DÍA CIENTO SETENTA Y SIETE

He leído todos los libros, excepto Lo que el viento se llevó y El arte de la danza, y quiero más. Hace cinco noches, volvieron a olvidarse de cerrar las puertas con llave, y Belasco y yo volvimos al edificio abandonado y lo exploramos a fondo, pero no encontramos más libros.

¡Necesito tener más para leer! Cuando pienso en todos los libros que había en el sótano de la biblioteca, en Nueva York, anhelo estar allí otra vez.

En Nueva York, vi algunas películas que presentaban gente que se fugaban de la prisión. Y, en esas prisiones, los guardias eran humanos y estaban alerta, mientras que aquí los nuestros sólo son robots deficientes mentales.

Pero están estas manillas metálicas que no pueden ser desactivadas por más de medio día de una vez. ¿Y cómo llegaría a Nueva York si lograra escapar?

En el libro de Excursionismo hay un mapa de lo que se llama Costa Oriental; Carolina del Norte y del Sur figuran en este mapa, y también Nueva York. Si caminara a lo largo de la playa, manteniendo el océano a mi derecha, llegaría a Nueva York. Pero no tengo ni idea de lo lejos que está.

Cenas en la playa habla de cómo encontrar almejas y otras cosas para comer en las playas. Podría alimentarme así, si escapara.

Podría copiar este Diario, con letra más pequeña, en el papel fino que encontré en la caja de libros y llevarlo conmigo en el bolsillo. Pero no podría llevarme todos los libros.

Y no hay forma de sacar las manillas. A menos que haya algo que pudiera cortarlas.