DÍA NOVENTA Y NUEVE
Solo en mi celda, por la noche, pienso mucho. A veces, en las cosas que he leído en los libros, o en cuando era un muchacho, o en mis tres azules como profesor en Ohio. Algunas veces, recuerdo aquel tiempo en que aprendí a leer, hace más de dos amarillos, cuando encontré la caja con la película y las tarjetas y los libritos con dibujos. Las palabras de la caja decían: Equipo para los que empiezan a leer. Eran las primeras palabras impresas que yo veía, y, claro está, no podía leerlas. ¿Qué me dio la paciencia necesaria para persistir hasta que aprendí a leer palabras de un libro?
Si no hubiera aprendido a leer en Ohio, y luego no hubiera ido a Nueva York para intentar ser profesor de lectura, no estaría en la cárcel ahora. Y no me habría encontrado con Mary Lou. Y no estaría lleno de esta tristeza.
Pienso en ella más que en cualquier otra cosa. La veo, tratando de no parecer asustada, cuando Spofforth la sacó por la puerta de mi habitación, en la biblioteca. Ésa fue la última vez que la vi. No sé a dónde la llevó Spofforth, ni qué se ha hecho de ella. Probablemente está en una prisión de mujeres, pero no estoy seguro de ello.
Intenté que Spofforth me dijera lo que le ocurriría a ella, mientras nos dirigíamos en el autobús telepático hacia mi audiencia; pero no me respondió.
He intentado hacer un dibujo de su rostro en mi papel de dibujo, utilizando lápices de colores. Pero no es bueno; nunca supe dibujar.
Hace amarillos y azules, había un chico en mi internado que sabía dibujar maravillosamente. Una vez, puso algunos de sus dibujos en mi pupitre, en una clase, y los miré con temor. Había dibujos de aves y vacas y de gente y árboles y del robot que vigilaba el vestíbulo, fuera de la clase. Eran dibujos notables, con líneas claras y sorprendentemente exactos.
Yo no sabía qué hacer con los dibujos. Coger cosas privadas a otros o dárselas era algo terrible y podía ser causa de grave castigo. Así, pues, los dejé en mi pupitre y al día siguiente ya no estaban. Y unos días después de eso, el chico que los había dibujado tampoco estaba. No sé qué se hizo de él. Nadie hablaba de él.
¿Ocurrirá lo mismo con Mary Lou? ¿Ha terminado todo, y no se volverá a hacer mención de ella en el mundo?
Esta noche he tomado cuatro soporíferos. No quiero recordar tanto.