3. Disincronía emocional o mobbing

Como ya hemos comentado, el cociente intelectual en los niños se definió como el cociente entre su edad mental y su edad cronológica.

Si Marcos es un niño de 7 años (edad cronológica) y tiene un cociente intelectual de 130, también tiene, aparentemente, según su capacidad de razonamiento, una edad mental de 9 años. Dos años por encima de los niños de su edad, y también por encima de su propio desarrollo físico y emocional. Si tuviese un cociente intelectual de 150, su edad mental sería de más de 10 años.

Esto quiere decir que Marcos razona, aprende y habla como un niño de 9 años, pero, sin embargo, su experiencia es de solo 7.

Algunos expertos han introducido el concepto de disincronía emocional para explicar esta diferencia entre la edad mental aparente y la edad cronológica de los niños de alta capacidad. Pero esto no quiere decir que los niños superdotados tengan una mala sincronización consigo mismos, en absoluto, están mal sincronizados con su entorno: con los niños de su edad y con los adultos que les tratan como a niños más pequeños cuando su capacidad de comprensión es muy superior. Se trata de un problema del entorno, que no está a su altura y les somete a tensiones para las que no están preparados a su edad.

En ese sentido, un niño de 7 años puede razonar con los adultos con una madurez impropia de su edad, argumentar, discutir y rebatir órdenes con una precisión que llega a sacar de quicio a padres y profesores, que, al verse ante un cerebro más maduro, tienden a reaccionar en consecuencia.

Y sin embargo, en experiencia, en «malicia», solo tienen la edad que han vivido. De esta manera el niño puede no llegar a entender una reacción desproporcionada de sus padres o profesores ante los retos que les presentan.

Por naturaleza tendemos a relacionarnos con nuestros iguales, y por esta razón comprobamos cómo habitualmente los niños superdotados buscan amigos de mayor edad con los que jugar, o mucho más pequeños a los que aleccionar. Con los mayores se entienden mejor en el plano intelectual; con los más pequeños se sienten más tranquilos, menos presionados y tienen la oportunidad de enseñarles.

Sin embargo, sus amigos de mayor edad tienen mucha más experiencia y un desarrollo físico normal para su edad, y encuentran en el «pequeñín» a un inocente al que pueden utilizar, manipular y del que pueden, incluso, llegar a burlarse con facilidad. Su inteligencia no les libra de los percances lógicos.

Con los niños de su edad habitualmente se aburren. Tienen intereses muy diferentes a los suyos (diferencia de edad mental). Mientras los chicos de 7 años se centran en deportes y juegos de competición, con dos años más pueden tener más desarrollada la afición por la lectura, por juegos más tranquilos, menos competitivos, y sus intereses terminan chocando. Sus gustos son diferentes: diferentes programas de televisión, diferentes modelos entre los famosos y prefieren videojuegos y libros diferentes. Los niños tienden a compartir sus gustos y aficiones con sus compañeros, pero los niños de alta capacidad se encuentran con una gran barrera porque los de su edad no les comprenden y porque, en definitiva, son diferentes.

Esta es una de las razones por las que se sienten rechazados, tanto por los mayores como por los de su edad, y terminan quedándose solos en el patio, leyendo un libro en un rincón o mirando a los demás mientras juegan al fútbol. A él o no le dejan jugar (algo muy habitual) o él mismo toma la iniciativa y decide que el fútbol no es de su agrado.

Son diferentes. Y ¿qué hacemos con los diferentes en nuestra sociedad? O se adaptan muy pronto o no les hacemos la vida nada fácil.

La diferencia origina rechazo:

–Hoy empecé a ir a clase de inglés y un niño me pegó y me insultó –me dice Sonia, de 6 años.

–¿Por qué? –le pregunto.

–Porque la maestra hizo dos concursos y gané los dos.

–Ya, pues ya sabes, aunque puedas ganar siempre, no lo hagas. Deja que los otros niños también puedan ganar.

Al mes…

–¿Qué tal con aquel niño? ¿Se ha vuelto a meter contigo?

–No, ya no, ahora somos más amigos.

–¿Ya no ganas tú siempre?

–No, le dejo ganar, así es más amigo mío.

El rechazo siempre está presente si no se les ayuda. Sus compañeros notan esas diferencias, sutilmente, y los etiquetan con facilidad. Bromas, burlas, rechazo… es algo con lo que muchos niños superdotados tienen que enfrentarse todos los días en la escuela y, lamentablemente, durante el resto de su vida si no aprenden a manejar su diferencia, si no se esfuerzan en integrarse, aun cuando no les interesen las mismas cosas que a los demás.

Imaginemos un irlandés, hace doscientos años, en un pueblo remoto de Irlanda en el cual nunca han oído hablar de otros pueblos con otros idiomas. El irlandés, inesperadamente, es capturado por una nave espacial que, sin explicación alguna, le deja en un pueblo remoto de nuestro país en el cual tampoco han visto nunca a nadie, ni han oído hablar de nadie, que no hable nuestro idioma. El irlandés intenta comunicarse con los lugareños en su idioma, pero ellos no le entienden. Le escuchan con curiosidad y ven que habla muy raro. Tendrá muchas probabilidades de sufrir rechazo e incluso de ser atacado, solo por el hecho de ser diferente. No se trata de falta de humanidad; es algo propio de los grupos sociales, tanto entre los animales como entre los seres humanos. Todos necesitamos sentir que formamos parte del grupo, apoyar a los que son como nosotros y desconfiar e incluso atacar a los que son diferentes. Si esa diferencia es intelectual, quizás no sea tan evidente, pero se nota, es inevitable.

Algo similar le ocurre en su entorno a muchos superdotados. Intentan comunicarse con sus compañeros de colegio, de instituto, pero les resulta muy complicado porque no les entienden. Su desarrollo verbal es mucho más avanzado que el de sus colegas, pues va en línea con su edad mental y, por lo tanto, varios años por delante del de sus compañeros. Si además es un buen lector, algo muy habitual, puede tener muchos más conocimientos adquiridos que el resto y el simple diálogo resulta muy complejo.

Su vocabulario es diferente, sus intereses son diferentes y, aunque hablan el mismo idioma, a los demás les cuesta entenderles. Y ellos tampoco entienden por qué los demás son tan lentos, por qué les cuesta tanto comprender cosas que para ellos son evidentes y por qué no les gustan las mismas cosas que a ellos.

Cuando yo tenía apenas 8 años había leído un montón de libros de Julio Verne a los que tenía acceso a través de la biblioteca municipal y les hablaba a mis amigas y amigos del viaje a la luna, de los submarinos y de los entierros en China, entre otras cosas. Sus expresiones eran de asombro, «qué cosas más raras dice esta niña» o, en ocasiones, directamente de burla. Así aprendí a no hablar sobre mis gustos, mis lecturas, ni prácticamente sobre nada que no fuese el día a día con las niñas de mi edad.

En ocasiones, las bromas y las burlas terminan siendo golpes y derivan en acoso escolar.

Cuando tenía 10 años, en el colegio tuve que llevar un collarín, porque me pegaron entre todas.

Margarita, de 25 años

Jean C. Terrasier destaca que existen diferentes tipos de disincronía en los niños superdotados. Así, define la disincronía social como la producida por la diferencia entre su edad mental y la de los niños de su edad, con los que comparte clase en condiciones normales. «Un entorno escolar mediocre tiende a desarrollar la disincronía interna del niño superdotado, no permitiéndole adquisiciones en la medida de sus posibilidades».

Y también destaca la disincronía inteligencia-afectividad como la existente entre el desarrollo intelectual del niño y su desarrollo emocional y afectivo:

Una inteligencia brillante puede llevar al niño a comportamientos que escondan su inmadurez. Sin embargo, el niño no lo puede esconder totalmente y existen comportamientos secretos, como cuando el niño va a la cama por la noche, que resaltan su verdadero nivel de madurez afectiva.

Un artículo publicado por la Asociación Valenciana de Apoyo al Superdotado y Talentoso lo describe de forma clara:

Tienen una edad cronológica, pero la mental está muy por encima de lo que marca su DNI. No tienen los mismos intereses que sus compañeros de pupitre y se mueren de aburrimiento si los pones a copiar de una pizarra. Obligarles a seguir esas pautas puede desembocar en hiperactividad, enfermedades psicosomáticas, bulimia o anorexia.

En un episodio de una serie de dibujos animados, una niña de apenas 2 años está en la guardería y mientras sus compañeros son incapaces de poner un cubo encima del otro, ella construye fantásticos castillos. El profesor los destruye sistemáticamente, haciéndola sufrir. Tanto es así que cuando es mayor recuerda la tortura del profesor con sus castillos, le somete a juicio y le pregunta por qué los destruía, por qué la hacía sufrir, y el profesor le responde más o menos lo siguiente: «Cuando una hierba sobresale sobre las demás en el campo no se la premia, se la corta al ras de las otras».

También es famoso el proverbio asiático en la misma línea: «El clavo que sobresale se lleva todos los golpes». «Casi todo lo que hace que un individuo destaque como distinto de una u otra norma puede invocarse, o simplemente suscitarse inconscientemente, como motivo de prejuicio y aversión, de hostilidad y discriminación». [A. C. GRAYLING]

Laurie Santos realizó una serie de ingeniosos experimentos con macacos Rhesus y demostró que los monos tienden a tratar a los individuos de fuera de su grupo con la misma desconfianza con la que los seres humanos tratamos a los forasteros, lo que demuestra que el rechazo a los diferentes puede tener un origen evolutivo.

«Uno de los aspectos más preocupantes de la naturaleza humana es la tendencia a evaluar a las personas de manera diferente, dependiendo de si es o no miembro de nuestro grupo». Según Santos, estos sesgos se han formado durante veinticinco millones de años de evolución.

Konrad Lorenz (1966), etólogo, introdujo el acoso grupal o mobbing como extrapolación de sus observaciones en diferentes especies de animales en libertad. El mobbing es, en este caso, el ataque de un grupo de miembros de una especie contra otro miembro más fuerte o más brillante.

En 1972, un médico sueco llamado Peter Paul Heinemann utilizó el mismo término para describir las conductas destructivas que presentaban algunos grupos de niños fuera de las horas de clase contra otro niño solo.

Actualmente, se define mobbing o acoso como la situación grupal en la que un sujeto es sometido a agravio, presión psicológica o ignorancia por uno o varios miembros del grupo al que pertenece, con el apoyo o el consentimiento del resto del grupo.

Shuster (1996) define el acoso social como «ser objeto de agresión por los miembros del propio grupo social» y distingue varias situaciones: aquella en la que el individuo es atacado y perseguido por el grupo, aquella en la no es perseguido, pero sí es excluido y no se le permite participar en las actividades grupales y, por último, cuando es sencillamente ignorado, cuando se le trata como si no existiese. Según Shuster, esta es una de las situaciones más devastadoras que puede sufrir un ser humano.

Leyman, Shuster y Adams, coinciden en describir varias características comunes para los individuos en riesgo de sufrir acoso social:

  1. aquellos que son diferentes en aspecto, conducta, valores o actitudes respecto al grupo general,
  2. aquellos que cuestionan los valores, los símbolos y las características del grupo.

Habitualmente, los niños superdotados son diferentes tanto en conducta como en valores e intereses respecto a los niños de su edad. Por esa razón se encuentran entre las personas en riesgo de sufrir acoso social por sus compañeros, con la desventaja de que, al ocurrir en edades tan tempranas, la capacidad de reacción de los niños es muy limitada. No comprenden qué ocurre, pero sufren sus consecuencias.

Con los criterios anteriores podrían englobarse a las personas susceptibles de sufrir riesgo de acoso social en tres grandes grupos:

  • Los más brillantes, los más inteligentes o atractivos, porque pueden ser considerados rivales por el líder natural del grupo y, por lo tanto, un enemigo que batir.
  • Los más débiles, con algún defecto físico o de aspecto, o simplemente personas que dan la impresión de ser inofensivas e indefensas.
  • Los que se enfrentan a las reglas establecidas, que tratan de imponer su propio criterio y cambiar los valores del grupo.

Las consecuencias del mobbing, muy bien estudiadas ya en el ámbito profesional, son de dos tipos principalmente: la depresiva y la de estrés-ansiedad.

Las víctimas del mobbing que derivan en depresión frecuentemente tienden a la evitación, al aislamiento y al sentimiento de inferioridad. La situación de estrés-ansiedad puede derivar en características comunes a las del trastorno de estrés postraumático, con intrusiones obsesivas, problemas para dormir, irritación y conductas de evitación. En algunos casos de mobbing con adolescentes se puede llegar al suicidio, que puede entenderse como un último intento de rebeldía o como una acusación final contra sus acosadores.

Algunas víctimas de mobbing muestran agresión en lugar de depresión. Así, el rechazo y su respuesta agresiva dan lugar a cuadros de desarrollo negativos que empeoran con el tiempo.

Muchos superdotados creen que las situaciones de acoso que han vivido durante su infancia tenían que ver con su aspecto físico: las gafas, el exceso de peso, etc., pero el motivo real era su alta capacidad, que eran diferentes: más brillantes, a menudo vulnerables también y, por lo tanto, víctimas propiciatorias de los que pueden sentirse atacados por su inteligencia.

El rechazo es especialmente doloroso en el plano emocional porque, como seres humanos, necesitamos sentirnos aceptados por el grupo. Según Abraham Maslow, la necesidad de afecto y pertenencia es una necesidad humana fundamental, solo superada por nuestra necesidad de seguridad y de cubrir nuestras necesidades fisiológicas. Al mismo tiempo, es la base de nuestra autoestima, ya que ser miembro de un grupo configura nuestra identidad social, que es un componente clave de la autoestima.

Se han descrito hasta ocho modalidades de acoso en el entorno escolar. [IÑAKI PIÑUEL]

  • Bloqueo social: como las prohibiciones para jugar en grupo, de hablar o comunicarse con otros o las situaciones de puro aislamiento.
  • Hostigamiento: en el que se incluyen desprecio, falta de respeto, burlas, motes, crueldad, etc.
  • Manipulación: en la que se trata de poner a todo el grupo en contra de la víctima del acoso, distorsionando la imagen del niño y envenenando el ambiente contra él.
  • Coacciones: como aquellas conductas que pretenden obligar a la víctima de acoso a realizar acciones en contra de su voluntad.
  • Exclusión social: no dejándole participar en las actividades del grupo, «tú no juegas», ningunearlo, tratarlo como si no existiese y provocando el vacío a su alrededor.
  • Intimidación: recoge las conductas que persiguen asustar al niño y provocarle miedo mediante amenazas.
  • Agresiones y amenazas a la integridad física del niño o de su familia.

Todas estas conductas buscan el aislamiento social y la marginación de las víctimas del acoso.

Según nuestra experiencia profesional, detrás de los problemas psicológicos de los superdotados, niños y adultos, solemos encontrarnos con casos de mobbing, más o menos declarados, que afectan a su autoestima y cuyas consecuencias emocionales se mantienen durante toda la vida.

Por esta razón nos resistimos a hablar de un síndrome del superdotado, a hablar de disincronía como si fuese un problema intrínseco a ser superdotado. El problema no es de los superdotados, es del entorno. Si cuidamos el entorno y evitamos el acoso social situando a los niños de alta capacidad con otros de su misma edad mental, estaremos evitando la mayor parte de los problemas psicológicos que podrían tener en el futuro como consecuencia de su alta capacidad.

Los niños superdotados son diferentes, lo notan, los demás se lo hacen notar, y no saben por qué, a menos que estén diagnosticados y hayan recibido una orientación psicológica adecuada.

Y ¿qué ocurre cuando te sientes diferente, los demás te señalan directa o implícitamente como diferente, te apartan del grupo o te rechazan en los juegos de grupo? Pensemos en cómo nos sentiríamos como adultos si en nuestra oficina, en nuestro ambiente de trabajo, se nos mirase como diferentes, se hiciera el silencio cuando llegáramos a la máquina de café o si no nos invitasen a esa celebración de cumpleaños en la que va a participar toda la oficina.

Como adultos podríamos razonar cuál es el motivo. Me tienen envidia, se han enfadado porque el jefe me ha ascendido a mí, tengo mal carácter, etc. Podríamos razonar e intentar entender lo que ocurre e, incluso, aceptarlo, lo que no impediría que nos sintiésemos mal, porque todos necesitamos sentirnos aceptados en nuestro entorno.

Un superdotado de 25 años me decía que pasa de todo el mundo, que no soporta a sus amigos. No entiende qué ocurre, porque, a pesar de que él ayuda a todo el mundo, se siente muy decepcionado por cómo le tratan. Me decía que deseaba irse a una isla desierta porque se siente muy infeliz y ya no sabe qué hacer.

Pero tampoco podemos aislarnos. Necesitamos convivir con el resto del mundo, más o menos inteligentes, apreciar y valorar las cualidades de los demás y sentirnos valorados y queridos.

Un niño que tiene problemas para relacionarse con sus compañeros y no entiende por qué, se sentirá muy mal, como el patito feo del famoso cuento popular. Los demás le rechazan, se burlan de él, y no entenderá la razón, pero empezará a pensar que el problema es suyo y asumirá que es debido a algún defecto de personalidad, físico o familiar.

He escuchado explicaciones diversas a este rechazo que me dan los propios superdotados adultos:

Jesús: «Estaba muy gordito». Sí, pero no todos los niños que están gorditos en el colegio se sienten atacados, golpeados e insultados a diario por sus compañeros. Él sí lo vivió.

Julio: «Mis padres se llevaban mal». Sí, pero ser hijo de padres separados no provoca en los demás ese tipo de reacciones.

Todos han buscado su propia explicación que les hacía sentirse muy mal consigo mismos.

Por eso consideramos fundamental que todos los niños superdotados tengan la oportunidad de ser identificados, y sus padres y profesores debidamente informados para entender qué ocurre en sus cabecitas, que sus compañeros entiendan por qué son un poco diferentes y aprendan a aceptarlos mejor, o que se les incluya en grupos de chicos que se puedan adaptar más a su edad mental y física para paliar en lo posible el rechazo que les provoca tanto malestar.

Si el patito feo entiende que realmente no es un patito, sino un cisne, que es diferente a los demás, ni mejor ni peor, simplemente diferente, y los demás también lo entienden así, será más fácil para unos y para otros aceptar esas diferencias y convivir con ellas. Pero ese es el trabajo de los padres y el sistema educativo, en definitiva, de los adultos.