7. Superdotados adultos
Durante los últimos años he tenido la oportunidad de evaluar a muchos superdotados adultos. Acuden a nuestra consulta deseando saber si sus problemas tienen como origen una posible superdotación, buscando una explicación a sus problemas o simplemente para comprobar algo que han sospechado siempre: que son diferentes a los demás.
Como comento, en su mayoría vienen buscando una explicación a sus problemas, por lo que no podemos asegurar que todos los superdotados sean como los que nosotros tratamos. Pero sí podemos decir que los que vienen a nuestra consulta tienen unas características de personalidad comunes, y bastante diferentes a las de la población general.
En todas nuestras valoraciones utilizamos baterías de test conocidos y sobradamente probados en todo el mundo, con baremos muy estandarizados para la población en general y que nos permiten definir cuáles son las características de personalidad que les causan problemas con los demás.
Analizando las diferentes características encontramos las siguientes coincidencias.
Los superdotados son poco afables. En general, a los superdotados no les gusta demasiado estar con otras personas, al menos con personas normales. Tienden a no participar demasiado en actividades sociales y a no disfrutar de la compañía de los demás, probablemente porque dicha compañía y, en general, las actividades sociales no les resultan fáciles.
Es bastante frecuente que las habilidades sociales de los superdotados sean bajas, con problemas de interacción que se mantienen más o menos estables desde la niñez y por ello estar con otras personas, sobre todo con desconocidos, les genera inquietud y malestar.
Suelen ser bastante tímidos y reservados, hasta el punto de no confiar apenas en nadie y guardar extrema privacidad sobre su persona, incluso en temas que resultan evidentes para los demás.
Cuando se relacionan con los demás están pendientes de todo, extremadamente vigilantes de que algo pueda afectarles o de que alguien pueda criticarles o hacerles daño.
Esta hipervigilancia también puede tener su origen en traumas de la infancia y la adolescencia, etapas durante las cuales pueden haberse sentido criticados y atacados por sus compañeros. Siempre en guardia y siempre con una coraza puesta, sin compartir apenas con nadie sus problemas personales.
La timidez extrema los lleva a sentirse bloqueados ante nuevas relaciones, a no saber mantener una conversación de forma fluida y, por lo tanto, a no participar en fiestas y reuniones sociales en las que puedan sentirse obligados a conocer a personas nuevas e interaccionar con ellas.
Habitualmente no saben de qué hablar porque los temas de conversación en las nuevas relaciones suelen ser superficiales, poco interesantes para ellos y no los manejan con soltura. Los temas de los que sí les encantaría hablar porque son auténticos expertos pueden resultar muy aburridos para otras personas.
Uno de mis amigos es un auténtico experto en cine, pero no le oirás hablar nunca de las películas de estreno, salvo para criticarlas con bastante buen criterio y argumentos. A él le encanta hablar de la historia del cine, que conoce a fondo, del cine mudo, del cine en blanco y negro, y de los directores de los que lo conoce absolutamente todo. Te describe que esa película que acabáis de ver solo es un remake de aquella de los años 40, o de aquella de los 60.
Una persona normal cuando le oye hablar termina por callarse porque se siente incapaz de conversar a su nivel, y solo puede entenderse con quien sepa tanto de cine como él. Además de poder considerarlo, quizás, un poco pedante. Por lo tanto, apenas habla, porque de los temas más comunes, sin interés para él, pasa.
Suelen ser muy sensibles a la crítica y estar especialmente preocupados por la opinión que los demás puedan tener de ellos, hasta el punto de bloquearse al pensar que todo el mundo está pendiente de lo que hacen.
Uno de mis pacientes está muy preocupado por pasear con sus padres y tener ya 30 años. Cree que los demás pueden pensar que es un fracasado por salir con ellos, pues actualmente no tiene amigos en el lugar en el que vive. Posiblemente, a sus vecinos ni se les ha pasado por la cabeza tal idea, es lo más normal, pero él sufre, prefiere quedarse solo en casa y así evitar que puedan criticarlo.
Esta preocupación por la opinión de los demás es una consecuencia directa de la hipersensibilidad propia de los superdotados. Es tan habitual, y les preocupa tanto, que solemos dedicar varias horas en terapia para que cambien sus creencias respecto a la atención que los demás les prestan, a conseguir que comprendan que no son el centro del mundo y a aceptar que, efectivamente, puede haber algunas personas a las que no les caigan bien (algo que, por otra parte, le pasa a todo el mundo).
Esta hipersensibilidad de los superdotados adultos también les lleva a ser especialmente empáticos y a sufrir más ante las reacciones de los demás.
Su capacidad de abstracción es muy superior a la de la mayoría de la gente, superando el percentil 90 en muchos casos. Esta alta capacidad de abstracción, de concentración en sí mismos y en sus pensamientos, suele conllevar un mayor despiste.
Suelen ser muy autosuficientes, prefieren trabajar en solitario antes que hacerlo en equipo. No les gusta estar con otras personas. Piensan y trabajan más rápido, y someterse a la disciplina de un equipo les cuesta, se aburren.
En ocasiones manifiestan cierta inestabilidad emocional, lo que conlleva altos niveles de tensión y ansiedad. A menudo los problemas de la infancia derivan en depresiones de larga duración que se manifiestan con más o menos intensidad en diferentes etapas de sus vidas.
Su autoestima y sus habilidades sociales suelen ser bastante bajas. Les cuesta dar su opinión, defender sus derechos, decir que no e iniciar relaciones con el sexo opuesto. Si un superdotado de estas características tiene una pareja estable, siempre le pregunto si se dejó conquistar, y suelen asentir, porque suelen ser tan tímidos que la sola idea de tener que abordar a una chica les produce pánico.
Como podemos ver, la mayoría de estas características son las mismas que hemos comentado anteriormente con los niños superdotados.
Creemos que el perfil psicológico de los superdotados adultos es diferente al de las personas normales, por varios motivos.
En primer lugar, por su alta capacidad, que les lleva a pensar mejor, a concentrarse mejor y a desear aprender más, hasta el punto de convertirse en auténticos almacenes de conocimiento.
En segundo lugar, por sus problemas en la infancia, lo que les lleva a desconfiar de los demás. Por ello se relacionan lo menos posible con el resto del mundo, en parte porque no les entienden, y en parte porque temen que les hagan daño por su alta sensibilidad.
En esa misma línea, los traumas infantiles debidos a situaciones de maltrato psicológico o acoso escolar que son tan frecuentes entre los superdotados pueden ocasionar problemas psicológicos graves durante la edad adulta, problemas que habitualmente se manifiestan en ansiedad y depresión.
En tercer lugar, su independencia mental les lleva a trabajar mucho mejor solos que en compañía, lo que les hace excelentes expertos en su trabajo, pero al mismo tiempo no tan buenos para el trabajo en equipo, excepto cuando el equipo lo dirigen ellos. En estos casos, cuando quien dirige el equipo es un superdotado, el nivel de exigencia es muy alto y a menudo suelen destacar por ello.
En cuarto lugar, su creatividad, su necesidad de estar siempre innovando y poniendo en marcha nuevas ideas. Por esta razón les generan gran frustración los ambientes tradicionales, con tareas rutinarias y en puestos de trabajo sin posibilidad de desarrollar y aplicar su talento natural. Esto les lleva a sufrir una sensación de fracaso personal.
En conclusión, los superdotados necesitan un entorno adecuado de desarrollo en su infancia para no sufrir la mayoría de los problemas psicológicos que observamos en la edad adulta. Estos problemas no son realmente propios de la condición de superdotación, sino producto de las dificultades de interacción con su entorno tanto en la infancia como en la adolescencia.
Un entorno adecuado y enriquecedor en la escuela, con compañeros con edad mental similar a la suya, con un sistema de aprendizaje que les permita desarrollar al máximo sus capacidades, y un entorno creativo y enriquecedor en el trabajo en el que puedan aportar sus ideas y su creatividad es todo lo que necesitan los superdotados para ser felices, llevar una vida normal y dejar de ser «raros» y problemáticos.
Y, sobre todo, evitar el rechazo de los demás durante la infancia y la adolescencia, que deriva a menudo en acoso infantil y malos tratos. Para los profesionales de la medicina y la psicología cada vez está más claro que el maltrato infantil deja secuelas que se revelan en la edad adulta.
En este sentido, tenemos que referirnos, entre otros, a los estudios realizados en la Universidad de Warwick con el Duke University Medical Center, que han seguido la salud de más de 1.400 niños de Carolina del Norte con edades entre los 9 y los 14 años. El estudio se llevó a cabo desde 1993 y evaluó la salud de cada uno de los niños cada año hasta los 16 años, y también posteriormente a los 19, a los 21, a los 24 y a los 26 años.
Aquellos chicos que habían sido víctimas de bullying tenían más tendencia a la obesidad y a otros problemas graves de salud cuando se hacían mayores, incluyendo diabetes o cáncer. Además, tenían más probabilidades de ser incapaces de afrontar relaciones de pareja y amistad a largo plazo, así como de mantener trabajos fijos.
También se están realizando investigaciones que demuestran el impacto neurológico del acoso infantil, que deja señales perdurables en el cerebro.
En otros estudios realizados se relaciona el bullying con la depresión y la ansiedad, concluyendo que los estudiantes que han sufrido acoso escolar tienen tendencia a desarrollar cuadros de depresión y ansiedad en la edad adulta.