VII

Las enfermedades microbianas.- Las enfermedades degenerativas y los fenómenos adaptativos. - Las enfermedades contra las cuales el organismo no reacciona.- Salud artificial y salud natural

Solo, o con ayuda de sueros específicos y medicaciones químicas y físicas que no son específicas, el paciente lucha contra las bacterias invasoras. Durante este tiempo, la linfa y la sangre se llenan de venenos microbianos y de desechos de la nutrición del organismo enfermo. Se producen entonces en el cuerpo entero, cambios profundos. Fiebre, delirio, aceleración de los cambios químicos, etc.

En las grandes infecciones, fiebre tifoidea, neumonía, septicemia aparecen lesiones en órganos como el corazón y el hígado. Las células manifiestan entonces propiedades que en la vida ordinaria permanecen en estado virtual. Sus reacciones tienden a volver deletéreo el medio interior y a estimular todas las actividades orgánicas. Los leucocitos se multiplican, segregan sustancias nuevas, sufren las metamorfosis de que necesitan los tejidos, se adaptan a las condiciones imprevistas creadas por los factores patógenos, la ausencia de lucha de los órganos, la virulencia y la acumulación local de bacterias. Forman entonces en la región infectada abscesos, pus, en que los fermentos se ponen a digerir los microbios. Estos fermentos poseen igualmente el poder de disolver los tejidos vivos. Abren al absceso un camino, sea hacia la piel, sea hacia un órgano hueco, y la pus así se logra eliminar del cuerpo. En las enfermedades microbianas los síntomas vienen a ser la traducción de los esfuerzos de los tejidos y los humores por adaptarse a las nuevas condiciones, por resistirlas y por volver al estado normal. En las enfermedades debidas a carencia de alimentación y en las llamadas degenerativas como la arteriosclerosis, la miocarditis, la nefritis, la diabetes, las funciones de adaptación entran igualmente en juego. Los procesos fisiológicos se modifican de la manera más apropiada a la supervivencia del organismo. Si la secreción de una glándula llega a ser insuficiente, las otras aumentan su actividad y su volumen a fin de suplirla. Cuando la válvula que protege el orificio de comunicación de la aurícula y el ventrículo izquierdo, permite que la sangre refluya, el corazón crece y aumenta su fuerza, llegando de este modo a lanzar a la aorta la cantidad casi normal de sangre. Gracias a este fenómeno de adaptación, el enfermo puede, durante muchos años, continuar viviendo como todo el mundo. Cuando los riñones funcionan mal, aumenta la presión arterial a fin de que un volumen de sangre mayor pase a través del filtro insuficiente. Al comienzo de la diabetes, el organismo procura compensar la disminución de la secreción de insulina por el páncreas. En general, las enfermedades degenerativas consisten en una tentativa del cuerpo de acomodarse a una función defectuosa. Existen agentes patógenos contra los cuales el organismo no reacciona, o sea, no pone en juego sus mecanismos de adaptación, como el microbio pálido de la sífilis. Una vez que este parásito ha penetrado en el cuerpo, no lo abandona más. Se establece en la piel, en los vasos sanguíneos, en el cerebro, en el esqueleto. Ni las células ni los humores son capaces de reaccionar contra él de manera de matarlo. No cede sino a un tratamiento prolongado como acontece con el cáncer, que no encuentra oposición alguna de parte del organismo. Benignos o malignos, los tumores se asemejan tanto a los tejidos normales que el cuerpo no parece darse cuenta de su presencia. Se desarrollan a menudo en individuos cuya salud aparente es perfecta. Los síntomas que se muestran más tarde no son una reacción del organismo: son el resultado directo del daño que segrega el tumor al destruir un órgano esencial o comprimir un nervio.

El cáncer marcha de manera inexorable porque los tejidos y los humores no reaccionan jamás contra él.

En el transcurso de las enfermedades el cuerpo hace frente a una situación nueva. Sin embargo, tiende a adaptarse a ella, eliminando los factores patógenos y reparando las lesiones causadas por ella. Sin este poder de adaptación, los seres vivientes no podrían subsistir porque están expuestos constantemente a los ataques de virus o de bacterias y al desfallecimiento estructural de innumerables elementos de sistemas orgánicos. Se debe únicamente a su capacidad de adaptación que el individuo sobreviva. Hoy, gracias a la higiene, al confort, a una buena alimentación, a la dulzura, de la existencia, a los hospitales, a los médicos, a las enfermeras, la civilización moderna da a multitud de seres humanos de mala calidad, la posibilidad de vivir. Ellos y sus descendientes contribuyen en gran parte a la decadencia de las razas blancas. Quizás sea necesario renunciar a esta forma artificial de salud y cultivar únicamente aquella que proviene de las funciones de adaptación y de la resistencia natural.

La incognita del hombre
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