Capítulo 10

Crystal llegó al baile junto con Angeline. Los condes de Selfor las saludaron y les dijeron que se divirtieran. Estaba segura de que se iba a divertir, había muchísima gente. Y entre toda esa gente, los tíos de Crystal querían que encontrara pretendiente.

Pero Crystal no estaba muy segura de querer encontrar a nadie. Seguía pensando en Nicholas, y para colmo también en el bandido de ojos oscuros.

Tenía curiosidad por saber cómo le había ido a Catherine con su hermano. Desde aquella tarde no había sabido nada de ella. De pronto la vio entre un grupo de jóvenes candidatas al matrimonio, y se dirigió junto con Angeline hacía ella.

Una vez que llegaron a su altura, Catherine les presentó a las jóvenes. Lady Katrina, que era una bonita muchacha de 16 años; lady Charlotte, que era una hermosa mujer morena de ojos claros. Esta especialmente no le agradó mucho a simple vista. Se le notaba muy presuntuosa y la miraba con cara de muy pocos amigos. Y las demás, Crystal apenas se acordaba de sus nombres.

—Catherine ¿podemos hablar un momento? — preguntó Crystal.

—Oh, por supuesto — se dirigió hacía las demás y se disculpó para retirarse — dime Crystal.

—¿Has arreglado todo con tu hermano? — Crystal estaba preocupada por si acaso no había echo las paces con Nicholas.

—Sí, todo está solucionado.

Crystal se quedó más tranquila y empezaron a hablar de otras cosas.

Al rato vio que Angeline estaba bailando con el muchacho con el que había bailado en el baile de presentación en sociedad de Catherine. Parecía ser que él también estaba invitado.

También vio a Nicholas bailar con lady Charlotte, y por algún motivo que no quería ni pensar, eso no le gustaba nada. Aunque no debía extrañarse, ya que Charlotte era una mujer realmente hermosa y se imaginaba que Nicholas se sentiría atraído hacía ella.

Dios, Nicholas deseaba que ese baile terminara. Charlotte era una hermosa mujer, pero lo que en realidad quería era coger a Crystal en sus brazos e intentar que volviera a sonrojarse y a mostrarse tímida con él. Le fascinaba verla furiosa, pero por alguna extraña razón, ese placer lo preferiría ver siendo el Lobo Negro. El bandido no iba a conquistarla, sino el vizconde. Así que necesitaba que confiara en él y no le creyera un sinvergüenza.

—Nicholas — Charlotte estaba intentando llamar su atención.

—¡Nicholas! — dijo Charlotte mientras le zarandeaba un poco.

—¿Qué pasa Charlotte? — preguntó Nicholas, saliendo de su ensimismamiento.

—¿Qué te pasa? Tu cuerpo está aquí, pero parece que tu mente está en otro lugar — dijo Charlotte con un mohín furioso.

—Lo siento Charlotte — dijo mientras le sonreía — pero tengo asuntos sin resolver en Bedford, y… — dios, estaba mintiendo como el peor bellaco — … me siento culpable. Yo estoy aquí intentando divertirme y la gente que depende de mi en Bedford…

Si totalmente, era la mentira más grande que había echado en su vida. Bueno, en realidad la más grande es la de que él era el Lobo Negro. Pero eso no se podía contar como una mentira, sino más bien como un gran secreto.

—Bueno querido, seguro que esa gente sabrá arreglárselas sin ti durante unos días — dijo Charlotte mientras acababa el baile.

Pero parecía que Charlotte quería seguir bailando con él, ya que no le soltaba.

—Charlotte, más tarde no veremos — dijo Nicholas mientras se alejaban de la pista.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

Una vez dicho esto Charlotte se fue a dar una vuelta y él por fin podía buscar a Crystal. La vio charlando con unos invitados, y se dirigió con rapidez hacía ella, ya que no quería que bailara con otro.

Cristal se lo estaba pasando estupendamente. Ella se creía que se iba a aburrir, pero todo lo contrario, esa gente era maravillosa.

—Lady Crystal — dijo una voz profunda y hermosa que ella reconocía muy bien, a su espalda.

Se dio la vuelta y vio a Nicholas que le sonreía y le tendía la mano.

—¿Me permite este baile? — le preguntó Nicholas.

Ella no estaba muy segura de qué contestar. Todavía recordaba todo lo que le había dicho Catherine sobre su hermano. Pero por otro lado, no podía dejarlo ahí plantado delante de toda la gente, eso era de mala educación. Y ella ante todo era una dama, y no podía hacerle ese desplante delante de toda esa gente tan distinguida.

Crystal puso su mano sobre la de él y dejó que la condujera a la pista. “A quién quieres engañar Crystal, estás deseando que él te coja entre sus brazos” se dio regañándose así misma.

Cuando Nicholas la cogió entre sus brazos, todo su cuerpo se estremeció por el contacto. Por dios, era magnifico estar en sus brazos. Pero tenía que ser fuerte, no debía dejarse seducir tan fácilmente.

—¿Todavía está enfadada conmigo? — le preguntó Nicholas en un susurro mientras la hacía girar por la pista al ritmo del vals que estaba sonando en ese momento.

Crystal, que tenía la vista baja, levantó la mirada hacía él y vio que en los hermosos ojos de Nicholas había deseo, y algo más que no sabía muy bien cómo definir. ¿Nicholas la deseaba? Parecía ser que sí, por la forma en que la miraba. Pero lo peor de todo es que ella también lo deseaba a él. Aun así tenía que ser fuerte y no dejarse seducir tan fácilmente.

—Por supuesto mi lord — dijo con una voz que esperaba que fuera lo bastante contundente — no olvido tan fácilmente.

—Ya veo — se quedó un rato en silencio mientras la miraba minuciosamente — ¿le he dicho que esta noche está realmente hermosa? — le dijo mientras le sonreía.

—No voy a caer en la trampa mi lord — dijo con una sonrisa — sus cumplidos puede guardárselos para otras.

—¿Trampa? — Nicholas estuvo a punto de soltar una carcajada — pero es cierto, la pura verdad. Está hermosa.

—Ah claro — dijo Crystal mientras le miraba con furia — y ahora yo debería decir: “Gracias mi lord, usted también está muy apuesto esta noche” y luego caer rendida a sus pies, ¿no? Pues se equivoca de mujer.

Crystal vio con asombro que Nicholas soltaba una gran carcajada. Miró alrededor para presenciar como todos se le quedaban mirando, pero para sorpresa de Crystal estaban solos en el balcón. No sabía con exactitud cómo habían acabado los dos allí solos, pero se imaginó que era otra de las trampas de Nicholas. Una gran furia le recorrió de pies a cabeza.

Nicholas no podía remediarlo, le encantaba esa mujer. Se había dado cuenta de que le iba a costar más de lo que había pensado poder seducirla. De su asombro al ver que estaban solos, había pasado a la furia.

Nicholas ya estaba preparado para que esa furia se descargara sobre él. Y no tardó mucho en aparecer.

—Maldito desvergonzado — le dijo Crystal mientras lo apartaba de ella. Lo miraba con furia y con las manos apoyadas en sus caderas — usted es… es peor que ese bandido.

—¿Qué bandido? — preguntó Nicholas con curiosidad mientras se cruzaba de brazos.

—El Lobo Negro — le apuntó con un dedo y siguió insultándole — creía que era un caballero pero resulta que es igual que él. Un… un maldito sinvergüenza.

Crystal notó que se iba acercando a ella. Y cuanto más se acercaba él, más se alejaba ella. Hasta que ya Crystal no pudo retroceder más, la baranda del balcón le impidió retroceder.

Nicholas la encerró con su cuerpo, pero no la tocaba. Dios, lo tenía tan cerca. Sólo tenía que extender su mano y tocar ese cuerpo y ese rostro tan hermoso.

De pronto Crystal ya no pudo pensar más, ya que los labios de Nicholas estaban rozando los suyos. Dios, la iba a besar y ella tenía que pararlo. Pero no pudo y se dejó llevar por esa maravillosa sensación que era saborear esa boca. Cuando Nicholas le acarició los labios con la lengua, ella abrió la boca para recibir esa lengua en su boca. Fue tal es placer que sintió que se agarró a su chaqueta. Las piernas apenas la sostenían y tuvo que agarrarse con más fuerza a él cuando el beso se hizo más profundo y carnal.

Tenía que para aquello ya. Era una locura, la estaba seduciendo y ella tenía que pararlo.

Le empujó con todas sus fuerzas para que se apartara. Cuando se apartó Crystal abrió los ojos y lo vio sonriente y feliz de haber conseguido lo que quería. Una gran furia le recorrió por dentro, y le asestó una bofetada con todas sus fuerzas.

—Maldito sinvergüenza — le gritó mientras se apartaba de él — no vuelva a hacerlo más, o le juro… le juro que se arrepentirá.

Una vez dicho esto salió del balcón con furia. Cuando estuvo a punto de entrar en la sala, escuchó las risas que venían del balcón. Ese maldito sinvergüenza.

Ya había tenido suficiente por esa noche, así que sin más se dirigió hacia la salida.