Para siempre

 

 

 

 

Hubo un sueño más. Solo uno. Y fue muy diferente.

Amaranta. Su melena rizada y revuelta. Sus ojos ya no me daban miedo. Tampoco sus palabras.

Tuvimos una larga conversación. Puedo imaginar sobre qué, aunque no conservo ni un recuerdo. Tan solo esa sensación dulce que dejan al despertar los sueños agradables.

Antes de separarnos, ella sonrió un poco, de aquel modo silencioso que antes me asustaba y dijo:

—Gracias por ser valiente para perseguir la verdad. Ahora ya puedo marcharme para siempre al lugar del que no se regresa.

Aunque no lo parezca, este fue un final feliz.