24
—Me alegro de que estéis bien, amigos míos.
El alivio que sentía el doctor Madero al ver a Dirk y a Summer apenas se reflejaba en su voz. Su rostro era una demacrada máscara de conmoción y angustia cuando les hizo pasar al laboratorio situado junto a su despacho en la universidad.
—Lamentamos profundamente lo que le pasó al doctor Torres —dijo Summer—. Si yo no hubiera encontrado ese códice...
—No, es un hallazgo extraordinario. Además, puedo asegurar que Miguel murió haciendo lo que más le gustaba. —Su voz se tornó casi un susurro—. Solo siento que la policía no haya podido detener a los asesinos.
—Pescaron a uno en el río debajo de la central hidroeléctrica —informó Dirk—. Por desgracia, estaba tan hecho polvo que no quedaba gran cosa que identificar. ¿Tiene idea de quiénes podrían haber matado al doctor Torres para robar la piedra?
Madero negó con la cabeza e hizo una mueca.
—Podrían ser de cualquier lugar, incluso de fuera del país. Hemos tenido muchos problemas en Tula con el comercio de antigüedades aztecas en el mercado negro. Probablemente los ladrones ni siquiera saben lo que tienen.
—Me dio la impresión —terció Summer— de que sabían muy bien lo que buscaban.
—Me niego a perder la esperanza de que se recupere la piedra —dijo Madero con voz débil— y se vengue la muerte de Miguel.
—Por lo menos tenemos las fotografías, aunque mi cámara no volverá a funcionar nunca más.
Lanzó una mirada fulminante a su hermano.
—Creía que era desechable —repuso Dirk.
—Sí, algo es algo —dijo Madero.
Cogió una carpeta con las fotos de la piedra que Summer había hecho. Les enseñó una que había sido ampliada para mostrar los detalles del glifo.
—¿Puede decirnos qué representa la piedra? —preguntó Summer.
—Coincide con el códice. —Su voz recuperó el entusiasmo—. Como podéis ver por la disposición de los glifos, la piedra se cortó o se rompió por la mitad. Vuestro trozo es la parte de la izquierda. Los motivos angulares del perímetro representan el sol, que simboliza la vida y la era presente en el mundo azteca. El diseño es muy parecido al de la piedra del calendario azteca, solo que los glifos del interior están tallados de arriba abajo en forma de narración en lugar de en círculos concéntricos.
—¿Coinciden los glifos con los del calendario? —inquirió Dirk.
—Se parecen más a los de la piedra de Tízoc. Era un altar de sacrificios con elaborados grabados aunque también era una piedra de carácter conmemorativo. La vuestra parece tallada a partir del mismo material, una piedra volcánica llamada andesita. Sin embargo, si bien la piedra del altar está llena de nombres, títulos y lugares concretos, vuestra piedra representa más bien un relato.
Summer miró a Madero con impaciencia.
—¿Y cuál es exactamente el relato?
—Por desgracia, solo disponemos de la mitad, pero podemos hacer conjeturas.
Madero respiró hondo y señaló la parte superior de la piedra, donde varias hileras de glifos ocupaban el interior del borde del sol.
—Aquí vemos glifos de esqueletos, que representan muerte y dolor. Como en el caso del códice, no está claro si es el resultado de una batalla regional o de la llegada de los españoles. Luego encontramos una imagen de Huitzilopochtli, una deidad ancestral y dios de la guerra. Parece que dirija algún tipo de desfile importante, cuyo significado, como es evidente, se encuentra en la otra mitad. Y tanto los guerreros águila como los guerreros jaguar señalan la importancia del grupo que viaja.
Madero se frotó los ojos y se centró de nuevo en la imagen.
—A continuación encontramos unos glifos que representan agua y pesca entremezclados con las huellas que ya conocemos, que simbolizan viajes. El espaciado a intervalos me hace pensar en un viaje, como señalaba el códice, que posiblemente duró más de una semana. Luego la cosa se pone interesante.
Al pie de los glifos había una franja en blanco tocando el borde quebrado que daba la vuelta a la piedra. Madero señaló una línea dentada que avanzaba por debajo y dos círculos irregulares situados dentro.
—Esto es una especie de mapa. Estoy convencido de que tallaron una imagen de su destino. A juzgar por el fragmento que podemos ver, se trataba de una bahía con varias islas. Lamentablemente, necesitaríamos la otra parte de la piedra para completar la imagen.
—¿Podría ser una interpretación de Tenochtitlán? —preguntó Dirk.
—Por lo que sabemos, la forma del lago Texcoco no coincide. Yo pensé lo mismo, sobre todo cuando vi esto.
Señaló la cabeza y el pescuezo de un pájaro que recorría el borde roto.
—¿Un flamenco? —apuntó Summer.
—O puede que una grulla —contestó Madero—, que representa a Aztlán.
—El profesor Torres nos habló de Aztlán —dijo Dirk—. Fue la ancestral tierra natal de los aztecas, descrita como una isla dentro de un lago.
—Se creía que Aztlán, el «lugar de las grullas», se encontraba al norte del imperio azteca, de donde los mexica emigraron originalmente. —Madero se quedó mirando la piedra—. Puede que me equivoque, pero si lo sumamos a la referencia a Huitzilopochtli, el mensaje parece claro. Un grupo de aztecas importantes peregrinó a Aztlán. El códice confirmaría que el viaje se hizo por agua y que fue un éxito.
—¿Por qué peregrinaron? —preguntó Summer—. ¿Y qué transportaban?
Madero se encogió de hombros.
—Con solo la mitad de la piedra, el misterio se quedará para la eternidad.
—Puede que no tanto —repuso Dirk.
—¿A qué te refieres?
—Tenemos una pista sobre la otra mitad de la piedra.
Madero palideció, y Summer rio.
—Es una conjetura arriesgada —aclaró—. He consultado a un amigo de la familia que vive en Washington, St. Julien Perlmutter, un experto historiador marítimo. Tiene un colega en el Archivo General de Indias de Sevilla que ha conseguido un registro de los barcos que zarparon al Nuevo Mundo a principios del siglo XVI. Uno de los barcos se llamaba Oso Malo.
—No lo entiendo —dijo Madero.
—Al principio yo tampoco —admitió Summer—. Envié a Perlmutter una copia de la página del códice en la que aparecía el galeón con el glifo del mono. Él examinó la documentación de los barcos en busca de alguna conexión con un mono u otro primate pero no encontró nada. Afortunadamente, Perlmutter es obstinado y siguió buscando una pista. La encontró cuando investigaba la palabra «mono» en náhuatl.
—Ozomahtli —dijo Madero.
—Exacto. Él cree que puede guardar relación con un barco llamado Oso Malo.
Madero sonrió.
—Suenan parecidas. No sería aventurado pensar que los aztecas interpretaron mal el nombre del barco, dada la pronunciación de los marineros españoles. Puede que sea una deducción brillante de vuestro historiador.
—Es famoso por sus milagros, con la motivación adecuada.
—Pero no basta con identificar el barco para encontrar la piedra —señaló Madero.
—En este caso puede que sí —dijo Summer—, porque el destino del Oso Malo es fascinante. Hizo una sola travesía a Veracruz en 1525. En el viaje de vuelta a Cádiz, pilló un huracán y tuvo que poner rumbo a Jamaica. Estuvo a punto de conseguirlo, pero se fue a pique en la orilla norte.
—¿Rescataron los restos del naufragio?
—Todavía no lo sabemos —contestó Dirk—, pero pensamos averiguarlo. Summer y yo nos vamos a Jamaica esta noche. Tenemos previsto volver al trabajo a bordo de un barco de la NUMA dentro de tres días, pero hasta entonces aprovecharemos para ubicar y explorar el lugar del naufragio.
—Esperamos que los buscadores de antigüedades se hayan interesado solo por los metales preciosos o las joyas y hayan desechado una vieja piedra rota. —Summer señaló la foto—. Por lo menos sabemos lo que buscamos.
Madero miró a los mellizos y sacudió la cabeza.
—La relación con el barco es, en el mejor de los casos, poco convincente. Creo que estáis persiguiendo una fantasía. Dejadlo correr, por favor. Cuando se recupere la primera piedra, la comunidad académica se enterará de su existencia y recibiremos todo tipo de pistas sobre el segundo fragmento. Sin duda está en algún museo.
—Tal vez, pero no se pierde nada por echar un vistazo —repuso Summer—. Además, no voy a Jamaica solo para que mi hermano se tumbe en la playa y se pase tres días bebiendo ron.
—Aguafiestas —murmuró Dirk.
—Tened cuidado —dijo Madero en voz baja.
—Lo tendremos, Eduardo. —Summer le estrechó la mano—. Le informaremos de lo que encontremos.
Madero permaneció inmóvil mientras los hermanos salían del laboratorio, y luego se volvió hacia su despacho con gesto rígido. Juan Díaz salió de las sombras empuñando una pistola. Un hombre más joven situado detrás de él cruzó el laboratorio y cerró con pestillo la puerta del pasillo.
—Una conversación muy instructiva —dijo Díaz—. Me alegro mucho de que haya tenido lugar aquí. Sus amigos son muy amables. Tanto que espero que tengan la amabilidad de localizar la segunda piedra al igual que la primera.
Madero se quedó callado echando chispas por los ojos. Momentos antes de que Dirk y Summer llegaran, Díaz había aparecido en su despacho con la pistola para exigirle el códice. De repente, el profesor comprendió que el cubano había asesinado a Torres.
—La relación con el buque hundido en Jamaica es pura especulación —dijo Madero—. Perdería el tiempo yendo allí.
—Admiro su intento de disuadirme, pero los dos sabemos que es una hipótesis de lo más razonable.
Se acercó a Madero y lo miró detenidamente.
—Ha omitido mencionar a sus amigos el auténtico valor de la piedra. ¿Por qué? ¿Va a saquear las riquezas de sus amigos?
Madero apretó los dientes.
—Solo intentaba protegerlos. —Miró a Díaz, un hombre robusto cuyos ojos negros daban vueltas como los de un halcón hambriento—. ¿Cómo sabe qué pone en la piedra?
Díaz sonrió.
—Da la casualidad de que yo también hice un descubrimiento, y eso me llevó hasta el doctor Torres. Fue un golpe de suerte que ustedes compartieran el hallazgo del códice, la verdad. En fin ¿dónde está exactamente ese magnífico documento?
El cubano apuntó con la pistola a Madero.
Madero se metió con cuidado la mano en el bolsillo y sacó un llavero con el que abrió un armario metálico. El códice azteca, envuelto en su forro de fieltro, se hallaba en un pequeño recipiente de plástico. Díaz hizo una pequeña señal con la cabeza a su compañero y acto seguido cogió el recipiente.
Con la atención puesta en el códice, Madero no reparó en que el otro hombre levantaba una estatua de piedra olmeca de la mesa del laboratorio. Con un movimiento amplio, golpeó a Madero en la coronilla. El profesor se desplomó en el suelo.
Díaz pasó por encima del cuerpo que yacía boca abajo y se volvió hacia su compañero.
—Limpia las huellas de la estatua. Con suerte, la policía creerá que sus amigos estadounidenses lo mataron y le robaron el códice.
Y con cara de satisfacción se metió el recipiente bajo el brazo y salió tranquilamente del edificio.