Diagnóstico de hiperactividad-impulsividad

Analicemos ahora los síntomas de la hiperactividad-impulsividad con más detalle.

  • A menudo mueve en exceso manos o pies, o se remueve en su asiento.
  • A menudo abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado.
  • A menudo corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo (en adolescentes o adultos puede limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud).
  • A menudo tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio.
  • A menudo «está en marcha» o suele actuar como si tuviera un motor.
  • A menudo habla en exceso; impulsividad.
  • A menudo precipita las respuestas antes de haber sido completadas las preguntas.
  • A menudo tiene dificultades para guardar turno.
  • A menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (p. ej., se entromete en conversaciones o juegos).

Nuevamente todos los supuestos síntomas son típicos de los superdotados.

En general, los superdotados somos hiperactivos mentales, entendiendo hiperactivo no como un problema mental, sino como una medida de nuestra actividad mental. Nuestro cerebro siempre está en marcha, siempre está funcionando generando nuevas ideas y pensamientos, como el de todo el mundo, pero en nuestro caso a una velocidad mucho mayor.

De hecho, una de las características comunes de los superdotados es el comentario de «que nuestro molinete mental no para», la sensación de agobio que tenemos de estar siempre con la mente en marcha sin que esta nos permita relajarnos, hasta el punto de impedirnos el sueño. En resumen, nuestra mente sí es hiperactiva, siempre está maquinando y generando nuevas ideas.

Ahora imaginemos a un niño superdotado, con una mente muy inquieta, sentado durante horas en una clase en la que se aburre. Si el niño es de carácter tranquilo, quizás se conformará con estar en su mundo, viviendo en sus ensoñaciones y sin enterarse de nada, pero si tiene un carácter más inquieto, si es más activo físicamente, el aburrimiento le llevará a querer hacer cosas, a interrumpir al profesor, a molestar a sus compañeros y, en definitiva, a convertirse en un elemento perturbador en la clase.

Los superdotados piensan más rápido, procesan más rápido y son niños. Si un niño normal es inquieto, rebelde, hablador, un superdotado es lo mismo, pero aumentado en un treinta, un cuarenta o un cincuenta por ciento, en función de su cociente intelectual. Además, es muy inteligente y no acepta como buenas las observaciones del profesor.

La solución más común (y errónea) es medicarlo para la hiperactividad. Así, el niño se queda tranquilo en clase, presta más atención, y los padres y los profesores pueden volver a vivir.

Pueden pasar muchos años hasta que a los padres se les ocurra valorar la inteligencia de su hijo, pero cuando lo hagan, comprenderán que los síntomas de su hijo no son propios de una enfermedad mental, sino que solo se aburre en clase y necesita actividades mentales y de aprendizaje que no está recibiendo; como consecuencia, se despista, no presta atención o molesta e interrumpe a todos para distraerse.

La mayoría de los niños superdotados no diagnosticados o diagnosticados que no están recibiendo educación especial se aburren en clase. Cuando los demás niños necesitan varias repeticiones para un mismo tema, ellos lo captarán a la primera si les interesa y después se aburrirán.

Marta tiene 5 años y un CI de 140, lo que supone que su edad mental es de 7 años cumplidos. Está en educación infantil, haciendo fichas con los niños de su edad.

Marta mira la ficha, coge el lápiz y en diez minutos ha terminado el trabajo. Después se queda mirando a los niños de al lado y se aburre. Se impacienta y se levanta, va a otra de las mesas y se pone a hablar con otros niños. Interrumpe su trabajo.

La profesora la obliga a sentarse de nuevo y entonces empieza a mover los pies impaciente, pide permiso para ir al lavabo, vuelve a sentarse y, a la menor oportunidad, vuelve a levantarse y a interrumpir la clase con alguna observación.

La profesora no sabe cómo controlarla y le ha dicho a los padres que quizás tendrían que llevarla a un psicólogo que la oriente.

Pero estos también están estresados con ella. A sus 5 años es una máquina de hacer preguntas y de pedir atención. Necesita juegos cada vez más complejos y en cuanto los resuelve se aburre y pide más.

A los 3 años empezó a hacer puzles de casi 200 piezas y cuando los sabía hacer del derecho, les daba la vuelta y los hacía del revés, sin los dibujos. Tiene una auténtica colección en su casa y los padres ya no saben qué hacer para entretenerla y que se esté quieta.

Cuando está cansada o no la dejan moverse entonces se aísla en su mundo interior y se pone a pensar en sus cosas. A veces los compañeros o la profesora le están hablando y no escucha, parece que está en otro mundo.

Marta tiene altas probabilidades de ser diagnosticada con un trastorno por déficit de atención con hiperactividad y medicada en consecuencia. De hecho, sus comportamientos son muy similares a los de los niños que sufren este trastorno, pero Marta no tiene ningún tipo de trastorno. Solo se aburre, su cerebro necesita más estimulación que la que los padres y los profesores le están dando de acuerdo con sus 5 años, necesita una atención adecuada a sus necesidades como superdotada.

¿Qué hace un niño aburrido sentado en clase, obligado a no moverse durante horas? Se pone a pensar en sus cosas o a molestar a los demás.

En el primer caso, pueden estar absolutamente abstraídos durante la clase, sin enterarse cuando el profesor les hace una pregunta o cuando un compañero les habla. La elevada capacidad de abstracción es típica en los superdotados, tanto en niños como en adultos, y los primeros lo manifiestan pensando en las musarañas y mirando al techo o a algún punto indefinido en la ventana. Efectivamente presentan falta de atención (pero, insistimos, ningún tipo de trastorno).

En el segundo caso, ante la incapacidad de atender y para no aburrirse se buscan distracciones alternativas, no aceptadas en el entorno de la clase, que suelen terminar con una reprimenda o un castigo, y su comportamiento puede confundirse con hiperactividad.

A esto se une que estos niños pueden desmotivarse, no hacer sus tareas e, incluso, rebelarse contra las órdenes del profesor. Como el rendimiento es bajo, lo último que piensan los docentes es que el niño pueda tener alta capacidad. No, lo más sencillo es pensar que este tiene problemas de comportamiento. Puede terminar en un psiquiatra que le diagnosticará falta de atención o hiperactividad y le medicará en consecuencia, sin haberle hecho una prueba de inteligencia.

Cuando en el ámbito escolar nos encontramos con niños diferentes, los estándares de actuación no siempre son válidos.

Einstein fue un estudiante mediocre y, sin embargo, se convirtió en el científico más valorado del siglo XX. Después de morir, su cerebro se investigó y se descubrió que le faltaba la fisura de Silvio, una gran hendidura que existe en el cerebro y que separa visiblemente el lóbulo temporal del cerebro parietal. En su caso, el científico tenía esta zona ocupada por neuronas, neuronas esenciales en el proceso visual y espacial. Su capacidad cerebral era muy superior a la de las personas normales y, sin embargo, no era capaz de seguir las explicaciones del profesor.

En la actualidad, uno de los diagnósticos diferenciales más frecuentes que es necesario realizar es el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Este tema es mucho más marcado en los niños superdotados, ya que su conducta muy intensa y con gran curiosidad, a menudo exacerbada por la falta de motivación en clase, puede simular un TDAH y ser sumamente exasperante para los maestros, las maestras y para los propios padres. [ROBINSON y OLSZEWSKI-KUBILIUS, 1997].

El enorme interés por temas concretos y las dificultades de seguimiento de las clases, unidas con el déficit a la hora de saber relacionarse con sus iguales, son, con frecuencia, comunes a los niños con sobredotación intelectual y a los niños con TDAH, siendo causa de confusión en los padres y educadores. [YOLANDA BENITO, 1999].

¿Están nuestras escuelas preparadas para los niños diferentes? No, se suelen resolver los problemas de estos de la forma más sencilla, medicándolos, en lugar de investigar cuál es el verdadero origen de su diferencia y qué necesitan. Nos preguntamos si hoy el pequeño Einstein no estaría siendo medicado como un niño con TDAH para solucionar los problemas que le provocaban su aburrimiento y su necesidad de aprender más.