Irina Korschunow
Karin sabe ladrar
Me llamo Karin. En vacaciones voy siempre a ver a mis abuelos; ellos tienen una granja, y yo puedo ir con mi abuelo cuando va a segar el heno y viajar en el carrito tirado por el tractor. También recojo los huevos del gallinero, y a veces doy de comer a los cerdos. Cuando me ven llegar con el caldero de la comida, empiezan a gruñir como locos de alegría, y todos quieren ser los primeros en llegar.
En el pueblo tengo muchos amigos. Hacemos cabañas en el bosque, vamos a bañarnos al río o jugamos en el granero. Estoy todo el día fuera, al aire libre. —Retoza y corre, Karin —dicen mis abuelos—, que en tu casa, en la ciudad, no puedes. Sólo tengo un trabajo fijo: todas las tardes tengo que ir a buscar las vacas al prado. En el establo las ordeña una máquina, y por eso no se pueden quedar fuera por la noche.
Cuando voy a buscar las vacas, Basi siempre viene conmigo. Basi es un perro muy inteligente. Si le preguntas «¿cómo habla Basi?» contesta diciendo «wauwauwau» tres veces. Y si le dices: —canta algo, Basi —empieza a aullar. Haciendo esto podría actuar en el circo. En el prado, Basi tiene que agrupar las vacas, que sólo le obedecen a él; cuando Basi corre por el prado ladrando, se ponen en movimiento.
Pero un día, en las pasadas vacaciones, faltó Basi.
—Probablemente tiene una amiga en alguna parte —dijo mi abuela—. Ve tú solo, Karin, hay que ordeñar a las vacas. Yo cogí una vara larga y pensé para mí: «ya me arreglaré yo para hacerlo».
—¡Vamos! —grité—, vamos, caminad, caminad.
Pero las vacas no me hicieron caso y siguieron comiendo. Si me acercaba agitando la vara sólo mugían. Pinché a una en el trasero, pero levantó la cola y plaf, se hizo sus cosas delante de mí. —¡Si estuviera aquí Basi! —pensé. Y de repente, se me ocurrió que tal vez yo podía ladrar de la misma manera que Basi. «Wauwauwau», hice, «wauwauwau». No sirvió absolutamente de nada. Entonces me puse a cuatro patas y empecé a saltar por el prado ladrando wauwauwau, y las vacas creyeron de verdad que yo era Basi. Empezaron a correr, yo detrás con mi wauwauwau, y finalmente llegamos al establo. Mis abuelos se morían de risa.
—Lástima que las vacaciones se terminen tan pronto —dijeron—. ¿No podríamos enviar a Basi a la escuela y retenerte a ti aquí? Un perro que coja los huevos, que alimente a los cerdos, que ayude en la cocina, un perro así es lo que necesitamos.
Yo también me hubiera quedado de buena gana. Ahora espero que lleguen pronto las próximas vacaciones.