Nota de la autora

 

He vuelto a mezclar personajes y acontecimientos verdaderos y ficticios. Los Brunson, los Carwell y el Guardián de la Frontera inglés son ficticios. El rey Jaime, la reina viuda, el conde de Angus y los rasgos generales del tratado de paz entre Inglaterra y Escocia son verdaderos.

La historia de cómo tomó el «poder personal» el rey Jaime V es como la he contado. Jaime, hijo de Jaime IV y de Margarita Tudor, hermana del rey Enrique VIII de Inglaterra, fue coronado rey cuando tenía diecisiete meses y se crio con una serie de regentes, entre otros, su madre. La reina viuda se casó con Archibald Douglas, conde de Angus, y luego se divorció de él, como he narrado aquí. Angus acabó siendo odiado por la reina y por su hijo, quien fue prisionero del conde y acabó escapándose de su padrastro al fugarse en plena noche.

Después de hacerse con el poder, dedicó los primeros meses a vengarse de Angus y la situación de este se convirtió en un punto clave de la negociación del tratado con Inglaterra. Odiado por el rey Jaime, el rey Enrique lo apoyó porque Angus era partidario de una alianza de Escocia con Inglaterra, no con Francia, como era tradicional.

Al final, Angus pudo exiliarse en Inglaterra y abandonó Escocia poco después del período que abarca este libro. Sin embargo, el rey no lo perdonó nunca y Angus no pudo volver a Escocia hasta después de la muerte de Jaime. Según cuentan las crónicas, hasta entonces acompañó a los ingleses en las incursiones contra los escoceses.

Los bailes que describo eran muy conocidos durante el Renacimiento, aunque no puedo confirmar que la gallarda, el baile que tanto agobió a Bessie durante un tiempo, se bailara en la corte de Jaime V en 1528. Lo más probable es que Jaime lo aprendiera cuando visitó Francia en 1537, pero espero que mis lectores me perdonen por haberlo adelantado unos años.

También tengo que confesar que el primer día de tregua después del tratado fue en enero de 1529, pero, para facilitar el discurrir de los acontecimientos, lo he cambiado a febrero.

La corte que visitó Bessie, si bien no era tan fastuosa como fue después, sí acogía mucho más arte y cultura que la frontera. Años más tarde, Jaime V se casó con mujeres francesas que aportaron mucha cultura del continente. Sin embargo, incluso antes de sus matrimonios, Jaime estaba muy interesado en la arquitectura, la poesía, la música y otras artes. Tocaba el laúd y se le atribuyen algunas canciones. El palacio real que construyó en el castillo de Stirling, después de esta historia, se considera uno de los ejemplos más hermosos de la época.

También tenía la costumbre de escabullirse «disfrazado» de ciudadano y su reputación de lujurioso era, al parecer, merecida. La historia le atribuye nueve hijos ilegítimos con distintas madres. Oliver Sinclair era, efectivamente, uno de sus favoritos, aunque no puedo demostrar que recorrieran las calles de Stirling juntos.

En cuanto a la historia del primer Brunson y el cardo, los estudiosos de Escocia podrán comprobar su parecido con la famosa leyenda. Según la historia, un ejército vikingo que había invadido Escocia, quizá como el del primer Brunson, estaba acercándose sigilosamente al ejército escocés cuando uno de los vikingos pisó un cardo y gritó, al revés que el primer Brunson. Eso alertó a los escoceses y por eso, por haberlos protegido, el cardo se convirtió en el símbolo nacional de Escocia.