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¿QUIÉN TIRA DE LAS CUERDAS?
Simón hizo muy poco, excepto descansar y comer, durante los primeros tres días. Mofeislop insistió en que se pesara todas las mañanas.
—Cuando haya ganado bastante peso, ganará la Verdad —explicó.
—¿Me está diciendo que existe una correlación, una conexión, entre la masa y el conocimiento? —preguntó Simón.
—Ciertamente —contestó el sabio—. Todo está conectado de tina manera sutil que sólo el inteligente sabe ver. Una estrella que explota puede iniciar una nueva religión, o afectar los precios de mercado de la cosecha, en un planeta alejado diez mil años en el tiempo y millones de kilómetros en el espacio. La fuerza específica de gravedad de un planeta afecta a los principios morales de sus habitantes.
Los estados emocionales formaban parte de la configuración general. Igual que la gravedad de la Tierra, por débil que fuera en el espacio exterior, afectaba a todos, así también la ira, el miedo, el amor, el odio, la alegría y la tristeza se irradiaban hasta los confines del universo.
Bruga había escrito una vez una obra épica en verso libre, Edipo 1 - Esfinge 0. Tenía dos líneas que resumían la situación completa de la causalidad sutil y compleja:
«¿Deben caer los ídolos y crujir los muros de Troya,
cuando las cebollas de Hércules hacen murmurar a sus tripas?»
Esas dos líneas decían más que todos los libros de Platón y de Grubwitz. Incidentalmente, Platón quería prohibir a todos los poetas en su propuesta Utopía porque eran mentirosos. La verdad era que Platón sabía que los filósofos no podían competir con éxito con los poetas.
Jonathan Swift Somers II había escrito una novela que desarrollaba esa idea, aunque la llevaba más allá de lo que hicieran Mofeislop y Bruga. Era No diferencio arriba de abajo, con papel estelar del famoso héroe-canasto de Somers, llamado John Clayter. Todos los héroes de Somers, excepto Ralph von Wau Wau, tenían algún defecto. Esto se debía a que Somers había perdido el uso de sus piernas.
Clayter vivía en un traje espacial con toda clase de artefactos que él controlaba con su lengua. Cuando tenía que usar la lengua para hablar, pero quería actuar al mismo tiempo, utilizaba un segundo control. Este parecía localizado en la parte inferior del traje y respondía a las presiones del pene de Clayter. Tenía que estar erecto para empujar las paredes del cilindro flexible en el cual estaba encajado. También tenía que crecer y disminuir. Los grados de ampliación y reducción eran convertidos por una computadora manual que operaba el traje espacial. Para subir o bajar el pene, Clayter movía su cabeza hacia un control que volcaba cantidades variables de hormonas afrodisíacas en su corriente sanguínea.
Nunca se le había ocurrido a Clayter que podía haberse saltado las hormonas y usado directamente el control de cabeza. Si esa idea había aparecido en su subconsciente, fue severamente suprimida por su mente consciente. O quizá fue al revés. En todo caso, el principal placer de Clayter era operar el control con su pene, y no pensaba abandonar eso.
Clayter siempre desembarcaba en algún planeta y le arreglaba los problemas. En No diferencio arriba de abajo, Clayter hace una visita a Shagrinn, un mundo con un problema desconocido en otros lados. De vez en cuando el sol de Shagrinn se incendia. Durante esa tormenta solar, los campos electromagnéticos de Shagrinn enloquecen. Esto provoca peculiares reacciones hormonales en la gente del planeta. Las mujeres se ponen muy excitadas. Los hombres, sin embargo, no pueden conseguir una erección.
Aunque estas circunstancias provocan grandes molestias, son sólo temporales. Las tormentas solares nunca duran más de un mes o dos. Y en el conjunto su resultado es beneficioso. La población no ha crecido, lo que supone que en Shagrinn no hay polución.
Pero cuando Clayter llega, la tormenta ha durado cinco meses y no muestra signos de ceder. Ni Clayter puede tampoco mostrar su habitual objetividad para solucionar el lío. Queda atrapado, y a menos que se le ocurra una salida a su situación personal, quedará atrapado hasta morir. El control de lengua está funcionando mal, razón por la cual Clayter desembarcó en el primer planeta cercano. Quiere que los shagrinianos le reparen el equipo.
No pueden hacerlo porque su tecnología está al nivel de Europa en el siglo XV. De hecho, ni siquiera pueden extraerlo de su traje espacial. Afortunadamente, el visor de su casco está abierto lo necesario para ser alimentado. Pero esto conduce a otro problema.
Un shagriniano astuto ha notado que cada vez que se abre la parte trasera del traje de Clayter, todo el traje gira furiosamente durante unos diez minutos. No sabe por qué, pero ha aparecido otro defecto en el aparato de control. La parte trasera se abre cada vez que el tanque de excrementos está lleno, y la basura es volcada. Los alambres de control se han cruzado con los que controlan los pequeños expulsores que mantienen estabilizado el traje. Cuando se abre la sección de depósito, un expulsor queda activado por un pequeño período. Clayter gira en redondo involuntariamente y sólo evita caerse por el giroscopio del traje.
El shagriniano tiene un molino de harina en las cercanías, con dos bueyes que hacen girar la enorme piedra molar. Vende los bueyes con ganancia y conecta el traje a una cuerda conectada a su vez a un gran volante. Las vueltas del traje hacen girar el volante, que acumula energía para hacer girar la piedra molar. Pero el traje no gira lo suficiente para que el molino trabaje 24 horas por día. El dueño alimenta por la fuerza a Clayter, lo que provoca que la sección trasera se abra más a menudo, lo que hace girar el traje, lo que da un giro continuo a la piedra molar.
Para apurar las cosas, el propietario arroja purgantes en la garganta del hombre espacial.
Clayter debe resolver rápidamente sus problemas. Incluso con la diarrea está ganando peso. Al mes estará apretado a muerte dentro del traje espacial. Entretanto, está tan mareado que ya no puede pensar.
Su única esperanza es aprender el lenguaje rápidamente y convencer a la sirvienta que lo alimenta para que lo ayude. Entre bocados y remolinos, aprende bastante el idioma como para pedirle auxilio. También se entera por ella de los problemas de los shagrinianos.
La instruye para que baje un alambre por la parte delantera interna del traje hasta el segundo cilindro de control. Ella lo hace así y trata de enganchar la punta del alambre, que está doblada, en el cilindro. Clayter confía que ella podrá sacar el órgano hacia afuera y después usar el alambre para presionar dentro del tubo. Si ella puede aplicar la presión justa, él volará de vuelta a la nave, que está estacionada fuera de la atmósfera. Desde luego, tendrá que contener la respiración por algunos minutos en el viaje por el espacio hasta la nave. Es una jugada desesperada.
Infortunadamente, o quizá afortunadamente, considerando las probabilidades de que triunfe, la sirvienta fracasa. El alambre lastima tanto a Clayter que debe pedirle que se detenga.
A la mañana siguiente, mientras está aún durmiendo, tiene una erección por un exceso de orina. Técnicamente se la llama «erección de pis». Es la única que un macho humano puede conseguir en Shagrinn durante la tormenta solar. Pero su júbilo tiene corta vida. La expansión incontrolada dentro del tubo activa los expulsores del traje. Sale volando de repente y aterriza de cabeza en un corral a treinta kilómetros de distancia. El volante que ha arrastrado pega cerca de su cabeza. La cabeza del traje queda hundida en el fango lo necesario para evitar que él pueda incorporarse. Ahora Clayter tiene un nuevo problema. Si no consigue ponerse derecho, la creciente presión de la sangre en su cabeza terminará por matarlo.
Sin embargo, la conexión defectuosa entre la sección de vaciadero y el expulsor para la estabilidad ha sido roto. Ya Clayter no gira en redondo. Y la fuerza del impacto ha dejado abierta la parte delantera inferior del traje, lo que en su posición es ahora la parte delantera superior. Y lo ha dejado libre del cilindro de control.
Ve entonces a una ternera que lo está contemplando, y piensa. «¡Oh, no!»
Pocos minutos después, la hija del granjero echa a la ternera. Tan ansiosa y desesperada como las otras mujeres del planeta, saca ventaja de ese regalo de los cielos. Después, sin embargo, lo endereza con la ayuda de un tablón, un aparejo y dos mulas. Clayter la instruye en el uso del control inferior. Ella puede usar un dedo para moverlo, a fin de que el traje pueda volver a la nave, que está en órbita fuera de la atmósfera. Una vez allí, podrá pedir a la computadora de la nave que lo lleve a un sistema donde esas peculiares tormentas solares no existan.
La hija del granjero ignora sus instrucciones. Todas las mañanas, antes del amanecer, sale furtivamente de la casa y espera el resultado de todas las cervezas con que lo ha alimentado. Una mañana, la mujer del granjero se levanta temprano y ve a su hija. Ahora la hija tiene que alternar los turnos matutinos con la madre.
Un día, temprano, el granjero se despierta y ve a su esposa con Clayter. Enfurecido, comienza a pegarle en el yelmo con un palo. La cabeza de Clayter está haciendo ruido y él sabe que pronto el granjero comenzará a meter una azada en el yelmo o, peor, en la sección inferior, que está abierta. Desesperado, aunque sabe que es inútil, apoya la lengua sobre el control superior. Para su sorpresa y la del granjero, el traje sale volando.
Clayter calcula que el impacto de la caída, o quizá el palo del granjero, ha hecho volver los circuitos a su orden funcional. Convence a un herrero de que le arregle la sección inferior y vuela de vuelta a la nave. Pocos meses más tarde, encuentra otro planeta donde su traje podrá ser reparado. Está tan dolorido por sus aventuras en Shagrinn que casi ha decidido dejar que la gente se las arregle con sus problemas. Pero tiene un gran corazón y además desea reprocharles el tratamiento indigno que ha recibido.
Vuelve a Shagrinn y cita a los líderes para una conferencia.
—Así es la cosa —les dice—. Todo el problema está provocado por vuestra errónea actitud mental.
—¿Qué nos quiere decir? —preguntan.
—He estudiado vuestra historia, y encontré que el fundador de vuestra religión hizo una profecía hace dos mil años. Dijo que llegará un día en el que tendréis que pagar por vuestras perversiones, ¿verdad?
—Así es.
—Fue preciso, o tan preciso como pueda serlo un profeta. Dijo que algún día el sol habría de lanzar enormes llamaradas, y que cuando ese mal día llegara, los deseos sexuales de las mujeres se multiplicarían por cuatro. Pero que los hombres no conseguirían una erección. ¿Es cierto?
—¡Es cierto! ¡Era un verdadero profeta! ¿Acaso no ocurrió?
—Bien, antes de la primera vez en que el sol lanzó tanto brillo, ¿habían ocurrido muchos brillos pequeños?
—Cierto.
—Pero la primera vez en que el sol tuvo una gran tormenta solar, ¿cuándo fue?
—Eso fue hace trescientos años, señor Clayter. Antes de eso, sólo teníamos la palabra del profeta de que había tormentas en el sol. Pero cuando se inventaron los telescopios, hace trescientos años, conseguimos ver las llamaradas pequeñas. Diez años después, vimos la primera grande.
—¿Y entonces empezaron los problemas?
—Así es.
—¿Los hombres quedaron impotentes y las mujeres quedaron excitadas cuando el brillo llegó a su culminación? ¿O cuando era pequeño, pero parecía que iba a aumentar?
—Cuando era pequeño, pero parecía que habría de aumentar.
—Ahí tienen —dijo Clayter—. Está todo al revés.
Los líderes quedaron estupefactos.
—¿Qué nos quiere decir?
—Supongamos que tienen un trozo de cuerda, cada extremo sostenido por una persona —explicó. Clayter—. Cuando uno tira, la cuerda va hacia él. Y cuando tira el otro, va hacia el otro. Ustedes y el brillo solar están conectados por una cuerda. Pero están confundidos sobre quién está tirando de ella.
—¿Qué diablos está diciendo? —protestaron los líderes.
—No era el sol el que daba un brillo mucho más grande —aclaró Clayter.
—¿Y qué era?
—Vuestros antepasados vieron un ligero incremento en la tormenta. Entonces, desde luego, ocurrió la reacción anticipada.
—Todavía no entendemos.
—Bueno, pues ese brillo sería probablemente sólo un poco mayor de lo normal. Pero creyeron que era el grande ya prometido.
—Ah, ¿sí?
—Como les dije —terminó Clayter—, sus antepasados tenían la historia al revés. Y las generaciones siguientes perpetuaron el error. Vean, no son los brillos solares los que provocan miembros fláccidos y mujeres excitadas. En realidad es al revés.