de contención.

—¡No deben viajar en pleno invierno y durante un trayecto tan largo, no resulta sensato en modo alguno y por Dios que no lo consentiré! - Drake golpeó la mesa con el puño haciendo temblar toda la vajilla. - ¡Cualquiera con dos dedos de frente lo entendería! Su hermana...

—¡Mi hermana se encuentra perfectamente, no sea usted ridículo!

Pippa sintió todas las miradas fijas en su persona e, intercambiando un guiño con Drake, se dio cuenta enseguida de que debía tomar cartas en el asunto. A modo de intervención emitió varios tosidos breves que resultaron más falsos que el llanto de un titiritero.

—¿Lo ve? ¡Todavía está resfriada!

—¡Oh, por Dios, no puedo creérmelo! - Emily se llevó la mano a la frente intentando serenarse mientras dirigía a su hermana pequeña una mirada que llevaba implícita la advertencia de "me las pagarás, pequeña tunante".

—Creo que resultará muy conveniente que escriba usted a su tía para advertirle de la necesidad de posponer su viaje por el momento.- Y tras semejante sentencia Drake se dispuso a hincar el diente a su pastel de higadillos dando por concluida la conversación.

Emily, por toda respuesta, se levantó de la mesa arrastrando ruidosamente la silla como particular modo de protesta. En esos momentos le encantaría ser la mula que Drake había dicho que era para cocearle el trasero con completa libertad.

 

 

 

-Me gusta el señor Drake.- Pippa permanecía inclinada sobre la ventana de su alcoba, con los codos apoyados en el alféizar y el rostro reposando destartalado sobre las peanas de sus manos.

Charity abandonó su pasatiempo ocasional para correr al lado de su hermana, apoyándose con ambas manos sobre el vano de mármol e inclinándose de igual modo para contemplar el exterior.

Desde allí ambas hermanas contemplaron a Drake, que permanecía en un pequeño solario carente de adornos florales ubicado dentro de la amplia profusión que conformaban los jardines de Ravendom House. Vestía una ligera camisa de amplias mangas, un chaleco de cuero desabrochado y, sobre un ceñido pantalón caqui, calzaba sus sempiternas botas de montar. Se entretenía de un modo insólito lanzando puñales contra un enorme cepo de madera dispuesto a pocas millas para tal fin.

—Es un hombre muy extraño, sin duda. Jamás había conocido a ningún caballero parecido a él.- Charity hablaba pausadamente, sin perder de vista los taimados y rápidos movimientos de su anfitrión.

—Pero es que el señor Drake no es un caballero... - Pippa lo miraba embelesada, con sus mofletes pecosos atrapados entre los dedos.

—¿Ah no? - Charity la miró con extrañeza, asomando a su rostro una mueca burlona.- ¿Y qué crees que es entonces?

—Está claro. Es un pirata.

Charity ahogó una carcajada agitando los hombros ante el esfuerzo que le suponía tal contención.

—Seguro que lo es, querida.- y revolvió el cabello de la pequeña con condescendencia.

—Sé que no me crees… pero ¿por qué si no iba a vestirse como si lo fuese?

Charity frunció los labios. Lo cierto era que ninguno de los caballeros de Mayland vestía de un modo tan informal. Casi siempre en mangas de camisa, sin cravat y con el pecho al descubierto. De no saber a ciencia cierta que era el señor de Ravendom le hubiera confundido fácilmente con un mozo de cuadra.

—¿Y por qué crees que lleva el pelo tan largo? - continuó la pequeña.- ¿Por qué iba a tener la piel dorada si no por haberse pasado horas y horas sobre la cubierta de su velero? Es un pirata, de esos que esconden tesoros en islas perdidas en mitad del océano.

Lo cierto era que el señor Drake poseía un tono diferente al de la mayoría de los caballeros que ambas habían conocido. Su piel distaba por completo de la piel lechosa, rasurada y empolvada de los caballeros de alta alcurnia. Sus ojos, negros abismos sin fondo perfilados por el denso marco oscuro de sus pestañas, tampoco tenían mucho que ver con los ojos claros y las pestañas doradas de los prohombres ingleses. De hecho el señor Drake podría pasar tranquilamente por un pirata o por un... romaní.

Charity se tornó seria de pronto.

—¿Y de donde crees que ha salido esta casa? - preguntó a la pequeña sin apartar la mirada del apuesto lanzador de cuchillos. Los romaníes no poseían grandes mansiones ni riquezas, todo el mundo lo sabía. De hecho su padre siempre les había dicho que los romaníes eran un pueblo inestable que vivía continuamente a salto de mata, con el cielo estrellado como único techo.

—Se la habrá arrebatado a algún caballero. Quizás se batieron en duelo y el señor Drake mató a su anterior propietario y lo enterró en el jardín.- la niña habló con la misma tranquilidad que si recitara la lista de los monarcas ingleses. Charity, no obstante, la miró horrorizada. ¿Podría existir un ápice de verdad en una afirmación así? Meneó la cabeza. Tenía que amonestar a Emily por inflamar la imaginación de la pequeña con las historias de sus novelas góticas. ¡Y a sí misma por hacer caso de los desvaríos de una niña de doce años!

—Debes dejar de decir tonterías como esa, Pippa, si el señor Drake se entera de lo que andas diciendo de él se pondrá furioso.

—¿Igual que hizo con Emily?

Charity recordó la reciente disputa de ambos en el comedor y sonrió ampliamente. Emily era una joven realmente intrépida, valiente y fuerte como un roble y jamás hasta el momento la había visto perder los estribos en público. Siempre había sido el más digno ejemplo de comedimiento y compostura, de saber estar y prudencia. Por ello le agradaba saber que su hermana perfecta había encontrado al fin la horma de su zapato, o al menos el troquel capaz de hacerle perder las formas.

—No te gustaría que se enojase contigo del mismo modo ¿verdad que no?

—No lo haría- sentenció la niña, que proseguía contemplando embelesada a su héroe particular,- creo que le caigo bien. Además, no desea que nos marchemos.

Era cierto. Había discutido acaloradamente con Emily a causa de ello. ¿Podía ser que...? ¿Realmente se preocupaba por ellas? ¿Y por qué habría de hacer algo así? ¿Por qué iba alguien,- máxime un desconocido,- a preocuparse por ellas? Sería la primera vez desde que su padre...

—Y tampoco yo quiero irme- la niña desvió por primera vez la mirada de la ventana.- ¿Tú quieres irte, Charity?

La joven suspiró ruidosamente.

—¿Y adonde iríamos? ¿Con tía Phillips? - hizo una mueca. - Dicen que el norte es horrible. Tan gris y lleno de humo... Se me morirían todas las plantas.

—¡Pues ya está solucionado! ¡Quedémonos entonces! - y tras un profundo suspiro cargado de satisfacción relajó de nuevo la mirada en su adorado pirata del jardín.

Charity frunció el ceño observando cómo el caballero desclavaba tres puñales del cepo de madera para retomar su posición inicial como lanzador.

—No podemos quedarnos, Pippa, ¿no te das cuenta de que esta no es nuestra casa?

Pippa sonrió ampliamente y saludó a Drake agitando la mano, que ahora alzaba la vista hacia la ventana y las miraba con gesto relajado.

—Lo será si el señor Drake y Emily se casan. Tan solo debemos procurar que Emily no descubra que es un pirata.