CAPÍTULO 1
El carruaje avanzaba renqueante y estrepitoso, como un viejo monstruo cansado y cargado de años padeciendo en propias carnes el arduo esfuerzo de desplazarse por una senda abundantemente plagada de fango y socavones.
En el interior del vehículo el peso de las altas horas de la noche y el acuse de una jornada de viaje que se hacía por momentos interminable empezaba a dejarse sentir en el ánimo de sus ocupantes.
Emily permanecía pertrechada en un rincón, arrebujando su cuerpo transido de frío en un ajado sobretodo de lana gris y coronando su cabeza cargada de sombríos pensamientos con un diminuto bonete de crèpe blanco y exagerada visera que apenas permitía entrever el rostro bajo su ala.
Asunto que resultaba del todo deseable para la joven puesto que en esos momentos su cara de porcelana no era otra cosa más que una perfecta máscara de impotencia y desolación.
Bajo las desgastadas botinas y oculto entre los amplios pliegues de sus faldas, el consabido ladrillo de viaje intentaba en vano calentar unos pies tan gélidos que hacía ya más de una hora que Emily había dejado de tener consciencia de su existencia.
Suspiró, inhaló profundamente y volvió a suspirar para acto seguido encontrar como único pasatiempo aceptable contemplar el exterior a través de la minúscula ventanilla lateral, padeciendo inevitablemente la molesta ceguera del que pretende ver en medio de la oscuridad y una vez abiertos los párpados de par en par no consigue discernir si todo resultaba realmente más nítido manteniéndolos cerrados.
El vaivén agitado y violento del vehículo la obligaba a hacer firme apoyando el antebrazo y la palma extendida contra la pared lateral, viéndose forzada a sufrir de cuando en cuando molestos testarazos contra las molduras de la reducida superficie del habitáculo.
“¡Simplemente maravilloso! Al perro flaco no han de faltarle pulgas. ¡Y qué pulgas!” - pensó mientras se recomponía del último cabezazo que había conseguido descolocarle el sombrero y la dignidad.
Gruesos goterones se estrellaban contra el cristal dibujando amplios regueros sobre la superficie vidriada. Muy de continuo- demasiado para lo que los ánimos medrosos de la señorita Alcott estaban dispuestos a soportar,- una estrepitosa obertura de truenos y desgarbados brazos de luz blanquecina quebraban la opacidad de la noche estallando monstruosamente sobre sus cabezas e invadiendo el interior del vehículo de forma repentina para a continuación, y con la misma brusquedad, dejarlo sumido en la oscuridad más intensa.
De forma incomprensible debido al enojoso movimiento de la expedición y pese a la terrible tempestad que rugía en el exterior, Pippa dormía apaciblemente manteniendo la cabeza recostada en el regazo de su hermana mayor y las piernas recogidas sobre el asiento. Había estado llorando desde que abandonaran Mayland y solamente a causa del cansancio agotador que un exceso de lágrimas puede causar en el espíritu de un niño habría sucumbido finalmente al sueño.
Frente a ellas Charity permanecía sumida en un completo e infranqueable silencio, manteniéndose erguida en su posición y obligándose a no cruzar la mirada con Emily. Sus labios permanecían fruncidos en una fina y severa línea sonrosada y la marcada arruguita de su entrecejo evidenciaba un poderoso conflicto interior. A su vez, los brazos cruzados sobre el pecho actuaban a modo de incomprensible e insobornable barrera.
Emily intentaba igualmente mantenerse firme en su asiento atildada con la molesta dignidad de los que son obligados a encarar un rango de responsabilidades para el que no se consideran en absoluto capacitados. Recientemente había cumplido veinte años por lo que ya podía considerarse una mujer. Y de hecho no le quedaba más remedio que considerarse como tal. Sabía que en esos momentos debía dejar atrás a la joven soñadora y jovial que había sido hasta ese instante para dejar salir a marchas forzadas a la mujer madura y sensata que se esperaba de ella. ¡Y por el amor de Dios, pese a todas las dificultades que se adivinaban en su horizonte particular, debía obligarse a mantener la calma! Ella era ahora el único apoyo de sus hermanas, la primogénita, el pilar de la familia, un punto de referencia para la vulnerable Pippa y la controvertida Charity.
Se llevó la mano a los ojos y los frotó frenéticamente para intentar aplacar el intenso picor que se fraguaba detrás de sus párpados.
"Papá, ¿por qué has tenido que abandonarnos justo ahora, justo cuando más te necesitamos? Te aseguro que intento ser fuerte, como tú me has enseñado, pero no encuentro más que dificultades en derredor. Pippa llora desconsolada a todas horas y yo no soy capaz de brindarle consuelo. Charity se esfuerza por desmembrarme con la mirada y me temo que en cualquier momento sea capaz de conseguirlo...
La señora Phillips, esa prima lejana de mamá a la que ni siquiera conocemos, ha escrito hace un par de días ofreciéndonos su casita de Durham, cobrándonos un alquiler mínimo, hasta que nos hayamos establecido por nosotras mismas. Pero ¿de qué modo tres jóvenes sin fortuna ni relaciones podrían establecerse por sí mismas en una sociedad desconocida y cruel?
Maldita sea, ¿por qué no pude haber nacido varón? ¡De ser así jamás hubiéramos tenido que abandonar Mayland, jamás nos habríamos visto sometidas a tan terrible incomodidad ni a tan incierto destino; si así hubiera sido podría al menos intentar publicar mis escritos, ganarme la vida como novelista y sacar adelante a mis hermanas! ¿Qué clase de vida nos espera ahora en el norte? ¿Existe acaso algo más humillante que la compasión ajena hacia tres huérfanas desvalidas? "
Alzó la vista hacia Charity intentando al menos encontrar un mínimo de comprensión en los ojos de la joven, pero la muchacha seguía empecinada en mantenerse distante tanto física como mentalmente y evitar la mirada de su hermana mayor a como diera lugar.
—Hace un frío insoportable... - murmuró intentando romper el tabique de hielo que en algún momento se había fraguado entre las dos. Pero si en algún momento quiso mostrar algún tipo de fortaleza a través de sus palabras, el tono tembloroso de su voz desbarató en el acto semejante propósito.
Charity, por toda respuesta, se revolvió un poco en su asiento ciñendo más fuerte el chal sobre los hombros. La arruguita de su entrecejo se acentuó.
—Sé que estás enfadada, Charity, pero estoy segura de que todo irá bien y saldremos adelante...
—¡Tú no sabes nada! - farfulló entre dientes.
Emily no pudo evitar sorprenderse al escuchar la voz de Charity, que había permanecido muda, taciturna e infranqueable desde que abandonaran Mayland horas atrás.
—Es cierto, no lo sé, pero al menos intento no resultar tan fatalista como tú. - Charity puso los ojos en blanco. - Por el bien de Pippa. Ahora más que nunca debemos permanecer unidas.
Charity resopló esbozando una sonrisa burlona.
—¿Crees que yo no estoy asustada? ¿Crees que no me da miedo pensar en lo que nos espera de ahora en adelante?- Emily ahogó una sonrisa sarcástica.- ¿Crees que no me siento desolada por todo lo que ha sucedido en los últimos días? - ahora las lágrimas danzaban caprichosas en el arco de sus pestañas.- Sé que echas de menos Mayland, Charity, ¿crees que a mí no me duele tener que dejar atrás nuestra vida y todos nuestros recuerdos?
Charity frunció los labios severamente.
—Pues no lo parece.- farfulló.
—¡No nos queda otra opción, y lo sabes! ¡Maldita sea, tampoco yo deseaba marcharme! - Charity inclinó la cabeza, ceñuda.- Comprendo que añores tu invernáculo, tus esquejes y tus insectos... - de pronto una chispa de intuición asomó a los ojos de Emily, - por cierto, ¿qué has hecho con todo aquello?
Charity encaró a su hermana con rudeza, clavando en ella sus ojos de hielo.
—¡He vaciado todas mis macetas y liberado en el bosque todos los insectos!
Emily se horrorizó.
—¿Por qué has hecho algo así? ¡Adorabas todas esas cosas!
—¿Y qué sería mejor, condenarlos a morir de sed y hambre ante la indiferencia del nuevo propietario? ¿Crees que el señor Clevendorf alimentaría a mis insectos palo? ¿Crees que proveería de moscas a mis plantas carnívoras? ¿Crees que regaría mis pasifloras y podaría mis azaleas? Yo te responderé: ¡no, no lo haría! - los ojos de Charity brillaban a causa de las lágrimas no derramadas y el mentón le temblaba de rabia.- ¡No te atrevas a juzgarme, Emily, solo les he concedido la libertad de la que yo no dispongo!
—Pero se morirán, Charity...
—¡Ojalá a mí me dieran la oportunidad de elegir entre vivir y morir!
Emily tragó saliva con cuidado, como si en vez del inofensivo fluido corporal descendiera absenta por su garganta.
—No sabes lo que dices, estás completamente trastornada.
Charity esbozó una sonrisa lacónica.
—¡Por supuesto, por decir la verdad estoy trastornada! Hace quince días que papá se murió y ojalá yo me hubiera muerto con él.
—¡No digas tonterías! - ahora claramente sus ojos permanecían bañados en llanto. Su labio inferior temblaba. - ¿En serio nos hubieras dejado a Pippa y a mí? ¡Ya veo lo mucho que nos quieres!
Charity volvió el rostro completamente hacia su ventanilla. La urgencia con la que se llevó una mano a la boca evidenció sus precarios intentos de contener el llanto.
—Además, - suavizó Emily limpiándose los ojos con el dorso de la mano, - pudiste haberte traído alguno de tus bichos con nosotras.
—¿Y tú crees que a tía Phillips no le hubiese importado?- Charity ni siquiera se volvió.- ¡Oh, vamos, Em, no seas ingenua y abre los ojos! ¿No resulta ya suficiente carga asilar a tres pobres huerfanitas sin tener que aceptar además a sus peculiares mascotas? ¿Dejaría tía Phillips que mis escarabajos corretearan a su antojo por los pasillos de su adorable casita de Durham? - su sarcasmo era evidente. - ¿Me ofrecería una parcelita en su atildado jardín para levantar mi invernáculo?
Emily meneó la cabeza.
—No lo sé, quizás si se lo pidieras...
-¡No le pediría nada aunque mi vida dependiera de ello! - miró a su hermana con el rostro bañado en llanto. - ¡Es más, no pienso dirigirle la palabra! ¡Me escaparé, Em, te juro que me escaparé!
Emily suspiró.
-¿Y a donde crees que irías? - Charity inclinó la cabeza dolida ante la evidencia de aquella verdad incontestable. - Deberías ser más amable con nuestra tía, querida. Al fin y al cabo es nuestra única pariente viva, aparte del señor Clevendorf, y la única en mostrar un mínimo de caridad cristiana hacia nuestra situación.
—¿Ah si? ¡Pues apuesto a que podríamos morirnos ahora mismo las tres y no le importaría lo más mínimo!
—No seas cruel, Charity, tú no eres así.
Charity hizo un mohín y se encaramó de nuevo frente a la oscuridad que crecía tras el cristal.
—Quizás debiste haber aceptado la oferta del señor Clevendorf.- murmuró de pronto sin apartar su mirada del vidrio surcado de goterones.
Emily arqueó las cejas visiblemente sorprendida. Sus hermanas no sabían de la misa la mitad.
Era evidente que aquel pedante cretino de Clevendorf, un repulsivo solterón que cargaba penosamente con medio siglo a sus espaldas, obeso, propenso al exceso de sudoración, dotado de ojillos de sapo y manos lujuriosas, ambicionaba gozar de algún tipo de beneficio carnal con respecto a la mayor de las Alcott y por ello no había dudado en visitarlas tras el entierro del señor Alcott y ofrecerles la posibilidad de continuar residiendo en su hogar natal. Tan solo esperaba recibir a cambio,- esto no lo había dicho en alta voz pero su licenciosa mirada había hablado por él,- un trato de favor y libre acceso indiscriminadamente a la alcoba de Emily. ¡Y por su vida que prefería vivir bajo un puente antes que ser la querida, y ni aún la esposa, de un baboso como Clevendorf!
—¿Y vernos relegadas a la denigrante condición de invitadas en nuestra propia casa? ¿Realmente soportarías en silencio y en un rincón contemplar cómo alguien a quien no conocemos lee y manosea todos nuestros libros, cómo reforma todo aquello que no le gusta y se sienta en el sofá preferido de papá?
—Al menos estaríamos en casa...
—Ya no es nuestra casa, Charity. Ahora es su casa.
“¡Su maldita casa!”
—Lo sé, nos lo recuerdas constantemente.
Emily resopló.
—Por el amor de Dios, ¿es que jamás vas a darme un respiro?
Agotada de una discusión que amenazaba con no disponer de un fin próximo, Emily apoyó la cabeza contra el cristal, sufriendo a causa de ese gesto y debido a un violento y repentino bandazo del vehículo un fuerte golpe en la frente que a punto estuvo de arrojarla de bruces contra la figura erguida de Charity.
—¿Qué ha sido eso?- Charity abrió unos ojos como platos tornándose de pronto más blanca que la tiza.- ¿Has sentido el balanceo, Emily? ¿Lo has sentido?
¡Por supuesto que lo había sentido! ¡Lo había recibido de lleno en toda la frente!
Acariciándose la zona dolorida sofocó en silencio una maldición, satisfecha al menos de que la pequeña durmiente no hubiese escuchado tal blasfemia y de que la sorpresa de Charity le hubiese impedido permanecer atenta a su imprecación.
—Creo que nos hemos detenido, Charity... - susurró.
—¿Por qué?- susurró ella en un tono más alto.- Todavía no hemos llegado... - miró a Emily con el pánico pintado en sus pupilas,- ¿verdad, Emily? Estamos en mitad del bosque...
Efectivamente el carruaje se había detenido.
Resultaba desconcertante tras un sinfín de interminables horas de agitado vaivén y de sufrir con resignación las molestias implícitas de viajar en pleno mes de Diciembre, encontrarse de pronto sumidas en la más inesperada y preocupante quietud. La quietud que sin duda precede a la tempestad.
Emily intentó agudizar sus sentidos y escuchar cualquier inapreciable sonido procedente del exterior. El miedo atenazaba sus sienes y provocaba que el corazón golpeara su pecho con tal violencia que incluso le provocaba dolor físico. Esperó en silencio mientras una aplastante oscuridad devoraba el interior del vagón. Por un momento y tras una dolorosa sístole mortal le pareció que incluso el corazón había dejado de latir y forzándose a despertar de la parálisis que provoca el miedo se descubrió a sí misma conteniendo la respiración.
De pronto pudo percibir con claridad el inquieto piafar de los caballos y las protestas e imprecaciones del mayoral y el postillón expresándose en el exterior a voz en grito. Desde algún lugar cercano el sonido procedente de multitud de voces irreconocibles y risas grotescas helaron la sangre en sus venas. Se esforzó por tragar saliva pero incluso ese gesto parecía ahora estar fuera de su control. ¿Y qué era aquello que acababa de escuchar? ¿Acaso se trataba...? ¡Cielo Santo! ¿Era posible que aquellos sonidos procediesen de varios disparos?
Inopinadamente y con una brusquedad tal que Emily se vio obligada a dar un salto en su asiento, la portilla se abrió de pronto llenándose el vano con el contorno de una testa oscura, desgreñada y con los ojos tan negros que parecían tallados en ébano. Una poderosa nariz aquilina, el denso marco de unas pestañas oscuras y el amenazante brillo de un colmillo de oro conformaban el broche final de aquel pérfido espectro.
—Señoritas... - el individuo interpretó una burda reverencia que pretendía sin duda alguna ridiculizarlas mucho antes que mostrarles un mínimo de cortesía.
Emily retrocedió asustada ante la visión de aquel hombre que semejaba en apariencia un demonio de la noche. En un acto reflejo protegió con su cuerpo a la pequeña Pippa, que todavía permanecía sumida en un estado de duermevela.
—No deberían viajar solas por el bosque en mitad de la noche, - y su sonrisa centelleó en la oscuridad. - Veamos, hay varias cosas que pueden sucederles a las viajeras indefensas que cometen el fatal error de viajar solas de noche y sin compañía me temo que una de ellas es la que acaba de sucederles a ustedes.
Emily tragó saliva. Su corazón batía como un mazo contra un cepo de madera.
-Podemos hacer que esto resulte fácil o difícil, señoritas, ustedes deciden. Aunque yo en su lugar y sopesada su actual situación escogería el método sencillo. Sean buenas y no me hagan perder el tiempo.- el individuo se expresaba con acento desconocido, una especie de siseo extravagante que evidenciaba que no se trataba de un hijo del Imperio.
Pero para Emily estaba claro que cualquiera que fuera su origen no le excusaba de comportarse como un auténtico maleducado.
—¿Quién diablos es usted y cómo se atreve a irrumpir de este modo en nuestro carruaje?
El hombre la miró durante una fracción de segundo agradeciendo a la Providencia que la noche le hubiera brindado tan apetitoso aliciente. Desde luego era la primera vez que una de aquellas estúpidas gadgis se atrevía a plantarle cara en lugar de desmayarse sobre su asiento como una gallina desplumada. Y semejante muestra de arrojo, valentía y estupidez era el resorte que necesitaba para sentirse excitado y frenético.
Esbozando una sonrisa perversa abalanzó medio cuerpo en el interior del vehículo para cernirse y agarrar a Emily con brusquedad, cerrando las prensas de sus manos sobre los diminutos pulsos de la joven y tirando de ella hasta sacarla casi a rastras al exterior. Y de nada sirvió que Emily forcejeara e intentara frenar los propósitos de aquel salvaje utilizando los talones sobre el vano de la puerta a modo de contención puesto que el hombre, fibroso y oscuro como una serpiente, poseía una fuerza descomunal.
—¡Parece que esta noche hemos hecho una buena captura, hermanos míos!- bramó socarrón, sabiéndose coreado al instante por un murmullo de risotadas insolentes.- ¡Por o Del que vamos a divertirnos!
Gruesos goterones golpeaban con furia a Emily que, en medio de la negrura, se sintió observada y calibrada como un cordero rodeado por lobos. Boqueó varias veces como lo haría un pez arrojado fuera del agua y trató de enfocar en la oscuridad, pero solamente era capaz de adivinar la presencia de muchos otros hombres a través de sus risotadas salvajes así como de sus groseros silbidos de admiración. Apenas podía moverse porque las vestiduras, rápidamente encharcadas, se enredaban entre sus piernas confiriéndole una molesta sensación de pesadez y ahogo. Además aquel hombre continuaba apresándola, retorciéndole con brusquedad los brazos tras la espalda con el firme, y efectivo,-propósito de mantenerla inmóvil. Jamás se había sentido tan expuesta y vulnerable.
—¡Fijaos en lo que tenemos aquí, hermanos! ¡Una frágil rosa inglesa perdida en mitad de la noche y a merced de unos caballeros como nosotros!- coreado por las salvajes risas de sus compinches el bruto intentó acariciar el contorno de su mandíbula, pero ante el gesto evitante de Emily no pudo menos que estallar en carcajadas frente a ella.- ¡Y además con agallas, veremos cuanto le dura la valentía!- dicho esto varios colosos surgieron a su espalda para sujetarla con rudeza por los pulsos mientras aquel bruto desnaturalizado se apresuraba a desabrochar la pretina de su pantalón.
—¡Por favor, señor, no poseemos nada de valor, se lo aseguro!- gritó sin dejar de dar patadas al aire.- ¡Somos viajeras de paso camino del norte! ¡Acabamos de perder a nuestro padre! ¡Déjennos ir, por piedad!
Un estruendoso coro de carcajadas estalló en el aire.
—Te dejaremos ir, gadgi, claro que sí... pero primero vamos a divertirnos un rato contigo. Te prometo que seré rápido y hasta puede que incluso me agradezcas la experiencia... - prometió el hombre acercándose lentamente a Emily y sonriendo como el demonio que seguramente era. - Se dice que los romaníes somos amantes de expepción.
Sin mediar palabra agarró los volantes que adornaban la pechera de su vestido para rasgarlos con violencia y dejar al descubierto unos hombros blancos como la nieve y un delicado corsé. Debajo de éste, el voluptuoso pecho de Emily ascendía y descendía en agitado vaivén. La joven cerró los ojos. Su suerte estaba echada.
—¿Em...? - detrás de ellos, completamente empapada y observando la escena con ojos soñolientos, la pequeña Pippa surgió de entre las sombras frotándose todavía los párpados con una mano. Charity asomó también bajo la portilla del carruaje con el rostro demudado en una perfecta máscara de terror.
—Pippa ¿qué haces aquí? ¡Vuelve inmediatamente dentro!- bramó Emily, horrorizada de que a aquellos desalmados se les pasara por la cabeza violentarla delante de sus hermanas.
—Em, ¿qué está pasando? ¿Quienes son estos hombres? ¿Em?
Nuevas risas burlonas.
—¿Deseas unirte a la fiesta, pequeña? Puedes mirar y aprender si lo deseas, estoy seguro de que esto no te lo enseñará jamás tu institutriz... - exclamó aquel salvaje acercándose a Emily sin dejar de sonreír y, por encima de la rigidez del corsé, abarcó uno de sus pechos con la mano, apretando y manoseando la blanca carne sobresaliente sin ningún tipo de piedad. Y sin embargo tal abuso no parecía reportarle el placer esperado.- ¡Estas estúpidas gadgis no hacen más que acorazarse como si fuesen al campo de batalla, resulta imposible tocar un pecho en condiciones debajo de tanto blindaje!- se llevó la mano al cinto y empuñó un afilado estilete.- Creo que tanta tela sobra, gadgi, no creo que tengas inconveniente en que te libere de esta inútil opresión.
Viendo que aquel salvaje estaba dispuesto a rasgar su prenda íntima y dejarla en cueros tuvo claro lo que debía hacer. Sus hermanas no debían mancillar sus inocentes ojos con una visión como aquella.
—¡Pippa, Charity, por el amor de Dios, volved dentro! ¡Ya! - suplicó desbordada por el llanto.
Pero Pippa ni siquiera pudo responder a la súplica implícita en las palabras de su hermana pues dos amarillentos haces de luz vertieron de repente sobre el grupo, cegándolos a todos en el acto con tal intensidad que bien podría parecer que se tratara de la mano misericordiosa del Señor cerniéndose sobre ellos y apiadándose del infortunio de las jóvenes.
Emily fue arrojada bruscamente contra el suelo fangoso y resbaladizo. Se sentía aturdida, dolorida, vulnerable y expuesta a causa de su vergonzosa desnudez. Como pudo recompuso su vestido mientras un sinfín de sonidos indescifrables y voces desconocidas llegaban hasta sus oídos en medio del frenesí de la lluvia. Voces autoritarias que imprecaban, maldecían, ordenaban… Creyó distinguir la voz del líder de los gitanos vociferando con alguien, enfrentándose a alguien.
Relinchos agitados, gritos furiosos, lenguas desconocidas...
Acuclillada, completamente enfangada y empapada hasta los huesos, protegiendo su pecho desnudo con los harapos inservibles de su vestido, alzó la vista para ver lo que entonces le semejó la verdadera imagen de un dios pagano: la silueta oscura e inescrutable de un hombre recortándose sobre ella mientras permanecía a lomos de un monstruoso corcel del color de la misma noche.
Sin embargo y pese al deslumbramiento que su aparición había causado en Emily, el desconocido parecía no haberse percatado siquiera de su presencia. Sin abandonar su montura vociferaba en una lengua desconocida dirigiéndose al abismo de la noche mientras sujetaba con firmeza las riendas de su caballo, denotando autoridad y sin mostrar el menor atisbo de temor o sumisión en su tono.
Aprovechando ese instante de confusión la joven comenzó a gatear con el propósito de alcanzar el carruaje y reunirse con sus hermanas. Pero los cascos de aquel monstruoso caballo danzando amenazadoramente en el aire a una distancia de su rostro lo suficientemente escasa como para ser obviados, la obligaron a detenerse y alzar la mirada.
—¿Se encuentra bien? ¡Responda!
Emily achicó los ojos tratando de enfocar en aquella densa cortina acuosa. Pero su vista, deficiente y anulada por completo a causa de la lluvia, no consiguió ofrecerle más que la visión confusa de una silueta enorme y oscura recortándose ante ella.
—¿Pippa? ¿Charity?
—¡Las muchachas se encuentran bien, acaban de ser trasladadas a mi carruaje! ¿Le han hecho daño? ¿La han herido?
Emily balbuceó pero no logró articular palabra. Le dolían los pulsos y su dignidad había sufrido una importante afrenta.
—¡Maldita sea! ¡Sujétese!
—¿Qué...? ¿Cómo...? - cuando quiso darse cuenta dos brazos que parecían haber sido esculpidos en roca la izaron con la misma facilidad con que levantarían una delicada pluma, acomodándola de inmediato contra un torso igualmente amplio y firme que irradiaba calor y un peculiar olor masculino mezcla de sudor, humedad y cuero.