ENVÍO
A vosotros, magníficos Ausentes, en ofrenda de disculpas. ¡Han pasado doce años! ¡Vosotros y yo sabemos por qué mi homenaje es tardío. A vosotros, los primeros —pues con luz de luceros señalasteis la senda a un mundo de lento despertar—, elevo este libro. Os debía el Recuerdo. Él animó incesantemente el rasgueo de mi pluma, para cantar el espíritu de vuestra gesta. Para eso fueron escritas las páginas que cierro ahora con la misma emoción con que he cerrado los ojos a muchos de vosotros. Y ya que por el camino de la guerra alcanzasteis la Paz, descansad en vuestras tumbas sin cruces. La Oración del Mundo emprende el vuelo hacia las nieves que amortajan vuestras almas cristianas. Su aleteo de labios triunfará en el silencio. Y quede yo ahora en paz conmigo mismo.