59
Summer estuvo sentada en el muelle bajo el sol matutino más de una hora, acompañada de un guardia armado. Sus pensamientos se centraban en su padre y en lo que habría sido de él.
Le caían gotas de sudor por la frente, cuando en el horizonte apareció un punto azul que fue haciéndose cada vez más grande. Al final se transformó en una embarcación de líneas elegantes para el transporte de tripulación, que se dirigía al muelle a toda velocidad gracias a la potencia de sus dos motores turbo diésel. Summer fue escoltada hasta su camarote climatizado, desde donde vio cómo varias cajas pequeñas de explosivos eran cargadas en la cubierta de popa.
Díaz y Molina aparecieron en el muelle poco después. Se estrecharon la mano. Díaz subió a bordo y la embarcación abandonó el muelle con gran estruendo. Summer reprimió un escalofrío cuando Díaz entró en el camarote y se sentó a su lado.
—Un pequeño cambio de planes —dijo—. Haremos una breve escala en tu antiguo barco, el Sargasso Sea.
—¿Puedo volver al barco?
Díaz rio.
—No, querida. No creo que te interese volver. Te reunirás conmigo en el Sea Raker.
—No es consciente del daño que causará destruyendo las fumarolas.
—Y tú no eres consciente del dinero y el poder a los que renunciaré si no lo hago. —Sonrió—. Claro que puede que sea una miseria comparado con lo que esconden nuestras piedras aztecas.
—¿Por qué está tan seguro?
—Es el motivo por el que fui a México. Nuestro barco de inspección descubrió cerca de Jamaica la canoa en la que se encontró la estatuilla de oro. Gracias a tu códice, ahora sabemos que la canoa era una de las muchas que partieron del imperio azteca. El doctor Torres tuvo la amabilidad de confirmar que la estatuilla presentaba un conocido diseño azteca. Debía de haber muchas más en las otras canoas.
—Me parece un acto de fe tratándose de una sola estatuilla de oro —dijo Summer.
—Era el único objeto que quedaba en la embarcación. Creo que se hundió poco a poco, y que la tripulación pudo escapar a las otras canoas con la mayoría de su cargamento.
—Tal vez. Pero ahora tiene la ubicación de la otra piedra. ¿Por qué no pone fin a la locura de las fumarolas y va a rescatar el tesoro?
—¿Y soltaros a ti y a tu padre?
Summer clavó la mirada en los ojos oscuros y sádicos de Díaz y no halló más que compasión.
—No, me niego —dijo Díaz respondiendo a su propia pregunta. Se puso en pie—. Mi hermano y yo tenemos un destino más importante que cumplir, ¿sabes?
Se alejó tranquilamente del puente de mando cuando el Sargasso Sea apareció ante ellos, dejando a Summer con la incógnita acerca de la identidad de su hermano.
Las lanchas neumáticas de los comandos seguían amarradas al barco de la NUMA cuando la embarcación para la tripulación se detuvo junto a una escala de portalón. Primero trasladaron a bordo las cajas de explosivos, y luego Díaz subió a la cubierta principal del Sargasso Sea. Calzado, el jefe de los comandos, se reunió con él ante la barandilla.
—¿Algún problema con el barco? —preguntó Díaz.
—No, señor. Los prisioneros están encerrados y el barco en calma. Estamos a la espera de nuevas órdenes.
—Molina me ha dicho que no se establecieron comunicaciones desde el barco durante el asalto.
—Pillamos por sorpresa a la tripulación del puente de mando, así que creemos que es cierto. Un guardacostas nos incordió por radio un rato cuando cambiamos el barco de sitio, pero se alejaron cuando avisamos a una patrullera de la marina de Cuba que estaba en la zona.
—Muy bien.
—Acabamos de recibir una llamada del centro de operaciones terrestre, señor. Han sido informados de que un helicóptero que salió de la instalación minera esta mañana rumbo a La Habana se ha hundido cerca de Puerto Escondido.
—¿Algún superviviente?
—No se sabe. Han llamado a las fuerzas armadas y a un equipo de buzos de salvamento. Nos pondrán al corriente cuando tengan más información.
El rostro de Díaz se crispó. ¿Era posible que Pitt hubiera tenido algo que ver con el accidente? Aun así, no todo estaba perdido. Si Pitt había muerto, tal vez la hija podía reemplazarlo como sospechosa de la muerte de Raúl.
Se volvió y señaló los explosivos amontonados en la cubierta.
—El general ha ordenado la destrucción del barco. ¿Dónde está la tripulación estadounidense?
—Están retenidos en dos laboratorios cerca de popa.
—Manténganlos allí. Tienen órdenes de hundir el barco con toda la tripulación después de medianoche. No debe quedar ningún superviviente. ¿Entendido?
El comando asintió con la cabeza.
—Así se hará. Ningún superviviente.