DÍA VEINTIDÓS
Algo que sigue apareciendo en las películas es un conjunto de personas llamado una «familia». Parece haber sido una disposición muy corriente en los tiempos antiguos. Una «familia» es un grupo de gente que suelen estar juntos, parece incluso que viven juntos. Siempre hay un hombre y una mujer —a menos que uno de ellos haya muerto—; e incluso en este caso se habla a menudo de él, y se encuentran imágenes del muerto («fotografías») cerca de la vivienda, en las paredes y similares. Y, luego, están los más jóvenes, niños de diferentes edades. Y lo sorprendente, lo que parece más característico de estas «familias», es que el hombre y la mujer son siempre ¡la madre y el padre de todos los niños! Y, a veces, también hay gente más mayor, y siempre parece que son las madres y los padres del hombre o de la mujer. Apenas sé qué hacer de ello. Todos parecen estar relacionados.
Y además, gran parte de la sensación de emotividad que estas películas tienen parece profundamente relacionada con este estar emparentados. Y parece que en las películas esto se presenta como bueno.
Sé, claro está, que no debo pretender ser un juez moral de nadie. Y menos aún de la gente de antaño. Sé que la vida que muestran las películas es contraria a la sentencia «Estar solo es mejor»; pero no es eso lo que me preocupa. Después de todo, he pasado días seguidos con otra gente, incluso he visto a los mismos estudiantes cada día, durante semanas. No es el «Error de la Proximidad» lo que me preocupa de esas «familias». Creo que puede producir una especie de choque el hecho de que la gente asuma tales «riesgos». ¡Parecen simpatizar tanto unos con otros!
Esto me conmueve y me entristece.
Y se hablan tanto mutuamente. Sus labios se mueven sin cesar, incluso aunque no se oigan las palabras.