IX

Los agentes fisiológicos.

La actividad de adaptación de todos los sistemas fisiológicos tiene una poderosa influencia sobre el desarrollo del individuo. Sabemos que el funcionamiento, en lugar de gastar las estructuras anatómicas, las hace más resistentes. De este modo, el estímulo de las actividades orgánicas y mentales en el medio más seguro de mejorar la calidad de los tejidos y del espíritu.

Se llega fácilmente a este resultado haciendo actuar los mecanismos que encadenan a los órganos en reacciones ordenadas con relación a un fin. Es bien conocido, por ejemplo, que cada grupo muscular es desarrollable por ejercicios apropiados. Si se quiere fortificar no sólo los músculos sino también los aparatos encargados de la nutrición de esos músculos y aquellos que permiten el esfuerzo prolongado de todo el cuerpo, se necesitan ejercicios más variados que los deportes clásicos. Estos ejercicios son los que demandaban las necesidades cotidianas de la vida primitiva: El atletismo especializado que se practica en las Universidades no hace hombres realmente resistentes. Poner en actividad los sistemas que comprenden a la vez los músculos, los vasos, el corazón, los pulmones, el cerebro y la médula, en una palabra, el organismo entero, es indispensable. La carrera en terrenos accidentados, la ascensión de montañas, la lucha, la natación, los trabajos forestales y de los campos al mismo tiempo que la exposición a las intemperies, y cierta dureza de vida, producen la armonía de los músculos, del esqueleto, de los órganos y de la conciencia.

De este modo se pueden ejercitar los grandes aparatos que permiten al cuerpo hacer frente a los cambios del mundo exterior. El acto natural de trepar a los árboles y a las rocas hace funcionar todos los .sistemas reguladores de la composición del plasma sanguíneo, de la circulación y de la respiración. La estadía en las alturas determina la actividad de los órganos encargados de la fabricación de los glóbulos rojos de la hemoglobina. La carrera prolongada desencadena fenómenos gracias a los cuales se elimina la enorme cantidad de ácido producida por los músculos y vertida en la sangre. La sed vacía los tejidos de su agua. El ayuno moviliza las proteínas y las materias grasas de los órganos. Por el paso del calor al frío y viceversa, se hacen actuar los mecanismos tan extendidos que regulan la temperatura del organismo. Hay muchas otras maneras de estimular los procesos de adaptación. Su entrada en actividad perfecciona el cuerpo entero y hace a todos sus aparatos integradores más fuertes, más livianos, más aptos para llenar sus funciones.

La armonía de las funciones orgánicas y psicológicas es una de las cualidades más importantes que posee el individuo. Se obtiene por medios que varían según los caracteres específicos de cada uno, pero siempre demanda un esfuerzo mental. Por la inteligencia y el dominio de sí mismo se conserva el equilibrio de las funciones. Todo hombre tiene una tendencia natural a buscar la satisfacción de sus apetitos fisiológicos y la de sus necesidades artificiales, tales como las del alcohol, la velocidad, el incesante cambio. Pero degenera cuando satisface completamente estas tendencias. Debe, pues, acostumbrarse a dominar el hambre, la necesidad de sueño, los impulsos sexuales, la pereza, el gusto por los ejercicios musculares y por el alcohol, etc. El exceso de sueño y de alimentos es más peligroso que la falta. El alistamiento y luego la adicción progresiva de la razón a las costumbres de alistamiento, forman individuos de actividades equilibradas y poderosas.

El valer de cada uno depende de su capacidad de hacer frente, sin esfuerzo y rápidamente, a situaciones diferentes. Por la constitución de numerosos reflejos, de reacciones instintivas muy variadas, se consigue ese resultado. Los reflejos son tanto más fáciles de establecer cuanto más joven es el individuo. El niño es capaz de acumular en sí vastos tesoros de reflejos útiles. Se le alista fácilmente, más fácilmente que el más inteligente de los perros pastores. Puede entrenársele para que corra sin cansancio, para caer como gato, saltar, nadar, mantenerse y marchar en forma armoniosa, observar exactamente lo que pasa en torno a él, despertarse rápidamente y por completo, hablar varias lenguas, obedecer, atacar, defenderse, servirse diestramente de las manos para una gran cantidad de trabajos, etc. Los hábitos morales se crean en forma idéntica. Los mismos perros aprenden a no robar. La honradez, la franqueza, la valentía deben ser desarrollados por los procedimientos empleados en la constitución de los reflejos, es decir, sin razonamiento, sin discusión, sin explicación: en una palabra, el niño debe ser condicionado.

El condicionamiento, según la terminología de Pavlov, no es otra cosa que el establecimiento de reflejos asociados. Reproduce en una forma científica y moderna los procedimientos empleados desde siempre por los educadores y domadores de animales. En la formación de estos reflejos se establece una relación inmediata entre una cosa desagradable y una cosa deseada por el sujeto Un son de campana, un estampido de fusil, hasta un latigazo se convierten para un perro en sinónimos de un alimento que le gusta. Lo mismo pasa con el hombre. No se sufre con la privación de alimento y de sueño que demanda una expedición en un país desconocido. El sufrimiento físico se soporta fácilmente si acompaña al éxito de un largo esfuerzo. La misma muerte se hace sonriente cuando se asocia a una gran aventura, a la belleza del sacrificio o a la iluminación del alma que se abisma en el seno de Dios.

La incognita del hombre
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