Capítulo 32
NO TE MUEVAS, NO HAGAS RUIDO Y ESCUCHA
Jamie
Y ahí estaba otra vez, blanca como la cera, sentada en el sofá, abrazando una almohada. Parecía enferma. Maisie se encontraba junto a ella, quietecita como un ratón: podía sentirlo otra vez, como muchas otras veces antes, Eilidh no se encontraba bien.
En cuanto me oyó entrar, Eilidh se sentó un poco y sonrió.
—¿Ya estás de vuelta? Disculpa, el tiempo me ha pasado volando... —Miró a su reloj de pulsera.
—Oh, por Dios, las cinco en punto. No he preparado nada para cenar... —Se levantó rápidamente del sofá y a la misma velocidad tuvo que volver a sentarse.
—Oh...
—¿Te encuentras bien? —Corrí hacia donde estaba para comprobar lo que sucedía.
—Sí, estoy bien, estoy bien. Solo un poco mareada.
—Eilidh, tienes que ir al médico. Esto no puede seguir así. Llevas de esta manera... ¡semanas!
—Es por el cambio de estación. Y por el estrés de ir a Southport, ya sabes, todos esos asuntos que tenía que resolver...
—Lo sé, lo sé. Desde que has regresado, no has vuelto a ser la misma.
¿De verdad es aquí donde quieres estar? ¿Conmigo?, quería preguntarle. Pero no era el momento, no con Maisie mirándonos con esa carita de preocupación.
—Siéntate y yo prepararé la cena.
—No, vamos, acabas de llegar, siéntate tu y yo cocinaré.
Negué con la cabeza, la sujeté por los hombros con delicadeza e hice que se sentara.
—Prométeme que irás al médico.
—Te lo prometo.
Más tarde, esa misma noche, telefoneé a Shona. Estaba muy preocupado.
—Es que parece... No sé, bastante indispuesta. No tiene apetito. No dejo de decirle que vaya al médico, pero se niega.
—Quizá no sea más que lo que tú dijiste, una simple indisposición. Ha pasado mucho este último año, necesita un poco de tiempo para rehacerse. ¿Te parece desanimada? ¿O llorosa?
—Ya conoces a Eilidh, es una persona muy sensible, pero no me da la impresión de que esté deprimida ni nada por el estilo. Solo la veo un poco... ausente. Como si tuviera la cabeza en otra parte. Temo que...
Las palabras nunca dichas pendían entre nosotros. Que se fuera, igual que Janet.
—No te disgustes así. Estás anticipándote.
Podía oír los ruiditos de fondo que hacía Maggie. A pesar de que estaba preocupado, no pude evitar una sonrisa.
—¿Es Maggie?
—La misma. Ojalá pudieras verla ahora mismo, Jamie. Está muy linda, lleva el pelele de rayas, el que me dio Jean. Oye, ¿por qué no vienes y te quedas este fin de semana? Con Eilidh, claro. Así podría hablar con ella, ver cómo está.
—Me encantaría. Se lo preguntaré.
—Yo también le enviaré un mensaje de texto esta noche.
Cuando colgué el teléfono, me sentí un poco aliviado. Shona no parecía muy preocupada, así que tal vez no había nada por lo que preocuparse. Mi hermana es un poco como la tripulación de cabina para mí, ya sabéis, cuando vas en un avión y hay turbulencias, y miras a las azafatas, si no las ves asustadas, entonces quiere decir que todo va bien, ¿no? Así.
Todavía.
Eilidh
Podía ver la preocupación reflejada en la cara de Jamie y, de verdad, yo misma estaba bastante disgustada. Me sentía débil, indiferente. Pensaba que quizá se debiera al estrés que había supuesto para mí volver a Southport y llevarme todas mis cosas de casa de Tom. Verle de nuevo sabiendo que sería la última vez que estábamos juntos en la misma habitación. Pero de eso ya hacía algunas semanas. Desde luego, debería haberme recuperado ya.
Pedí cita al médico.
—¿Y cómo se siente? De humor, me refiero. ¿Ha tenido un año difícil...?
—Sí, podría decirse así. Me siento... bien. Desde que tuve el accidente, y no deja de resultar divertido, me he sentido mucho mejor. No creo que sea la cabeza.
—Bien, a veces las largas temporadas de estrés pueden debilitar el cuerpo, dejarte agotada. ¿Qué tal si hacemos un análisis de sangre y vemos qué pasa?
La doctora Nicholson tiene unos ojos azules, amables, mientras me miraba, sabía que estaba pensando en algo que no había dicho. Rogué y recé para no tener que pasar por aquello otra vez: los antidepresivos, la orientación psicológica sin esperanza. Tras perder a mi bebé ya había vivido algo así y me pareció terrible, intrusivo, además de que no sirvió para nada. Es una locura, lo sé, pero esperaba que el análisis de sangre diera algún tipo de resultado, no sé, anemia, algo que un tratamiento con vitaminas pudiera resolver. Tan solo quería vivir la vida.
Encontraron algo, pero no fue carencia de vitaminas. Era algo completamente distinto. Era un cuarto de baño diferente, un suelo diferente en el que me sentaba y una Eilidh diferente que lloraba de alegría, y lo sabía, lo sabía, esta vez sería distinto.