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Pitt se sentía como si estuviera montado en el morro de un tren de mercancías que saliera disparado de un túnel oscuro.

Después de empujar a Knight y a Gordon, trató de saltar por encima de la barandilla, pero la embarcación descendía demasiado rápido y el torrente de agua lo lanzó contra una grúa de cubierta. La aceleración del barco al hundirse lo inmovilizó y el agua se le vino encima.

Ignoró el dolor de oídos que le había provocado el aumento de la presión y avanzó arrastrándose por la grúa. Una algarabía de sonidos metálicos amortiguados reverberaban a través del agua y materiales sueltos se estrellaban contra los mamparos del barco. Un montante partido chocó contra la grúa y no alcanzó a Pitt por escasos centímetros.

Al llegar al pie de la grúa, apoyó los pies y se impulsó por la esquina dando brazadas furiosas hacia la invisible barandilla lateral. Un objeto duro chocó contra su pierna, y entonces escapó del torbellino. El barco hundido pasó a toda velocidad junto a él en su carrera hacia el fondo, aunque más que verlo lo notó, en aquel mar turbio.

Las aguas formaban un confuso remolino a su alrededor, pero Pitt no perdió los nervios. Había buceado casi toda su vida y siempre se había sentido cómodo en el agua, como si fuera su elemento natural. Nunca se dejaba llevar por el pánico. Siguió una estela de burbujas que subían hacia una tenue luz plateada. Se orientó y nadó hacia la superficie, pero notó que se alejaba.

Pitt estaba siendo succionado por el Alta. Nadó con más brío contra la fuerza invisible. Le empezó a doler la cabeza. Necesitaba aire.

Su cuerpo chocó contra algo, y lo agarró por puro instinto. El objeto flotaba y al igual que Pitt se resistía a ser succionado por el barco. Al notar una opresión en la garganta, supo que debía escapar y salir rápido a la superficie.

Con los pulmones a punto de estallar y la vista mermada, siguió moviendo enérgicamente las piernas. No tenía la sensación de estar ascendiendo, pero se dio cuenta de que las burbujas de aire que lo rodeaban tampoco subían al pasar por su lado. Miró arriba. La superficie luminiscente se acercaba, y el agua estaba cada vez más caliente. La superficie reluciente oscilaba fuera de su alcance. En su cabeza, la sangre palpitaba como un martillo neumático. Y de repente, allí estaba.

Emergió entre las olas y tragó aire al tiempo que su ritmo cardíaco disminuía. Oyó un pequeño motor que zumbaba cerca. Al cabo de un instante, un bote inflable naranja se le acercó rugiendo. El rostro sonriente de Al Giordino asomó por la borda.

Riendo, subió a Pitt al bote sin esfuerzo.

—Le has dado un nuevo sentido a la expresión «cabalgar por la pradera».

Pitt lo miró confuso y se inclinó por encima de la borda. A su lado se mecía la letrina portátil verde intenso del Alta con la que había subido a la superficie. Pitt sonrió ante su increíble suerte.

—Creo que es lo que se llama ascender al trono —dijo.

 

 

El Sargasso Sea ya había izado la cámara de descompresión de emergencia del Alta y estaba reuniendo a los supervivientes de los botes salvavidas cuando Pitt y Giordino subieron a bordo. El capitán Knight vio a Pitt y corrió a su lado.

—Creía que lo habíamos perdido para siempre.

—El barco intentó llevarme con él, pero conseguí saltar. ¿Qué tal está su compañero?

—Descansando cómodamente en la enfermería. Nos ha salvado la vida a los dos.

—Menudo incendio. ¿Sabe qué lo provocó?

Knight negó con la cabeza. La imagen de su barco explotando le perseguiría el resto de su vida.

—Una especie de explosión. Hizo estallar la reserva de combustible de popa. No se me ocurre qué la provocó. Milagrosamente, parece que todo el mundo ha desembarcado, hasta los que estaban en la cámara de saturación. —Una mirada de angustia apareció en sus ojos—. Hay otros tres hombres en el fondo. Submarinistas.

—¿Estaban en el agua?

Knight asintió con la cabeza.

—Trabajaban a gran profundidad fuera de la campana de buceo. La explosión inicial cortó el cable de elevación y el umbilical. No tuvimos ocasión de avisarles.

—Hemos llamado al Comando de Rescate Submarino de la Marina —informó Giordino—. Habrá un vehículo de rescate in situ dentro de diez horas. También estamos buscando recursos comerciales de profundidad en la zona.

—Suponiendo que la campana no haya sufrido daños ni problemas, los buzos deberían estar a salvo durante al menos veinticuatro horas —dijo Pitt. Señaló un pequeño submarino amarillo situado en la cubierta de popa—. Será mejor que veamos cómo les va. Por lo menos podremos hacerles compañía hasta que llegue la caballería.

Pitt se volvió hacia Giordino.

—¿Cuánto tardamos en echar al agua el Starfish?

—Diez minutos más o menos.

—Que sean cinco.