V

Origen de la individualidad.- La controversia de los “Genetistas” y de los “Behavioristas” - Importancia relativa de la herencia y del desarrollo.- La influencia de los factores hereditarios sobre el individuo.

La unicidad de cada hombre tiene una doble procedencia: la constitución del huevo que le da origen, y la manera cómo se desarrolla este huevo y su historia. Hemos mencionado ya como, antes de la fecundación, el óvulo expulsa la mitad de su núcleo, la mitad de cada cromosoma, cuyos factores hereditarios, los genes se encuentran colocados los unos a continuación de los otros, a lo largo de los cromosomas, la manera como la cabeza de un espermatozoide se introduce en el óvulo después de haber perdido la mitad de sus cromosomas. De la unión de cromosomas macho y hembra en el huevo fecundado, procede el cuerpo con todos sus caracteres y con todas sus tendencias. En este momento el individuo no existe sino en estado potencial. Contiene los factores dominantes que han determinado los caracteres visibles de sus padres, como asimismo los factores ocultos que han permanecido silenciosos en ellos durante toda su vida. Según su posición relativa en los cromosomas del nuevo ser, los factores ocultos manifestarán su actividad o serán neutralizados por un factor dominante. Estas son las relaciones que describe la ciencia de la genética como las leyes de la herencia. Estas leyes expresan sólo el modo cómo los caracteres inmanentes del individuo quedan establecidos. Pero estos caracteres son sólo tendencias, potencialidades. Según las condiciones que el embrión, el feto, el niño, el individuo joven, encuentren durante su desarrollo, estas potencialidades se actualizan o permanecen en estado virtual y la historia de cada individuo es tan única, como lo son la naturaleza y el orden de los genes del huevo del cual procede. El origen del ser humano depende, pues, de la herencia y del desarrollo.

Sabemos que procede de estas dos fuentes, pero ignoramos la parte de cada cual en nuestra formación. ¿Es acaso la herencia más importante que el desarrollo o a la inversa? Watson y los behavioristas proclaman que la educación y el medio son capaces de modelar a cualquier ser humano según como lo deseemos. En tal caso, la educación lo constituiría todo, y la herencia nada. Por otra parte, los genetistas piensan que la herencia se impone al hombre como el “fatum” antiguo y que la salud de la raza no depende tanto de la educación como de la eugenesia. Unos y otros olvidan que tal problema se resuelve, no a fuerza de argumentos, sino mediante observaciones y experiencias.

Tanto observaciones como experiencia nos demuestran que la parte que corresponde a la herencia y la que corresponde al desarrollo, varían según los individuos, y que lo más probable es que no se pueda determinar su valor respectivo. Muchas veces, entre hijos de los mismos padres, educados juntos y de idéntica manera, existen notables diferencias de estatura, forma, constitución nerviosa, aptitudes intelectuales y cualidades morales. Es evidente que estas diferencias son de origen ancestral. Del mismo modo, si examinamos con atención los perros pequeños cuando aún maman, se observa que cada uno entre ocho de los que componen la camada, presenta alguna característica diferente. Algunos reaccionan con un ruido súbito, por ejemplo, con la detonación de una pistola, encogiéndose en el suelo; otros, alzándose sobre sus patitas; otros, avanzando en la dirección del ruido. Algunos se aferran a las mejores tetillas; otros se dejan eliminar de su sitio. Los de más allá se alejan de la madre y exploran su caseta; los otros, permanecen con ella. Algunos gruñen cuando se les toca, otros permanecen silenciosos. Cuando los animales educados juntos y en idénticas condiciones llegan a ser adultos, se comprueba que la mayor parte de sus caracteres no se han modificado. Los ejemplares tímidos y perezosos siguen siendo tímidos y perezosos toda su vida. Los audaces y alertas, pierden a veces estas cualidades en el curso de su desarrollo, pero, por lo general, las conservan o llegan a aumentarlas. Entre los caracteres de origen ancestral, los unos permanecen sin empleo alguno, en tanto los otros se desarrollan. Los mellizos que provienen de un mismo huevo, poseen en su origen los mismos caracteres inmanentes: son absolutamente idénticos. Sin embargo, los que se separan el uno del otro desde el primer día de su vida y se educan luego de manera diferente en diferentes países, pierden esta, identidad. Después de dieciocho o veinte años, se observan en ellos diferencias marcadísimas como también notables parecidos, especialmente desde el punto de vista intelectual. Se observa, pues, con claridad, que la igualdad de la constitución no asegura la formación de individuos semejantes en medios diferentes. Lo que no obsta para que la diferencia de medio sea capaz, por si sola, de borrar la igualdad de la constitución. Según las condiciones en que se efectúa el desarrollo, unas y otras de las potencialidades del individuo se actualizan y dos seres, originalmente idénticos, llegan a ser diferentes. ¿Cómo obran en nuestra conciencia las partículas de sustancia nuclear, los genes que recibimos de nuestros antepasados, y en qué medida la constitución del individuo depende de la del huevo? La observación y la experiencia nos hacen saber que ciertos aspectos del individuo existen ya en el huevo, mientras otros se mantienen únicamente virtuales. Los genes ejercen, pues, una influencia, ya sea de manera inexorable, imponiendo al individuo caracteres que han de desarrollarse necesariamente, o bien bajo la forma de simples tendencias que se realizan o no, según las condiciones del desarrollo. El sexo se determina fatalmente de la unión de las células paternal y maternal. El huevo del futuro macho posee un cromosoma menos que el de la hembra o a lo menos un cromosoma atrofiado. Las células todas del cuerpo del hombre difieren, a causa de esta última característica, de las de la mujer. La debilidad de espíritu, la locura, la hemofilia, la sordomudez, como sabemos, son vicios hereditarios. Ciertas enfermedades como el cáncer, la hipertensión, la tuberculosis, etc. se transmiten también de padres a hijos, pero en este caso, sólo como una tendencia. Las condiciones del desarrollo pueden impedir o favorecer su producción. Otro tanto ocurre con el vigor, la actividad corporal, la voluntad, la inteligencia, el juicio. El valor de cada individuo se determina en gran parte por sus predisposiciones hereditarias, pero como los seres humanos no son de pura raza, es imposible prever cómo serán los productos de un matrimonio determinado. Sólo sabemos que en las familias cuya mentalidad es superior, es más probable que los hijos pertenezcan asimismo a un tipo superior que sí hubieran nacido de una familia cuya mentalidad fuese inferior, lo que no obsta para que el azar de las uniones nucleares haga que en la descendencia de un gran hombre aparezcan a menudo tipos mediocres, mientras que puede también un gran hombre tener su origen en una familia oscura. La tendencia a la superioridad no es, pues, de ninguna manera, irresistible, como lo es la de la locura. El eugenismo no logra producir tipos superiores, sino en ciertas condiciones de desarrollo y de educación. No es capaz por sí solo de mejorar gran cosa a los individuos, lo que vale decir que no cuenta con el mágico poder que le atribuye el público.

La incognita del hombre
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