7

Christie estaba a punto de decirle a Johner que ya tenía suficiente tanto de su terrible cerveza casera, como de su compañía, y que se iría a la cama, cuando las puertas de su estancia se abrieron repentinamente. Él y Johner se pusieron de pie instantáneamente, cuando cuatro soldados entraron en la habitación. Antes que alguno de ellos pudiera hacer nada, estaban contemplando los cañones de las enormes armas de los soldados, listas para disparar. Los dos hombres del Betty intercambiaron una rápida mirada. Instintivamente, Johner tapó y cerró su termo fuertemente.

—¿Cuál es el problema?— preguntó Christie, sin hacer ningún movimiento abrupto. Puso las manos a los costados, apartadas de su cuerpo. No quería que nadie aquí cometiera algún error.

—Señor— dijo uno de los soldados, incoherentemente gentil, —nos acompañaréis ahora mismo.-

Supongo que lo haremos, pensó Christie asintiendo rápidamente a Johner.

—Señor— repitió el soldado. —¡Ahora!-

Christie miró al hombre. Tenía el nombre de Distephano grabado en el casco. —Seguro, hombre. Ya vamos. No oponemos ninguna resistencia, ¿verdad Johner?— Cuidadosamente, ostentosamente, Christie puso sus manos detrás de la espalda, y las entrelazó.

—Estás en lo cierto,— musitó Johner en voz baja.

Fueron escoltados al comedor. Todas las luces estaban encendidas. En minutos, Elgyn y Hillard eran empujados dentro de la habitación por otros soldados. Elgyn todavía se estaba ajustando las ropas, mostrando que se había vestido a la carrera. Miró a Christie a los ojos. Hillard hizo lo mismo. Nadie hablaba.

Repentinamente, desde la entrada al lugar, apareció Call, arrastrada a la habitación. Se tambaleaba, obviamente aturdida, frotándose el cuello. Aquel doctor, Wren, estaba con los soldados que traían a Call, e importunaba a la menuda mujer. Parecía furioso.

Le han disparado, advirtió Christie, poniéndose tenso. ¿Qué demonios habrá hecho ahora la mujercita? ¿Y dónde coño está Vriess?

Elgyn terminó de ajustarse la ropa. Miró de frente a Wren. —¿Qué coño está pasando aquí?-

—Parece una trampa, jefe,— dijo Christie claramente. Quería que Elgyn escuchara la claridad de su voz. Él y Johner habían estado bebiendo por horas, pero estaban acostumbrados a funcionar perfectamente bajo un nivel de alcohol, que mataría a la mayoría de los hombres. Sabía que Elgyn se preocuparía sobre su habilidad para actuar en esta situación. Christie intentó no distraerse por la ausencia de Vriess. ¿Lo estarían reteniendo para asegurarse?

Wren registró la habitación y le preguntó a Elgyn directamente, —¿Dónde está el otro? ¿el de la silla?-

Bueno, si él no sabía, seguramente Vriess todavía andaría suelto por ahí, decidió Christie aliviado.

Junto a él, Johner le gruñó a Distephano. —¡Quítame las jodidas manos de encima!— Su voz sonaba torpemente acusatoria. Christie se preguntaba si Johner estaría demasiado borracho para actuar.

—Doctor,— dijo Elgyn de modo razonable, —dígame, ¿qué está pasando aquí?-

Lo que dijo Wren no tenía sentido. —Usted va a decirme ahora mismo para quién trabaja, o lo estará gritando al amanecer.-

¿Eh? Pensó Christie. Cuando llegamos aquí, estabamos trabajando para usted, imbécil de mierda. Por lo demás, trabajamos para nosotros mismos —para nadie más. El hombre intercambió una significativa mirada con Elgyn.

Repentinamente, Call dio un paso al frente, su expresión era sombría. —Wren, ellos no tienen nada que ver en esto.-

Hillard miró a Call. —¿Nada que ver con qué?-

Elgyn levantó los brazos para calmarlos. —Todos, tranquilizaos. Podemos resolver esto. No hay necesidad de sobresaltarse.-

Christie se puso tenso al escuchar la palabras clave de Elgyn. Todavía con las manos entrelazadas a su espalda, flexionó los antebrazos. Silenciosamente, dos pistolas se deslizaron hacia sus manos. Cuidadosamente, aferró con sus enormes palmas las culatas de sus familiares revólveres.

Wren estaba vociferando. —¿Sabéis cuál es el castigo por actividad terrorista?-

Johner farfulló a Christie, —¿Terrorista?-

Mierda, pensó Christie preocupado, quizá Johner esta muy borracho. Está demasiado idiotizado... demasiado lento para reaccionar... estamos en problemas.

Finalmente, Elgyn comenzó a mostrar su temperamento. —No hay ningún jodido terrorista en mi tripulación.— Volvió su enojo hacia quien parecía ser la única persona que sabía lo que estaba ocurriendo. —¿Call, de qué se trata este asunto?-

Antes de que pudiera responder, Wren lo interrumpió. —Me importa una mierda si estáis involucrados en esto, o no. Habéis traído a un terrorista a un vehículo militar y, en cuanto a mí concierne, todos moriréis junto con ella. ¿Entendido?-

Elgyn se enderezó, mirando a Wren directamente a los ojos. —Lo entiendo.— Sus ojos se desviaron más allá de Wren. —¿Christie?-

Antes que cualquiera pudiera reaccionar, Christie movió sus armas. Girando sobre sus talones, disparó. La rapidez de sus movimientos, se ajustaba perfectamente con la precisión de sus disparos, derribando uno a uno, a cuatro soldados con disparos dirigidos directamente al corazón. Ni una bala rozó siquiera a un tripulante del Betty, a pesar de su proximidad a los soldados.

Las potentes balas, golpearon a los soldados a una distancia tan corta, que los hicieron saltar despedidos hacia atrás, a dos metros de la tripulación. Sus pechos explotaban, rociando tejidos, sangre y partes de hueso a las paredes, el suelo, las mesas, las sillas y otros soldados. Los cuerpos finalmente cayeron, pero antes de que eso ocurriera, algunos de los soldados comenzaron a reaccionar. El que se hallaba de pie junto a Christie, se aproximó, apuntando su arma al enorme hombre.

Christie no se volvió en su dirección, solo proyectó su arma a un lado, y usando solamente su visión periférica, disparó una vez. El soldado fue despedido en el aire, cayendo muerto incluso antes de que su dedo alcanzara el gatillo de su arma.

Otro soldado que estaba cerca de las puertas gritó y cargó hacia delante, disparando salvajemente.

Christie se movió de su línea de fuego, pero las cargas pasaban peligrosamente cerca del atontado Johner. Johner se veía casi cómico, bailoteando al esquivar los disparos, milagrosamente escapando a la ráfaga de fuego, mientras luchaba por quitar la tapa de su termo metálico. Luego Johner recibió un disparo donde más podría dolerle — ¡justo en su termo de cerveza! La bala sonó estruendosa, agujerando el contenedor metálico.

Johner abrió mucho los ojos, sorprendido, cuando la bala logró hacer lo que él no podía, proyectando la cubierta del termo y depositando la pistola escondida ahí, justo en su mano. Apenas tuvo tiempo de apuntar el revólver —con la cubierta del termo colgando en su cadera— al soldado que le disparaba. Johner disparó, y la cubierta de metal del termo explotó ruidosamente.

También lo hizo el soldado, que gritó al ser alcanzado y cayó pesadamente de espaldas, resbalando por el suelo, justo como había hecho Johner un tiempo antes. Solo que él había sobrevivido a la experiencia.

El avance del soldado, ahora muerto, había fallado cuando Elgyn le había pateado en el casco, tan casualmente como si pateara un balón de soccer.

Pero entonces, Christie escuchó un omnioso ‘click’ y se percató que alguien le había alcanzado por la espalda.

—¡ALTO!— gritó una voz masculina cerca de su cabeza.

Christie echó un vistazo hacia atrás. Sólo pudo percibir la silueta de una gran arma militar dirigida a su cabeza.

—Arroje su arma,— le ordenó el soldado a Johner, —o le volaré la cabeza.-

Todos se quedaron de piedra. Christie pudo ver que Johner gruñía, mucho más feo que de costumbre. Los chamuscados restos del termo humeaban. Debían estar quemando las manos de Johner.

No puedo soltar mis armas, muchacho, pensó Christie levantando lentamente las manos al aire. Abrió las palmas, asegurándose que todos pudieran ver el aparato que sostenía firmemente las pistolas a sus manos. Nunca se le había ocurrido algún método para quitarse las armas fácilmente en una situación como esta. Quizá porque nunca había pensado en una situación como ésta.

El hecho de que sus poderosas armas estuvieran conectadas tan cerca de las manos de Christie, era algo que el soldado junto a él no podía haber anticipado. Christie espió y vio que una gota de sudor corría por la frente del hombre. Estaba temblando de nerviosismo. Tendría que andarse con cuidado ahora. Todos tendrían que andarse con cuidado. Un movimiento en falso podría provocar que los mataran a todos.

Fríamente, Christie levantó la vista al techo, revisándolo. Subrepticiamente, dirigió lentamente uno de los cañones de sus revólveres a la esquina reforzada del techo. Movía el arma muy sutilmente, apuntando... apuntando...

Disparó, escuchando el choque que hizo la bala al proyectarse y rebotar, golpeando justo en el casco del soldado en menos de un segundo. El soldado cayó como un árbol, el perfecto agujero en su casco, humeaba.

Eso dejaba un soldado y un doctor. Wren y Distephano. Christie sonrió, bajó las armas, y les apuntó con ellas.

En el puerto de observación de Aliens, las alarmas sonaron y las luces de advertencia destellaron cuando iniciaron los disparos. Gediman y su asistente, Carlyn Williamson, se aproximaron a verificar las pantallas de video. En uno de los monitores, se mostraba el comedor. Mientras miraban asombrados, la voz perfectamente modulada de Padre, advertía, —Emergencia. Emergencia. Se ha localizado un ataque armado al personal del Auriga en el área del comedor.-

La computadora repetía el mensaje una y otra vez, mientras ellos veían que la tripulación del Betty derribaba a media docena de soldados entrenados y armados, en pocos segundos.

Todo había terminado antes que Gediman pudiera explicárselo. Estupefacto, observó al enorme hombre negro apuntar su arma sobre la sien del Dr. Wren.

Carlyn musitó el nombre de Wren, tirando de la manga de Gediman en respuesta. Pero ambos sabían que no había nada, absolutamente nada, que pudieran hacer. Solo podían observar, horrorizados, cómo se desarrollaba la escena.

* * * * * *

¿Ahora qué carajo hacemos? Se preguntó Elgyn, cuando todo volvió a la normalidad. Christie acercó al doctor hacia él, apuntándole con su pistola para asegurar su total cooperación. ¿Cómo coño saldremos de esta de una sola pieza? ¿Tomándolo como rehén? El sitio estará atestado de soldaditos en cualquier momento.

Johner finalmente reaccionó un poco, desarmando al único soldado sobreviviente. Elgyn se percató que Johner le hablaba al soldado por su nombre, para atraer su atención.

—Muy bien Distephano, con calma...— Johner le quitó el arma.

Tan pronto estuvo desarmado el único soldado superviviente, Call comenzó a moverse. —Voy a terminar con esto,— balbuceó.

— ¿Terminar con qué?- Se preguntaba Elgyn, aún sin la menor idea de por qué había ocurrido aquello. Call, sin embargo, lo sabía. Elgyn alargó un brazo, aferrando un mechón de sus oscuros cabellos y tirando de él. Su pequeño cuerpo se tambaleó completamente.

—¡No vas a ningún lado Call!— le dijo colérico.

El guerrero observó las emociones cambiantes de los dos humanos que estaban de pie, dándole la espalda a él y a sus hermanos. Otro guerrero se paró a su lado, mientras al fondo de la jaula, se hallaba sentado el tercero —el más pequeño de los tres. El segundo guerrero se paseaba nerviosamente, pero el primero se mantuvo firme, observando, esperando. Atisbó el botón rojo, ahora olvidado por los humanos.

Los humanos estaban molestos, preocupados, nerviosos. Sus colores destellaban, por lo que fuera que estuviera causando su preocupación, todavía en progreso. Había sonidos extraños allá afuera, voces, sonidos fuertes sin sentido, luces parpadeantes. Era interesante. Pero no iba a distraer al guerrero de su primordial objetivo.

Debía haber una manera de revertir el inesperado problema de los humanos en su favor.

Un recuerdo llegó a él. De la Madre.

No sé qué especie es peor... A ellos no se les ve jodiéndose unos a otros...

No era su propio recuerdo, y no estaba seguro de lo que significaría todo aquello. Pero había significado ahí, algo que aprender. Él consideró...

El primer guerrero se volvió hacia su hermano más próximo, transmitiéndole información. El segundo guerrero absorbió la información. Dejó de pasearse. Juntos, los dos se volvieron a mirar al tercero. El más pequeño comprendió su objetivo, sus razones, el total concepto nuevo. Incluso concordó con él. De cualquier modo, se encontraba agobiado por su propia individualidad, y se arrellanó contra el fondo de la jaula nerviosamente.

Los dos guerreros más grandes se volvieron de nuevo hacia los humanos, observándoles, atisbando el botón infalible. Los humanos se habían olvidado completamente de él en su pánico. Los sonidos, las voces, las imágenes en su máquina, estaban todos funcionando para distraerles de los guerreros. Ellos eran una especie demasiado excitable, no obstante adaptables. Era una de las cosas que los hacía tan buenos huéspedes.

Tendrían que actuar deprisa.

Los dos guerreros se volvieron hacia el tercero, quien, a pesar de comprender su necesidad, se perdió momentáneamente en su propia individualidad. Temeroso, desveló sus dientes a sus hermanos.

Eso no importaba.

Los dos atacaron como uno. El guerrero más pequeño gritó y chilló, cuando los dos más grandes lo apresaron, usando toda su fuerza, sus magníficas colas agitándose violentamente, para mantener el equilibrio, estrellándose en los muros, en el claro puerto del pequeño lugar. El agonizante, chilló más fuerte, luchaba con ellos mientras un guerrero proyectaba sus dientes contra su cráneo, mientras poderosas manos despedazaban sus extremidades, su cola, su cabeza.

La sangre del guerrero herido brotó de su cráneo cuando los dientes del segundo guerrero perforaron el grueso exoesqueleto. El primer guerrero dislocó uno de los brazos de su hermano y la sangre brotó a chorros por todas partes, salpicando el claro puerto, los muros, el suelo.

El primer guerrero podía oler que el macizo material de la jaula comenzaba a derretirse, escuchando la crepitante, burbujeante destrucción.

El moribundo volvió a chillar, ofreciendo su vida por su Reina, su colmena, si bien, renuentemente. Finalmente, hubo un último grito de triunfo, seguido del estremecimiento de la muerte.

Los dos guerreros supervivientes desgarraron su pecho, arrancaron los tubos dorsales de su espalda, desmembraron sus piernas. Estaban empapados con la sangre de su hermano, pero eran inmunes a su efecto. El suelo de la jaula, en cualquier caso, burbujeó, bulló, se derritió y suavizó. Ellos continuaron despedazando al tercer guerrero, reduciéndolo a pulpa.

El primer guerrero sintió a la Reina aceptar el sacrificio de su hijo con aflicción y orgullo.

Por sobre los sonidos de las alarmas, por sobre las brillantes luces de alerta, la voz calmada de Padre cambió su mensaje de alerta de emergencia, a uno nuevo. Tomó tres repeticiones para que el mensaje llegara hasta Gediman o su asistente.

—Hay un severo daño estructural en la jaula número cero, cero, uno. Hay un severo daño estructural en jaula número cero, cero, uno. El daño es suficiente para violar la seguridad de la jaula número cero, cero, uno. Hay un severo daño estructural en la jaula número —

¿Daño en la jaula...? Gediman se olvidó por completo de los disturbios en el comedor, y se volvió al puerto de observación.

Súbitamente escuchó los horribles gritos que venían de su interior, sólo se podía ver el frenético movimiento entre las sombras. Una enorme cola se estrelló contra la ventana, haciéndola temblar. Después, hubo una repentina salpicadura de líquido en el cristal...

... Y después, el ventanal de la jaula comenzó a derretirse.

¡Dos de esas cosas están haciendo pedazos a la tercera! ¿Qué demonios ...?

—¡Dr. Gediman!— Gritó Carlyn, señalando hacia el puerto. —¡Doctor!-

Sin responder, corrió hacia el puerto. Había un frenesí de acción dentro de la jaula, luego, todo pareció terminar. Podía ver los trozos destrozados de algo que alguna vez estuvo vivo. Había una masa combada en el suelo. Los dos Aliens restantes súbitamente se volvieron a mirarlo. ¡Parecía que estaban sonriendo!

La revoltura en el suelo comenzó a hundirse en un amasijo de restos.

Los ojos de Gediman no podían abrirse más. Horrorizado, alcanzó el botón infalible, lo presionó, lo sostuvo así. Al mirar al puerto, podía ver el nitrógeno esparciéndose por la jaula, pero no había gritos de los guerreros. De hecho no había gritos en absoluto. Y el nitrógeno ya llenaba la jaula, obstruyendo su visión. Soltó el botón, esperó a que se disipara la niebla, para poder ver...

—¡Oh Dios, Doctor!— Gritó Carlyn señalando.

Al aclararse el gas, lo único que pudo ver Gediman fue una larga cola desapareciendo en un agujero sin fin.