Capítulo 5
Nicholas se dirigió de nuevo a la residencia de Will. Tenía que contarle la magnífica noticia, dentro de unos días, el Lobo Negro volvería a encontrarse con la mujer que le había desafiado hacía tres meses, y esta vez él le haría pagar por todo lo que había pasado. Pero también tenía que hablar con él sobre la mujer que lo había puesto así en el baile.
Cuando llegó, su mayordomo le dijo que Will todavía no había llegado. Nicholas miró su reloj y vio que era la hora de la comida y que seguramente vendría a comer.
—¿Hay alguien en la casa? — le preguntó Nicholas al mayordomo.
—No mi lord, los duques han salido a comer fuera, pero sé que lord William vendrá a comer aquí — le dijo el mayordomo.
—Entonces entraré y esperaré.
—Como guste mi lord — el mayordomo hizo una reverencia y le dio paso para entrar.
Nicholas se dirigió inmediatamente a la biblioteca, se sirvió un trago y se sentó en el sillón a esperar a Will.
Mientras esperaba, sus pensamientos se dirigieron en el momento en el que se había encontrado con Crystal en la calle. Se acordó de su mirada distante y perdida. Andaba por el pueblo de Bedford, pero sus pensamientos parecían estar lejos de allí. Le había dicho que iría al baile porque sus tíos la habían obligado. Sonrió al recordar el disgusto que había en su rostro. A él tampoco le agradaba mucho los bailes, pero a ese iba a asistir.
De pronto se abrió la puerta y entró un Will completamente distinto al de la noche del baile. Venía con una gran sonrisa en los labios y parecía muy feliz.
—Parece que has resuelto el problema con esa mujer, ¿no? — dijo Nicholas con interés.
Will se sirvió una copa y se sentó frente a él en un sillón orejero.
—¿Por qué lo dices? — Will no sabía muy bien lo que iba a decirle sobre esa mujer. Catherine y él habían acordado de que no se lo contarían a nadie, ni siquiera a sus mejores amigos.
—Anoche saliste furioso de mi casa, y ahora se te ve muy contento, ¿has arreglado las cosas con esa mujer?
—Sí, ya está todo resuelto. Tú tenías razón, mientras buscaba un sitio donde emborracharme me acordé de tus palabras — Will dio un trago a su copa y miró a su amigo — y tenías razón, no merecía la pena emborracharse.
—Y, ¿quién es esa mujer? — tenía bastante curiosidad.
—Ya no importa.
Una vez dicho eso Will cambió de tema y le preguntó si quería comer con él, ya que sus padres habían salido y él se encontraba solo en casa.
Mientras comían, Nicholas le contó sus planes para atacar a Crystal cuando fuera a Londres.
—Y, ¿tú vas a ir al baile? — preguntó Will.
—Así es, y tú vendrás conmigo.
A Will no le hacía mucha gracia dejar a Catherine durante unos tres días. Dios, como la echaría de menos. Aunque pensándolo bien, quizás Catherine convenciera a su hermano para que la llevara. Iba a ir su amiga Angeline, quizás si insistiera…
Crystal comió en casa de Angeline y después fueron juntas de compras. Compraron bastantes cosas para los días que iban a pasar en Londres. Crystal no estaba muy contenta con la idea de partir, pero sabía que los días iban a ser más llevaderos gracias a la compañía de Angeline.
En el baile habló sobre su marcha a Londres y en la poca gracia que le hacía. Angeline, que era una buena amiga, se ofreció voluntaria para acompañarla. También se lo dijeron a lady Catherine, pero ella les dijo que tenía que hablarlo con su padre. Pero que si el final le dejaba ir, se reuniría con ellas en Londres.
“¿Y si Nicholas también aparecía en el baile?” pensó Crystal mientras cenaba con sus tíos. Le había dicho que su padre era amigo del conde, quizás él también estuviera invitado al baile. Se sonrojó nada más pensar en él. Tuvo que bajar la mirada para que sus tíos no se dieran cuenta.
—Estás muy callada niña, ¿te pasa algo? — preguntó su tía Anne.
—No tía, estoy bien. Lo que pasa es que no paro de pensar en el viaje y en el dichoso baile — Crystal resopló con disgusto.
—Tienes que comportarte jovencita — le reprimió su tío Charles — vas a estar en el baile con gente importante. Además ya es hora de que encuentres un pretendiente.
—Pero tío…
—Shh, sin rechistar.
Crystal no dijo nada más, terminó de cenar y se fue a sus aposentos.
Esa noche mientras estaba tumbada en su lecho, también se acordó de ese bandido de ojos oscuros como la noche. “Volveré a encontrármelo en este viaje que emprendo a Londres” pensó Juliet con excitación.