Capítulo 11
Crystal estaba sentada en el salón de la casa de los amigos de sus tíos en Londres. No había podido dejar de pensar en el beso que Nicholas le había dado la noche anterior en el baile. Cada vez que pensaba en el beso, se ruborizaba. Fue tan hermoso y placentero.
Con un suspiro, Crystal intentó apartárselo de la mente y concentrarse en que al día siguiente volvía a Bedfor y que volvía por el mismo camino que había venido. ¿Se encontraría otra vez con ese bandido de ojos oscuros? Crystal se dijo que quizás, solo quizás esta vez la dejaría en paz. Pero no estaba segura de que quisiera que la dejara en paz. Ese hombre la excitaba y la enfurecía a la vez.
Dios, ¿cómo era posible que se sintiera terriblemente atraída por dos hombres?
Por la tarde, Crystal estaba en la casa de Catherine tomándose un té. Angeline la había acompañado y estaban hablando del baile de la noche anterior.
—Todavía estoy sorprendida de que Andrew fuera al baile, no me lo esperaba — dijo Angeline.
—Angeline, ¿no será que te sientes atraída por él? — preguntó Crystal con curiosidad.
—Bueno, no pudo negar que es muy apuesto — dijo mientras le daba un sorbo a su té — y cuando estoy con él me divierto mucho. Sé que es un libertino empedernido, pero no puedo negar que siento cosas maravillosas cuando estoy con él.
Crystal pensó que ella también sintió cosas maravillosas cuando Nicholas le cogió en sus brazos. Pero también, se dijo, sintió lo mismo cuando el bandido la abrazó.
—Con esa clase de hombres hay que tener cuidado — dijo Catherine.
—Lo sé Cat, pero no puedo negar lo que me pasa.
—No, supongo que no — luego Catherine se volvió hacía Crystal — y tú Crystal, te vi bailando con mi hermano. Al poco desaparecéis los dos y luego vuelves enfurecida y te largas, ¿te hizo algo mi hermano?
—Uff, ese… ese… — se levantó y empezó a dar vueltas por la sala — me besó.
—¿Qué? — preguntaron las dos a la vez.
—Sí, ¿y sabéis lo peor?
Sus dos amigas estaban mudas y solo pudieron negar con la cabeza.
—Me gustó — se volvió a dejar caer en el sillón — le di una buena bofetada después y le llamé sinvergüenza.
—Bien hecho, se lo tenía merecido — dijo Catherine —aunque está mal que lo diga, ya que es mi hermano, no debería hacer esas cosas.
—Y tú Catherine, ¿alguno en especial? — preguntó Angeline unos segundos después.
—Um… bailé con unos cuantos, pero ninguno especial — no podía decirles lo de Will, ya que había quedado en guardar el secreto.
Siguieron hablando durante un rato más sobre la fiesta, pero Cristal apenas ponía atención a la conversación. No paraba de pensar en el beso que le había dado Nicholas en el balcón. Pero lo peor de todo era que tampoco podía dejar de pensar en ese bandido, él cual al día siguiente podría volver a encontrárselo.
Nicholas en ese mismo momento, sentado en la biblioteca de la casa de Londres de William, estaba pensando exactamente lo mismo que Cristal. Recordaba perfectamente el sabor de sus labios y la forma de su hermoso cuerpo apretado contra el suyo. Por dios, cómo deseaba volver a saborear esos labios.
Él sabía que iba a ser difícil seducirla, pero pudo asegurar a ciencia cierta que ella se sentía atraída hacía él por la forma que le respondía a sus besos.
—¿Te ocurre algo Nick? — le preguntó Will de pronto.
—No, sólo recordaba el baile de anoche — le dijo con una gran sonrisa en el rostro.
—¿Tuviste otro altercado con tu dama desafiante? — le preguntó Will con una ceja alzada.
—Así es — dijo lanzando una gran carcajada —. Estuve bailando con ella y estuvimos charlando un rato — hizo una pequeña pausa —. La llevé al balcón sin que se diera cuenta, y se puso furiosa.
—Me lo imagino.
—¡Dios Will, la besé! — se levantó de la silla y empezó a pasear por la biblioteca —. En la vida imaginé que podía saborear una boca como esa. Era deliciosa, y se entregó por completo al beso — hizo una pequeña mueca al recordar la bofetada —. Aunque después recibí una buena bofetada.
William empezó a reír a carcajadas.
—No tiene gracia, esa mujer pega fuerte — dijo frotándose la mejilla.
Luego volvieron al tema de sus asaltos, y Nicholas decidió que quería volver asaltar a las damas.
—Pero no tendrán nada — dijo Will con disgusto.
—Lo sé, pero tengo ganas de un nuevo altercado con mi dama — dijo con una gran sonrisa —. Podemos asaltar a mi padre, seguro que de él si sacaremos un buen pellizco.
—Buena idea, ¿qué excusa le diremos para no ir con ellos?
Nicholas pensó que su padre no sospecharía si le decía que quería quedarse un día más en Londres por negocios.
—Le diremos que tú y yo nos reuniremos con ellos al día siguiente en Bedford, que tenemos negocios que resolver en Londres.
Al quedar pactado lo que iban a hacer al día siguiente, Nicholas volvió a casa.
Al llegar vio que el coche en el que viajaban Cristal y Angeline estaba aparcado en la puerta de su casa.
“¡Vaya, vaya! Menuda sorpresa” se dijo Nicholas mientras entraba en la casa.
Cristal se había levantado del sillón junto con Angeline, cuando la puerta principal de la casa se abrió y apareció Nicholas con una sonrisa que la dejó sin aliento.
—¡Vaya sorpresa! — dijo Nicholas dirigiéndose a ella —. Es un placer volver a verla.
—No puedo decir lo mismo — dijo mientras se dirigía a la puerta.
No miró hacia atrás para saber si Angeline la seguía, pero estaba casi segura de que sí.
—¿No va a saludarme? — le preguntó mientras le seguía hacía la puerta.
—No.
Fue una negativa rotunda y esperaba que eso lo dejara helado y no la siguiera más. Pero escuchó con furia que él empezaba a reírse con ganas.
Se dio la vuelta para encararse a él y le miró con furia.
—¿Todavía sigue enfadada? — le preguntó Nicholas con una ceja alzada.
—Es usted un maldito sinvergüenza — estaba realmente furiosa —. ¿Cómo quiere que le perdone después de lo que hizo anoche?
—¿Se refiere al inofensivo beso? — preguntó con inocencia.
—¿Inofensivo? — dios, estaba furiosa. Se acercó a él con furia en los ojos y le clavó un dedo en el pecho —. ¿Llama a ese beso inofensivo? Es usted un degenerado, peor que el bandido...
—Ya estamos otra vez con ese bandido — dijo con exasperación. Luego se inclinó ante ella, le agarró el dedo que tenía en su pecho y le susurró —. Ese beso le gustó tanto como a mí. Confiese que me deseas tanto como yo a usted.
Cristal de sonrojo hasta la raíz del cabello y la miró con furia. Dios santo, apenas podía respirar. Nicholas había atrapado su dedo y la tenía cogida por la cintura y le apretaba contra su musculoso cuerpo mientras le susurraba junto a su boca. Dios santo, deseaba que volviera a besarla. “Por dios Crystal, ¿cómo puedes decir eso?” se reprochó así misma mientras intentaba separarse de él.
—¡Jamás! — gritó Crystal mientras se deshacía de su abrazo —. No voy a confesar nada.
—No hace falta — dijo mientras le sonreía y se dirigía a la biblioteca —. Me desea, y pronto lo reconocerá.
—¡Nicholas! — Catherine estaba escandalizada con la actitud de su hermano.
—No te preocupes — le dijo Nicholas mientras le daba un beso en la frente —. Todo va a ir bien.
Una vez dicho esto se encerró en la biblioteca.
Crystal estaba furiosa con ese hombre por hacerle sentir todas esas cosas que sentía cuando estaba cerca de él.
Era verdad que lo deseaba con locura, pero no iba a darle el placer de decírselo. Se iría al día siguiente al pueblo, y lo más seguro es que ese bandido volviera a asaltarlas. Parecía ser que a ese bandido le gustaba enfurecerla.
Por dios, ¿cómo era posible que deseara a dos hombre?
Se subió al coche junto con Angeline, pero no dijo ni una sola palabra. Le era imposible hablar, todavía estaba furiosa.
Un rato después Will entró en la residencia de Nicholas.
El mayordomo le abrió la puerta y le dijo que Nicholas estaba en la biblioteca.
—Gracias — le dijo Will mientras entraba y se dirigía hacia la biblioteca.
Catherine se encontraba en la salita y se levantó al verlo.
—Hola preciosa mía — dijo Will mientras le daba un pequeño beso en los labios —. ¿Te divertiste anoche?
—¡Oh Will! — Catherine le miró con una radiante sonrisa —. Me lo pasé muy bien.
—Creo que tú hermano también se lo pasó muy bien — le dijo con una sonrisa.
—Ese sinvergüenza — dijo con los puños apretados —. Espero que no le haga daño a Crystal.
—No te preocupes, él nunca le haría daño. Nunca había visto a tu hermano desear a una mujer de esa manera — le dijo mientras la cogía entre sus brazos y le daba un pequeño beso en los labios —. Creo que terminará enamorándose de ella.
—¿Tú crees? — preguntó con perplejidad.
—Seguro que sí — se separó de ella de mala gana —. Voy a ir a ver a tú hermano. Luego nos vemos.
Una vez dicho esto se encaminó hacía la biblioteca.