Diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad

Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, existen una serie de criterios para el diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad:

  • El paciente no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares, en el trabajo o en otras actividades.
  • A menudo tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas.
  • A menudo parece no escuchar cuando se le habla directamente.
  • A menudo no sigue instrucciones y no finaliza las tareas escolares, los encargos o sus obligaciones en el centro de trabajo (no se debe a comportamiento negativista o a incapacidad para comprender instrucciones).
  • A menudo tiene dificultades para organizar tareas y actividades.
  • A menudo evita, le disgusta o es renuente en cuanto a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como trabajos escolares o domésticos).
  • A menudo extravía objetos necesarios para tareas o actividades (p. ej., juguetes, ejercicios escolares, lápices, libros o herramientas).
  • A menudo se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes.
  • A menudo es descuidado en las actividades diarias.

Si analizamos con detenimiento esta lista de criterios, que dirigen hacia un diagnóstico de falta de atención, observamos que los parámetros que se utilizan son absolutamente típicos en los superdotados. En general, los superdotados tienen una altísima capacidad de abstracción, lo que implica que pueden estar sumergidos en sus pensamientos en medio de cualquier otra actividad sin que esto les perturbe su fluidez mental y sin enterarse de lo que sucede a su alrededor.

Ahora imaginemos a un chico superdotado en una clase en la cual su aburrimiento es enorme, en la que todo lo que el profesor cuenta ya se lo sabe, y las tareas son repetitivas y monótonas día tras día. El niño se sumerge en sus pensamientos y apenas presta atención a las tareas de clase o mientras se le está hablando se distrae fácilmente y se olvida de terminar sus trabajos o pasa de estos porque le aburren.

Otro resultado añadido a lo anterior es la gran capacidad de despiste, la gran capacidad de ir pensando en sus cosas y, como consecuencia, olvidar sus lápices, sus cuadernos, la mochila en cualquier sitio o ir a clase con calcetines de diferente color o los cordones sin atar.

Es conocido el tópico del «genio despistado», el personaje que, al estar siempre pensando en sus problemas matemáticos, físicos o cualquier otra materia que esté investigando, puede estar cenando en una mesa y no enterarse de la conversación, ponerse calcetines de diferente color, olvidarse de comer, no saludar a conocidos y familiares por la calle, y, en los casos más extremos, hasta perderse en la ciudad sumergido en sus elucubraciones. De niño también era despistado, olvidadizo y prestaba atención únicamente a lo que le interesaba de verdad.

Muchos niños diagnosticados con falta de atención vienen a nuestra consulta y les realizamos una valoración de inteligencia. Para ello son capaces de pasarse horas trabajando sin perder un detalle, una palabra o despistarse en un dibujo. La razón es que sí les interesa lo que les estamos proponiendo y su atención es máxima en ese momento.

Esta es la clave para distinguirlos. Si algo le interesa, el niño es capaz de prestar toda su atención, hacer bien la tarea y no despistarse en absoluto. Lo que tenemos delante no es un chico con problemas de atención, es un superdotado que cuando se aburre está pensando en sus cosas, sumergido en su propio mundo, y, como consecuencia, pasa de todo lo que no le resulta interesante.