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LA LEYENDA DEL VAGABUNDO DEL ESPACIO

Ve, viajero.

Ve a cualquier parte. El universo es un sitio grande, quizá el más grande. No importa. Dondequiera que desembarques oirás hablar de Simón Wagstaff, el Vagabundo del Espacio.

Incluso en planetas donde nunca apareció, su historia es cantada en baladas y narrada en las tabernas de los puertos espaciales. La leyenda y el folklore lo han convertido en una figura popular entre los diez mil millones de planetas habitables, y es el héroe de series de TV en por lo menos un millón de ellos, según los últimos datos.

El Vagabundo del Espacio es un terrestre que nunca envejece. Viste pantalones jeans y un jersey gris y arrugado, con remiendos de cuero marrón en los codos y un enorme monograma al frente: SW[2]. Tiene un parche negro sobre su ojo derecho. Lleva siempre consigo un banjo a energía atómica. Tiene tres compañeros constantes: un perro, una lechuza y un robot femenino. Es un tipo gentil y sociable que nunca rehúsa una petición de autógrafo. Su único defecto, y es terrible, es formular preguntas que nadie puede contestar. Por lo menos, las formulaba hace mil años, cuando desapareció.

Esta es la historia de su búsqueda y de por qué ya no se le ve en el Cosmos conocido.

Ah, sí, además sufre de una vieja herida en su parte posterior y por tanto no puede estar sentado durante mucho rato. Una vez, le preguntaron cuál era la sensación de no tener edad.

Contestó:

—La inmortalidad es un dolor en el trasero.