11
Ripley se hallaba de pie en el angosto borde de las puertas del ascensor, intentando discernir el siguiente paso. El sacrificio de Christie, tan inmediato a la muerte de Call, había agitado sus emociones. Pero no tenía tiempo para sentir, para condolerse, incluso para reconocer que estaba experimentando esos sentimientos.
Sin embargo, podía sentir la presencia de otro guerrero que era enviado a ocupar el lugar de aquel que había matado Johner. Redobló sus esfuerzos en el teclado, intentando abrir las puertas. ¿Habría Wren saboteado el portal de algún modo?
El pensar en Wren, incluso brevemente, incrementaba su rabia. No cabía duda, él iba en camino a abordar el Betty, y camino a la escapatoria, dejándoles a ellos a negociar con los Aliens.
Distephano y Purvis la observaban, esperando que diera algunas respuestas. Ella suspiró, frustrada y se preguntaba por qué pensarían ellos que ella tenía las respuestas. Entonces se preguntó por qué le importaba lo que ellos pensaban.
Para empeorar las cosas, Johner llegó finalmente a la cima de la escalera y, para su angustia, la miró directamente y le preguntó, —¿Y ahora qué hacemos?-
¡No! ¡Él también!
Antes de que pudiera responder que el portal estaba bloqueado y que se le habían acabado las ideas, las puertas comenzaron a sonar ruidosamente. Sorprendida, Ripley casi pierde el equilibrio. Se volvió y se dio cuenta que el tablero parpadeaba con una señal intermitente, y después las luces del portal comenzaron también a parpadear.
Todos se quedaron paralizados, y sacaron sus armas al unísono, apuntando a las puertas. Nadie respiraba.
¿Habrá reconsiderado Wren y vuelto a por nosotros? Se preguntó Ripley, desechando inmediatamente una noción tan ridícula. Especialmente, porque había otro escenario más factible. Ellos han aprendido cómo abrir las puertas. No puedo imaginarme cómo lo hicieron.
La propia Ripley estaba desarmada, y solo podía permanecer en aquel bordillo muy quieta, observando las puertas, esperando las malas nuevas. ¿Qué más podía ser?
Miró a lo largo del portal y se percató que la parte inferior chorreaba agua. ¿Agua...?
Entonces, finalmente, las puertas se abrieron con un siseo y Ripley miró, tan atónita como todos los demás.
¿Call? No, eso no es posible...
La menuda mujer estaba engarrotada y tiritando. Goteaba agua de los pies a la cabeza, pero fuera de eso, no parecía estar mucho peor. ¡Ni siquiera respiraba fuertemente! Ella miró a todos en la escalera, con los ojos como platos, observándola, y dijo secamente, —por aquí.-
Pero nadie se movió. Todos estaban demasiado sorprendidos, no podían comprenderlo. Permanecieron plantados ahí, con sus armas absurdamente apuntando hacia ella.
—¡Andando!— Dijo, dando luego una palmada para motivarles.
Finalmente, respondieron como un grupo y comenzaron a trepar, uno por uno, hacia el bordillo de las puertas. El grupo llegó hasta el otro lado, emergiendo hacia el corredor de la nave.
Vriess finalmente llegó a la cima de la escalera y Purvis y Distephano le aferraron por los brazos y le subieron. Vriess distinguió la estancia donde los otros se hallaban, medio colapsados, intentando recuperar el aliento.
Vriess recibió a Call con una total sorpresa. —¡Nena, qué gusto me da verte! Estaba seguro que ese idiota te había alcanzado. ¿Estás herida?— Le tendió una mano para que la estrechara.
Pero ella se limitó a darle la espalda al grupo, murmurando, —Estoy bien.-
La mirada de Ripley saltaba de uno a otro, y ellos le devolvían la misma mirada atónita que tenía ella, con las mismas preguntas que ella se hacía, incluso Vriess.
Quedamente, Distephano preguntó —¿Es que llevas puesta una armadura?-
—Sí,— dijo ella para terminar con eso. —Vamos.-
Pero Ripley no se lo tragaba. Había visto a Call con el chaleco abierto cuando estaban abajo. Su delgada y húmeda remera se pegaba claramente a sus costillas. No llevaba protección alguna. Se acerco a la mujer.
—Te dio en el pecho,— dijo suavemente, —lo ví.-
Call la miró, desafiante. —¡Estoy bien!-
Ripley clavó la vista en sus oscuros ojos, con aquella mirada penetrante suya, buscando la verdad, buscando respuestas. Call no pudo sostenerle la mirada. Su barbilla tembló débilmente y entonces, súbitamente, la ruda mecánica se desmoronó y comenzó a llorar como un chiquillo perdido.
Sus lágrimas tocaron a Ripley de un modo muy visceral. Pero aún así, tomó los bordes de su chaleco y lo abrió gentilmente.
En efecto, le habían disparado directamente en el pecho— pero en vez de mostrar sangre, hueso y tejido pulmonar, la horrible y profunda herida reveló una confusa maraña de partes de ordenador, órganos manufacturados, componentes de memoria, tubos y cables sintético orgánicos.
—Un robot.— Dijo Ripley con voz seca.
Desde algún profundo lugar en su interior, afloró un recuerdo. Prefiero el término ‘persona artificial.’ Cerró los ojos, cansadamente.
—Hijo de puta,— murmuró Johner, asombrado. —La pequeña Analee está llena de sorpresas.-
Ripley dejó caer las manos, hablando casi para sí misma. —Debí imaginarlo. Toda esa mierda sobre ser humano. Nadie es tan entusiasta como un Vuelto a Nacer.-
Distephano se había acercado y parecía estar examinando el líquido blanco azulado que Call usaba por sangre. Estaba salpicado en su pecho y ropas, pero era obvio que ella ya lo había controlado. Debió hacerlo, puesto que todavía funcionaba.
—Creía que los sintéticos debían tener toda esa mierda de la lógica y tal,— dijo Johner al grupo. —¡Esta es una vieja psicótica!-
Ripley tuvo que abstenerse de voltear a mirarlos. Cuán fácilmente descubría Johner a uno de su propia clase.
—¿Una terrorista?— Preguntó Purvis nerviosamente. —¿Entonces, no estaba ella aquí para protegernos?-
Ripley intentó hallar la respuesta en los ojos de Call, en su expresión, pero la mujer —el robot— no le estaba dando ninguna respuesta.
La voz de Vriess casi se quebró. —Eres de Segunda Generación, ¿verdad?-
Ripley buscó en sus recuerdos, pero no pudo encontrar referencia alguna sobre aquel término. Después de su tiempo, y ¿antes de este?
—Dejádme en paz,— dijo Call cansadamente, una vez controlado su llanto. Sus lágrimas, quizá, pero no su voz. Su dispositivo de voz se distorsionaba un poco, revelando los efectos del daño. Sus palabras eran un poco lentas, con un extraño eco mecánico. Era escalofriante.
—¿Call...?— Presionó Vriess, esperando su respuesta. Sintiendo, quizá, que se la merecía.
Con amargura, ella respondió, —Sí.-
—¿Segunda Generación?— Ladró Johner, riendo. —Mierda, eso lo explica todo..-
Ripley no reconoció el término. Pero no hizo ninguna pregunta, solamente escuchó y aguardó.
—Eres un Autómata, ¿verdad?— Preguntó Distephano.
Se escuchaba extrañamente interesado, no recriminando. Sin duda él estaba recordando cuando Call había salvado su vida en el comedor, donde Johner seguramente lo habría matado a sangre fría.
Distephano debió notar la confusión en el rostro de Ripley, y se percató que no tenía forma de interpretar todo aquello. Él le explicó, —robots diseñados por robots. Altamente éticos y emocionales. Se suponía que iban a revitalizar la industria sintética. En vez de eso, la destruyeron.-
Ripley volvió a mirar a Call. Se acordó de Bishop. Entonces, se acordó de Ash. Ahora comprendía. —Ellos eran demasiado buenos.-
Distephano asintió. —No les gustaba que les dijeran qué hacer. El gobierno ordenó una reprogramación.— Su voz se hizo más suave. —Una jodida masacre. Siempre oí decir que solo algunos de ellos lograron salir intactos, pero, ¡Cielos! ... Nunca creí que llegaría a ver uno.-
Ripley observó a Vriess de reojo. Parecía decepcionado y triste, casi descorazonado, como un hombre que lo hubiera perdido todo.
Purvis miraba de uno a otro, nerviosamente. —Genial. Es genial. Es un maldito tostador. ¿Ya nos podemos ir?-
El rudo recordatorio fue el incentivo que necesitaron para reaccionar ante la sorpresa. Todos parecieron recobrar la compostura.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de aterrizar?— Preguntó Johner al soldado.
—Menos de dos horas.— Respondió Distephano.
—Y ya vamos retrasados,— refunfuñó Johner. —Debemos irnos ya.-
Call se apartó del grupo, evidentemente, para hacer más reparaciones en su cavidad. Los hombres súbitamente comenzaron a hablar al unísono, interrumpiéndose unos a otros. Una vez más, Ripley los observaba distante, sintiendo cómo se desviaba la dinámica de grupo una vez más. Solo que en esta ocasión, Call, como la propia Ripley, estaba fuera del grupo, separada de ellos. Para no reunirse jamás.
Se acordó cuando Call le tendió el lanzallamas en el laboratorio de clones.
En aquel desastre de conversación, se percató que Vriess miraba en dirección a Call. Aún se veía acongojado, decepcionado. Ella lo escuchó murmurar con disgusto, —Jesús...-
—Sí,— concordó Johner, —se le aflojó un tornillo, quizá solo necesite un cambio de aceite. No puedo creer que casi me follo a la cosa.-
Vriess lo miró con desagrado. —Sí, claro. Como si nunca antes hubieras follado con un robot.-
Se estaban separando, pensando individualmente una vez más, ya no como una unidad. Ripley no quería asumir el liderazgo, pero no veía otra alternativa. Christie estaba muerto. Adelantándose, preguntó, —¿Dónde estamos exactamente Distephano?-
—En las cubiertas superiores,— dijo él. —El almacén... La capilla está arriba, pero no hay mucho más por aquí.-
—¿Podemos llegar a la nave desde aquí?-
—Está a unos cinco niveles más abajo,— dijo él, pensando. —Es posible.-
Johner tuvo un presentimiento, uno muy malo. —¿Y qué tal si el buen doctor llega primero al Betty?-
—¡Mierda!— Maldijo Vriess.
Ripley miró al soldado. —¿Hay otra manera? ¿Una más rápida?-
Él consideró. —Eh... sí. A través de los muros. Debemos desbloquear la puerta. Tomará algún tiempo.— Bajó la vista hacia Vriess. —¿Tiene usted herramientas?-
Todos recordaron la silla abandonada.
Vriess negó con la cabeza
—¡Solo volemos la maldita puerta!— Decidió Johner simplemente.
Distephano apunto al techo. —Estamos en la cima de la nave. Aquel es el casco exterior.-
—Y si Wren accesa a la computadora,— se percató Ripley, —nos va a joder, y bien.— Y lo haría. Sin dudarlo.
—Debemos encontrar una terminal,— anunció Johner.
—No hay consolas en este nivel,— explicó Distephano. —Debemos regresar.-
—¿Regresar?— Exclamó Ripley incrédula. —De ningún modo.-
El soldado suspiró disgustado. —Y yo no sé los códigos de acceso de Wren.-
¿Qué sigue ahora? ¿Más malas nuevas? Ripley se pasó distraídamente la mano por el cabello, pensando, intentando pensar en-
Se volvió y miró a Call, que seguía apartada, todavía reparando su cavidad. Dio un paso hacia el robot. —Call.-
El robot no la miró, nunca indicó que la había escuchado. Su voz sonaba un poco más clara, y dijo, —No. No puedo.-
Johner se aferró a lo mismo. —¡Y una mierda! ¡Ella es un maldito transmisor!-
—Mierda,— murmuró Vriess. —Es cierto. Eres un androide de modelo reciente. Puedes accesar a la computadora central por control remoto.-
Call sacudió la cabeza decididamente, todavía sin mirarles. —No puedo. Quemé mi módem. Todos lo hicimos.-
Vriess se inclinó hacia ella. —Aún así puedes conectarte manualmente, y lo sabes.— Su voz se había suavizado de nuevo.
Aquel tono debió tocar algo en Call, porque finalmente levanto la vista, mirando a todos ellos. Su expresiva oh-tan-humana cara revelaba desagrado, ira, enojo. Sabía que no tenía opción. Era esa clase de acuerdos. Ripley lamentó haberla forzado a hacerlo de ese modo.
¿Pues quién de nosotros tiene alguna opción aquí?
—Hay puertos en la capilla,— dijo Distephano con voz monótona.
Ripley tocó suavemente el hombro del robot. —Vamos,— le dijo suavemente.
Al percatarse que los demás las miraban, volvió la cabeza hacia el grupo, —vosotros, intentad desbloquear la puerta.-
Inmediatamente todos pusieron manos a la obra, como si les hubiera prendido fuego en los pies.
Al entrar Ripley y Call en la capilla, Call se preguntaba sobre la diferencia de Ripley y de cómo se vería reflejada en su propia diferencia. A pesar de la actitud que Ripley había tomado en el laboratorio de clones, la fría distancia que ella mantenía continuaba existiendo, o por lo menos así lo creía Call. Pero era claro que, tras todas las dificultades que habían pasado, el nadar bajo el agua en la cocina, después trepar por el conducto del ascensor, algo había cambiado. Quizá esas experiencias habrían finalmente resucitado a la verdadera Ripley. Quizá este clon de mujer que había luchado tan intensamente para destruir a los Aliens, era finalmente humana en su totalidad.
Resucitando justo a tiempo para salvar a su gente una vez más.
Al menos ella tiene gente a quién salvar, pensó Call amargamente, recordando, ahora y por siempre, la mirada en el rostro de Vriess cuando vio su herida, cuando se percato de lo que era ella. De forma distante, se preguntó lo que hubiera pensado Christie si hubiera vivido. Pobre Vriess. Lo ha perdido todo, a todos los que en algún momento le importaron, incluso a mí. Ya nunca volverá a verme de la misma manera... El perder su afecto significaba mucho más para ella de lo que se había imaginado.
Oh, Ripley, pensó, estabas mejor cuando te importaba una mierda la gente. Desearía poder encontrar esas conexiones dentro de mí y apagarlas.
Pero ella estaba programada para eso —emociones humanas, respuestas empáticas. Unas palabras muy grandes para explicar las motivaciones genuinas de un robot.
Ella miró en derredor a la pequeña habitación. Era una capilla clásica, escrupulosamente limpia y muy pequeña. Había un altar, una variedad de símbolos religiosos que podían intercambiarse para la religión que se llevara a cabo —una estrella de David, una cruz plana de plata, un estandarte verde con una luna creciente, e —irónicamente— una paloma de la paz. Casi la hizo reír el ver ese símbolo ahí en aquel complejo militar espacial, cuyo único propósito era desarrollar la más mortífera arma bioquímica jamás descubierta.
El único símbolo religioso que falta es un chip de computadora con rayos divinos saliendo de él, para aquellos que, como Wren y Pérez, solo adoran la tecnología.
Tras el pequeño altar había una ventanilla falsa de cristal plastificado, empotrada a la pared y alumbrada con bombillas. El último servicio aquí debió ser Cristiano, porque la cruz estaba colgada ante la ventana del altar. Sin siquiera pensarlo, Call se persignó.
Ripley parpadeó por la sorpresa. —¿Estás programada para eso?-
Call le dirigió una amarga mirada. No, no estoy programada para eso. Tengo un cerebro funcional. He examinado el tema. Y sucede que creo. Pero no tiene caso discutir eso contigo. No has vivido lo suficiente para desarrollar tu filosofía, clon.
Inmediatamente se sintió culpable. ¿Quién era ella para menospreciar a un ser humano real? ¿A uno que poseía un alma verdadera? Cuando ella fuera exterminada, no habría una vida después de la muerte para ella, más de lo que la podría haber para una bombilla.
Call miró en derredor a las bancas y encontró una Biblia. Sacándola de su compartimiento, abrió el dispositivo electrónico. Bajo la cubierta de imitación piel había una pequeña pantalla. Decía: —LA SANTA BIBLIA. PRESIONE ‘INICIO’— Reverentemente, Call tocó la pantalla, pensando en el enorme consuelo que las palabras de ese libro le habían proporcionado cuando se le había asignado esta misión, sin importar los riesgos.
Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno; porque Tú estarás conmigo: Tu vara y tu cayado me infundirán aliento...
Inclinándose, Ripley tiró del cordón del puerto de la Biblia, y se lo ofreció a Call.
—No me obligues a hacer esto.— Murmuró Call, con una voz aún distorsionada.
—No me obligues a obligarte,— respondió Ripley.
Ambas hablaban ahora en voz baja; después de todo, estaban en la iglesia.
Call se atrevió a mirar a los ojos a la mujer clonada. La simpatía que halló en ellos casi la enfermó. No obstante, protestó. —No quiero meterme ahí. Mis interiores se sienten líquidos. Parece como si no fueran reales.-
Lo que en verdad quería decir era, ¡He pretendido ser humana durante tanto tiempo, he sido aceptada como humana desde hace tanto, que no recuerdo lo que se siente ser un Autómata! Y esto me lo recordará. ¡Me hará ser de nuevo una máquina! No creo que pueda enfrentarme a eso.
Ripley aferró firmemente su muñeca, su rostro se veía cada vez más decidido. Con sorpresa, Call se percato que finalmente parecía humana. Finalmente parecía ser la verdadera Ellen Ripley que había muerto hacía doscientos años.
—Supera eso,— le dijo Ripley amablemente. Entonces añadió algo más que, calculó, llegaría a Call a pesar de su daño, a pesar de su pérdida. —Puedes volar la nave, antes que llegue a la Tierra. Matar a los Aliens. Matarlos a toso.-
Aquello era el recordatorio que Call necesitaba, por lo que había venido aquí desde un principio. Su misión. Su propósito.
—Sólo danos tiempo de salir primero,— añadió Ripley para finalizar.
Por esto siempre fuiste tú. Se percató call. Por esto tu siempre sobrevivías, porque siempre los derrotabas. Tu meta. Tu determinación. ¿Genética? ¿Medio ambiente? ¿Fortaleza personal? Da lo mismo. Tú eres Ripley. Tú.
Call asintió, sintiendo como si algo de la fuerza de Ripley —de la humanidad de Ripley— estuviese dentro de ella ahora. Jalándo su manga hasta sus codos encontró un pequeño lunar en su antebrazo, y éste era la marca de una pequeña conexión de dos puertos.
Tomando el cable que Ripley le ofreció, lo conectó a su terminal interna, después esperó que comenzaran las conexiones automáticas. Al principio, no ocurrió nada. ¿Habrían saboteado los Aliens la computadora central? No, aquello era imposible. Inclinó la cabeza, escuchando, esperando, sintiendo. —¡Maldicion!— murmuró.
—¿Hay algo?— preguntó Ripley preocupada.
—Aguarda un minuto...-
Entonces ocurrió, todo al unísono.
En un instante, ella era Annalee Call, absolutamente humana, si acaso dañada, y al siguiente, era el Auriga. Enorme, en movimiento. Invadida. Sin embargo, extrañamente incapaz de preocuparse. Era tan impersonal para ella como si el centro de la memoria de Annalee Call supiera que había sido creada en una fábrica. Mientras que Call tenía sentimientos y ética implantados en ella, debía enseñársele a usarlos como a un recién nacido. La nave no tenía que lidiar con eso, solamente tenía situaciones y problemas que contender. Todos ellos eran como blanco y negro, sin ninguna área gris. La invasión era solo un problema a resolver. Pero trabajaba en ello.
Como el Auriga, ella lo sabía todo, lo veía todo, lo escuchaba todo. Podía verse a sí misma, a Annalee Call, sentada junto a Ripley en la Capilla. Call parecía una muñeca abandonada, con los ojos muy abiertos pero ausentes, las pupilas estaban muy dilatadas. A su lado, Ripley se veía inquieta, preocupada.
Eso la tocó de algún modo, que esta mujer, esta humana, se preocupase por ella. Desde luego, Ripley no era verdaderamente humana... No, su cerebro negaba esa noción. Ripley era totalmente humana. Su tipo de sangre, sus uñas, su habilidad de resistir bajo el agua, su fuerza —todo eso no significaba nada a la larga. Ripley era humana. Y eso lastimaba a Call. Tocó a la robot/nave, de una extraña y terrible manera. La nave tenía que pensar en ello.
En el interín, hizo un rastreo de sí misma buscando información, queriendo, necesitando saberlo todo.
Ripley dijo suavemente, —¿Call?— —¿Qué ocurre?-
La nave respondió inmediatamente. Ripley no tenía ningún código de acceso, pero Call anuló ese requerimiento. Procedió a decirle todo tan rápido como pudo.
—Violación en el sector siete, sector tres. Sector nueve inestable. Motores funcionando al ochenta y seis por ciento. Faltan noventa y seis minutos para llegar a la Tierra.— Había más, mucho más, y la nave habló más y más rápidamente. Intentando revelarlo todo.
Finalmente, Ripley tocó su brazo, y la calidez de ese contacto humano alteró a la nave, la cambió. —Tranquila Call. ¿Puedes regresar ahora?-
El robot parpadeó, separándose de la super computadora de la nave, y volvió a ser simplemente Call, un Autómata con algunos daños. Parpadeo y le dijo a Ripley. —Hemos gastado demasiada energía, no consigo llegar a la masa crítica. No puedo volar la nave.— Tenía sentimientos nuevamente, y eran los más desoladores que jamás había sentido.
Ripley aún la tocaba, mirándola con aquella fría mirada. —Entonces, estréllala,— dijo decisivamente.
El resto del grupo trabajaba afanosamente para desbloquear la puerta sellada —con Vriess ofreciendo cierto nivel de liderazgo, aunque su corazón no le fuera en ello —Larry Purvis intentaba no malgastar tiempo pensando en las extrañas circunstancias que lo habían llevado ahí. Si pensaba en ello, su rabia hacia todos los que estaban a su alrededor estallaría y no podría controlarla. Era una ironía terrible que su única salvación posible residiera en las propias manos de la gente que le había hecho esto, pero esa era la realidad. Y Purvis era realista.
Trabajó más afanosamente que nunca en su vida, y no se permitía pensar demasiado. Intentó espiar por un borde de la puerta, incrustando un tubo entre los bordes para poder hacer palanca. Gruñó, haciendo presión sobre ésta, esperando que su peso pudiera servir para desplazar la puerta, aunque fuese un poco.
Un agudo y penetrante dolor en su pecho le hizo jadear, y se aferró el pecho con las manos. Todos se detuvieron instantáneamente. A pesar del dolor, Purvis estaba totalmente consciente de que johner y Distephano habían sacado sus armas y le apuntaban.
¡No! ¡No, puedo terminar de esta ridícula y estúpida manera! ¡NO!
Apretó los dientes, y esperó. Entonces, tan instantáneamente como había empezado, el dolor remitió. Purvis inhaló profundamente un par de veces. Se había desvanecido. Eran los nervios, quizá. ¿Estrés? Sí, estrés.
Sonrió débilmente a los otros, que lo miraban muy atentamente. —Estoy bien. Estoy bien, de veras. Me siento bien.-
Asintió vigorosamente, como para convencerles con una falsa jovialidad. Las armas bajaron, y todos volvieron a la tarea de abrir las puertas.
Pero Purvis sabía que todos lo miraban de reojo.
Ripley observaba a Call entrar de nuevo en la nave, sus ojos no parpadeaban, las pupilas se habían dilatado nuevamente, primero una, después la otra.
—Nivel recalibrado... Nuevo rumbo siete, sesenta, cuatro, cero tres. Cuadrante deshabitado. Sistema de frenos anulado, incremento de aceleración. Tiempo de impacto cuarenta y tres minutos, ocho segundos.-
—Intenta abrirnos un camino hacia el Betty,— le recordó Ripley. —Y enciende los motores.-
Call parpadeó una vez, como para afirmar lo que decía la mujer, después se volvió a meter en el trance.
El Auriga verificó los corredores que llevaban hacia la nave pirata. Abrió cuatro puertas en sucesión para dar un rápido acceso a la nave. Se metió dentro del propio Betty, y la encendió. A bordo del Betty, las luces se encendieron, el motor cobró vida. Las pantallas e indicadores también se encendieron, y la nave pirata comenzó a hacer un auto diagnóstico previo para calentarse.
De vuelta en la capilla, la nave le dijo a Ripley usando la voz de Call. —Nave preparada, combustible suficiente...— La nave hizo una pausa. Algo. —Detección de movimiento en el Auriga, sub niveles seis al nueve. Las cámaras no funcionan. Intento de seguimiento no funcional, espere, imagen parcial en tanque de desperdicios, presencia no autorizada...-
Junto al cuerpo de Call, Ripley preguntó ¿No autorizada?
—Inhumana,— especificó la nave.
La voz de Ripley cambió. —¿Cuántos?-
—Por favor espere,— dijo Call/Auriga. —Anulación de emergencia en consola cuarenta-cinco-V nivel uno... Identificación con huella digital...-
Call parpadeó, y se volvió hacia Ripley, siendo Call nuevamente. Con su propia voz, dijo. —Es Wren, casi ha llegado al Betty.-
Ripley levantó una ceja. Imitando el tono condescendiente de Wren, le dijo a Call, —¿Y cómo se siente usted al respecto?-
El Doctor Mason Wren llegó a otra puerta cerrada. Las puertas alentaban su avance, pero con sus códigos de seguridad, no había mayor problema para detener su avance. Y en aquel momento, se encontraba a solo cinco puertas del Betty. Una vez que abordara la pequeña nave pirata, podría utilizar sus conocimientos del Auriga y sus códigos para obtener acceso a la computadora central y controlar la enorme estación desde el exterior. Era capaz de detener la nave militar, después la pondría en una órbita segura alrededor del planeta más cercano. Una vez estabilizada, contactaría a la milicia para que mandaran el equipo y las tropas necesarias para rearmar la estación y para inmobilizar a todos los Aliens hasta poder contenerlos nuevamente. Entonces volvería al trabajo, con más especimenes para trabajar de los que se había imaginado.
Pero lo primero era lo primero. Y su primera prioridad era llegar al Betty y salir de ahí.
Todavía lamentaba haber perdido al clon Ripley en el proceso, pero cuando menos, había podido estudiarla durante algún tiempo. Y ahora contaba con más especimenes de Aliens de lo que podía esperar, así que no sería necesario clonarla de nuevo. Tenían suficientes muestras de su sangre congeladas. Ahora sería sencillo clonar cientos de Ripleys, cada una con una Reina creciendo en su interior.
Wren se detuvo ante la puerta cerrada y tecleó su código de acceso. Las luces en el tablero parpadearon por un momento, y después la luz roja de —sellado— se volvió verde. Con un sonido apagado, las puertas se abrieron.
La voz de Padre anunció. —Anulación de emergencia confirmada.-
La enorme puerta comenzó a ascender. Wren miraba nerviosamente en derredor. Estaba muy cerca ya-
A unas pulgadas del suelo, la pesada puerta detuvo el proceso, permaneciendo inmóvil. Estaba demasiado bajo como para poder pasar por ahí. Wren refunfuñó, y tecleó sus códigos nuevamente. Pero esta vez, Padre no respondió.
Cuando estaba por teclear nuevamente sus códigos, todas las luces del corredor se apagaron súbitamente. Ahora estaba casi en penumbra, y solo había un débil brillo de las luces del teclado y de las luces de emergencia.
Wren pudo de hecho sentir cómo se le iba el color de las mejillas. Miró atrás nerviosamente, tragándo saliva con esfuerzo. Humedeciendo sus secos labios, dijo suavemente. —Padre, reinicia los sistemas en el cuarenta-cinco-V. La autorización se ha detenido.-
Solo había un mortal silencio. Wren lo rompió sudando profusamente, a pesar que sentía escalofríos. ¿Pudieron haber hecho esto los Aliens? ¿Ocasionar un desperfecto tan amplio, o un fallo de computadora tan completo que..?
— Padre, localiza la falla de energía. Reporta.— Más silencio.
—¡Padre!-
La voz que le respondió proveniente de los altavoces era joven y femenina. —Padre ha muerto, imbécil.-
La reconoció instantáneamente. Era la voz de esa pequeña terrorista, Call, la que había descubierto en la celda de Ripley. Se giró, intentando verla. Pero la voz provenía de todas partes, como había hecho siempre la voz de Padre.
La puerta que había tratado de abrir súbitamente se cerró de golpe, casi en sus propios pies. Los seguros volvieron a activarse. El sonido era final. Irrevocable.
Wren se quedó ahí, mirando la puerta estupefacto. Mirando la nave entera, que se había convertido en su asérrimo enemigo.
Detrás de él se abrió una puerta diferente. Podía ver la luz de emergencia parpadeando sobre ella, como una flecha que apuntase en su dirección. Diablos, aquella no era la puerta correcta, era la incorrecta. No había modo de llegar al Betty por esa puerta.
La voz de Call resonó a través de la nave. —Intruso en nivel uno. Intruso en nivel uno. Todos los Aliens, favor de dirigirse al nivel uno. El Doctor Wren está ahí.-
Wren jadeó por el terror, volviendo a girarse y echando a correr por donde había llegado.