PRÓLOGO
Valiente amigo lector; y te llamo amigo y valiente porque no te asusta la cantidad de lectura que tienes delante de tus ojos, y porque si no eres amigo del autor de esta obra extraordinaria, lo serás conforme vayas leyendo, pues en su escritura verás la imagen de un español de aquellos que dejaron en las páginas de la Historia del Mundo los sucesos más grandes y trascendentales de la Humanidad.
Comprenderás que esto que has de leer —que me dijeron ser novela— no es tal cosa sino biografía, ya que lo novelesco es imaginario, y lo que aquí se relata es pura realidad; quizá el protagonista de "Algunos no hemos muerto" usó de la modestia exageradamente. Trozo de Historia es, tan terrible que supera a la tragedia y al drama, y nos explica y describe cómo eran los soldados que lo acompañaban, iguales en su temple a los del Gran Capitán y a los marinos de Cristóbal Colón.
Los capítulos que siguen a este desmayado prólogo, se refieren a rasgos de la División Azul, cuyas vicisitudes poseen un retrato literario de primer orden, por su naturalidad, estructura y su impresionante estilo personal. Aquellos lectores que nunca asistieron a una batalla, quedarán completamente enterados de lo que experimentan los que viven un hecho de armas de importancia.
Las guerras, naturalmente, no son todas iguales; unas son más duras y más crueles que otras, según el clima, el terreno, y el enemigo. La valerosísima División Azul Española luchó con iodo lo peor que podía tropezar: temperaturas de cuarenta o cincuenta grados bajo cero; nieve constante, congelada, endurecida y polvorienta; nieve que el viento huracanado arrojaba a los ojos de los combatientes, los cegaba, se introducía en las heridas, ocasionando dolores irresistibles; luchó contra un adversario medio salvaje, gigantesco y forzudo, impulsado por el fanatismo y el odio. Decía Napoleón el Grande a su regreso de la desastrosa retirada de Rusia, que a los soldados rusos heridos mortalmente, había que darles empujones para que se cayesen porque, aun muertos, se quedaban de pie.
La descripción en este libro de las batallas habidas en el frente ocupado por la División Azul, ofrece un verismo que no se limita a describir los infinitos sufrimientos morales y físicos que padecieron los hombres de España en Rusia; en el combate, afortunadamente, se produce una especie de inconsciencia que, sin quitar el sentido, vence al miedo y lo domina, agudiza los nervios, desafiando a la muerte que ya no importa nada. A veces, se desea para dejar de padecer.
Todo esto que estampo en este prólogo lo sé por experiencia, pero lo dice muchísimo mejor el autor de este libro, Carlos M. Ydígoras, que siendo tan joven escribe cual un literato veterano; y no es solamente en la relación de batallas donde se distingue por la fortísima impresión que causa en el ánimo del lector, ya que en los interregnos en que no hablan los cañones y las ametralladoras, las bombas y las bayonetas, en los ambientes de paz y tranquilidad, su literatura es perfecta y de mano maestra, y hasta con sus discretos granitos de pimienta. Brilla en su estilo, personalísimo, una prosa castellana limpia, pura, sin palabras rebuscadas ni filosofía vulgar a la que tan aficionados son los modernos escritores. La difícil facilidad de su manera no lo abandona un instante.
Yo que conservo, como si fuese una virtud, muy arraigado el vicio de leer (y algo menos el de escribir), hice en mi vida de escritor y periodista muchos prólogos para las obras de mis amigos y compañeros de letras; aseguro que no hube de prologar un libro que me produjera más emoción que éste, y estoy seguro de que todos los futuros lectores sentirán la misma impresión que yo.
A su autor le espera ser una de las glorias de la Literatura Española.