EPÍLOGO

Ripley se acercó a la ventana, para mirar al exterior. Nunca había visto un cielo tan azul, o por lo menos, no podía recordarlo. Era nuevo para ella, y disfrutó de esa visión, maravillada.

Sintió que Call se aproximaba en silencio, y la presencia del robot la hizo sentir tranquila y relajada, como no se había sentido hacía mucho.

Los recuerdos de Newt, Amy, Hicks y Bishop, y de todos los de aquellas vidas que la habían tocado, ya no dolían. Ahora la hacían sentir plácida humana. Ella había amado y había sido amada. Había luchado y protegido, y había muerto para salvar a los que amaba. Lo haría nuevamente de ser necesario. Y otra vez. Y otra. Ahora sentía que podría hacerlo.

Las etéreas imágenes que habían volado por su mente ya no eran caóticas. El frío confort del crio sueño. La creciente necesidad de proteger a sus pequeños. La fuerza y el compañerismo de su propia especie. El poder de su propia rabia. La fuerza y seguridad de los amigos. Las imágenes eran significativas, satisfactorias. Ella las reconoció en un nivel más allá de la conciencia. Eran parte de ella, parte de quién había sido. Y ahora eran parte de aquello en que se había transformado.

Sin embargo un dolor permanecía... El arrollador dolor de la pérdida —enfermiza e irreparable pérdida, intentó llenar su mente, su cuerpo entero. Pero ella luchó por combatirlo. Y pidiendo perdón una vez más, se quedó tranquila.

Se volvió para sonreír a la joven mujer. Call miraba el paisaje, atónita. —La Tierra— dijo como para convencerse a sí misma que estaba ahí.

Ripley asintió, y casi sonrió. —La Tierra.-

—Es mi primera vez,— dijo Call en voz baja. —Debe haber un millón de lugares en los que perderse allá afuera. Supongo...-

Se detuvo, como si hubiera un millar de cosas que necesitara decir, pero para las que no tenía palabras.

Eso hizo gracia a Ripley. Call era un robot. Ella tenía el léxico completo a su disposición, y no podía encontrar las palabras adecuadas.

—¿Qué?— le animó Ripley, queriendo saber.

—¿Qué supones que debemos hacer ahora? ¿Dónde iremos?— Call la miraba como si ella tuviera las respuestas.

Ripley solo pudo sacudir la cabeza, volviéndose nuevamente a mirar el planeta. —Yo... no lo sé.— Meneó la cabeza. —En realidad no lo sé, Call. Yo también soy forastera.-

Las dos mujeres se quedaron en silencio, acompañándose, lado a lado, observando las distantes luces de la ciudad más próxima.

Había tiempo de sobra para decidir.