El cabo Walter Rose
A media tarde, un día que llovía y hacía frío, vi un cajón de tomates flotando en el agua. Lo observé durante largo rato, tratando de determinar si se desplazaba con la marea. Entonces, cuando casi me había convencido de que sí, me di cuenta de que se había corrido casi medio metro hacia atrás, en sentido opuesto a la dirección de las olas. Cogí el teléfono e informé a los artilleros y a los ingenieros de que había un periscopio oculto bajo el cajón. El buque se viró rápidamente hacia un lado al mismo tiempo que los artilleros abrieron fuego. De repente vimos cómo el submarino afloraba, oscilaba y volcaba envuelto en una explosión de vapor.
Todo el mundo vino a felicitarme y a preguntarme cómo había sabido que el cajón de tomates camuflaba un periscopio. En realidad, no tenía ni idea; acerté y nada más. Así que me convertí en un héroe inteligente y me concedieron la Cruz de la Armada. Si me hubiera equivocado y debajo del cajón hubieran dado con agua, me habrían tildado de idiota; habría sido una vergüenza para el cuerpo y lo más probable es que me hubieran metido en el calabozo. A mí nadie me toma el pelo.