TERCERA PARTE
Al menos, pensó Wren agradecido, Gediman no está parloteando en este momento.
De hecho, ninguno de los miembros del equipo de investigadores hablaba al aproximarse al puerto de observación. Bueno, después de todo, ¿Qué había que decir? Todos ellos habían leído los reportes, la historia; pero hasta ahora, no había testigos vivos para reportar lo que ellos estaban por ver. Era una ocasión única. Y merecía el respeto del silencio, en honor a los hombres y mujeres que habrían de hacer el sacrificio supremo.
Wren se adelantó hacia las diversas pantallas de computadora, mientras los otros alternaban quedamente a sus espaldas. Podrían ver todo desde cualquier posible ángulo que desearan. O podrían simplemente observar todo a través del enorme puerto de observación hacia la cámara adyacente. Se dio cuenta, súbitamente, que todos ellos respiraban al unísono.
Tragó saliva, y manipuló los controles.
A través de los monitores, podían ver una extensa área de la cámara. Había veinte contenedores criogénicos dispuestos en forma de media luna, pie con pie. Wren activó los controles, y lentamente, las cámaras se izaron individualmente, hasta que quedaron totalmente de canto. Después, las unidades se aseguraron mecánicamente en su posición.
Wren manipuló más controles, cambiando la mezcla de los medicamentos en las unidades. Lentamente. Lentamente. No podía permitirse lastimar a los sujetos. Eran demasiado valiosos.
Tras un tiempo razonable, cuando la mezcla criogénica parecía adecuada en las lecturas, Wren abrió las compuertas transparentes de las unidades. Era muy obvio, en los monitores, que algunos de los individuos en el interior de los tubos estaban ya despertando. Podía ver sus ojos moviéndose, sus labios; y otros signos del despertar gradual. Las lecturas iban bien. Los sujetos despertaban, todos completamente funcionales, todos con buena salud. Sujetos primordiales.
Wren miró de costado hacia Gediman, que se movía nerviosamente. Podía adivinar que Gediman se hallaba incómodo. Wren echó un vistazo a los otros. Carlyn se frotaba los brazos como si tuviera frío. Trish había cruzado los brazos y miraba, sin parpadear, a través del puerto de observación, como si no fuese a permitir que nada ni nadie en esa habitación la tocara. Kinloch tenía los ojos como platos, estaba boquiabierto, como si no pudiera creer que estaba aquí, viendo esto. Sprague y Clauss conferenciaban en voz baja, mirando nerviosamente por el cristal. Clauss se aclaraba repetidamente la garganta. Wren desvió la mirada del grupo, para no distraerse.
Bien, debían estar conmovidos. Aquel era un momento único. Un momento para recordar por siempre.
Era tiempo. Wren manipuló los controles, en secuencia, y del techo, descendió un aparato de estructura tubular. Rodeando el enorme brazo transportador, había contenedores individuales de menor tamaño. Descansando en cada contenedor, había un enorme, y obscenamente orgánico huevo Alien. Si se podía llamar huevo a semejante cosa. Era un organismo viviente en sí mismo, que pulsaba húmedamente con la vida que contenía. Apostado firmemente en su larga cavidad, el angosto borde superior terminaba en cuatro dobleces semejantes a lengüetas, formando un orificio extraño en la punta. Había múltiples tubos dispuestos desde el huevo hasta los contenedores. Él y Gediman habían especulado mucho sobre su función. Era obvio que éstas estabilizaban al huevo, y posiblemente, en su propio medio ambiente, proveerían sustento en el suelo para mantener a la larva intacta durante años, si era necesario.
Wren apartó estas especulaciones de su mente al tiempo que el brazo transportador colocaba cada contenedor individualmente frente a cada una de las cámaras de hibernación.
Los huevos se asentaron cuando el brazo dejó de moverlos. A segundos de haber sido colocados al alcance de otro organismo viviente, los huevos, que habían estado ligeramente estáticos hasta ahora, repentinamente dieron señales de vida.
Se podían ver extrañas figuras moviéndose en el interior. La flexible estructura de los huevos, de hecho, temblaba.
La transmisión remota del equipo les permitía no solamente ver lo que estaba ocurriendo, sino también escucharlo. Los huevos producían sonidos. Sonidos húmedos, de succión. La clase de sonidos que se escuchan durante una cirugía, cuando se manipulan órganos en la cavidad de un cuerpo viviente.
Tras él, Wren se dio cuenta que todos en la habitación se quedaron quietos. Inconscientemente, levantó el brazo, para quitar, con la manga, el sudor que perlaba su labio superior.
La unidad criogénica de uno de los durmientes fluctuó, abriéndose luego. El delgado hombre, de cabello oscuro parpadeó, mostrando el típico aturdimiento y sequedad de garganta, producidos por efecto de los narcóticos. El nombre de su cámara criogénica decía —Purvis.-
El huevo apostado frente a su unidad tembló, después se abrió súbitamente, las cuatro len güetas se desplegaron como una gran boca irregular. Apresuradamente, Wren manipuló los controles para girar las cámaras alrededor del misterioso interior. Oh, habían analizado su contendido mediante todos los sensores que tenían a su disposición. Incluso habían dado nombre a algunos de sus elementos, aunque todavía estaban especulando con respecto a sus funciones. Pero no era lo mismo que verlo con tus propios ojos.
El huevo que se apostaba en la cámara contigua a la de —Purvis— fue el siguiente en abrirse. Luego el del extremo más alejado. Después otro, y otro. Los durmientes estaban aún m edio conscientes, parpadeando atontados, mirando alrededor, desorientados. Sabían que no estaban en el mismo sitio que cuando fueron puestos a dormir, pero era evidente que no podían saber dónde se hallaban ahora, o por qué. Y todavía estaban demasiado narcotizados para hacer otra cosa que parpadear y cuestionarse.
Finalmente, todos los huevos se abrieron.
Wren contuvo el aliento, y se preguntó si el resto del equipo estaría haciendo lo mismo.
Finalmente, cuidadosamente, seis largas y delgadas patas emergieron del huevo frente a Purvis.
Lentamente, Purvis comenzó a salir del crio-sueño. Era algo sorprendente, la hibernación. En un segundo estabas despierto y preparado para una larga siesta de invierno, y al siguiente despertabas de nuevo a un millón de años luz y a todos los meses que habías pasado. Se sintió entrando en calor, despertando cuando las drogas criogénicas le eran retiradas de su sistema.
Estaba lo suficientemente consciente para especular sobre su futuro empleo. La refinería de Xarem estaba demasiado lejos, así que debían pagar mejor que algunas de las otras plantas. También había oído que tenían mejores amenidades, precisamente por encontrarse tan lejos. El paquete que le habían ofrecido era bueno. Él solo esperaba que las condiciones de trabajo lo fuesen también. Había pasado por suficientes —instalaciones de lujo— que solo resultaban ser dormitorios comunales, sin privacidad.
Sintió hormigueo en los pies, y comenzó a moverse. Dos años en Xarem serían mejores que cinco años en cualquier otro lugar. También sentaría cabeza, si el bono era bueno. Comenzó a parpadear, a mirar en derredor.
Extraña área de recuperación. No estaba acostumbrado a que movieran de sitio su crio-tubo. Normalmente, la recuperación era a bordo de la nave. Tras despertar, te levantabas, tomabas una ducha, reunías tus pertenencias ...
Miró alrededor. La disposición de los tubos también era diferente a la que tenían en la nave. Parpadeó varias veces, intentando aclarar su visión, y finalmente noto la enorme cosa ovoide que estaba justo frente a él.
¿Qué demonios es eso? Él no creía que hubiera ninguna extraña forma de vida extraterrestre en Xarem, ya fuese planta o animal. Entonces, ¿qué demonios era esta cosa? Incluso, si pertenecía al planeta, ¿qué rayos estaría haciendo dentro del complejo?
La oblonga monstruosidad se zarandeó de repente, se movió, como si estuviera viva. Su superficie era húmeda, y brillaba con una especie de limo. Purvis intentó echarse hacia atrás, asqueado, pero no había lugar a dónde ir. La cubierta superior de su crio-tubo estaba abierta, pero ésta únicamente exponía su cabeza y la parte superior del pecho. Sus brazos y cuerpo se encontraban aún confinados dentro del tubo. Tragó saliva, intentando aclarar su voz, queriendo llamar a una sobrecargo, o a alguien que se hiciera cargo de esta cosa — y que lo sacara de su tubo.
Pero antes de poder hacerlo, la parte superior de la cosa se abrió. Purvis sintió una oleada de náuseas cuando las lengüetas se abrieron, produciendo un sonido asqueroso.
¿Qué coño está pasando aquí? Echó un vistazo hacia las otras cámaras criogénicas, percatándose repentinamente, al aclararse su mente más y más, que había una de estas grotescas cosas frente a cada uno de los crio-tubos. ¿Por qué? ¿Para qué?
De pronto, algo largo e insectil comenzó a emerger de la parte superior de la cosa. Largos y delgados apéndices en forma de dedos, tanteaban el exterior de la superficie de esa oblonga porquería. Luego, finalmente, la criatura de patas de arácnido emergió completamente. Parecía una combinación de pesadilla entre un escorpión de cuerpo blando mezclado con un cangrejo herradura.
¿Qué es eso? ¿Alguna especie de bicho? Purvis odiaba a los bichos, pequeños o grandes, de todas clases. Esa era una de las razones por las que trabajaba en el espacio. ¡Casi nunca se veían bichos en el espacio! Y si éste era un bicho, era la madre de todos los bichos. Se paraba equilibrado en sus largas patas, balanceándose como un bailarín.
Era suficiente. Horrorizado, Purvis manoteó repetidamente los controles del interior de su crio-tubo, intentando liberarse para huir tan lejos de este monstruoso bicho, como le fuera posible. Pero los controles no respondían, sin importar lo que hiciera. Miró alrededor, con ojos muy abiertos. La mayoría de los durmientes no estaba tan conscientes como él, no se daban cuenta de lo que ocurría.
La criatura tembló ligeramente, se agazapó brevemente sobre sus patas. Los ojos de Purvis eran enormes, su boca se abrió al máximo, mientras intentaba llenar sus pulmones de aire, para pedir ayuda a gritos.
Antes de siquiera gritar, la criatura saltó hacia él, mucho más rápido de lo que pudo notar. Algo elástico, frío, y húmedo se estampó en su rostro fuertemente, al tiempo que sentía su cara completa ser aferrada por una mano enorme. Un largo y delgado látigo se enroscó alrededor de su garganta, estrangulándolo. Entonces se dio cuenta de lo que era. Era el monstruoso bicho, esa cosa, estaba en su cara.
Purvis enloqueció completamente, e intentó gritar salvajemente, histéricamente; pero su voz se ahogaba antes de poder emitir sonido alguno. Tan pronto como abría la boca, ésta se llenaba con algo fibroso, carnoso, viscoso y húmedo. El sabor, la sensación era asquerosa, y su estómago vacío se revolvió, incluso mientras intentaba combatir a la cosa que pugnaba por entrar en él, llenando su boca, deslizándose por su garganta, forzando su entrada a través de la tráquea, hacia su esófago. Seguía intentando gritar más y más fuerte, azotando su cabeza atrás y adelante de forma salvaje, intentando desenredarse de aquella cosa. Sus brazos y manos todavía estaban confinadas en el crio-tubo, así que intentó mover la cabeza de un lado al otro, pero no pudo. Sus brazos estaban atrapados, sus piernas pateaban inútilmente, y nada de eso funcionaba. Más aterrorizado de lo que había estado jamás, Purvis se rindió ante el sofocante miedo y se dejó ir, indefenso.
No podía ver nada, ni escuchar nada, no experimentaba nada, salvo este organismo invasor, envuelto en su cara. Luego, el pegajoso frío de la criatura pareció invadir incluso su sistema circulatorio, y revolotearon luces ante sus ojos. Su lucha decreció, se hizo lenta, y lloró. Estaba muriendo. ¡Oh, Dios, estaba muriendo! Lo estaba matando lentamente un horrible bicho Alien. Sollozó, mientras el frío lo abrumaba, enfriando la sangre en sus venas, paralizando su cuerpo. Si tan solo pudiera dejar de sentir ...
Finalmente, su deseo se cumplió, y el frío envolvió su mente tan completamente como el sueño criogénico. En esos momentos, estaba levemente consciente de que la cosa en su cara apretaba su abrazo en su cabeza, y la cola semejante a un látigo se envolvía más cómodamente alrededor de su garganta. Juntos, los dos se abandonaron al sueño, uno descansando más confortablemente que el otro. Y Purvis comenzó a tener horribles sueños, y ninguno de éstos era sobre Xarem.
En el cuarto de observación, Wren oyó a Carlyn vomitar ruidosamente en el fondo de la habitación. Sprague y Kinloch estaban junto a ella, sosteniéndola, intentando ayudarla. Wren se dio cuenta que ella lloraba. En algún momento Clauss había abandonado la habitación apresuradamente.
A su lado, Gediman estaba en silencio, introspectivo. También estaba tan blanco como una sábana. Al otro lado se hallaba Trish Fontaine. Sus brazos estaban cruzados firmemente, sobre su pecho, y la pequeña mujer irradiaba una silenciosa rabia. Wren parpadeó, sorprendido.
—Usted dijo que no se darían cuenta de nada.— Dijo ella acusadoramente, —Usted dijo que no lo sentirían.-
Wren aspiró profundamente, ordenó sus pensamientos. Necesitaba a estas personas. No podía permitirse perder su lealtad en este momento.
—Usted vio sus lecturas. Todavía estaban al cuarenta por ciento. Había demasiado frío criogénico en sus sistemas, apenas estaban despiertos. Si sintieron algo, si experimentaron algo, fue como un sueño, eso es todo. Usted ha leído los registros. Tras el implante, no recordarán nada. Y quizá solo necesitemos mantenerlos semi conscientes durante la incubación. Podemos anestesiar sus espinas antes de la expulsión del embrión. Será totalmente indoloro, como dije que sería.-
Ella lo miraba, visiblemente incrédula, luego se volvió deliberadamente de espaldas y fue a ayudar a Carlyn.
Wren estaba desanimado y se volvió hacia Gediman, pero su socio estaba conmocionado en el puerto de observación. Colérico, Wren se dirigió a todo el grupo.
—¡Escuchad, esto es ciencia, gente! ¡Ciencia pura y sin tapujos, justo ante vuestros ojos!— Todos voltearon a verlo, su repulsión era clara. —Y sí, es desagradable, y es horrible, pero sigue siendo ciencia. ¿Estáis conscientes de que en el siglo veinte, durante el Proyecto Manhattan, cuando los científicos luchaban para inventar la bomba atómica, algunos de ellos creían que detonar la primera bomba podría inyectar hidrógeno en la atmósfera? De haber ocurrido, la atmósfera hubiera ardido en llamas y hubiese habido una aniquilación total. Sin embargo, incluso con ese temor, detonaron la bomba experimental. Uno debe correr riesgos en la ciencia, si se quiere avanzar, si se quiere descubrir cualquier cosa.-
El grupo únicamente lo miró solemnemente, luego todos se volvieron de espaldas.
Wren miró irritado, buscando a Gediman, preguntándose dónde estaba su elocuencia ahora, que la necesitaba. —No sé cuál es su problema. Todos ellos leyeron los libros. Sabían lo que les esperaba.-
Gediman no podía apartar los ojos de la enorme ventana. Todos los durmientes habían dejado de luchar, y yacían quietos ahora, en un estado que asemejaba el coma.
De acuerdo con los sensores remotos, la implantación había comenzado. Veinte constrictores de rostro envueltos en veinte cabezas humanas, manteniéndoles con vida.
Finalmente, Gediman habló. Su voz era temblorosa, vacilante.
—Leer al respecto es una cosa. Verlo —ver esto, es algo totalmente diferente.— Carraspeó y distraídamente se llevó la mano a la garganta, tragando saliva.
Al volverse Wren nuevamente hacia las pantallas, tuvo que parar conscientemente de hacer aquello.