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Vestido con un mono azul, Pitt se metió a gatas por la escotilla del sumergible de aguas profundas. Cuando se sentó en el asiento del piloto retorciéndose, le sorprendió ver a su hija en el puesto del copiloto.

—¿Has echado a Al del asiento? —preguntó.

—¿Por qué solo puede divertirse él? —contestó ella—. Me costará una caja de puros cuando lleguemos al puerto, claro. Además, he tenido que decirle a Dirk que no ibas a salir hasta dentro de una hora para que no incordiase.

—¿Qué clase de hija tengo?

Ella sonrió.

—Una a la que le gusta mojarse.

Repasaron la lista de control previa a la inmersión y comunicaron al puente de mando que estaban preparados para el despliegue. Giordino activó una grúa que bajó el Starfish hasta el agua. Con las luces encendidas, el submarino se hundió poco a poco bajo la superficie.

Pitt miró a su hija mientras ella revisaba las lecturas en el panel de control e informaba por radio al barco de su descenso.

—Creo que no viajamos juntos desde que te enseñé a hacer el doble embrague con mi Packard del 33.

—Menos mal que los submarinos no tienen embrague. —Summer sacudió la cabeza al acordarse—. Me dolió la pierna izquierda una semana entera.

Cuando el fondo apareció, Pitt ajustó el lastre y encendió los propulsores.

—¿El barco naufragado está al sur de nosotros? —preguntó ella.

—A menos que se haya escapado. A lo mejor podemos verlo por el sónar. Al me ha dicho que ha configurado un nuevo sistema.

Summer alargó la mano hacia un tablero elevado y activó una serie de interruptores adelantándose a su padre.

—Es un sistema puntero de haces múltiples con un alcance de trescientos metros —explicó—. Dirk y yo lo probamos en el Mediterráneo el mes pasado y funcionaba muy bien.

Un pequeño monitor empezó a mostrar una imagen multicolor del lecho marino situado delante de ellos. Summer ajustó la frecuencia del sónar para aumentar el alcance.

Pitt meneó la cabeza.

—Sabía que había pasado demasiado tiempo en Washington.

Ajustó los propulsores y dirigió el submarino rozando el fondo. Avanzaban hacia el sur cuando una mancha oscura apareció en el borde del monitor. Un minuto más tarde, el Alta se elevaba ante ellos. Tenía la proa aplastada debido al choque contra el fondo del mar y las superestructuras carbonizadas a causa del fuego.

—Al y yo vimos las huellas por el otro lado —dijo Pitt mientras guiaba el sumergible a lo largo del barco naufragado.

—¿Se hundió por culpa del fuego? —preguntó Summer.

—Hubo una explosión en el tanque de combustible de proa y se fue a pique. Qué o quién la provocó es un misterio.

Redujo la velocidad del Starfish a medida que se acercaban a un agujero del casco inferior a poca distancia de la proa.

—Una explosión bastante considerable —observó Summer—. ¿Interna o externa?

—Interesante cuestión. Estoy seguro de que la aseguradora se estará haciendo la misma pregunta.

Rodeó la proa y atravesó una ondulada extensión de arena. Las luces del Starfish pronto iluminaron las huellas que Pitt había visto durante la inmersión anterior.

—¿Se parecen a las huellas que viste junto a las fumarolas hidrotermales? —dijo Summer.

—Sí. Veamos adónde llevan.

Pitt aceleró. Se deslizó sobre las huellas asustando a algún que otro pez de aguas profundas.

Summer observaba el monitor del sónar.

—Hay múltiples objetivos en línea recta.

—Los veo —dijo Pitt. No estaba mirando el sónar, sino unas luces que atravesaban la oscuridad más adelante.

El fondo del mar empezó a descender poco a poco, y Pitt vio que las luces enfocaban la base de un cráter semiesférico. Aparecieron dos vehículos enormes y muy luminosos. Se arrastraban por el lecho marino despidiendo grandes nubes de sedimentos por la parte trasera. Eran vehículos mineros de profundidad, manejados desde la superficie por medio de gruesos cables eléctricos negros.

—Esos cacharros son gigantes —exclamó Summer—; tienen el tamaño de un autocar.

—Por lo menos los hemos pillado en acción —dijo Pitt—. Ahora podremos averiguar quién está provocando los daños.

Pitt apagó las luces del Starfish y se acercó a los vehículos. El más próximo recibía el nombre de cortador; parecía un tractor descomunal con un gigantesco rodillo por morro.

El rodillo era un tambor giratorio equipado con dientes de carburo de tungsteno capaces de machacar rocas y sedimento endurecido. El vehículo de oruga ingería los escombros y los expulsaba por un gran tubo situado en la parte trasera. El segundo vehículo, de tamaño similar pero sin el tambor, era una máquina recolectora: seguía a la cortadora, aspiraba el lodo y lo bombeaba a la superficie a través de una gruesa manguera de Kevlar.

Pitt se aproximó a la cortadora admirando su eficacia robótica mientras su tambor daba vueltas abriéndose paso a través del lecho marino centímetro a centímetro. Summer captó la imagen del vehículo color pizarra con la cámara de vídeo integrada, consciente de que pocos fabricantes podían construir una máquina tan especializada.

Pitt se acercaba poco a poco cuando sonó un estallido en la parte trasera del sumergible. El Starfish se desvió hacia un lado y chocó contra el costado de la cortadora. Pitt dio marcha atrás invirtiendo la orientación de los propulsores del sumergible; detrás se oyó un segundo ruido metálico.

Summer se volvió para mirar por una ventanilla trasera.

—Es un robot submarino. Nos ha embestido.

—Solo se ha cargado el propulsor principal.

Pitt activó un par de propulsores laterales para apartarse.

El submarino empezó a girar cuando sonó otro estallido, y el Starfish fue impulsado otra vez hacia la cortadora.

—Nos está empujando a propósito hacia la cortadora —dijo Summer con la voz entrecortada.

Pitt notó los efectos a través de la horquilla de la dirección. El robot submarino se había estrellado contra uno de los propulsores laterales que quedaban y lo había inutilizado. Antes de que el robot pudiera volver a atacar, Pitt giró el Starfish para apartarlo de la cortadora. Las luces brillantes del robot resplandecieron a través de la cubierta transparente del submarino. Pitt advirtió que se trataba de un robot de profundidad con forma de caja y más del doble de grande que el sumergible de la NUMA. El vehículo volvió a arremeter contra ellos.

El impacto desvió la proa del Starfish, ladeó otra vez el submarino debilitado y lo empujó contra la cortadora justo por detrás del tambor dentado.

Pitt metió la mano entre los asientos y tiró de una palanca que liberaba un lastre de emergencia. El submarino ascendió enseguida pero se detuvo de golpe.

De la parte superior de la cortadora salía un enorme manipulador. Cuando el Starfish chocó, el brazo robótico bajó y empotró el submarino contra su costado inmovilizándolo.

Pitt activó el propulsor lateral que quedaba, dio marcha atrás a toda potencia y el Starfish salió por los pelos de debajo del manipulador. De repente, el robot apareció por un lado y se estrelló contra su parte superior. Las luces del tablero de mandos parpadearon al tiempo que el submarino volcaba.

En ese instante, el manipulador se desplegó, se deslizó a través del bastidor del Starfish, agarró una sección de tubería con su pinza y la cerró.

Pitt manipuló frenéticamente los mandos del propulsor, pero no respondían. La cortadora los sujetaba fuerte, y no había nada que hacer.

—¡Va a embestir contra el cristal! —gritó Summer.

El robot submarino se había situado justo delante del Starfish y se precipitaba hacia la ventana acrílica. En el último segundo, ascendió, golpeó la parte superior del submarino y se deslizó por su techo. A continuación, retrocedió mostrando unos restos de pintura amarilla y varios cables colgando.

Pitt se fijó en los cables.

—Es nuestro transpondedor de emergencia, para que no podamos comunicarnos con la superficie.

—¿Van a dejarnos morir aquí? —susurró Summer.

—Solo ellos lo saben —contestó Pitt mirando por la ventana.

Como una aparición que todo lo veía, el robot se quedó flotando delante de ellos, enfocando el submarino con sus luces deslumbrantes a modo de cegadora y mortífera provocación.