Una mañana de invierno Friedrich se despertó,

y en gastar una broma pensó.

«Hoy no me voy a levantar.

Creó que en la cama me voy a quedar…»

A su puerta vinieron y todos le hablaron,

pero Friedrich no hizo caso, aunque mucho le rogaron.

Debe de estar enfermo, pensaron,

y un remedio le prepararon.

Como soborno final,

decidieron ofrecerle un plato especial.

Volvieron por la tarde trayendo juguetes,

zambombas, tambores y algunos cohetes.

«Puedes hacer lo que te dé la gana», dijeron,

pero, aun así, nada consiguieron.

Agotados, se fueron por fin,

cuando el cielo empezaba a volverse de hollín.

«Me parece que me voy a levantar,

y en la nieve jugaré hasta la hora de cenar.»

Mas cuando de la cama se quiso levantar,

las mantas y las sábanas no le dejaron bajar.

Los muelles chillaron con voces espantosas

y de la cama salieron dos alas grandiosas.

Friedrich gritó, la cama se alzó

y un vuelo terrible emprendió.

Miraron, buscaron

y nada encontraron.

La cama volvió al amanecer,

sin Friedrich, sin mantas y sin nada que ver.