Características de las chicas superdotadas:

  • Aprenden a hablar muy pronto, incluso pueden pronunciar la primera palabra antes de los 8 meses y a los 2 años ya son capaces de mantener una pequeña conversación.
  • Suelen ser muy creativas y sensibles. Tienen gran capacidad de abstracción, por lo que pueden parecer distraídas.
  • Son muy exigentes con los demás y consigo mismas, y tienden a tener baja autoestima.
  • Son muy independientes e introvertidas. A menudo muy reservadas.
  • Duermen poco y tienen múltiples intereses.
  • Suelen aburrirse en clase y les gusta tener amigos de mayor edad.

Rosa tiene un CI de 150, 12 años y es tímida hasta la extenuación. De hecho, al llegar a la escuela, habla un poco con la compañera de pupitre, pero prácticamente no se relaciona con nadie más de la clase. Las demás niñas ven que es «un poco rara». Ella, además, se siente fea por ese acné furibundo que le ha llegado mucho antes que a las demás.

Rosa siempre ha aprobado sin estudiar prácticamente nada. La tarde anterior mientras sus padres ven una película o justo antes de entrar al colegio le basta con echarle un vistazo al libro para aprobar sus exámenes de forma brillante. No tiene problema alguno para concentrarse en cualquier sitio y aprender lo suficiente para superar sus pruebas escolares.

Además lee un montón, es una asidua visitante de la biblioteca de su barrio, y, como nadie la vigila, ha leído cosas de lo más variopintas. Cosas tan «divertidas» para niñas de su edad como tratados de arqueología, historia o ciencia. Le encanta la ciencia ficción, conoce a la perfección todas las novelas de Isaac Asimov, pero también le gusta leer ensayos. Alguna vez ha hablado de sus lecturas con sus amigas, normalmente mayores que ella, pero no la entienden, y ante las burlas ha decidido no hablar prácticamente de nada de lo que le interesa. En casa tampoco la comprenden, su familia es de origen humilde y no han podido acceder a la educación en la que ahora sobrevive Rosa.

Ha aprendido a tener su propia vida interior, a no sobresalir en nada, y lo que más le preocupa es destacar. Por eso, cuando uno de los profesores dijo en clase que «en el claustro de profesores han dicho todos que era la chica más inteligente del colegio», pensó: «Tierra, trágame», y como sus compañeros empezaron a tratarla de forma distinta, decidió que no, que eso se había terminado, y dejó de estudiar. A partir de ese día sus notas fueron normales, aprobaba, pero dejaba preguntas sin contestar a propósito para no sacar nunca más las odiadas matrículas de honor que obtenía sin esfuerzo. Así, sus notas pasaron de excelentes a aprobados ramplones, con algún suspenso incluso, y ya no tuvo que volver a dar la nota en público. Su madre no entendió nunca por qué. Si le iban a dar seis menciones de honor en el salón de actos, delante de todos los niños y todos los padres del instituto, lo normal era recogerlas.

Rosa no pudo dejar de ser considerada muy inteligente en su colegio, los profesores lo comentaban y siempre la miraban de forma especial, pero ni sus notas ni su comportamiento dieron la menor pista durante los siguientes años de que tuviese un talento especial.

Cuando dejó el instituto, ya en la universidad, libre del estigma de ser una chica lista y con nuevos compañeros que no la conocían de nada, se preocupó de no destacar demasiado. Si había que hacer pellas, se hacían; si había que estar presente en las asambleas de estudiantes en lugar de estudiar, se hacía. Cualquier cosa para no destacar y dejar de ser la chica repelente que odiaba ser. Por supuesto que no tenía el menor interés en demostrar a los chicos con los que estudiaba que a ella le resultaba muchísimo más fácil. Todo, menos ser esa chica inteligente que los demás no soportan.

En mi opinión, conociendo a muchas chicas superdotadas como Rosa, no dejan de ser inteligentes a los 14 años como se refleja en el estudio de Luz F. Pérez. Las chicas adoptan una posición más cómoda y aceptada por la sociedad: parecer menos inteligentes. Es más fácil para sobrevivir y para encontrar pareja.

Lo contrario, ser una chica que demuestra ser más rápida, que razona mucho mejor y que es capaz de resolver más brillantemente los problemas, es, en cierta forma, peligroso. Te hace menos popular, y a los 14 o 15 años la mayoría de las chicas están más preocupadas por cumplir con los estereotipos de género (ser guapas, vestir bien y resultar atractivas a los chicos) que con demostrar su brillantez en los estudios.

Posteriormente, en la universidad, están en la mejor época para encontrar pareja, y la presión por no destacar, por ser aceptadas puede ser mucho más importante que sus propios intereses académicos.

Más tarde, cuando compites por un puesto de trabajo basado en tu capacidad de estudio, la agresividad de los compañeros puede llegar a ser difícil de soportar en muchos momentos. Las bromas y los ataques personales te acompañan incluso cuando ya eres adulta. Muchos no pueden aceptar que una mujer que parece normal, y que incluso puede ser atractiva, los supere en unas oposiciones. Es imperdonable y razón suficiente para excluirla, aunque no de forma declarada, de las actividades del grupo de compañeros.

En este sentido, cuando más tarde Rosa accedió a su primer puesto de trabajo en una gran empresa, pronto destacó entre sus compañeros y empezó a recibir ataques por ese motivo. Uno llegó a decirle que si iba de «listilla» y si en el colegio «era siempre de las que levantaban la mano». Como mujer es difícil que algunos compañeros masculinos perdonen la osadía de que una mujer sea más brillante.

Rosa oía comentarios tales como: «Claro, con esa falda y esos tacones, es mucho más fácil conseguir resultados con el equipo y con el jefe». Ante un ascenso, «¿será el amor?». Cualquier cosa menos admitir que era más brillante.

Las chicas superdotadas necesitan afianzar mucho su autoestima para poder salir a la calle con la cabeza alta y demostrar que sí, que son más inteligentes que la media, más inteligentes que sus parejas y que sus amigos. El bajo nivel de autoestima es más frecuente entre las chicas superdotadas que entre los chicos.

También necesitan un temple especial para sobrevivir cuando son adultas y deben adaptarse al papel que se espera de una mujer en nuestra sociedad. Por eso, a menudo, es mucho más cómodo hacerse la tonta y aprender a callar y a sonreír. Solo sonreír. La niña superdotada se hace invisible porque no quiere destacar. Sobre todo en la adolescencia, porque necesita ser aceptada, necesita la aprobación social y que no la traten como «esa chica rara». Las niñas se meten «debajo de la alfombra», y por eso se detectan muchas menos superdotadas que superdotados.

También nos encontramos casos en los que pueden ser agresivas, al igual que los chicos, reaccionan de forma desproporcionada a las críticas y tienen estados de ánimo muy bajos, con tendencia a la depresión.

Sin embargo, no es así en todos los casos, algunas mujeres superdotadas, conscientes de sus capacidades, deciden prescindir de ese miedo al rechazo y compiten en los estudios y en el trabajo para tener éxito profesionalmente, desarrollando recursos que les permiten obtener lo que quieren y al mismo tiempo desarrollar una vida social plena. Hasta el punto de querer llegar a un perfeccionismo excesivo, en los estudios, en su imagen, en su familia, en su profesión, que con el tiempo provocará ansiedad por ponerse unas metas inalcanzables.

En sus relaciones surgen de nuevo las dificultades. Los estereotipos habituales en nuestra sociedad reflejan un modelo de pareja en el cual el hombre es el que gana más dinero, el que habitualmente tiene mayor formación, un puesto de trabajo más importante y también es el más inteligente.

Las mujeres muy inteligentes tienen una dificultad especial añadida para encontrar pareja, porque no es fácil que se enamoren de hombres con menor inteligencia. De hecho, según nuestra experiencia, las parejas tienden a formarse entre personas con un nivel intelectual similar, lo que es imprescindible para que exista una buena comunicación. Como el número de superdotados es aproximadamente un dos por ciento de la población, se reduce el número de posibles parejas para una mujer con alta capacidad intelectual. Cuando, además, se trata de una mujer exitosa en sus estudios, en su trabajo y con un buen nivel de ingresos, resulta todavía más difícil encontrar una pareja adecuada, ya que es complicado que pueda superar sus ingresos, su formación o su estatus social.

Si aun así decide formar una pareja con un hombre con menos ingresos o con menor educación, es muy posible que esta no llegue a buen fin porque los prejuicios sociales existentes hacen que los hombres se sientan mal consigo mismos cuando su mujer los supera ampliamente en sus resultados profesionales y en sus ingresos, y estas circunstancias suelen generar tensiones adicionales a las de una pareja normal.

En nuestra sociedad los indicadores de éxito para un hombre están relacionados habitualmente con su nivel laboral y con su nivel de ingresos. Sin embargo, para una mujer el éxito tiene mucho más que ver con su capacidad de encontrar una buena pareja, con buen nivel laboral y buen nivel de ingresos, y con su capacidad de crear y cuidar a su familia.

Las chicas superdotadas tienen capacidades especiales para los estudios y para el éxito profesional, pero, como hemos comentado, al mismo tiempo tienen dificultades añadidas a las de las chicas normales para encontrar una pareja adecuada y para tener una familia. Por ello la sensación de fracaso vital es mucho más intensa en las mujeres superdotadas que, a pesar de haber conseguido un buen nivel profesional, tienen dificultades para encontrar pareja y cumplir con el rol social de las mujeres, casarse y tener hijos. Este fracaso suele disfrazarse con sentimientos de rechazo a la propia función de la mujer, que incluyen desde descuidar su aspecto físico, por considerarlo irrelevante y propio de mujeres mucho menos inteligentes, hasta no participar en actividades que puedan parecer frívolas y dirigidas a encontrar pareja. De esta forma se niegan a sí mismas la posibilidad de desarrollar otros aspectos de la vida y mantienen graves problemas de autoestima y malestar emocional durante toda ella.

Marta tiene 35 años. Cuando viene a vernos lleva una larga experiencia con psicólogos y tratamientos de todo tipo contra la depresión y la ansiedad. Fue una chica brillante que terminó su carrera universitaria y tiene un buen trabajo, con muy buenos ingresos, pero se siente muy mal consigo misma. En el trabajo se siente valorada y aceptada por sus compañeros, pero no se siente realizada como mujer. Ve que el tiempo va pasando y que no ha sido capaz de encontrar un compañero con el que formar una familia.

Cuando la evaluamos descubrimos su superdotación, algo que ya sospechaba, pero que nadie le había confirmado; a continuación, se pone a llorar. De repente todo empieza a encajar. Su autoestima es muy baja, y sus habilidades para relacionarse también. Tampoco tiene buen aspecto, dice que no es importante, tiene exceso de peso y va algo despeinada. Nunca se arregla ni usa cosméticos porque le parecen una banalidad propia de las chicas de las revistas con las que ella nunca ha tenido nada que ver.

Después de varios meses trabajando juntas decide cambiar su aspecto, empieza a entenderse a sí misma, a valorarse como mujer y a entender por qué se ha sentido siempre diferente de las demás, por qué siempre parecía que no encajaba. Aprende a utilizar su inteligencia no solamente para el trabajo, sino también para aprender a relacionarse mejor y a disfrutar mucho más de su tiempo libre, con nuevos amigos y nuevas actividades. En resumen, aprende a superar los complejos de toda su vida y empieza a creer en sí misma.

Afortunadamente, en las últimas décadas el papel de la mujer en la sociedad está cambiando a gran velocidad y cada vez vemos más mujeres en puestos de gran relevancia. Poco a poco las más inteligentes van alcanzando cargos en el ámbito de la política, en el de la empresa y empiezan a ser mayoría en la universidad.

Se observan ligeros cambios en cuanto al modelo de mujer, ahora se valoran algo más la inteligencia, la capacidad de aprender y el talento para comunicarse con más fluidez, y poco a poco se va desterrando esa imagen de la mujer objeto. No solo están presentes, como antaño, en las revistas del corazón, también son presidentas de gobierno, consejeras delegadas de grandes empresas, investigadoras y profesionales de éxito en todos los ámbitos laborales.

Este nuevo modelo de mujer también ocupa el rol de madre. Muchas han sido capaces, con gran esfuerzo, de aunar el éxito profesional con el clásico papel de la madre y esposa. Todo es posible con talento e inteligencia, pero para conseguirlo es necesario fomentar la autoestima de las superdotadas desde la escuela, detectarlas y orientarlas para que no se hagan invisibles, para que no desaparezcan.

En resumen, las chicas superdotadas lo tienen más complicado que los chicos porque su entorno les influirá negativamente en los siguientes aspectos.

  1. Estereotipos sobre su rol de género. A pesar de que los nuevos sistemas educativos están incidiendo más en la igualdad de oportunidades, culturalmente el papel de la mujer sigue siendo el de esposa/novia y madre, no el de profesional de éxito.
  2. Falta de amigos y compañeros en su entorno con un nivel intelectual similar, lo que dificulta sus posibilidades de comunicación con sus iguales y provoca incomprensión.
  3. Falta de un modelo definido de mujer con éxito profesional y social; y falta de oportunidades para dirigir equipos.
  4. Escaso apoyo de la familia y falta de comprensión si decide perseguir objetivos de éxito profesional.
  5. Sensación de fracaso vital a pesar de haber obtenido éxito profesional si no consigue tener una familia e hijos.
  6. Baja autoestima.

Las chicas superdotadas necesitan más apoyo que los chicos desde la infancia, fortaleciendo su autoestima, orientándolas y potenciando su desarrollo tanto en el ámbito profesional como en el social. Los padres no pueden dejar de lado a sus hijas superdotadas porque aparentemente no tienen problemas, pues sí los tienen, aunque en la mayoría de los casos no sean evidentes.