CAPÍTULO  15

 

 

La noche cerraba completamente sobre Ravendom House.

En el exterior de la mansión reinaba la quietud propia de las altas horas de la madrugada perturbada tan solo por el monótono graznido de algún ave nocturna desde su refugio del bosque.

El follaje de los árboles del jardín se mecía en rumoroso murmullo al son de la suave brisa nocturna propiciando un ambiente calmoso y a la vez revelando las bajas temperaturas que imperaban en el exterior.

Entre las sombras del jardín la luna delató de pronto el rostro aceitunado de Drake, que permanecía semi oculto bajo la horrenda mirada de las gárgolas y ante las vetustas estatuas de ojos ciegos que se alzaban en cada pequeño parterre.

En un momento dado avanzó entre las sombras manifestando la agilidad de un animal de la noche habituado al sigilo y la clandestinidad, sin perder de vista por un solo instante algún punto determinado en las alturas. Tras un segundo de observación y sin previo aviso se aferró de un salto al calloso tronco de la vid que revestía la fachada, trepando por ella con la facilidad de un gato. No precisó de un esfuerzo excesivo para alcanzar su propósito, pues mediante varios movimientos diligentes se encaramó al balcón de la segunda planta.

 

La luna seguía llorando plata sobre la heredad, bañando de cuando en cuando con su llanto el avance furtivo del caballero. A lo lejos, el pertinaz graznido nocturno continuaba enojosamente insistente.

 

Un ligero forcejeo bastó para que la puerta acristalada cediera sin hacer el más mínimo ruido. Drake penetró con pasos silentes al interior de aquella estancia en penumbra, bañada tan solo por los fugaces rayos albinos de la diosa nacarada. Al fondo de la misma descubrió un elegante tálamo adoselado y el sonido de una respiración lenta y acompasada que daba a entender que su propietario permanecía felizmente en brazos de Morfeo. Se acercó todavía más al lecho hasta situarse al borde del colchón.

Inclinándose levemente se distrajo unos segundos en la extasiada contemplación de la desvalida durmiente, velando su sueño en silencio como un ángel guardián protegería la razón de sus desvelos.

Aparecía tan sumamente hermosa e indefensa postrada en aquel lecho...

Los tirabuzones color miel adornaban su rostro mientras todo su cabello permanecía suelto y extendido sobre la almohada. Las cejas, perfectamente definidas, coronaban unos ojos adorables que ahora permanecían sellados en feliz reposo y aquellos labios llenos, sonrosados, que permanecían entreabiertos dejando escapar un reposado hálito, conseguían agitar el corazón en su pecho hasta alcanzar el paroxismo del dolor. 

Deslizó la mirada hasta la oquedad formada en su cuello, donde las lazadas desceñidas del camisón permitían gran parte de aquella piel de porcelana al descubierto.

Alargó su mano bronceada hacia aquella piel incorrupta, deslizándose por el estilizado cuello con tal cautela que ni siquiera osó rozarlo. Se detuvo entonces sobre el rostro de la joven y cerró su mano con suavidad sobre la boca. Emily despertó en el acto abriendo unos ojos como platos y sintiéndose asustada por el brusco despertar.

—Pschhh, Emily, no debes asustarte...

Emily forcejeó todavía un rato hasta que se obligó a confiar en que no le sucedería nada malo. Al percibirla más calmada, Drake aflojó la presión de su mano.

—¿Qué pretende? ¿Está usted loco? - apenas en un murmullo, mostrándose ceñuda y clavando en él unos ojos coléricos.

—Emily, cálmate, no voy a hacerte daño.

—¡Por supuesto que no! ¡Ni siquiera debería acercarse a mí de este modo! ¿Cómo se atreve a invadir la alcoba de una dama en plena noche? - Emily se arrebujó en la cama, sentándose sobre los almohadones y elevando las rodillas hasta formar con ellas un montículo bajo la tela. Y una improvisada barrera protectora. Se arropó con las sábanas hasta someterlas bajo la barbilla.

Drake se sentó entonces en el borde del lecho. Los rayos argentados de la luna besaban su silueta arrancando hermosos destellos azulados a su cabellera bruna.

—Es mi casa, - sentenció mirándola fijamente, - puedo hacer lo que me venga en gana.

—¡Eso no le da derecho a invadir mi intimidad! Por el amor de Dios, ¿considera acaso que esta situación es propia?

La miró furtivamente, achicando los ojos. En sus pupilas centelleaba un brillo peligroso.

—¿Acaso creías que iba a resignarme a tu actitud de esta tarde? ¿Qué clase de bobo crees que soy? - acarició con la yema de sus dedos el contorno níveo de la barbilla de la joven, provocándole un ligero estremecimiento. Su voz sonaba susurrante y peligrosa.- No me conoces si crees que podría permanecer de brazos cruzados viendo cómo huyes de mí sin motivo aparente. Solo volviéndome estúpido te dejaría escapar.

Emily torció el rostro al percibir un picor delator en el interior de los párpados. En ese instante sentía que amaba y odiaba a Byron Drake a partes iguales.

“No, ahora no debo llorar. Cielo santo, no puedo llorar delante de él...”

—Emily, dime qué diablos sucede - buscando su mirada, insistiendo en ello. - ¿Por qué no has bajado a cenar con tus hermanas?

—Me sentía indispuesta - mintió, continuando con su porfía de no mirarlo. Su voz, no obstante, sonaba débil y temblorosa. Su ánimo, a punto de flaquear.

—Mentira.

Emily continuó evitando encontrarse con aquella mirada obsidiana. Sabía que en el preciso instante en que aquellos abismos sin fondo reposaran sobre ella cualquier intento de resistencia por su parte fracasaría de inmediato. Un sollozo entrecortado huyó de sus labios y Drake, en rauda respuesta, reptó sobre el lecho para cercarla en el reducido espacio de la cabecera. Inclinándose sobre ella, sus poderosas manos reposaron a ambos lados del montículo que formaban las rodillas de la joven.

—¿Acaso debo pensar que me rehuyes? Emily, mírame, te lo ruego. Te dije una vez que no debías temerme, que jamás te haría daño. Ni aún volviéndome loco podría tocarte con malas intenciones - acarició con sus dedos uno de los mechones sueltos de Emily, rozando con su nudillo el contorno de la mandíbula de la joven.

—Dijo que no me haría daño, es cierto, ¿pero sería capaz de hacérselo a otra persona? - esta vez Emily lo encaró clavando con angustia sus ojos en las centelleantes pupilas del hombre. - ¿Sería capaz de poseer la sangre fría suficiente como para arrebatar la vida a otro ser humano?

—¡Por mi vida que sí, si esa persona amenazara la seguridad de aquellos a quienes deseo proteger! - la miró furtivamente-.- ¡Mataría a cualquiera que pusiera en peligro a Ravendom, a mi gente... a ti, Emily! - achicó los ojos en un gesto que denotaba desconfianza. - ¿Por qué me preguntas algo así?

Emily bajó la mirada extraviándola en el bordado de las sábanas.

—¿Me estás acusando de algún misterioso crimen del que no he sido galantemente informado? - ante el silencio de la joven continuó, visiblemente enfadado. - Mucho me temo que tu imaginación te juega malas pasadas, Emily Alcott, yo no soy uno de los personajes de tu novela.

—No se burle de mí... - Emily tragó saliva antes de continuar, manteniendo la cabeza inclinada y entreteniéndose en intentar arrancar un hilo suelto de los encajes de su camisón. - Hay muchas cosas que desconocemos, ¡que desconozco!, de usted, señor Drake, pese a llevar varias semanas hospedadas bajo su techo. No sabemos prácticamente nada de su vida, de su pasado, de su procedencia...

—Desconocía que semejante revelación por mi parte resultara imperativa a la hora de dar asilo a tres viajeras desvalidas...

Emily se arrepintió en el acto de la brusquedad de sus palabras, que de repente sonaron en su cabeza con monstruosa ingratitud. Al fin y al cabo resultaba muy cierto que el señor Drake se había comportado de un modo generoso y desinteresado con ellas.

Alzó la vista hacia su interlocutor dispuesta a poner término a aquella encrucijada sin salida donde parecía haberse metido.

—He visto el retrato de su despacho...

Aparentemente Drake no pareció inmutarse.

—¡Ah, has conocido al fin al viejo dragón! Siento que en semejantes términos el caballero no resultara muy hablador pero me temo que en otros diferentes su conversación tampoco conseguiría agradarte.

Emily frunció el ceño, molesta ante el sarcasmo con que aquel hombre parecía tratar un tema que a ella la martirizaba.

—Señor Drake, sin pretenderlo he tenido conocimiento de que el antiguo propietario de Ravendom House falleció en extrañas circunstancias.

Drake se tensó de pronto y la rigidez manifestada resultaba evidente a través del envaramiento de su pose. De forma inevitable su mente voló hacia épocas pasadas, hacia aquellos días terribles donde cierto lord sin escrúpulos le había hecho sentir un desgraciado sin nombre, un paria, un maldito bastardo. Días de insultos, desprecios, miseria y hambre...

—Por desgracia hoy día en Inglaterra mucha gente fallece en extrañas circunstancias.

—Pero resulta muy curioso que precisamente fallezca en extrañas circunstancias el antiguo propietario de la mansión de la que usted, de un modo incomprensible, ha tomado posesión.

Los puños del romaní se cerraron en feroz prensa sin darse cuenta.

—Ya veo qué derroteros siguen tus sospechas y lo sencillo que te ha resultado darles forma en tu cabeza. - su tono se ensombreció de forma inesperada. - Siento decepcionarte, pero te aseguro que no he hecho nada de lo que deba arrepentirme.

Emily sintió un navajazo en el corazón.

—Me gustaría tanto creerle...

—¿Y por qué diablos no lo haces? - aporreó con tanta furia el colchón que toda la cama se sacudió. - ¿Acaso porque soy un vulgar romaní? ¿Porque no pertenezco a tu clase envanecida y caprichosa? ¿Acaso resultaría más de fiar para ti si empolvara mi rostro y una hilera de blasones adornara mi apellido? - su tono rezumaba una cólera notoria. - ¡No soy ningún santo, Emily, lo reconozco! Jamás he pretendido aparentar otra cosa que lo que soy en realidad. ¡No soy otro estúpido y flemático caballerete de tantos con los que estarás acostumbrada a alternar! - Emily inclinó la cabeza y empezó a sollozar. - Soy romaní, rudo, salvaje e ingobernable... - se inclinó amenazadoramente sobre Emily, arrastrando las palabras en un tono bajo, siniestro y sombrío. - De hecho ahora mismo estoy que me llevan los diablos...

Se aproximó todavía más a ella hasta acorralarla contra la cabecera de forjado, destilando peligro a través de la siniestra lentitud de sus movimientos. A escasa distancia de su rostro Emily pudo percibir la fragancia viril y penetrante de aquel hombre. Y su corazón dio un vuelco silenciándose de repente.

—¿Me tienes miedo ahora?

  Emily apenas se sentía capaz de pronunciar palabra ante la intimidatoria cercanía del caballero.

—No... - balbuceó.

Drake acarició con la nariz el contorno de la mandíbula de la joven, haciéndola estremecer.

—¿Estás segura?

Emily retrocedió lentamente hasta que los barrotes de la cabecera lastimaron su espalda. Su aliento era breve y forzado, su pulso casi inexistente.

—No... - gimió, derribando todas sus barreras.

Drake, demostrando una vez más que dominaba la situación y comportándose tal vez con inesperada crueldad, se alejó a propósito de ella provocando que Emily se sintiera completamente frustrada, decepcionada y avergonzada de su debilidad.

—¿Entonces por qué diablos te atreves a acusarme  sin pruebas? - rugió abandonando su tono zalamero. Emily, tan asustada como sorprendida, dio un respingo, abrazándose a sí misma hasta convertirse en un ovillo humano. - ¡Mucho me temo que no eres la mujer íntegra y sensata que yo creía que eras, Emily Alcott!

  Hizo ademán de levantarse pero Emily lo sujetó inesperadamente del brazo obligándolo a detenerse.

—¡Por favor, no me juzgue erróneamente! - suplicó con desesperación.

—¿Y tú sí puedes juzgarme? ¡Santo Dios, mujer, no sabes absolutamente nada de mí...! - farfulló ofreciéndole todavía la espalda. Espalda que ascendía y descendía en todo su vigoroso esplendor debido a la agitación que dominaba a su propietario.

—¡Cuéntemelo todo entonces! - suplicó dejando a un lado cualquier atisbo de dignidad. - Hábleme de usted, muéstreme ese pasado que desea olvidar y que sin embargo parece perseguirle a todas horas. Demuéstreme que estaba equivocada, que soy una idiota a la que ciegan los prejuicios.

—¿Y serviría de algo? ¿Me verías con otros ojos entonces? ¿Me volvería mejor persona para ti si te confesara que en realidad soy un miserable descastado sin posición ni apellido, un hijo bastardo despreciado por su padre que tan solo ostenta la dudosa condición de caballero al poseer esta mansión? - se volvió hacia ella, encarándose con su rostro arrebolado y sujetándola por los hombros. - ¿Crees que a la sociedad le importan mi fortuna o los vastos muros de mi casa cuando saben que no soy más que un vulgar romaní? ¿Crees que inspiro respeto en los demás por vivir amparado tras esta fastuosa mansión? ¡Me desprecian, Emily, evitan mi compañía, murmuran sobre mí y asustan a sus hijos diciéndoles que soy un monstruo vil y despreciable!

Emily bajó los ojos sintiendo el aliento de Drake. La angustia de Drake. El dolor de Drake.

—A mí no me importa...

—No sabes lo que dices. - rugió. - Hace un minuto me acusabas de haber asesinado a un hombre.

—¡Le hubiera manifestado mis sospechas aunque se tratara usted del mismísimo Príncipe de Gales! - tironeó ansiosa de su brazo. - No me importa lo que es usted, señor Drake, ni tampoco sus orígenes. Y desde luego jamás le he menospreciado por su condición romaní.

—No te creo. - espetó recordando la conversación entre Charity y Emily de la que, sin quererlo, había sido testigo. - Resulta muy sencillo decir que no se es intransigente ni prejuicioso, pero no es tan fácil demostrarlo con los propios actos.

—¡Ojalá pudiera hacer algo para enmendarme! ¡Ojalá pudiera demostrarle que no me importa en absoluto su pasado! - las lágrimas oscilaban en el arco dorado de sus pestañas.

¡Por el amor de Dios, béseme...”

—Sigo sin creer en tus palabras, Emily. - Emily sollozó de forma abrupta y Drake pareció entonces compadecerse. -¿Estarías dispuesta acaso a sacrificar tu vida, tu honor o tu reputación por un hombre como yo?

—¡Sí, por supuesto! - gimió sorbiéndose las lágrimas.

—¡No me mientas, Emily!

-¡No miento! - chilló ella, desesperada.

¡Béseme señor Drake, o moriré en este preciso instante!”

—¿Serías capaz de someterte al rechazo de la sociedad por causa de un hombre como yo?

Emily asintió vigorosamente.

—¿Estarías dispuesta a algo tan descabellado como convertirte en mi esposa pese a todas mis carencias?

Aunque durante un momento Emily permaneció atónita a causa de la sorpresa, al cabo de un segundo asintió en silencio con gesto nervioso y el corazón desbocado.

-Me temo que necesitaré algo más que lágrimas y buenos propósitos para poder creer en tus palabras. - liberándose del dulce lazo que suponían las manos de Emily, Drake se encaminó hacia la puertaventana por donde había entrado. Antes de cruzarla y perderse en aquella fría noche invernal se volvió hacia la desconsolada joven: - No soy un hombre con el que se pueda jugar, Emily, así que no pienses ni por un minuto que voy a olvidar esta conversación.