CAPÍTULO 78
Unos segundos después, el teléfono del despacho suena. Me siento y lo descuelgo.
—Señora Baker… —dice Sarah.
—¿Sí?
—El señor Ford está aquí —me informa.
Frunzo el ceño.
—¿Michael? —pregunto.
—Sí. ¿Le hago pasar?
—Sí, claro que sí —me apresuró a decir como algo obvio. Michael abre la puerta del despacho y entra—. ¿Cómo se te ocurre anunciarte? —le pregunto en tono de broma—. Tú no lo necesitas. Puedes entrar sin llamar —digo.
—Es para que te vayas acostumbrando a tu cargo —responde Michael sonriente. Le devuelvo el gesto. Ladea un poco la cabeza—. ¿Estás bien? —me pregunta algo más serio.
—Sí —respondo.
—No tienes muy buena cara. Parece que no has dormido bien.
—He estado toda la noche trabajando en un informe que quiero presentar al equipo de administración —explico.
—¿No podía esperar? —me pregunta Michael, levantando una ceja.
—No —respondo contundentemente—. Esa gente tiene hambre y yo tengo que darles de comer, sino me van a comer a mí.
Michael suelta una carcajada.
—Yo no estoy tan seguro de eso, vista la actitud que tienes ahora —dice—. Has dado un giro de ciento ochenta grados.
—¡A Dios gracias! —exclamo con jocosidad—. De otra manera hubiera terminado tirándome por puente de Brooklyn.
—Exagerada.
—Sí, sí, exagerada…
—¿No me vas a decir de qué se trata? —curiosea Michael.
Niego sacudiendo la cabeza de derecha a izquierda.
—No. Es una sorpresa —respondo.
—Como quieras —dice resignado—. Da gusto verte tan entusiasmada —dice después.
—Lo estoy, Michael —admito—. Esta última semana me la he pasado mañana, tarde y noche absorbiendo todos los conocimientos sobre la empresa que he podido y creo que ha dado resultado. Incluso dando la papilla a James y a Kylie no me he despegado de la tablet ni de los libros.
Michael entorna los ojos.
—Eres puro tesón, Lea —afirma.
—Gracias —digo—. ¿Te viene bien que convoque una junta con el equipo de administración mañana por la mañana? —le pregunto.
Michael extrae la agenda de su maletín y la consulta.
—A partir de las doce estoy a tu completa disposición —dice en su habitual tono de buen humor—. Antes tengo una cita con el director de Textliner.
—Perfecto —digo. Con actitud resuelta, descuelgo el teléfono y marco la extensión de Sarah. Prefiero tratar con ella, visto que Susan está interesada en hacerme la vida imposible aquí dentro.
—Dígame, señora Baker.
—Por favor, Sarah, convoque para mañana a las doce una junta con el equipo de administración —le pido.
—Ahora mismo —dice solícita.
—Gracias —le agradezco.
—De nada, señora Baker.
Cuelgo el teléfono y alzo los ojos hacia Michael.
—Tienes que ponerme al día sobre Textliner —le digo—. Sé por Darrell que la empresa tiene un acuerdo con ellos y que son algo… problemáticos.
—Sí, el acuerdo que tenemos con ellos es muy beneficioso para nosotros, pero es cierto que es una compañía que da muchos quebraderos de cabeza —me informa Michael—. Por suerte, Darrell encontró un modo de tenerlos agarrados por los huevos. Desde entonces, son algo más llevaderos.
—A Darrell no se le escapa nada —comento orgullosa.
—Absolutamente nada —confirma Michael—. Desde luego, ha levantado todo este imperio por méritos propios —añade—. Es un crack en los negocios… y un cabronazo cuando quiere.
Esbozo una sonrisa sin despegar los labios, y el orgullo que siento por Darrell crece dentro de mí aún más si cabe.
Me retuerzo los dedos, nerviosa, mientras espero a que vayan llegando los miembros del equipo de administración a la sala de juntas. Echo un último vistazo para comprobar que todo está listo.
En el silencio de la estancia, viene a mi cabeza la vez que Darrell me trajo a la sala de juntas para hacerme el amor. Llevo la vista a la enorme mesa de cristal, donde dimos rienda a nuestros instintos más primarios. Esos que se desbocan solo con mirarnos, y rememoro el momento. ¡Madre mía! Una marea cálida trepa por mis piernas.
—Hola, Lea.
La voz de Michael me saca de mi ensoñación. Él es el primero en llegar.
—Hola, Michael —digo, girándome hacia él.
—¿Cómo estás? —me pregunta.
—Un poco nerviosa, pero bien —respondo animada.
Alarga la mano y la apoya sobre mi hombro en un gesto de aliento.
—Todo va a ir bien —dice.
Lanzo al aire un suspiro cargado de anhelo.
—Eso espero —digo—. ¿Qué tal la cita con el director de Textliner? —me intereso.
—Mejor de lo que esperaba —contesta, guiñándome un ojo—. Pero después te cuento —dice, al ver que han entrado en la sala de juntas tres miembros del equipo de administración. Tres hombres que rondan los cuarenta años, con semblante estirado, a los que el traje no les hace ni una sola arruga. Parece que se han tragado un palo, pienso para mí.
¡Maldita sea! ¿Es que esta gente nunca se da un respiro?
—Buenos días, señora Baker —me saludan los hombres mientras avanzan por la sala.
Advierto que me miran por encima del hombro. Lo que contribuye a que mis nervios no se calmen en absoluto. Son como sabuesos frente a un sabroso pedazo de carne.
Tranquila, Lea. Tranquila, me repito una y otra vez.
—Buenos días —correspondo con educación—. Vayan tomando asiento, por favor —les pido, intentando que mi voz suene firme y segura.
Los siguientes en llegar son ese tal Thomas y el que tomó partido por él cuando me pregunto que hacia dónde tenía pensado llevar la empresa. Hoy ambos van a tener la respuesta.
Respiro hondo y carraspeo para aclararme la garganta.
—Gracias por venir —digo, cuando todos los miembros del equipo de administración al completo están sentados alrededor de la mesa de cristal—. El motivo de la reunión de hoy es informarles de las directrices que va a tomar la empresa a partir de ahora —prosigo, tratando de que la voz no me tiemble. Algunos fruncen el ceño, otros entornan los ojos, pero todos están expectantes por lo que voy a decir. Incluso pensaría que impacientes. Visto que tengo toda su atención. Continúo hablando—. Durante estas jornadas de atrás, he estado poniéndome al día acerca de todo lo relacionado con la empresa. Así que ahora tengo una idea bastante clara de hacia dónde quiero enfocar los esfuerzos.
—¿Y hacia dónde quiere enfocarlos? —pregunta el tal Thomas, que tiene prisa por saber, como siempre.
Noto como una película de sudor me empapa la espalda.
—Ya es hora de que la empresa dé el salto al mercado europeo —afirmo, sin dilatar el momento.
Varios murmullos corren como la pólvora de un lado a otro de la sala. La noticia ha causado sensación. Trago saliva con dificultad. Sé que me la estoy jugando. Miro a Michael. La expresión de su rostro deja ver sorpresa, pero también confianza.
Cojo los dosieres y los reparto entre los miembros del equipo de administración. El último se lo entrego a Michael. Ambos intercambiamos una mirada de complicidad.
—En este dosier que les he pasado, tienen desarrollada la idea en cifras —comienzo a decir—. Cuantía de la inversión, costes de producción, beneficios… —enumero—. Sé que mi esposo lo llevaba barajando mucho tiempo…
—Señora Baker, ¿ha tenido en cuenta los riesgos que tiene emprender algo de tal magnitud?
Es Thomas el que vuelve a pronunciarse, interrumpiéndome. Tomo aire.
—Por supuesto —respondo—. Señor Thomas, ¿verdad? —pregunto, aunque sé sobradamente quién es, porque se ha convertido en una especie de mosca cojonera. Él asiente con la cabeza—. En la página quince del dosier, encontrará los riesgos que entraña lanzar la empresa al mercado europeo. Como puede comprobar, son bastante menores que los beneficios que se pueden obtener. —Paseo la mirada por cada uno de los hombres que forman el equipo de administración—. No se les olvide que, pese a que todavía no estamos presentes en Europa, la buena fama de nuestra empresa traspasa fronteras. El viejo continente ya nos conoce.
—¿Por qué país tiene pensado empezar la expansión? —me pregunta un hombre con traje gris y cara rechoncha.
—Por España —respondo—. Exactamente por su capital: Madrid—. Lo tienen también desarrollado en el dosier. Pero no se preocupen. Voy a ir explicándoles cada epígrafe del dosier que he preparado a través de las gráficas que tengo en este panel, para que no les quede ninguna duda.