Capítulo 3
Cristal se lo estaba pasando en grande esa noche, y Catherine era una chica estupenda. Catherine le contó que hacía tiempo que conocía a Angeline y que desde un primer momento se compenetraron perfectamente. Cristal sabía exactamente a lo que se refería, a ella le había pasado lo mismo con Catherine.
Durante un rato no vio a Nicholas, pero de pronto lo vio y se dio cuenta de que se estaba dirigiendo hacía dónde estaban sus tíos. ¿Qué tendría que hablar con ellos? Ya lo averiguaría más tarde. Ahora intentaba encontrar a Angeline para saber lo que estaba haciendo, la encontró en la pista de baile en brazos de un hombre joven bastante apuesto. Cuando se fijo mejor en él, se dio cuenta de que era el joven que había estado toda la noche persiguiendo a Angeline para que bailara con él. Parecía ser que al final ese dandi lo había conseguido.
—Catherine — Crystal tenía curiosidad por saber quién era ese joven.
—¿Qué pasa Crystal? — Catherine tenía una sonrisa en los labios mientras se volvía hacía ella.
—¿Quién es el joven que está bailando con Angeline? — preguntó mientras se volvía a mirar a la pareja. Catherine siguió su mirada para ver con quién bailaba Angeline y luego sonrió.
—Oh vaya, ese es Andrew Harrington, un libertino de mucho cuidado — Catherine soltó una carcajada — pero no te preocupes, Angeline sabe muy bien con quién está bailando. No se dejará seducir por ese libertino, no te preocupes.
Cristal volvió la vista hacía la pareja que estaba bailando y reconoció que ese hombre era realmente apuesto. Con un gran suspiro se volvió para seguir con la conversación, pero de pronto notó que alguien la observaba, y de pronto se encontró con esos ojos azules tan oscuros como la noche que la estaban observando con una intensa mirada. La verdad es que se sentía bastante nerviosa ante esa mirada tan intensa y penetrante. Era un hombre tan apuesto y… dios, ya se estaba sonrojando otra vez. Bajó la mirada a su regazo e intentó apartarlo de su cabeza. Y lo consiguió, pero solo para recordar a ese bandido de ojos oscuros. “Dios ¿por qué no puedo quitarme de la cabeza a ese hombre? Pensó con un suspiro.
Pasaron varias horas y la gente empezó a irse de la fiesta. Nicholas vio como la hermosa Crystal abandonaba la casa junto a sus tíos. ¿Cuándo volvería a verla? Lo que en realidad más deseaba era que el Lobo Negro tuviera un encuentro con ella. Tendría que averiguar si su dama tenía pensado hacer un viajecito a Londres y así el Lobo Negro tendría su oportunidad de encontrarse de nuevo con su dama desafiante.
De pronto se acordó de Will, al día siguiente tendría que ir a su casa para intentar averiguar quién era esa mujer que lo había puesto así, tenía bastante curiosidad.
Se dirigió hacia sus aposentos y volvió a acordarse de Crystal. Sus tíos le habían dicho que venía de Boston y que estaría una buena temporada. Charles Richmond le dijo que su hermana Connie se casó con un americano y que se fue a vivir a Boston con él. Según Charles, su hermana era muy feliz con Joseph Werrington y no tenía por qué preocuparse por ella.
Según parecía, Crystal rechazaba a todos los pretendientes y tenía un carácter impropio de una dama. Nicholas sonrió al recordarlo, alguien tenía que enseñarle buenos modales.
Cristal no podía apartar de su mente esos hermosos ojos azules que la estuvieron observando durante toda la noche. No paraba de dar vueltas por la cama, era incapaz de conciliar el sueño, en su mente aparecía los ojos oscuros del maldito bandolero y la sonrisa pícara y seductora de Nicholas. Pero, ¿quién sería? ¿Viviría cerca, sería de buena familia? Se imaginaba que sí, ya que había sido invitado a una fiesta tan importante como la presentación en sociedad de la hija de un conde.
¿Cómo descubriría de quién se trataba? ¿A quién podía preguntar ella sin levantar sospechas de que estuviera interesada en él? Tenía curiosidad por saber dónde vivía, quiénes eran su familia, si era casado o tenía prometida... y, sobre todo si era uno de esos solteros empedernidos que tenía muchas amantes y no le gustaba la vida conyugal.
—¡Maldita sea! — Susurró Crystal dando otra vuelta en la cama — no dejaré de pensar en esos dos durante toda la noche, así no podré pegar ojo.