PROLOGO

¡Es un Alien!

Vincent Distephano saltó hacia atrás involuntariamente ante la visión. ¿Cómo diablos llegó hasta aquí abajo a la cápsula de comando de popa? Se forzó a sí mismo a dejarse de mover, mientras veía, sorprendido, la grotesca apariencia de la criatura.

Los ojos del Alien parecían enormes, totalmente desproporcionados con el resto de su alargada, deforme cabeza. El angosto y elíptico iris parecía curvarse sobre las lentes, describiéndolo como algo ultraterreno, de otro mundo. Parpadeó, sus traslúcidos párpados se movían tan rápidamente, que Vinnie no podía asegurar si la mirada iniciaba en el borde superior, en el inferior, o incluso en ambos bordes. De hecho, cuando no estaban en movimiento, los párpados no podían verse en absoluto. Parpadeó de nuevo, rápidamente, dos, tres veces, entonces volvió la cabeza.

¿Lo habría descubierto?

¡Oh, mierda!

Las mandíbulas de la criatura se abrieron amenazadoramente, pequeños hilos de saliva clara y espesa se formaban entre los delgados labios, goteando lentamente hacia unos dientes peligrosamente afilados. ¡Tantos dientes! Los labios se retrajeron en un feroz pero silente gruñido y la criatura siguió su camino lentamente.

Vinnie continuó forzándose a permanecer quieto mientras la boca de la criatura se abría y cerraba lentamente, dejando rastros de espesa y pegajosa saliva.

Si una de esas cosas llegó hasta aquí, pensó, podría haber más. ¡Quizá un maldito enjambre completo! ¿Dé dónde habían venido en cualquier caso? ¿Cómo habían abordado?

¿Acaso importaba? Este estaba aquí, justo ahora, con él, y aquello era en el fondo. El Alien avanzó a pasos cortos y se detuvo, su movimiento rápido, insectil, su cola oscilando como un sensor. ¿Podría verlo? ¿Lo habría detectado en esta cápsula de comando? ¿Serían funcionales esos enormes ojos, o habrían evolucionado para detectar alimento o presa mediante algún mecanismo de movimiento sutil, u otra sensación indetectable para los humanos? ¿Podría, quizá, ser más receptivo al movimiento o al olor que a la vista?

La grotesca y alargada cabeza del Alien giró como si la criatura intentara evaluar la escena entera. Todas las luces parpadeantes y activas, las pantallas multicolor de la consola de comando debían estarlo distrayendo. Quizá toda la actividad de la consola de comando lo distrajera de hallar a Vinnie. Él sinceramente lo esperaba. Tragó saliva.

Justo en ese momento, una de las pantallas de observación titiló, cambiando las imágenes tan rápidamente que el Alien volvió súbitamente la cabeza hacia ella. El planeta Plutón, que se asentaba en silencio en medio de la nave, de pronto destacó en un acercamiento, cuando uno de sus pocos y pequeños géisers eructó, arrojando nitrógeno líquido hacia el espacio. El brillo de los aros congelados de Plutón, aún con aleatorias áreas rojo oscuro, era un contraste impactante con la negrura total del espacio a su alrededor. La criatura movió su cabeza de lado a lado, observando la actividad planetaria. La cresta activa del géiser, la silente expulsión llegando a su cenit.

La pantalla trajo la actividad a un foco más claro, agrandándola. En respuesta, el Alien se volvió completamente de Vinnie y repentinamente se dirigió a la pantalla, tan móvil como una araña.

¡Ahora! ¡Rápido! ¡Mientras no está mirando! ¡Muévete! Con los agudos reflejos del soldado entrenado que era, la mano de Vinnie desenfundó, su dedo extendiéndose hacia el gatillo, flexionándose-

¡WHAM!

¡Te tengo, maldito!

Levantó su mano, examinando los retorcidos restos del insecto Alien muerto que se pegaron a la punta de su dedo. ¿Me pregunto qué rayos era? Meneó la cabeza, disgustado. El General Pérez se cabrearía muchísimo si llegara a enterarse que había un bicho Alien a bordo de la prístina perfección de su nave, el Auriga, sin importar que fuera en la cápsula de comando. ¿Sería este el único o habría otros? Solo hacían falta dos para hacer un millar. Demonios, con algunas especies de Alien, solo hacía falta uno.

Aún examinando al bicho aplastado, el joven soldado tomó un último sorbo de su batido de leche, tragando los sedimentos. El viejo se cabrearía muchísimo si sabe que has estado comiendo en horas de trabajo, chico. Vinnie sonrió. Sí, el General Pérez era de los que seguían las reglas al pie de la letra, pero Vinnie se había saltado el desayuno, y no llegaría bien al almuerzo si no hubiese tomado algo para mantenerse en pie. Estar sentado en la cápsula de comando era la tarea más aburrida en la nave. Lo único que podía ser peor era permanecer ahí con el estómago gruñendo.

Estrujó el vaso de papel y lo embutió en un bolsillo, después quitó la pajilla de su bebida y pinchó los restos del bicho con ella. Aún podía ver la alargada cabeza, los pequeños pero viciosos dientes.

¡Ugh! Eres un cabrón horrible. Y bien, ¿cómo es que reptaste a bordo? Tú debes ser una de las entregas "no oficiales" del general que viene de alguna oscura colonia más allá de los límites de la frontera. ¡No es que me interese o que quiera saber! Cuando eres un soldado que trabaja en una instalación ultra secreta, orbitando alrededor del centro gravitacional de Plutón y Caronte — ¡en otras palabras, a mitad del culo de ninguna parte! — aprendes que no hay que preguntar, ni que decir nada.

Lo único que Vinnie había aprendido en esta gira de un año, aparentemente interminable, de labores a bordo del Auriga, era que una asignatura en una instalación ultra secreta tenía que ser el trabajo más aburrido con el que algún soldado podía ser maldecido. Nunca pasaba nada ahí, ¡nada! Y el General Pérez se aseguraba que así fuera, con sus constantes inspecciones, su rutina de escupir y pulir. Cada pieza de equipo, cada chip de computadora, cada instalación a bordo del Auriga era máxima prioridad, nueva, brillante, pulida y mantenida a la perfección. Ni siquiera había ninguna crisis mecánica para aliviar el aburrimiento.

Bien, en tres meses, Vinnie podría salir de ahí. Y habiendo completado exitosamente una gira ultra secreta, le serían dadas sus nuevas asignaturas.

Más vale que la próxima tenga algo más de acción que esta. Quizá la base extranjera en Rigel. Ahí pasan cosas. Ahí es el filo de la navaja. No como en esta fiesta de fantasmas.

Inspeccionó al insecto nuevamente, dispersando los restos con su pajilla. La batalla perdida con los insectos en el Auriga era cuando menos hilarante, de alguna ridícula forma. Vinnie no estaba acostumbrado a ver insectos en el espacio. Desde luego, los militares eran conocidos por transportar alimañas donde quiera que viajaban, desde ratas y pulgas en los compartimentos de carga y los alimentos a bordo de antiquísimas naves, hasta la introducción de la serpiente parda arbórea alrededor de las Islas del Pacífico Sur en la carga; alimentos y cajas de armamento que causaron la extinción total de especies de aves en el siglo veinte; también la escasamente débil infestación de cucarachas comunes en los supuestamente esterilizados, sellados y deshidratados alimentos que se entregaron a la primera colonia en Marte, en los lejanos días de la colonización del espacio. Pero las condiciones de la mayoría de los contenedores de carga usualmente eliminaban a los pequeños bastardos, por lo tanto, en estos días, el problema era minimizado.

Excepto en el Auriga. ¡Entre los mosquitos que habían escapado de un primer experimento de laboratorio, y que continuaban apareciendo en los sitios más extraños, a las arañas que súbitamente habían aparecido tras una de las entregas "no oficiales" de Pérez, hasta el ocasional bicho Alien como el que acababa de aplastar, la enorme nave espacial parecía un gigantesco recolector de insectos! Era como si las formas de vida inferiores de la galaxia hubiesen hecho su parte para demostrar al General Pérez que no importaba cuán importante fuese él en la milicia, que no importaba cuán críticas fueran sus operaciones ‘chitón chitón’, aquí, en el límite del Sistema Solar, él todavía no podía controlar a la Madre Naturaleza. Vinnie sonrió.

Raspando los restos del bicho, que aún goteaban sangre y baba, dentro de la pajilla plástica, Vinnie consideró reportar el "avistamiento." Esa era la regla del general. Volvía loco al Viejo el tener invitados no deseados a bordo de su prístina nave. Siempre quería tener a los bichos capturados, vivos de ser posible, para su "clasificación" de modo que pudiesen rastrear sus orígenes. Vinnie pensó en el papeleo que eso involucraba, la investigación, pensó en toda esa trifulca a causa de un bicho. Miró el extremo de la pajilla.

¡A la mierda!

Apuntando la pajilla hacia la inmaculada mirilla de la cápsula de comando, sopló fuerte dentro de ella, expulsando al insecto aplastado. Este se impactó contra la limpia ventana, salpicándola, pegándose al material transparente justo como lo haría un insecto en el parabrisas de un velocípedo terrestre. Vinnie rió.

¡Y de este modo, hijo, culmina el punto álgido de este interminable turno!

Miró por sobre la consola de comando y de las múltiples pantallas. Todo estaba en calma. Tranquilo. Aburrido a morir. Incluso el géiser había dejado de eructar. El soldado suspiró, se rascó su cabeza casi totalmente afeitada, e intentó no mirar el reloj que contaba los segundos restantes para terminar su turno.

Quizá apareciera otro bicho para distraerlo. Siempre podía esperar que eso ocurriera.