SÉPTIMA PARTE
El monstruo alcanzó la pared más cercana y comenzó a ir tras la mujer, pero Ripley ya estaba muy arriba. Saliendo por la puerta, Ripley la cerró de golpe, deslizando el seguro de la puerta, rogando por que pudiera retener al enfurecido monstruo.
Incluso a través de la puerta cerrada, Ripley podía escuchar los enfurecidos gritos de la criatura, mientras se ponía de pie y echaba a correr.
—¿Es que nunca vamos a poder salir de aquí?— preguntó Johner, y Call pudo discernir los límites del pánico en su voz.
—Lo haremos, hijo,— dijo Vriess tranquilamente, pero Call pudo escuchar lo mismo en la voz de Vriess. —Solamente mantén la calma.-
El planeta Tierra llenaba la pantalla completamente. Todavía era un mundo predominantemente azul con cúmulos de nubes en su superficie. Pero casi dos terceras partes de él estaban oscurecidas por una enorme estructura metálica, orbitando a su alrededor y que eran parte de las extensas operaciones espaciales en que operaban, estrechamente, muchas corporaciones y gobiernos.
La enorme estación espacial era como una concha que orbitaba, silenciosamente, un poco más rápido que el propio planeta. Call sabía cuánta gente vivía ahí —y podía acceder a las actualizaciones constantes en cualquier momento que quisiera— pero no le gustaba pensar en esas cifras. La totalidad de la gente que, de hecho, vivía en la Tierra estaba en quiebra o estaba desempleada. El trabajo más importante se llevaba ahora a cabo en las colonias del espacio. No sería difícil encontrar una zona del planeta que estuviese completamente deshabitada para estrellar ahí el Auriga. Johner no había mentido; la Tierra era una pocilga.
Ella hablaba con el Betty a través del puerto de su brazo, trabajando en la medición del tiempo de su eyección del Auriga. Ya había dirigido a la enorme nave para evitar las áreas pobladas, y golpear la superficie del planeta en la parte más remota de la meseta Australiana.
No demoraría demasiado la colisión. Pero ellos saldrían en cualquier momento y dejarían atrás todo esto.
Call suspiró. Todavía no podía aceptar el haber dejado atrás a Ripley. Miró los monitores incluso cuando el Betty le transmitía la información por el puerto de su brazo.
Tanto ella como Vriess monitoreaban un sinfín de información sobre la condición actual del Betty. El estabilizador en el puerto de carga estaba funcionando, indicando que las reparaciones que ella y Vriess habían hecho antes de atracar funcionaban. Había un pequeño problema con la presión hidráulica de las compuertas, que podía ser ocasionado por alguna pequeña fuga. Aquello debió haber sucedido cuando le dispararon al embrión Alien de Purvis —ya fuese que una bala perforase algún conducto, o que la propia sangre del Alien causara un agujero en alguna parte. Con una nave de este tamaño, cualquier pérdida de presión podía afectar los sistemas de todo el vehículo. Bien, los ductos de aire habían sido sellados, así que eso no debería impedirles salir del Auriga-
—Call,— espetó Johner, con los nervios de punta, —¿ya está lista la nave para partir?— La Tierra se agrandaba más y más en las pantallas mientras la gravedad del planeta atraía al Auriga a un abrazo final.
—Está a punto,— dijo Call, todavía haciendo cálculos. Estaría lista muy pronto. Se encontró deseando que Hillard estuviera ahí. —Cerraré la compuerta del puerto de carga,— no se volvió hacia Vriess mientras le decía, —Jala las abrazaderas cuando se indique.— Ella era una con la nave, ella era el Betty. Se sentía extraño, pero se sentía bien.
Hubo una larga pausa de Vriess, demasiado larga, y Call se volvió a mirarle. Estaba rastreando su equipo, mirando nerviosamente por todas partes. —Bien...— murmuró. —Solo necesito...encontrar... eh,...el impulso vertical... y desbloquearlo...-
Distephano se inclinó hacia el ingeniero y le preguntó. —Chicos, estáis seguros que podéis pilotear esta cosa, ¿verdad?-
Ripley se apresuró por los corredores tan rápido como pudo, hallando su camino hacia el puerto del Betty casi por instinto. La voz de Call —la voz del Auriga— le repetía que evacuara urgentemente, que el impacto estaba a sólo unos minutos de distancia.
Frustrada, le gritó a los altavoces, —¡Demonios, voy tan rápido como puedo!-
Dobló en la última esquina, y vio las enormes puertas que conducían a la rampa de embarque al Betty y que comenzaban a cerrarse, mientras la voz de Call, le decía, —Las compuertas se están cerrando.-
—¡NOOOOOOOO!— Gritó, sacando fuerzas para incrementar su velocidad.
Las puertas se deslizaban delante de ella. Lanzándose a toda velocidad entre el espacio que se reducía cada vez más; pero llegó a tiempo al borde de la plataforma, justo a tiempo perdiendo casi un tacón de sus zapatos. Se dejó caer pesadamente, aspirando aire en grandes bocanadas.
Entonces Ripley escuchó el siseo magnético que indicaba que el primer electromagneto se estaba desacoplando del fuselaje de la pequeña nave.
—¡NO!— Gritó, como si alguien en la nave pudiera oírla.
Poniéndose en pie, Ripley corrió el tramo de la rampa hacia el Betty. Otro magneto se desprendió con un sonido estentóreo. Acelerando por la plataforma, Ripley avanzó más velozmente, y más todavía. Estaba a cinco metros...
Cuatro...
Tres...
Un repentino cauce de actividad atrajo de pronto la atención de Call a los monitores del Betty. Se inclinó hacia él para mirar-
—¡Mierda!— gritó, desconectándose y acercándose al asiento contiguo para ver por sobre el hombro de Vriess. —¡Es Ripley! ¡Ahí viene! ¡Casi ha llegado!— Se inclinó sobre él, estirando la mano a los controles de las puertas del Betty.
—¡Maldicion Call!— espetó Vriess confundido. —¡Ya casi nos desacoplamos! No hay tiempo. ¡No podemos esperar!-
—¡No la vamos a dejar ahí!— Le gritó ella en respuesta, mientras estampaba la mano contra los mecanismos de control que abrían el puerto de carga.
Gritando por la furia de su abandono, el Recién Nacido pudo finalmente llegar a la pequeña puerta del tanque de desperdicios. La criatura presionó para abrirla y salir a la cubierta superior del Auriga. Al empujar y golpear la puerta se hizo unos pequeños cortes que, al golpear la superficie metálica, comenzaron a bullir y humear. La sangre ácida derritió rápidamente la superficie, haciendo un agujero lo suficientemente grande para que la criatura pudiera atravesar por ahí.
El Recién Nacido miró en derredor, mientras sus heridas se cerraban y comenzaban a cicatrizar. Vió a Ripley desaparecer por el corredor, corriendo a toda velocidad. Pero el Recién Nacido aún podría encontrarla, aún podía seguir el rastro de la mujer mediante su conexión telepática. Sintiendo una extraña humedad que resbalaba por sus mejillas, pero sin darle mucha importancia, el Recién Nacido hizo una mueca, mostrando sus dientes mitad humanos, mitad Alien, y se encaminó a seguir a su progenitora a través de los oscuros corredores de la enorme nave.
El último magneto todavía estaba acoplado cuando Ripley tomó mayor impulso hacia la nave. La plataforma de carga y las rampas, en todo caso, ya habían sido retiradas, y la nave se hallaba suspendida en el abismo del túnel de aterrizaje, esperando que su obstáculo final se soltara para poder hacer el descenso y salir.
Cuando Ripley se encontraba más preocupada pensando en la forma de entrar a la nave, las puertas del puerto de carga súbitamente se abrieron, invitadoras. Ripley llegó al borde de la plataforma y saltó, arrojándose de la plataforma como un clavadista que va por el oro. Voló por el aire tres metros, cinco, siete —entonces aterrizó estrepitosamente en el duro suelo del puerto de carga del Betty.
El aterrizaje le sacó el aire y jadeó, mientras esperaba que las puertas se cerraran a sus espaldas.
Ripley contó mentalmente, pero no ocurrió nada. Tuvo un súbito destello de déjà vu de esperar en algún lugar, en alguna ocasión, a que otro par de puertas se cerraran y la mantuvieran a salvo, pero el recuero era demasiado insustancial como para aflorar.
Al mirar atrás, hacia las enormes puertas cerradas del corredor del Auriga, por las que había pasado justo antes de que se cerraran, las enormes puertas súbitamente se estremecieron, como si una fuerza enorme estuviese golpeándolas.
Un golpe más.
Y otro.
Cerró los ojos, sin querer sentir el contacto, pero sabiendo que estaba ahí de cualquier modo. Porque ellos nunca la dejarían marchar, nunca la liberarían de sus reclamos. No en esta vida. Y quizá nunca más.
Mirando en derredor del puerto de carga, reconoció algunas piezas de equipo que eran críticas para el funcionamiento de la nave. La sorprendió darse cuenta de cuán familiar le resultaba todo aquello, todas las cosas asociadas con la operación de una nave espacial. Había pasado tanto tiempo. Había sido en otra vida. En otro cuerpo. Dejó sus ensoñaciones para lidiar con el problema que tenía en ese momento. Ese lugar no estaba diseñado para estar expuesto al vacío. No podrían sobrevivir al descenso si las puertas no se cerraban. ¿Lo sabría la tripulación? ¿Podrían monitorear esta área? Miró en derredor, pero no pudo asegurar que hubiera cámaras de video en el puerto.
Forzándose a moverse, a reaccionar, se puso en pie. La nave temblaba en el embarcadero y Ripley casi perdió el equilibrio al dirigirse a los controles de las puertas del Betty. Usando las manijas y también toda su fuerza sobre humana, intentó forzarlas a cerrarse.
Súbitamente, con un chirrido, las puertas comenzaron a cerrarse lentamente. Había tan poco tiempo ... Confiando que éstas se cerrarían, se volvió hacia el acceso de viejas escaleras metálicas que llevaba a la cabina.
El chirrido de las escaleras ocultó el hecho de que los furiosos golpes del Recién Nacido se habían detenido de pronto.
—¡Ya está dentro!— dijo Vriess a Call cuando Ripley aterrizaba en el puerto de carga. —Está dentro, ahora larguémonos de aquí.— Manoteaba los controles que prepararían al Betty para iniciar el descenso a través del gran túnel del Auriga. Tan pronto como la nave alcanzó la mitad del trayecto, Vriess pudo abrir la compuerta exterior del Auriga.
El enorme complejo espacial ya se encontraba en la ionósfera. Estaban a punto de atravesarla. Demasiado cerca, pensó Vriess, realmente sintiendo la presión. Tan pronto como las puertas del puerto de carga terminaran de cerrarse, comenzarían a descender.
Vriess y Call observaban el monitor, viendo a Ripley ponerse en pie y apartarse los cabellos de la frente con una mano. La mujer forzó la anulación de los seguros en las puertas para que éstas se movieran, entonces se alejó de ahí mientras las puertas comenzaban a descender.
Aquello era todo lo que Vriess necesitaba ver. Cambió monitores de las cámaras de video, de vuelta hacia las imágenes importantes de lecturas que necesitaba para lograr su salida del descendente Auriga.
Vriess vio en la pantalla el plan de vuelo que había diseñado Call, y recorrió la pantalla con la vista. Se ve bien, pensó, y dirigió la nave para continuar su descenso.
Fue entonces que las pantallas se tornaron rojas, mostrando un mensaje que parpadeaba insistentemente, un mensaje que Vriess no quería ver en realidad. Rápidamente, intentó anularlo, pero el mensaje no cambiaba.
—Call,— Dijo Vriess suavemente, pero la preocupación en su voz era clara. —No puedo hacer que esas malditas puertas se cierren.-
—¿Qué dices?— Espetó Johner en el asiento trasero. —¡No podemos golpear la atmósfera con las puertas abiertas!-
—Ripley casi las cerró al utilizar la anulación manual,— les dijo Vriess, todavía leyendo las malas noticias de la pantalla, —pero se han detenido nuevamente a mitad del trayecto para cerrarse. Y no puedo controlarlas desde aquí.-
—Déjame intentarlo,— dijo rápidamente Call, conectándose nuevamente con la nave. Murmurando, le rogó, —háblame, Betty.-
En el puerto de aterrizaje, el vapor ocasionado por el vacío se condensaba a través del túnel. Algo de ese vapor siguió a Ripley hacia el puerto de carga, esparciéndose por el equipo y carga como se esparce la niebla en los cementerios. Al prepararse la bahía de aterrizaje para autorizar la salida del Betty, las corrientes de aire cambiaron súbitamente, y el vapor se dispersó en una dirección distinta. Las cadenas que colgaban en el interior del puerto de carga, oscilaron repentinamente.
Y todo lo que quedaba en el puerto de carga era una figura solitaria.
Mientras el Recién Nacido libraba el angosto espacio que había entre él y la nave, vio que los magnetos se desacoplaban. Y vio a Ripley de pie dentro de la nave. Determinado a desahogar su venganza en el ser que le había traicionado, que había traicionado a la Reina, que había traicionado a la colmena entera, el Recién Nacido profirió un rugido de venganza. Esperando que el vapor condensado lo ocultara nuevamente, camuflándolo en una grisácea nube, el Recién Nacido se dirigió en cuatro patas hacia la nave.
La cara mortífera del Recién Nacido gruñó mientras la criatura se aproximaba velozmente hacia su nuevo hogar. Él no sabía qué lugar era ese, solo sabía que su madre —quien intentaba intensamente abandonar a su hijo huérfano— lo había dirigido hasta ahí.
Las otras cuatro personas a bordo del Betty se volvieron cuando el último pasajero llegó a la cabina.
—¡Ripley!— Llamó Call, volviéndose en su asiento. Por alguna razón, ella necesitaba verla para asegurarse que efectivamente estaba ahí.
—Hola— jadeó la mujer casi sin aliento.
Al pasar a Distephano, él le sonrió. —Cielos, pensé que habías muerto.-
Ella asintió distraídamente. —Sí, me lo dicen a menudo.-
—Me alegro que lo lograras,— añadió Distephano. —Diría que es bueno verte pero, ¡Dios!, ¡Mujer! ¡Te ves y hueles terrible!
Ripley se inclinó sobre el hombro de Vriess, registrando los monitores. —¿Por qué estamos todavía aquí?— En las lecturas, era obvio el poco tiempo que faltaba para el impacto.
Desde su asiento, Call miró a Vriess. Estaba sudando profusamente, distraído, claramente apabullado ante la tarea que tenía enfrente. Parloteó, —Estoy... eh... intentando encontrar... el... eh... la anulación manual ... ¿es esa?— apuntó dubitativamente hacia un interruptor.
Johner se inclinó como para ayudar cuando Ripley apartó al hombre de su asiento, y palmeó la mano de Vriess. —¡Oh, por el amor de Dios!— Murmuró disgustada, mientras se arrellanaba en la silla del copiloto, que estaba junto a la de Vriess.
La Silla de Elgyn, recordó Call con sorpresa.
Johner parecía furioso. —¿Qué sabes tú sobre volar estas...?-
Ripley cortó sus palabras con impaciencia. —¿Bromeas? ¡Esta mierda es aún más vieja que yo! Sus manos volaban sobre los controles, apretando botones, sin equivocarse, jalando palancas. Ni siquiera los veía todos. —Solamente abre las jodidas compuertas exteriores del Auriga.— Le dijo a Vriess.
Vriess parecía feliz de relegar el control de la nave a Ripley, excepto que el monitor en su pantalla no cambiaba. —Aún tenemos una contingencia, ¡mira! ¡Las puertas!-
—Yo las cerré,— le dijo Ripley tranquilamente.
Johner se inclinó sobre su asiento, señalando hacia la pantalla de Vriess. —¡Es la maldita escotilla!-
Sus ojos se dirigieron hacia una pantalla que indicaba el mismo mensaje.
Las manos de Vriess se movían ahora eficientemente sobre el tablero de control. Este era un problema que él comprendía. —¡Este pedazo de chatarra! Hemos perdido presión en el sistema hidráulico. ¿Cómo pudo ocurrir eso?-
Johner ahora se inclinaba sobre el hombro de Vriess, leyendo el monitor. Se enderezó y se dirigió a la bahía de carga. —Quizá pueda forzarla.-
—Yo ya lo intenté,— le dijo Ripley. La expresión del rostro del hombre le decía que no podría hacer nada más.
Call se puso rápidamente de pie, desconectándose del puerto de comunicación. En ese momento, ya no era necesario que estuviese ahí. —Yo iré— anunció. Comenzó a avanzar, pero se detuvo de pronto, al darse cuenta que Ripley la miraba.
La intensidad de la mirada de la mujer parecía decir, Deste luego que sé quién me permitió entrar. La gratitud de Ripley estaba clara en su expresión. El robot asintió.
Ripley apenas esbozó una leve sonrisa, volviendo su atención al monitor que Vriess tenía enfrente.
Las lecturas de la pantalla decían que el Betty estaba bajando lentamente por el túnel. Call no tendría mucho tiempo para cerrar las puertas antes de que la exclusa exterior se abriera. Pero ella era la única que podría sobrevivir allá atrás una vez que lo hiciera. Rápidamente avanzó en el corredor que dividía los asientos, dirigiéndose a la puerta de salida de la cabina.
Al cerrarse tras ella las puertas de la cabina, Call echó un segundo vistazo al área. La escotilla del puerto de carga había permanecido abierta durante menos de un minuto, pero aquellas cosas se movían a una increíble velocidad. ¿Podría alguno de ellos haberse escabullido hasta ahí mientras todos estaban en la cabina?
El solo pensar en eso la hacía sentir escalofríos, hacía que los pequeños cabellos en la base de la nuca se erizaran. Las poleas y cadenas que pendían del techo oscilaban y tintineaban por el movimiento de la nave, incrementando su nerviosismo.
Cuidadosamente, se aproximó a los controles de anulación de emergencia. Aferrando la palanca, usó toda su fuerza para tirar de ella, esperando que eso forzara los engranajes a pesar de la falla hidráulica. El control de la puerta parpadeaba en rojo, y entonces cambió a verde, y con una lentitud desesperante, las puertas comenzaron a bajar, solamente para atascarse nuevamente a un metro del suelo.
—¿Call?— La voz de Vriess proveniente del inter comunicador la sorprendió tanto que pegó un brinco. —¿Call?-
Comenzó a responder, pero antes de emitir palabra alguna, una sombra fluctuó a su espalda. Ella se quedó paralizada al instante, con todos los sentidos en hiper alerta. La sombra se movió, fluctuó nuevamente. Sintiendo una presencia, Call se volvió lentamente, lista para encarar lo que fuera que había ahí.
—¿Call?— Llamaba Vriess por el inter comunicador. —¿Call?-
Ripley manejaba la nave al pasar por el primer grupo de puertos de descarga y descendiendo hacia la gigantesca exclusa del Auriga. Pero, incluso mientras controlaba al Betty, su atención era inexorablemente atraída hacia el monitor que indicaba que la escotilla del puerto de carga, estaba aún abierta.
Ahí no hay nada, pensó Call irritada, preguntándose si el daño causado por el disparo de Wren en su cuerpo estaba afectando sus reacciones sensoriales. Echó un vistazo al vacío puerto de carga y decidió que los constantes sonidos de las poleas y cadenas, eran los que daban la impresión de actividad dentro del área.
Necesito una palanca, se dijo a sí misma, forzándose a enfocarse en cerrar la puerta. Mirando en derredor del oscuro puerto, vio, por primera vez, las complicadas sombras que proyectaban el equipo y la maquinaria que había ahí. Súbitamente, todos parecían un escondite ideal.
¡Encuentra una palanca! Se ordenó a sí misma, intentando alegar sus terrores imaginarios, pues el terror verdadero no era menos atemorizante. Divisando una barra de hierro, se apresuró a alcanzarla, la recogió, calculando su peso y fuerza. Esto servirá.
Hubo un súbito crujido de equipo cuando la nave osciló ligeramente, y el sonido la hizo volver su atención alrededor del puerto. Las cadenas oscilaban más agitadamente, golpeándose unas con otras en la oscuridad.
¡Ocúpate de la puerta! Se recordó, volviéndose de nuevo hacia las puertas. Deslizando la barra de hierro entre la abrazadera manual, se inclinó sobre el otro extremo de la barra para forzar la puerta a desplazarse hasta el suelo.
Una súbita sensación de compañía, fue, de pronto, demasiado fuerte como para negarla. Hubo un sonido como de aliento siseante, y la sensación de la calidez de ese aliento que se dispersaba en el aire al exhalar, la sensación de algo que estaba muy cerca, algo peligroso-
Tensándose, se volvió, con cada uno de sus circuitos estirados al máximo, que era el mecanismo que usaba para acelerar su ritmo cardíaco.
Esta vez, estaba ahí, realmente ahí, justo detrás de ella, y era enorme. Y horrible. Desde las sombras más oscuras, se elevó la visión de la peor pesadilla que Call hubiera tenido jamás —y no era ajena a las pesadillas-
Lo que sea que fuera esta cosa, no se parecía a la variedad común de Alien. Este parecía una horrible mezcla entre la bestia típica y el Ángel de la Muerte. Su cara, con apariencia de cráneo humano, la miró, sus dientes —tan humanos— parecían sonreír. Era más alto que los otros Aliens, y el ligero matiz de humanidad que poseía lo hacía todavía más grotresco.
Ella nuca había visto algo como eso, ni en los libros de historia, ni en el Auriga. Estaba emparentado con los Aliens originales, sí, eso era reconocible, incluso en medio de su terror. Pero la diferencia —¿Sería este el último regalo de Wren...?
Los rasgos humanos de la criatura son inequívocos.
¡Oh, DIOS! ... ¡Los genes de Ripley....!
Tenía que salir de ahí. Tenía que alejarse de eso.
Y entonces la criatura avanzó hacia ella, buscando, buscando, con unos brazos imposiblemente largos.
Call sintió como si hubiera echado raíces en el suelo. No podía moverse. No podía pensar. Todo su cerebro era una total sobrecarga de terror, mientras veía cómo se acercaba la criatura.
Pero su mano se adelantó a Call, aferrándo, en cambio, una de las traviesas de la puerta atascada.
Entonces, para sorpresa de Call, la criatura cooperativamente tiró de ella hacia el suelo, cerrando la puerta aplicando la misma fuerza que usaría una persona para bajar el visillo de una ventana.
—Se ha encargado de la puerta,— dijo Johner a Ripley, cuando el mensaje de advertencia cambió a verde y se borró de la pantalla. Se deslizó a la silla que Call había dejado vacía y cambió el monitor de ahí a una vista exterior del Betty. —Y ya no tenemos tiempo, abre las puertas de la exclusa antes de que besemos el suelo con nuestros traseros.-
Ripley solamente le veía por el rabillo del ojo, mientras manipulaba los controles, adivinando —creía— que para Call había sido más fácil cerrar las puertas mediante los puertos de su brazo.
—Dirígete a toda potencia hacia la exclusa!— le pidió Vriess a Ripley —Todavía podemos lograrlo.— Miró a Ripley. —Pero la explosión nos tocará muy de cerca, y la nave se sacudirá mucho.-
Ella asintió, sorprendiéndose por evitar volverse a mirarlo, apartando su atención del monitor. Pero Call ya había cerrado las puertas. Ella estaba bien. Había cosas más importantes que hacer ahora. Manipuló los controles y, al mismo tiempo, se las arregló para ajustarse los cinturones de seguridad. Podía oír a Distephano y a Johner hacer lo mismo. Algo tan familiar, pensó cansadamente, jalando los pesados arneses que rodearían su cintura y hombros. Todo era tan extrañamente familiar.
La voz mecánica del Auriga, que sonaba igual a la de Call, de pronto anunció a través de los inter comunicadores del Betty, —Advertencia. Interrupción de procedimiento. La nave no está nivelada para un descenso vertical. Sistema de frenos desacoplado. Colisión inminente.-
—No me digas,— bufó Johner disgustado a espaldas de Ripley. Distephano estaba callado.
Ripley se recargó en su respaldo y se relajó, como si aquel fuera un crucero de placer.
—Ya casi...— dijo Vriess en voz baja.
Todo cuajó. Todo al unísono. La proporción de descenso del Auriga. La velocidad de eyección del Betty. Todo funcionaba.
—¡Ahora!— Dijo Ripley, y accionó el interruptor de poder máximo. El Betty se proyectó fuertemente y todos se sujetaron fuertemente a sus asientos.
Vriess no estaba muy preocupado por Call en ese momento; tenía cosas mucho más importantes en mente. Algunos de los sistemas del Betty no funcionaban a la perfección; puesto que no había podido hacer las reparaciones que había contemplado. A fin de salir del Auriga, la nave tendría que responder rápidamente, usar poder verdadero. Él tenía sus dudas sobre si eso fuese factible. Especialmente sin Hillard para pilotear... Echó una mirada a Ripley, intentando discernir cómo había llegado ella a ocupar ese lugar, cómo es que sabía tanto sobre los controles del Betty, sobre sus debilidades, sus habilidades...
Ripley de prontó gritó —¡AHORA!— y accionó los controles.
Y Vriess observó el monitor, que mostraba.
—El exterior del inmenso Auriga, sus múltiples luces parpadeando contra la oscuridad del cielo nocturno Australiano, mientras la estación se proyectaba velozmente a tierra. Repentinamente, el Betty, que parecía un juguete en comparación con la inmensa figura del vehículo militar, salió disparada por la exclusa, casi estrellándose contra el fondo de la gran nave al ser eyectada. Vriess pensó que parecía más una pequeña pieza de basura, arrojada de una nave en aceleración.
—¡Ten cuidado!— Advirtió Johner.
—¡Lo tengo!— Le aseguró Ripley, maniobrando la pequeña nave para evadir que el colosal monstruo se impactara contra ellos.
El Betty zigzagueaba, acelerando para evitar los bordes del casco de la nave, hasta que finalmente quedó fuera de su alcance. Se proyectó en arco ascendente y se alejó, mientras el Auriga continuaba su avance mortal. Vriess verificó de nuevo, solo porque sabía que a Call le preocupaba. Pero esta parte del terreno era toda espacio abierto, sin ciudades, sin gente, solamente tierra estéril, desoladas millas desérticas. El cráter que el Auriga produjera sería seguramente la parte más interesante del paisaje en los años por venir.
Vriess y Ripley luchaban juntos para controlar la vertiginosa aceleración del Betty, extenuando las achacosas partes de la nave tanto como podían para salvarse.
Call no se había sentido así de asustada cuando escapó a la reprogramación. No podía pensar, no podía procesar, apenas si podía reaccionar.
El monstruo estaba entre ella y la puerta. Pero eso importaba poco, lo único que importaba realmente era escapar. A cualquier parte. De cualquier forma. Escapar.
El Recién Nacido avanzó un paso hacia ella pero al hacerlo, la nave se sacudió violentamente, y ambos perdieron el equilibrio, cayendo al suelo. Aquella fue la explosión de realidad que Call necesitaba. Inmediatamente, se sintió motivada.
Esquivando el brazo estirado de la criatura, Call avanzó a gatas tan rápido como pudo. La cosa estaba justo detrás de ella, casi pisándole los talones, como si jugase con ella antes de matarla.
La criatura siseó y Call sintió que sus garras casi tocaban su pierna. Volviéndose bruscamente a la derecha, logró apenas escurrirse en el espacio que había bajo el estabilizador. Cuando el enorme Alien se percató que su presa estaba a punto de evadirlo, gruñó en protesta y se adelantó, pero Call ya había desaparecido bajo la parte inferior de la gran máquina.
Haciéndose lo más pequeña posible, rodó sobre sí misma hasta llegar al muro opuesto. Girándose en el sitio, miró los tres costados abiertos, buscando a su perseguidor, casi esperando que la criatura reptase hasta llegar a ella.
¡Pero se había ido!
El guerrero Alien había seguido al Recién Nacido fuera del nido, solamente para estar cerca del joven. Su Reina estaba muerta, y el guerrero estaba a la deriva. Él había creído que el Recién Nacido usaría a la Ripley para centrarles a todos, para darles un propósito, pero el Recién Nacido había sido incapaz de retener a la Ripley. ¿Por qué? El guerrero no comprendía. Ahora el Recién Nacido se había marchado, jurando matar a la Ripley, devorarla.
El guerrero había seguido al joven en su persecución pues necesitaba un propósito. Pero el propósito del Recién Nacido no era el mismo que el suyo y el guerrero se hallaba indeciso. El último de los jóvenes había emergido de su huésped y estaba creciendo. El nido había sido completado. Podría haber una nueva Reina entre alguno de los nuevos jóvenes que habían emergido, pero el guerrero no estaba seguro.
Sin una Reina que lo guiara, él no tenía objetivos, no tenía ambiciones, ni propósitos. Quizá sería mejor hibernar ahora.
La nave en la que viajaban estaba libre de presas, sin nada más a bordo que guerreros, huéspedes muertos, y el joven. Los corredores estaban extrañamente vacíos. Este no era ya un nido viable. No, sin huéspedes nuevos. Pero sin una Reina que los dirigiera, el guerrero temía que no pudiesen encontrar nuevos huéspedes.
Una voz habló desde el interior de la nave, y el guerrero levantó la cabeza, escuchando la voz.
— Colisión en seis segundos. Cinco... cuatro...-
El Recién Nacido ya no se hallaba a bordo. Sí, pensó el guerrero, enroscándose en posición fetal, haciéndose una masa compacta, este sería un buen momento para hibernar.
La voz de la nave dijo suavemente. —Allá vamos--
A bordo del Betty, Distephano pudo ver un área suficiente de la pantalla de Vriess para saber lo que estaba por ocurrir. Echó un vistazo a Ripley, quien parecía estar completamente a tono con la nave, de la que supuestamente no tenía conocimientos. Su boca era una línea compacta, y sus ojos se movían de un lado al otro, sin saltarse nada. Cielos, eres una mujer extraña. Pensó él comprensivamente. Sin embargo, admiraba su habilidad para manejar la nave y todo aquello por lo que había pasado. Tan acostumbrado como estaba al vuelo espacial, este sería un viaje verdaderamente difícil, y aún no había terminado.
La voz de Call anunció suavemente desde el Auriga, —Allá vamos— y todos observaron a la gigantesca nave impactarse como un meteorito, golpeando la superficie, y explotando en una gigantesca bola de fuego que iluminó el cielo nocturno en un área de muchas millas cuadradas.
El Betty estaba a salvo, observando desde una discreta distancia. No es que la nave estuviera realmente fuera de peligro, en absoluto.
—¡Wow!— Dijo Johner de parte de todos, cuando la gigantesca explosión llenó el cielo. Distephano sabía que el impacto sería registrado en los instrumentos sismográficos de todo el planeta. A ver si pueden imaginar qué lo causó. La creciente lluvia de fuego se incrementó, consumiendo todo lo que era el Auriga, toda su estructura. Que mala suerte que estuvieran tan cansados y preocupados como para festejar.
Se volvió hacia Ripley. Su expresión mostraba muchas cosas —alivio, satisfacción, tristeza, un agotamiento total combinado con la intensa concentración.
Así que Distephano la felicitó en silencio. Los mataste, mujer. Una vez más, los mataste.
Él se sentía muy bien. Tan pronto como estabilizaran la nave, estarían listos para aterrizar en la Tierra. El Auriga estaba destruido. Ellos estaban a salvo.
Entonces, se percató de algo.
—Sólo me quedaban tres semanas para salir,— dijo Distephano melancólicamente. —Me pregunto si creerán mi historia, o si me encerrarán por decir la verdad.-
—Vamos, hombre— le animó Johner. —Eres bienvenido a quedarte con nosotros. No estamos muy organizados, pero eres un tipo con imaginación. Te adaptarás perfectamente.-
Él y Johner rieron ligeramente, todavía demasiado cansados para expresar humor.
—¿Dónde está Call?— Preguntó Ripley ansiosamente. —Ya debería haber vuelto.-
—Tienes razón,— concordó Vriess. —Podríamos necesitarla. Tengo unas lecturas demasiado cuestionables en seis diferentes áreas. Si se conecta nuevamente, podría asistir a esta vieja chica lo suficiente para permitirnos aterrizar.— Activó el inter comunicador, y llamó impaciente, —¿Call, dónde demonios estás?— Al mismo tiempo, cambió la imagen que en la pantalla mostraba al humeante Auriga, por la del puerto de carga.
Con Ripley en medio, Distephano tuvo que inclinarse sobre su hombro lo suficiente para ver la pantalla, pero no pudo ver a Call en el monitor. Justo entonces, la nave se sacudió violentamente y Ripley volvía a luchar por controlarla.
Un panel de la nave comenzó a sacar chispas, luego una manguera contra incendios se rompió y el vapor siseó cerca de Johner.
—¡MIERDA!-·Gritó el hombre, desabrochando sus cinturones rápidamente, y luchando por contener la manguera zigzagueante.
—¡Esta cosa se hará pedazos!— Balbuceó Ripley por entre los dientes apretados.
Vriess estaba haciendo un rápido rastrea, y evidentemente no le gustó lo que encontró. —¡Tenemos presión inestable!-
Johner se volvió a mirar a Distephano. —Anda a por Call, ¿quieres? La necesitamos aquí, ahora mismo.-
Cuando el soldado se quitó los cinturones de seguridad y automáticamente tomó su rifle, escuchó a Johner murmurar con disgusto, —¿Qué le ocurre a esa chica?-
Buena pregunta, pensó Distephano, dirigiéndose a ayudarla.
Desde debajo del estabilizador, Call pudo oír el fuerte sonido que indicaba que habían salido del túnel del Auriga. En la cabina, Vriess y Ripley estarían totalmente preocupados por llevar a la nave tan lejos como fuese posible de la explosión del enorme laboratorio militar. Todavía podían correr un grave riesgo si no se alejaban de la trayectoria explosiva de la monumental nave.
Ella se preguntaba si Vriess —si cualquiera de ellos— había visto al Alien invasor en la cámara, si sabían a lo que ella se estaba enfrentando acá atrás.
Call yacía totalmente quieta bajo el estabilizador, preguntándose hacia dónde habría ido el Alien. ¿Estaría oculto en alguna parte, esperando que alguien llegara a rescatarla?
Un súbito rasgueo en la parte alta de la máquina la asustó, pero no profirió sonido alguno. ¡Esta sobre la máquina! Se percató. Entonces, el ruido cesó y todo quedó en silencio. Call se quedó inmóvil, esperando. Preocupada.
En un súbito movimiento, la criatura se estampó contra el suelo, intentando escurrirse en el pequeño espacio que había bajo el estabilizador. Su brazo y parte de su terrible cabeza intentaban entrar, mientras se empujaba hacia dentro en un desesperado intento de alcanzarla.
Aterrada, Call se apretujó contra la pared, deseando poder desaparecer entre el muro, pero no había otro sitio a dónde ir. La mano de afiladas garras, rasgó el grueso, duro y resistente suelo del puerto de carga, desgarrando tiras de metal entre sus dedos. El Alien rugía con rabia, estirándose, esforzándose, arrancando las partes del suelo para poder ampliar el espacio y entrar. Call se apretaba a la pared lo más posible, sin siquiera respirar.
Retorciéndose, agitando su cola, escarbando como un cangrejo, la criatura luchaba por alcanzarla, apretujándose para que la grotesca cara entrara en el restringido espacio; hasta que las largas garras llegaron muy cerca del rostro de Call. El Alien estaba enloquecido de rabia, pero su cabeza era demasiado grande, demasiado inflexible como para entrar en el pequeño espacio bajo la maquinaria. Sin embargo, luchaba contra las barreras físicas del espacio, convencido que, si lo intentaba con mayor ahínco, podría finalmente lograr su objetivo.
En la siguiente embestida, las garras rasguñaron ligeramente la nariz de Call.