«Como todos los muchachos, amaba y envidiaba yo ciertas profesiones: al cazador, al ganchero, al carretero, al funámbulo, al explorador del polo. Pero lo que más me hubiera gustado, con mucho es haber sido mago. Esta era la dirección más profunda e íntima de mis instintos, cierta insatisfacción con eso que llamaban «realidad» y que en aquellos tiempos me parecía un convenio absurdo de los adultos; pronto me caractericé por el rechazo, unas veces temeroso, otras burlón, de esa realidad, y por el ardiente deseo de hechizarla, de transformarla y de sublimarla»
Hermann Hesse
Miércoles 30 de Marzo. Entre Kiev y Roma.
El avión en el que viajaban había despegado media hora antes del aeropuerto Zhulyany de Kiev. Se encontraban sentados en los asientos delanteros del pasaje del aparato. Se encontraban cansados, sobretodo la inspectora, quien mostraba unos ojos hinchados como dos pompas de jabón. Era medianoche y la joven solo ansiaba llegar a Roma y descansar.
En los dos primeros asientos, numerados como el 1A y el 1B, el padre O´Connor ponía al día al psiquiatra de los sucesos de la noche anterior. Detrás de ellos, los asientos numerados como 2A y 2B eran ocupados por la inspectora y el superintendente, a quien ésta informaba de lo ocurrido.
—Cuéntenos, padre. ¿Qué quiere decir el texto? —se abalanzó Facchetti desde el asiento de atrás con curiosidad por conocer las impresiones del sacerdote.
La inspectora se levantó y se inclinó al igual que el superintendente sobre los asientos que tenía enfrente, intentando escuchar lo que el sacerdote iba a contestar.
—Es un poco complicado. He estado toda la noche buscando en mis archivos y creo que he encontrado la explicación a algunas cosas bastante interesantes. ¿Recuerdan lo que les comenté sobre la posibilidad de que una logia druídica estuviera detrás de todo? —recordó el sacerdote.
Todos asintieron con la cabeza.
—Pues bien, recapitulemos —continuó O´Connor—. En el concilio celebrado en 1341, se condenó como hereje a Barlaam el Calabrés. Éste, fundó un nuevo grupo, que evolucionó a su muerte y los llevó a aceptar la existencia de no solo un Dios, sino de muchos más, representados en la naturaleza, afirmando que su religión era más antigua que el cristianismo. Después de más de cuatrocientos años, se supone que desaparecieron, pero, al parecer, surgieron nuevamente en 1782, saliendo de la oscuridad bajo el nombre de la Antigua Orden Unida de Druidas, cuyos preceptos naturalistas se apoyaban en la adoración a Merlín, el mayor de los maestros druidas. Hasta ese punto, más o menos encontrábamos una explicación. Pero he llegado a una nueva conclusión. Me explico.
Todos mostraron su enorme interés por lo que el sacerdote tenía que contarles. La historia comenzaba a fascinarlos sobremanera. O´Connor cogió un folio con una serie de nombres y fechas que se acompañaban de numerosas anotaciones y comenzó a hablar mientras se apoyaba en los datos de la hoja que posó sobre sus rodillas.
—Justo cuando salieron a la luz —prosiguió el sacerdote—un tal Francis Barret estaba siguiendo el rastro de las tradiciones medievales, que en su mayoría y de forma oral, habían llegado hasta él desde otras regiones de Europa y Oriente. Tomó, como base de sus prácticas, los manuscritos y las instrucciones de Cornelio Agripa y el abate Tritemio. En torno a 1825, Barret formó un selecto grupo de discípulos en Londres con el fin de estudiar, ampliar y preservar esas tradiciones. Se trataba de un grupo de aprendizaje de magia. Entre aquel desconocido reducido grupo de magos noveles, se sabe que se encontraban algunos personajes dignos de mención. Entre ellos se encontraba Robert Cross Smith, quién se había especializado en la antigua ciencia de la astrología, la cual modernizó, y dio practicidad a las enseñanzas de la ciencia de los talismanes y sigilos de las inteligencias invisibles, enseñanzas que provenían tanto de Cornelio Agripa, como de la magia hebrea antigua de los tiempos del rey Salomón. Cross publicó un almanaque astrológico, que usaron en el grupo cuando Sir Edward Bulwer Lytton, un escritor famoso de la época conocido por ser el autor de la novela Zanoni, continuó con la organización del grupo, a la muerte de Barret.
Durante un momento interrumpió la conversación, cuando una azafata pasó al lado de sus asientos. Cuando ésta se había alejado por el pasillo, continuó.
—En ese grupo, también se había integrado el
abate francés Alphonse Louis Constant, a quién también se conocía
como
Eliphas Levi Zahed, quien había sido influenciado en Francia por
Mesmer, Cagliostro, Saint Germain, y algunos de los discípulos de
estos, como Teste, Pététin, Depine, Chardel, Puységur, Deleuze, o
Ricard. Y fue cuando Levi Zahed, siguiendo las artes del
cartomancista parisino Etteilla y el pensamiento del historiador
Court de Gebelin, hizo alusión por primera vez al Tarot. El Tarot
era un antiguo libro egipcio que se atribuía a Hermes Trismegisto y
que contenía las claves arcanas. Levi Zahed influiría en varios
magnetistas de la época, como Louis Alphonse Cahagnet, Paul
Christian, el barón Spedialieri, conde Guinotti de Italia, Alexis
Didier, el baron Jules Du Potet o el doctor Paschal Beverly
Randolph. Todos ellos, integraron el magnetismo y las fuerzas
ocultas de la mente y el alma con la antigua magia de las
ceremonias litúrgicas árabes, hebreas y egipcias, con lo que
creyeron redescubrir los secretos de los perdidos antiguos templos
y sacerdocios. El nuevo concepto del poder de la magia fue
transferido a los cinco continentes. Irlanda, mi país, que había
sido invadida por los celtas durante la edad del hierro, fue
convertida al cristianismo por San Patricio en el siglo quinto. A
pesar de esto, los monasterios y las iglesias fueron fundados por
monjes, que fusionaron el cristianismo con las creencias y ritos
celtas, incluyendo los elementos de la antigua religión druídica. Y
entre esos elementos se encuentran las cartas del tarot. Las mismas
que nos ha dejado de propina nuestro asesino. Las cartas pueden ser
de muchos tipos; medieval, egipcia, o como las wiccanas,
representativas de la naturaleza. Hay multitud de formas de
representación. Pero cualquiera de ellas, son las que se usan en
las ceremonias esotéricas de los magos a raíz de la escuela que
fundó Barret, y que se ha extendido hasta nuestros días con el
nombre que todos ustedes conocerán de Nueva Era.
—¿Y tiene usted conocimiento de alguna de esas logias, padre? —preguntó el psiquiatra.
—Bueno, si —contestó—. Parece que nuestro asesino pertenece a una de ellas, en concreto a una que tuve la ocasión de visitar, hace un año. Se trata de una iglesia wiccana de Estados Unidos, la iglesia de Vida Universal de Modesto, en California. Pero les puedo asegurar que no me parecen personas con intenciones perversas. Se rigen por los preceptos que les mostré en el Panteón de Agripa —explicó.
—Sin embargo, lo que hemos visto esta mañana en la catedral, parece un ritual satánico —reprobó la inspectora.
—Si, eso es lo que complica aún más las cosas, pero a la vez nos puede ofrecer el móvil del asesino —confirmó O´Connor.
—¿Cuál es su teoría? —se interesó el superintendente.
—Mi teoría es que ese hombre no está actuando solo —se explicó el sacerdote—. Alguien le ha informado de que estábamos en Kiev, y alguien dejó aquella nota en el parabrisas del coche del superintendente ayer. Era imposible que nuestro asesino se encontrara en Roma, ya que se encontraba en Kiev asesinando al cardenal Naworski. Por lo que alguien le está ayudando. Y si tiene apoyo, quiere decir que no tenemos a un asesino en serie común que busca saciar su sed de sangre, sino que….
—¡Conspiración! —exclamó el psiquiatra.
—Exacto —confirmó O´Connor—. Todo forma parte de un plan contra la iglesia católica. No es ninguna casualidad que hayan muerto dos cardenales. Uno de ellos, el vínculo entre el catolicismo y la ortodoxia, y el otro, un candidato católico, ambos representando la opción aperturista de sucesión para el trono del Vaticano. La pretensión de nuestro asesino pagano es romper la credibilidad del Vaticano. Para ello, pretenden eliminar la elección de un Papa que aglutine en torno a la iglesia a todos los grupos cristianos de la tierra. Como ya les comenté, debemos olvidarnos de las tres víctimas desconocidas. Tenemos dos espacios por completar en ese grabado. Dos cartas que marcan a dos nuevos cardenales. Posiblemente, con grandes posibilidades para suceder a Juan Pablo II. Tenemos que centrarnos en encontrar a los favoritos, porque posiblemente sean el blanco de las futuras acciones de nuestro hombre.
Durante un momento permanecieron pensando, analizando la nueva situación.
—Se me ocurre que uno de ellos podría ser el cardenal Outlaw —sugirió el doctor Boszik.
—No, no lo creo —replicó O´Connor.
—¿Porqué no, padre? —cuestionó el superintendente.
—Como ya sabe la inspectora Boninsegna, antes de venir la semana pasada a Roma, me encontraba en Boston —explicó el sacerdote—. Allí he estado durante tres años, llevando a cabo un seguimiento a la evolución del restablecimiento del orden en el arzobispado y las iglesias de la ciudad. El Vaticano se ha visto obligado a cerrar alrededor de sesenta iglesias en los últimos años, debido a que la archidiócesis de Boston se ha enfrentado a una fuerte presión financiera tras la lluvia de demandas por pederastia contra algunos sacerdotes que, antes de 2003, habían abusado sexualmente de quinientas cuarenta personas, a las que había que añadir más de mil niños. La situación se agravó aún más cuando, ya en el 2003, otras ochenta y ocho personas denunciaron nuevos abusos por parte de los sacerdotes. El cardenal Outlaw, que era el arzobispo por entonces, tuvo que renunciar, ya que el escándalo fue noticia de primera plana en los medios de comunicación. Juan Pablo II, lo nombró arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor en Roma y el 1 de Julio el cardenal Sean O´Shea fue nombrado nuevo arzobispo. No creo que a nadie en El Vaticano se le ocurra apoyar al cardenal Outlaw en una futura elección, ya que revolvería los sentimientos de muchos católicos.
El psiquiatra permaneció pensativo. La inspectora parecía perdida entre tanta información.
—¿Y el texto? Usted dijo que había averiguado algo —le recordó Facchetti a O´Connor.
—Se corresponden con letanías satánicas —reconoció—. Eso explicaría el ataque de los paganos en contra de la iglesia. El primer párrafo, que alude a los cuatro puntos cardinales, se corresponde con el primer punto de la primera letanía de Satán. Si me permiten un momento, les mostraré… —y cogió un papel que había fotocopiado aquella tarde de uno de sus archivos.
QUINTA LETANÍA DE SATÁN
1.— Benditos sean los fuertes porque ellos poseerán la tierra, malditos los débiles porque ellos heredaran el yugo.
2.— Benditos sean los poderosos porque ellos serán reverenciados entre los hombres malditos, malditos sean los endebles pues ellos serán borrados de la faz de la tierra.
3.— Benditos sean los valientes pues ellos serán los amos del mundo, malditos los virtuosamente humildes pues ellos serán pisoteados por las pezuñas del diablo.
4.— Benditos los triunfadores, pues la victoria es la base del bien, malditos sean los perdedores pues ellos serán vasallos para siempre.
5.— Benditos sean los de mano de hierro, pues los blandos huirán ante ellos, malditos sean los pobres de espíritu, pues ellos les escupirán.
6.— Benditos sean los que desafían a la muerte, pues sus días serán largos en la tierra, malditos sean los que guardan una vida más rica después de la muerte, pues ellos perecerán en medio de la abundancia.
7.— Benditos sean los destructores de la falsa esperanza, pues ellos son los verdaderos Mesías, malditos sean los adoradores de Dios, pues ellos serán ovejas esquilmadas.
8.— Benditos sean los valientes pues ellos obtendrán grandes tesoros, malditos sean los que creen en el bien y en el mal, pues ellos están atemorizados por la sombra.
9.— Benditos sean aquellos que creen en lo que es mejor para ellos, pues su mente jamás serán aterrorizada, malditos sean los corderos de Dios, pues ellos serán desangrados hasta quedar más blancos que la nieve.
10.— Bendito sea el hombre que tiene una legión de enemigos, pues ellos lo harán un héroe, maldito sea el que hace el bien a quienes le devuelven desprecio, pues el será despreciado.
11.— Benditos sean los de mente poderosa pues ellos atravesaran los torbellinos, malditos sean los que enseñan mentiras por verdades y verdades por mentiras, pues ellos son una abominación.
12.— Tres veces sean malditos los débiles cuya inseguridad los hace viles, pues ellos servirán y sufrirán.
13.— El ángel del engaño acampa en las almas de los justos, la eterna llama del poder a través del placer mora en la carne del satanista.
—El documento que tienen en sus manos se corresponde con los trece puntos de la quinta letanía de Satán —explicó el contenido de la fotocopia—. Ahí podrán contemplar los dos párrafos siguientes, son los puntos segundo y décimo.
—Entonces, está claro de que se trata de un grupo satánico. Las velas negras que tenía a su alrededor el cardenal Naworski son la prueba de ello. Y el dibujo sobre el que estaba, era como el del grabado, la estrella que usted nos dijo —concluyó Facchetti.
—De alguna forma, el asesino nos está dejando pistas sobre sus intenciones —continuó el sacerdote—. Está claro que nos habla de obtener el poder. Alguien se estará beneficiando en la sombra de sus acciones, y eso le da mayor amplitud al problema al que nos enfrentamos.
—Si pudiéramos contar con la colaboración de la Interpol, todo sería más fácil —interrumpió la inspectora—. Sabemos que es rubio y se llama Asmodeo. Quizás ellos tengan fichado en sus archivos a algún mercenario con ese nombre.
—Dudo mucho que en la Interpol conozcan la existencia de alguien que se haga llamar así —negó el sacerdote.
—Si, pero sin embargo, ya es la segunda vez que nos enseña su nombre. Lo hizo en la carta que iba dirigida al cardenal Zokora y ahora firma con ese nombre la amenaza que nos hace —aclaró el superintendente.
—De todas formas, no es su verdadero nombre. Es un nombre ficticio, uno de los nombres del diablo —explicó O´Connor y buscó durante unos instantes otra hoja entre sus notas—. A lo largo de la historia, se ha dicho que cuatro son los príncipes de la corona del infierno. Los hebreos nombres de Satán: el adversario, oponente, acusador, señor del fuego y del infierno, que representaba al sur. Belial: sin amo, la bajeza de la tierra, la independencia, era el norte. Leviatán: la serpiente que emerge de las profundidades, el mar, que designaba el oeste. Y el nombre romano de Lucifer: portavoz de luz, del conocimiento, señor del aire y del lucero del alba, el este.
—Si, pero nosotros no buscamos a cuatro asesinos, sólo buscamos a uno —se exasperó la inspectora en un intento de aclarar la situación del caso.
—Así es —confirmó el sacerdote—. Asmodeo, es solo el nombre que utilizan los satánicos para llamar al demonio destructor a quien obedecían setenta y dos legiones infernales. Es para los paganos, el que siembra el terror y la desesperación, y el superintendente de las casas de juegos en los infiernos. Se supone que fue el demonio que dio a los hombres anillos astrológicos y les enseñó la aritmética, la geometría, la astronomía y las ciencias mecánicas, y les otorgó la facultad de descubrir tesoros y de volverse invisibles. Para los hebreos, es el demonio de la lujuria y la sensualidad. Se dice que estaba enamorado de la joven Sara, la hija de Raquel, a quien poseyó tras ahogar a los siete maridos y antes de que se casase con su primo Tobías. Según las escrituras talmúdicas de los rabinos, Asmodeo destronó al rey Salomón, pero poco después, el soberano le cargó de hierros y lo obligó a que le ayudase a construir el templo de Jerusalén. Como recordarán, en el texto del primer sobre, nuestro asesino alude a Tobías y al templo. Como curiosidad, les diré que de Asmodeo se decía que era un rey fuerte y poderoso, que tenía tres cabezas y a quien se conocía también con los nombres de Osmodai, Chamadai o Sidonai. Y que era la antigua serpiente que sedujo a Eva.
—¿Y el número cuarenta que acompaña a su nombre? —incidió Facchetti en el pequeño detalle.
—Bueno, eso es lo que confirma mi teoría. He de explicarles que en muchas ocasiones, el antiguo pueblo de Israel se tornó a la práctica de la adivinación y a la consulta de las brujas, yendo así en contra de los mandatos de Dios. El cuarenta es un número de la cábala judía.
La inspectora retomó su posición en el asiento y Facchetti hizo lo propio. Durante el resto del vuelo, estuvieron pensando sobre lo que les había comentado el sacerdote, quien continuó estudiando sus notas mientras el barbudo psiquiatra se quedaba dormido a su lado.