«Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.»
Proverbio judío
Jueves 31 de Marzo. Roma.
Bajo la cúpula principal se encontraba el sagrario. Los dos cables del techo se encontraban enganchados por sus extremos inferiores, aguardando la oportunidad de que se les volvieran a colocar los recipientes, donde se balanceaba el incienso en las ceremonias de la congregación. El altar, se fundía dorado con las paredes, recargando el estilo barroco de la iglesia.
Polka se dirigió a la calle atravesando la puerta de madera del templo. Eran las 11:23, hora de Roma. Dejó tras de sí la iglesia de Santa Maria della Vittoria y sacó el teléfono móvil de uno de sus bolsillos, mientras atravesaba la Piazza Barberini. Los tonos se sucedían, hasta que alguien descolgó.
—«Busco al profesor de baile».
—«Bienvenido a la academia» —le contestaron.
—¿Sigues en Dallas? —preguntó Polka.
—Si —contestó escuetamente Vals.
—Se acerca el momento, el final del Papa se acerca, es inminente, no dará tiempo a culminar el plan —expresó nervioso Polka.
—Tranquilo. Poseemos el ejército más poderoso que un rey podría desear. Tenemos luchando de nuestro lado a un guerrero poderoso. Asmodeo es nuestro particular bravo Aquiles —le animó confiado Vals.
—Si, pero debes de darte prisa. Tienes que avisar a Asmodeo, la policía está preparando sus dispositivos para cuando fallezca el Papa, y entonces habrá demasiada vigilancia en Roma.
—Eso no será un problema. Asmodeo tiene instrucciones precisas de lo que debe hacer si eso ocurre, no hay problema —expresó con suficiencia Vals.
—Quizás deberíamos parar el plan. Si sale mal, estaremos marcados. Y no quiero ni imaginar lo que sería de nosotros —dejó entrever sus temores Polka.
—Si nos retiramos ahora, tendremos poco que perder, pero dejaremos de ganar la obra más importante de nuestras vidas. Dejaremos pasar la oportunidad de devolver al mundo el rumbo que nunca debería perder. Nuestras vidas no habrán tenido sentido. Pasaremos por la historia como marionetas. Debemos ejercer nuestro poder para no caer en manos de los miserables que pretenden controlar el destino de la humanidad —replicó con firmeza Vals.
Polka no sabía como oponerse a su interlocutor. Se suponía que estaban haciendo lo adecuado, pero quedaban expuestos a una situación muy peligrosa. No había nada que pudiera hacer cambiar de opinión a Vals, lo sabía. Intentó calmar su nerviosismo y quitarse de encima el fatalismo que lo había atrapado, debía de quitarse ese miedo de su pensamiento. Sin embargo, pensar en lo que estaba haciendo, le producía náuseas. Entonces se produjo un instante de calma contenida, al que siguió una frase de Vals que volvió a tensar el ambiente entre los dos ancianos.
—¡Estás metido en esto… y llegarás hasta el final, como todos! —amenazó taxativamente.
Polka avanzaba por la calle, evitando a la gente que se cruzaba con el. Se sentía horrorizado ante la impotencia de no poder cambiar el curso de los acontecimientos. Sentía que no era el mismo hombre que siempre había sido. Formaba parte de aquella locura, que podría convertirlo en un fracasado si no salía bien. Era prisionero de su ambición.
La conversación se había extinguido, convirtiéndose en desagradable silencio.
—No era mi intención que dudaras de mi lealtad, Vals —se excusó rompiendo el mutismo.
—No lo dudo. Pero si te echas atrás, tú mismo acabarás bajo el yugo de Asmodeo. Ese hombre se está jugando el cuello por nosotros y no permitirá que pongamos en peligro la misión. Si tomara una decisión drástica por la traición de alguno de nosotros, yo entendería que no dejara cabos sueltos, ¿entiendes? —se dirigió amenazadoramente a Polka.
—Entiendo —se mostró sumiso.
—Voy a reservar un vuelo para volar mañana a primera hora a Roma. Nos veremos por la noche —concluyó Vals.
—De acuerdo —intentó despedirse Polka cuando ya le había colgado su interlocutor.
Y continuó caminando hasta la Vía Sixtina mientras pensaba que, si todo salía mal, pasaría a la historia como el hijo norteamericano de una familia de inmigrantes polacos, que formó parte de una de las mayores conspiraciones contra El Vaticano, la institución católica más representativa de la historia.