Diagnósticos por trastornos de ansiedad y depresiones
Los problemas en las relaciones sociales y el estrés al que los superdotados se ven sometidos para poder relacionarse con sus iguales derivan a menudo en problemas de ansiedad y en depresiones.
Entre los superdotados la ansiedad social que observamos con más frecuencia suele manifestarse en crisis de angustia, ataques de pánico, malestar generalizado o, en algunos casos, trastorno obsesivo compulsivo o fobias concretas (tal como ya hemos visto en los casos de fobia social y fobia escolar).
Son frecuentes las obsesiones con la muerte, con el aspecto físico, con obtener las mejores notas en clase y con ataques de pánico cuando se acerca un examen, que llegan a impedir que los chicos acudan a este.
También es frecuente la aparición de depresiones. El superdotado se ve incapaz de llevar una vida normal, de tener amigos, pareja, de relacionarse de forma adecuada y termina aislándose. El aislamiento, unido a una baja opinión de sí mismos, suele llevarlos a la depresión.
A menudo comprobamos que las depresiones tienen su origen en la más tierna infancia, en el maltrato infantil, son muy difíciles de tratar únicamente con medicación y requieren una terapia específica de larga duración que permita restaurar los cimientos de la personalidad del superdotado y desarrollar sus aptitudes para que pueda llevar una vida normal.
Las depresiones con falta de apoyo emocional pueden derivar en intentos de suicidio. Los jóvenes se ven aislados, sin futuro y sin entender el origen de su falta de adaptación al entorno.
Roberto tiene 22 años, y vino a vernos después de un intento de suicidio que ha estado a punto de terminar con su vida.
Varios años antes del trauma había empezado a probar todo tipo de drogas, había abusado del alcohol y experimentado todo lo que su ambiente le ofrecía.
Sin embargo, la presión de sus padres para que aprobase unas oposiciones, unida a un sentimiento de inferioridad por sentirse diferente y a un malestar emocional general, fueron demasiado para él y decidió huir tomando el camino más sencillo.
Después del trauma estuvo varios meses encerrado en su casa sintiendo auténtico terror a la vida y sobreviviendo únicamente gracias al apoyo de su familia, sin ver a sus amigos ni tener contacto con nadie más.
Tras varios meses de terapia conseguimos recuperar su autoestima y que empiece a relacionarse de nuevo con jóvenes de su edad. Ha encontrado un trabajo y su comportamiento es impecable. Poco a poco va retomando el contacto con sus amigos. Pero por dentro sigue sintiéndose mal consigo mismo, dice que se odia.
Una vez estabilizada su conducta y cuando él se siente capaz de enfrentarse a ello, empezamos a trabajar en sus traumas infantiles y descubrimos el maltrato de que fue objeto desde los 4 años, en algunos casos por los niños, pero en otros muchos por los propios profesores.
Recuerda el pánico que sentía cuando subía al autobús del colegio y sus compañeros le insultaban todos los días. Cuando rehuía caminar a solas por el pasillo del instituto porque le hacían la zancadilla, le empujaban y le llamaban de todo.
Palizas y amenazas que le hacían estar en permanente estado de terror durante su etapa escolar. Los recuerdos aparecen con auténtico dolor, pero poco a poco es capaz de entender lo que ocurría, por qué era rechazado, y de superar sus traumas.
Roberto era un niño normal, salvo por un detalle: era superdotado.
El rechazo que sintió durante toda su infancia le llevó a intentar integrarse en la adolescencia recurriendo a lo más sencillo para ser aceptado en su entorno, el alcohol y las drogas que empezó a consumir desde los 15 años y que utilizaba para olvidarse de sus problemas.
Hasta que no pudo más con todo aquello e intentó resolver sus problemas terminando con su vida, afortunadamente sin éxito.
Roberto es uno más de los muchos adolescentes y jóvenes superdotados que cada año intentan resolver sus problemas terminando con su vida.
Problemas que no tendrían de haber recibido la educación y el apoyo emocional adecuados durante su infancia.