CAPÍTULO 93

 

 

 

 

 

Abro la puerta y doy al interruptor de la luz. Un resplandor ambarino inunda la estancia. Miro hacia la cama. Darrell está retorciéndose sobre sí mismo. Una película de sudor cubre su rostro, desencajado por la pesadilla que está teniendo.

—¡No! ¡No! ¡No! —grita una y otra vez, como si estuviera tratando de evitar algo.

Su voz intensa y grave suena agónica, rota.

Me acerco a él y le llamo, tratando de despertarlo.

—Darrell… Darrell… —Su cabeza se mueve violentamente de derecha a izquierda contra la almohada—. Darrell, despierta… —grito más fuerte.

Apoyo las manos en sus hombros y lo muevo suavemente.

—¡No! ¡No! —exclama de nuevo.

—¡Darrell! ¡Despierta! ¡Despierta!

Al fin abre los ojos. Su mirada asustada y descolocada se clava en mí como una daga afilada. Un escalofrío me recorre de arriba abajo. Dios santo. Jamás le había visto mirar así, con tanto miedo en las negras pupilas, dilatadas al máximo. Un anillo azul se forma alrededor de ellas.

—Estás bien… —farfulla con la respiración agitada, visiblemente aliviado—. Estás bien…

—Sí, estoy bien —digo en tono suave, para tranquilizarlo.

Me siento a su lado.

—Te apuntaban con una pistola. Un hombre te apuntaba, y te disparaba, Lea… Te disparaba… Y caías al suelo en un charco de sangre, y yo corría y corría y gritaba tratando de salvarte… Quería salvarte a como diera lugar —dice impotente—. Pero no podía. No… No podía.

—Ya, Darrell, ya —lo calmo—. Solo ha sido una pesadilla. Yo estoy bien.

Me mira como si quisiera asegurarse de que realmente estoy bien, de que estoy viva. De repente, me rodea la espalda con los brazos y me abraza con una fuerza súbita. Lo noto aferrarse a mí como se aferraría a un salvavidas.

—No te vayas, Lea —me pide. Su corazón late desbocado contra mi pecho—. No te vayas, por favor. Tú eres lo único que me ancla a la realidad, a la felicidad que un día tuve, al Darrell alegre y vivo que era antes, al que he visto en las fotos de nuestra luna de miel.

Santo Dios…

Su petición me encoge el corazón. Hay tanta ternura en ella. Tengo que ayudarlo. Me parte el alma verlo en este estado. Entonces me doy cuenta de que lo amo más que a nada en el mundo y de que lo es todo para mí. Absolutamente todo.

—Mi vida en estos momentos es como un pozo sin fondo —continúa hablando—; vacía de casi todo.

—No me voy a ir, Darrell —le digo mientras le acaricio el pelo con la mano—. No me voy a ir a ningún sitio.

Tira de mí y me tumba a su lado.

—Lea, quédate a dormir conmigo —susurra, apretándome más contra él.

Internamente abro la boca.

¡Madre mía! Darrell me está pidiendo que me quede a dormir con él.

—Sí, Darrell, sí. Me quedaré contigo —respondo.

Me acoplo en su costado y apoyo la cabeza sobre su pecho.

Echaba tanto de menos esto.

Me acurruco contra él y me quedo dormida escuchando su respiración, más serena ahora.

 

 

 

Un rayo de sol incide en mis ojos. La luz dorada es tan intensa que me despierta. Despacio, voy cayendo en la cuenta de que no estoy en el dormitorio, sino en la habitación de Darrell.

—Darrell… —murmuro.

—Estoy aquí —dice, desde el otro lado de la estancia.

Su voz hace que me salte el corazón. Darrell sigue teniendo sobre mí el mismo efecto que el primer día.

Me doy la vuelta y me incorporo. Darrell está sentado en el sillón situado a unos metros de los pies de la cama. Está con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, desnudo a excepción del bóxer, observándome con los ojos entornados.

—Buenos días —digo, para romper el silencio.

—Buenos días —corresponde.

Su mirada tajante hace que me sienta como una hormiga frente a un elefante. La sensación es tan familiar. ¿Qué está pensando? Daría un riñón por saber qué está pasando en estos momentos por su cabeza. Pero resulta imposible intuirle; es tan hermético.

—¿Estás mejor? —le pregunto, intentando comenzar una conversación. El silencio me está matando.

—Estoy perfectamente —responde.

Apoya las manos en el reposabrazos y se levanta del sillón.

—Me alegro —digo a media voz, cuando se yergue en toda su estatura. La luz del sol baña el contorno de su cuerpo definido y hace que su pelo negro brille como el azabache—. ¿Has vuelto a tener pesadillas cuando te has dormido? —le pregunto.

—No he dormido —responde, acercándose a mí y acortando la distancia que hay entre nosotros.

—¿No has dormido? —digo extrañada.

—No, me he quedado observándote.

Mi rostro se ruboriza violentamente. Noto como me arde la piel.

Darrell y su manía de mirarme mientras duermo.

Hay cosas que ni siquiera la amnesia cambia. Suspiro para mis adentros.

¡Maldita sea!, ¿por qué no dice nada más? ¿Por qué no habla? ¿Por qué deja que el silencio me intime tanto?

Entre divagación y divagación, Darrell ha llegado hasta el lado de la cama. Me coge la mano y tira de mí para levantarme. El envite hace que me ponga de rodillas delante de él.

—Lea... —dice únicamente.

Me suelta, me sujeta el rostro con las manos, se inclina y me besa. Al principio lo hace de manera tan suave, que parece que tiene miedo a que me desvanezca. Después clava los dientes en mi labio inferior y tira de él.

Gimo en su boca.

Me sujeta por la espalda y despacio, me tumba en la cama. Con una habilidad prodigiosa se coloca encima de mí, pegando su cadera contra mi vientre. Hunde su rostro en mi cuello y comienza a besarme. Mi cuerpo responde de inmediato, con un hormigueo que viaja por mi piel hasta instalarse en mi entrepierna.

Me deshago de placer cuando lame el relieve de mi garganta.

¡Dios santo!

 Pero entonces, el pensamiento de que Darrell solo me quiere para satisfacer su necesidad sexual aparece en mi cabeza para atormentarme. Me tenso.

—Darrell, para —le digo.

No puedo seguir con esto. No otra vez.

—No me rechaces, Lea, por favor. Te necesito… —me pide, rozando su nariz contra la mía—. Necesito sentirte, necesito reconocer esta necesidad que tengo de ti…

Su súplica me derrite por completo.

¿Cómo voy a rechazarte, Darrell? ¿Cómo? Si estoy locamente enamorada de ti.

Echo la cabeza hacia atrás, vencida por su encanto, y me dejo llevar.

Darrell reanuda las caricias y pasea sus manos expertas a lo largo de mi cuerpo, poniendo en jaque a todos mis sentidos. ¿Cómo puede tener en mí este efecto tan inmediato?

Mis dedos pasean por sus hombros y descienden por su espalda, sintiendo bajo las yemas la definición de sus músculos. Es tan perfecto.

Introduce la mano entre nuestros cuerpos y cuela su dedo anular en mis entrañas. Alzo mi pelvis hacia él para aumentar el contacto.

Jadeo cuando comienza a moverlo deprisa en mi interior. Entonces soy consciente de que corro vertiginosamente hacia ese lugar de no retorno al que solo me lleva él.

 —Me encanta darte placer —murmura Darrell—. Me encanta follarte.

Sus ojos azules brillan con una intensidad lobuna. Siento un escalofrío.

Cuando estoy a punto de liberarme, Darrell saca el dedo de mí y me penetra con fuerza, dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo.

Lanzo un gruñido que él atrapa con su boca. Jadeante, empieza a moverse arriba y abajo. Entrando y saliendo de mí una y otra vez y, antes de que me dé cuenta, exploto.

Apenas puedo moverme, su cuerpo presiona el mío contra el colchón. Así que clavo las uñas en su espalda al tiempo que hundo los dientes en su hombro. Darrell se arquea hacia atrás y cierra los ojos mientras gruñe entre dientes. Solo unos instantes más tarde se desahoga dentro de mí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La decisión del señor Baker
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html