El soldado Roger Jones
Los muchachos se inventaron una historia según la cual no había nadie delante de nosotros; solo un anciano, que iba en bicicleta, y su esposa, que tenía una pata de palo. El hombre bajaba por las pasarelas de madera en bicicleta y su mujer iba detrás, armada con la ametralladora. El hombre entonces se paraba a lanzar un cohete y su esposa disparaba. Después volvían a empezar y se pasaban la noche dando vueltas.
Los muchachos hablaron tanto del viejo alemán y de su esposa de la pata de palo que, con el paso del tiempo, todos nos convencimos de que existían de verdad.
—Qué típico de un alemán obligar a su esposa a correr detrás de él cargando con todo el peso del arma —dijo Emil Ayres una noche—. Tengo entendido que también tienen por costumbre zurrar a sus mujeres.
—¡Eso es mentira! —saltó Jakie Brauer, cuyos padres habían nacido en Alemania—. ¡Los alemanes tratan tan bien a sus mujeres como los americanos o como cualquiera!
—¿Y por qué no lleva él la ametralladora de vez en cuando? —preguntó Emil—. ¿Por qué no se encarga él del arma y deja que la anciana monte en la bicicleta?