Capítulo 31
AHORA NO, TODAVÍA NO
Fiona
Querida Silke:
Lo siento mucho...
Querida Silke:
Espero que lo entiendas...
Querida Silke:
Yo...
Mi amor. Mi amor. Tengo que irme.
Eliminé esas últimas palabras, las borré, y el pedazo de papel donde las escribí acabó en la papelera junto a los demás.
No puedo hacerlo. Ni siquiera soy capaz de hablarle. Solo veo una manera de salir de esto y es marcharme, tan lejos como me sea posible.
Me voy a Nueva Zelanda. Mi prima trabaja allí como enfermera, puede ayudarme a encontrar un empleo. Puedo quedarme con su familia algunas semanas, hasta que encuentre un sitio donde vivir. Estaré en Auckland durante un año más o menos y luego seguiré viajando, quizá a Australia, al Lejano Oeste, donde sea. No quiero quedarme en ninguna parte el tiempo suficiente como para traicionarme a mí misma, no quiero que nadie sepa quién soy en realidad, lo que soy en realidad.
No me importa dónde, el caso es que sea un sitio que esté lejos de este pueblecito, de esta pecera. Me está asfixiando. Todo el mundo te mira, te juzga. Todo el mundo se fijará en que mis ojos miran hacia donde no deben, cómo me animo y me sonrojo cuando no tendría que hacerlo, que no soy como los demás.
Mucha gente lo sabe, muchos otros lo han adivinado. Tal vez incluso mis propios padres. Con solo pensarlo me pongo enferma y el estómago se me cierra.
Aquí no hay nada para mí. Quizás en alguna parte lejos de aquí haya un hombre para mí. Tal vez cambie y sea «normal» otra vez, como era antes.
No, nunca he sido normal. Siempre he sido así.
Recuerdo a Karen Roathie, la niña que vivía justo al otro lado de la carretera... Nunca me cansaba de mirarle a la cara. Quería estar siempre con ella. Solía deslizar mi mano en la suya... Cuando fuimos a la escuela secundaria, trataba de estar siempre junto a ella. Dios sabe que nadie se fijó. Estaba tan guapa con su uniforme, su pelo negro y largo rozándome el brazo mientras se sentaba junto a mí, su pierna tocando la mía levemente, y yo que trataba de acercarme un poquito más para sentir ese ligero toque otra vez. Solía soñar por la noche, imaginando sus suaves labios sobre los míos y el olor de su cuello mientras la abrazaba fuerte...
¿Veis? Siempre he sido así. Dios, no quiero ni pensarlo. Quiero olvidarlo todo.
No me importa lo que suceda ahora. Solo quiero estar en un sitio donde no me estén mirando todo el rato. Donde no tenga que sentirme tan tremendamente consciente de que trato de ocultarlo sin mucho éxito, pues tarde o temprano la gente se dará cuenta de lo que soy en realidad.
Ni siquiera quiero decirle adiós a Silke. Ya sé que la he perdido, de todos modos. Espero que no haya llorado. Espero que me olvide, espero que esté bien, que encuentre a otra, a alguien que sea capaz de seguir adelante con algo así, de estar completamente equivocada.
No, no estoy diciendo la verdad. Soy buena en esto, eso parece, pero solo para mí misma. La verdad es que tengo la esperanza de que me recuerde. Y soy incapaz de pensar en ella con otra persona.
No puedo ser lo que soy. La otra noche, Tim me pilló viendo Doctor Who y lloré porque la trama iba de un planeta que se encontraba cerca de un agujero negro, un planeta que según todas las leyes de la gravedad y la atracción acabaría por caer en ese agujero negro y desaparecer, pero de alguna manera no lo hizo. Se le denominaba «el planeta imposible», y eso soy yo, la muchacha imposible, la chica sin un lugar ni un tiempo en el que estar.
No puedo vivir siendo como soy pero no puedo dejar de ser así. Estoy cerca de un agujero negro y tarde o temprano caeré dentro, y cuando lo haga, no quiero que ni mis padres ni todo Innerleithen lo vean.
Tengo que marcharme, cuanto antes, mejor.
Escocia parece muy verde desde aquí arriba. Azul y verde, con su línea de costa irregular y perfecta, preciosa. Parece minúscula, un lugar muy pequeño dentro de un mundo muy grande. Espero regresar algún día.