Capítulo 7
Nicholas todavía seguía sonriendo mientras él y Will llegaban a la cabaña y se cambiaban de ropa. Todavía no podía creerse la furia con la que se enfrentó a él. En el baile de su hermana se comportó como una auténtica dama, y cuando se encontró con ella en la calle su saludo fue afectuoso, aunque notó unos cuantos gestos en su rostro poco dignos de una dama, y todo por unos cuantos bailes que iba a asistir en Londres.
—Nick, no sé si te has dado cuenta, pero no le hemos quitado todo el dinero — dijo William mientras sacaba unos cuantos billetes de su bolsillo — no creo que con esto fueran a Londres.
—Lo sé, supongo que el resto lo tenían escondido en algún compartimiento secreto en el carruaje — Nicholas se sacó el dinero que le quitó, no, mejor dicho el que le arrojó Crystal en toda su cara, del bolsillo de su capa — no podíamos dejar a esas damas sin nada para su viaje. Pero estoy satisfecho.
—Sí, me lo imagino — dijo William sonriente — tu pequeña batalla con lady Crystal te ha estimulado.
—Sí, y esta vez por lo menos le he podido quitar algo — soltó una gran carcajada — me gusta esa mujer Will, y seducirla va a ser una maravillosa experiencia.
—¿Quién va a ser quién la va a seducir? ¿El Lobo Negro con sus constantes amenazas a su virtud o el vizconde de Lorach con su atractivo y su picardía?
Era una buena pregunta. ¿Por quién se dejaría seducir antes esa mujer? El Lobo Negro la hacía irritar y el vizconde sonrojar. Se dijo que tenía que ser él mismo, sin máscara.
—Creo que el vizconde de Lorach tiene una nueva conquista a la vista — Nicholas volvió a reír con ganas — pero eso no significa que el Lobo Negro siga divirtiéndose con esa mujer. Me encanta verla furiosa.
—Me lo imaginaba — dijo William mientras se unía a Nicholas con sus carcajadas.
Crystal estaba furiosa, ese bandido insolente. Agradecía que no hubieran mirado en el carruaje, sino las hubieran dejado sin dinero. Pero eso no era lo que más le irritaba, sino esa forma de tratarla, y lo que sentía cuando la tocaba. “Insolente, desvergonzado, animal” se decía Crystal con una rabia por dentro que le quemaba.
—Ay mi lady, no tenía que haberlo desafiado de esa manera — dijo Natalie cuando empezaron a moverse de nuevo — podía haberle hecho daño.
—Natalie, ¿crees que no me hizo daño en el trasero cuando ese desgraciado me empujó? — preguntó Crystal con furia.
—Oh — Natalie se llevó una mano a la boca — lo siento mi lady yo no…
—No te preocupes Natalie — dijo Crystal mientras le sonreía y le palmeaba la mano con dulzura — no pasa nada.
—¿Quiénes serán esos hombres? ¿Quién se esconderá detrás de esas máscaras? — preguntó de pronto Angeline.
—No lo sé.
Pero fueran quienes fueran esos dos, eran jóvenes y fuertes, muy fuertes, pensó Crystal con el ceño fruncido.
No volvieron a hablar durante todo el camino sobre ese tema. Lo único que hicieron fue, que al llegar a una pequeña aldea denunciaron el robo al que estaba al mando y este a la vez mandó un mensaje al pueblo de Bedford con la denuncia.
Crystal dejó a un lado sus pensamientos sobre el Lobo negro y se concentró en el baile que asistiría dentro de poco.
Iban a exhibirla como si fuera un trofeo, dios, no lo soportaba. De pronto apareció una imagen en su cabeza que la hizo estremecer de excitación. Los ojos oscuros como la noche y la sonrisa pícara y sensual de Nicholas.
Nicholas era tan distinto al Lobo Negro, éste le hacía sonrojarse con su mirada intensa y hermosa sonrisa. Las dos veces que lo había visto, había sido amable y cariñoso con ella, no como ese bandido insolente.
Nicholas estaba en el salón de su casa, a la espera de su hermana y de William. Habían quedado en reunirse allí para dirigirse todos juntos a Londres.
Su padre todavía estaba sorprendido por el cambio de opinión respecto a lo del baile.
Apareció su hermana por las escaleras con una sonrisa radiante. Su doncella iba detrás de ella con unos cuantos paquetes.
—Bien padre, ¿cuándo nos vamos?, tengo ganas de encontrarme con Angeline y con Crystal — dijo su hermana cuando terminó de bajar las escaleras, y se acercó a su padre.
—Estamos esperando a William — dijo Nicholas mientras miraba a la puerta impaciente.
Antes de que Catherine pudiera decir algo más, tocaron a la puerta y Linconl abrió. Apareció un mensajero con un telegrama y detrás de él se encontraba Will.
—Siento el retraso — dijo Will mientras se acercaba a ellos.
Linconl le dio el telegrama a su padre y se marchó discretamente. Su padre rasgó el sobre y lo abrió. Mientras lo leía su rostro iba cambiando de la curiosidad al enfado.
—Demonios — dijo su padre mientras arrugaba el papel con furia.
—¿Qué sucede? — preguntó Nicholas con curiosidad.
—Esos dos desgraciados han vuelto a asaltar a un coche.
—¿Quiénes padre? — preguntó Catherine un poco asustada.
—El Lobo Negro y el Halcón Plateado — su padre empezó a andar por la sala como un león enjaulado.
—Y, ¿quiénes han sido esta vez los desdichados? — preguntó Nicholas disimulando una sonrisa.
—Dos damas — su padre se paró frente a él — las damas dijeron que no habían mirado en el carruaje, así que no le quitaron mucho dinero. Pero solo de saber el mal rato que habrán pasado esas dos pobres mujeres…
Así que su dama lo había denunciado en el siguiente pueblo. ¿Crystal creía que él no había registrado el carruaje porque pensaba que no escondería nada allí? Que ingenua. Lo único que no quería era que ella se quedara sin poder ir al baile. Su juego de seducción empezaría allí.
—Padre, ¿quiénes eran esas damas, decían sus nombres? — preguntó Catherine.
—Tú amiga Angeline Soul, y la sobrina de los Richmond, lady Crystal Werrington — dijo su padre mientras le cogía del brazo.
—Qué horror — Catherine se llevó una mano enguantada a la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas
— han tenido que pasar mucho miedo. Sobre todo Crystal, cuando llegó al pueblo ya le habían asaltado esos bandidos y le ha vuelto a suceder. Dios, habrá tenido que estar asustadísima.
¿Asustadísima? Nicholas estuvo a punto de soltar una gran carcajada y miró a Will con una ceja alzada. Will lo miró a la vez y meneó la cabeza en un gesto de incredulidad.
“Por dios, si esa mujer se había defendido con uñas y dientes” pensó Nicholas mientras hacía una mueca acordándose de la patada y el pisotón que le dio.
Parecía ser que la única que estaba asustada fue la doncella de Crystal. Según Will, Angeline no había dado ninguna muestra de terror. Al contrario, parecía ser que sentía curiosidad, porque se había quedado mirando a Will detenidamente.
Will le había contado que temía que le reconociera, pero el temor solo fue infundado.
—¿Podemos irnos ya? Deseo llegar pronto para poder reunirme con mis amigas y me cuenten ellas mismas lo que ocurrió — dijo Catherine mientras se dirigía a la puerta.
—Sí, vayámonos.
Ni Nicholas ni su padre se dieron cuenta de que cuando Catherine pasó por el lado de Will y le miró, este le guiñó el ojo y le sonrió con dulzura. Catherine también le sonrió y luego bajó la mirada con un gran sonrojo en las mejillas. William al ver el sonrojo de su amada, estuvo a punto de soltar una carcajada.