Capítulo 23

Antes


La inspectora Melanie Sanders estaba echándole una ojeada a los catálogos de las casas. Había un par de cabañas muy bonitas, pero los precios estaban por las nubes. Una captó su atención, sobre todo por las plantas trepadoras que cubrían la fachada. Se estaba preguntando si era demasiado romántica, si las plantas no dañarían los ladrillos, cuando llamaron a la puerta.

Maldita sea. Una mirada al reloj. Temprano. Melanie había llamado a un nuevo testigo, pero se puso nerviosa. Seguía recogiendo los papeles cuando un hombre alto y delgado con penetrantes ojos azules entró, guiado por alguien de recepción.

—Madre mía, no pensará mudarse a Tedbury, ¿verdad, inspectora? —Su visitante miró inmediatamente hacia los papeles, girando el cuello para intentar leer la primera hoja, que estaba al revés.

Melanie, avergonzada por el mal comienzo, juntó todos los papeles y los mezcló formando un montón.

—No, no, solo estaba investigando. Es parte de la búsqueda.

—¿Investigación? Si está interesada de verdad, hay algunas propiedades sobre las que debo prevenirla. Problemas estructurales. ¿Esa es la Cabaña de la Enredadera…?

—No, de verdad, gracias. Solo estaba investigando sobre el lugar. Bueno, señor…

—Tom Fuller.

—Señor Fuller. Cuando ha llamado, ¿me ha dicho que tenía nueva información? —Le hizo un gesto para que se sentara y él sonrío. Una sonrisa cálida, con dientes perfectos. Observó y esperó mientras ponía el pequeño taco de hojas en el cajón superior del escritorio, forzándolo al principio para que se cerrara. Se escuchó un crujido, por lo que tuvo que abrir de nuevo el cajón, apretar el contenido e intentarlo otra vez—. Entonces, ¿esa nueva información…?

—Sí, bueno, el agente que me llamó a casa dijo que si recordaba cualquier cosa… Y eso he hecho. —Ella levantó las cejas, animándolo—. Mire, a lo mejor no es importante, pero la noche de la feria, la noche en la que Antony murió, vi que tenía una discusión con Emma Carter, la mujer que se encargaba de la carpa de la adivina.

—Ya veo. ¿Cuándo ocurrió eso exactamente? —Melanie cogió el bolígrafo para empezar a tomar notas. La verdad era que no había esperado nada de utilidad. Ya había lidiado con el típico grupo de personas que le hacían perder el tiempo.

—Es difícil ser preciso. Creo que alrededor de las seis.

—De acuerdo. —Su tono fue más considerado—. Dígame exactamente qué vio y qué oyó.

—Estaba caminando hacia la iglesia para comprobar que nuestra caseta estaba bien. La Real Sociedad para la Protección de las Aves pone una todos los años.

—¿Le gustan las aves? —No quería parecer tan sorprendida para no ponerse en ridículo de nuevo, pero falló.

—Sí, hemos conseguido dinero para comenzar un proyecto sobre el escribano soteño cerca de la costa. —Esa vez fue él quien se puso un poco nervioso y se sonrojó.

—¿En Labrador Bay?

—¿Está de broma? Ya lo sabía, ¿verdad, inspectora?

—En realidad, no. Pero he estado buscando en Google algunas visitas locales para mis padres. Me vienen a ver pronto y les encantan esas cosas. Mi madre lo mencionó. Creo que lo vio en Facebook.

—Por Dios, he estado allí esta mañana.

—¡No puede ser! —Melanie no lo pudo evitar; una sonrisa cálida se extendió por su rostro ante la coincidencia. Las fotografías en Internet parecían increíbles. Pensó en cuánto deseaba que el acceso estuviera bien, por si su madre seguía usando la silla de ruedas, cuánto le gustaría a su madre ver aquello…

Por su parte. Tom Fuller cogió de pronto una pelusa imaginaria de la manga y Melanie se sintió agradecida de haberle pasado el bastón de la vergüenza. ¿Por qué los observadores de aves se ponían a veces tan a la defensiva? Su madre decía que la gente se burlaba mucho de ellos. Por desgracia, era parte del trabajo.

—¿Qué decía de la discusión? ¿Por qué no lo contó antes?

—Bueno, no me pareció un dato importante. Quiero decir, los ánimos están algo crispados el día de la feria por toda la organización. Pero ahora hay un rumor por ahí…

—¿Qué rumor?

—Sí, sobre Emma Carter y Antony. Bueno, creí que debía mencionarlo.

—Entiendo, ¿qué vio exactamente?

—Antony y Emma estaban en Creen Lane, que es una carretera secundaria alrededor de la sala de fiestas del pueblo, y él parecía estar intentando que ella hiciera algo.

—¿No escuchó el qué?

—No, la verdad es que no. Solo unas pocas palabras. Dijo que, de ningún modo, iba a pagar. Algo así.

—¿No recuerda las palabras exactas?

—No, lo siento. En ese momento, supuse que sería una discusión sobre la feria. Recuerdo que pensé que era un poco extraño, porque ella se acababa de mudar al pueblo. Y a él no le pegaba nada aquello. No era un tipo polémico.

—¿Pero no lo suficientemente extraño para que lo mencionara antes?

—No, me he dado cuenta ahora de que debería haberlo hecho, pero no me gusta meterme en líos y no quería que me vieran como a un chivato. Sin embargo, como le he dicho, hay un rumor por ahí que dice que estaban teniendo una aventura. ¿Es cierto? —Melanie no respondió. Estaba intentando no mirar a Tom Fuller, pero le habría gustado que no tuviera unos ojos tan impresionantes, porque eso lo hacía más complicado—. También se rumorea que está investigando la muerte de su madre en Francia. ¿La herencia?

Melanie se reclinó en el asiento.

—Bueno, señor Fuller, ¿ha venido aquí a decirme algo o a fisgonear de parte de todos los cotillas de Tedbury?

—Perdone, perdone. —Se volvió a sonrojar—. Me gustaba Antony. Era un poco infantil, supongo. Pero no era un mal tipo.

—¿Usted sabía si tenía alguna aventura?

—No con seguridad, era más una suposición. Gill y él estaban pasando por una mala racha. Ella quería tener un niño, él no. Él mismo era todavía un crío, la verdad.

—¿Y no sabe con quién podría haber tenido una aventura?

—Nunca me lo comentó abiertamente, pero puede que le haya dicho algo a Nathan, el arquitecto local. Eran bastante amigos, tomaban copas juntos en Church Inn.

—De acuerdo, ¿algo más?

—Sí, la verdad. He visto a un tipo dando vueltas por el pueblo. Lo vi unas tres o cuatro veces la semana pasada. Hace fotografías. Me levanto temprano para observar a los pájaros, por lo que tiendo a fijarme en los movimientos de la gente.

—De acuerdo. ¿Me lo puedes describir? —Cogió el cuaderno y un bolígrafo.

—Un tipo impresionante, con el pelo rubio, casi canoso, muy corto y rizado. Es muy alto. Como le digo, hace fotografías. Pensé que quizás se trataba de un fotógrafo profesional. Mucha gente viene al pueblo a hacerle fotos a la iglesia por la vidriera, pero, de nuevo, creí que debía comentárselo. Dado lo ocurrido.

—Rubio y rizado, ¿eh? —Hizo una pausa—. ¿Cómo de alto?

—Uno noventa y dos o noventa y tres.

—¿Guapo?

Él se encogió de hombros.

—Las mujeres seguramente dirían que sí.

Melanie frunció el ceño mientras su mente trabajaba.

—¿No llevaría por casualidad una chaqueta verde oscura, larga, con el cuello de piel?

—Sí, ¿cómo demonios lo sabe?

—No importa. —Con el ceño aún fruncido, cambió de tema rápidamente, volviendo a Labrador Bay. Él le contó que Tedbury había sido de gran importancia en la recaudación de fondos. Estaba muy orgulloso del apoyo. El bar de Tedbury organizaba concursos, noches de dardos. Gracias a eso, la Real Sociedad para la Protección de las Aves había comprado la zona y la había convertido en una reserva natural especializada en el escribano soteño.

Parloteó un poco más acerca de su afición, entusiasmado. Dijo que Antony solía unirse a veces para ir a Labrador Bay, que se llevaba el cuaderno para escribir, así como grandes termos de té y cientos o miles de bollos glaseados.

—Solía meterme con él por eso, pero no le importaba. Es duro pensar que ya no está…

Tom habló acerca de su trabajo en el pueblo como recaudador general de la Real Sociedad para la Protección de las Aves, acerca de cómo había ayudado a un petirrojo que había rescatado el hijo de Emma Carter.

—Un chico muy agradable, dulce…

Después, Tom Fuller hizo una pausa y empequeñeció los ojos mientras Melanie se levantaba para indicarle que era hora de irse. Caminó hacia la puerta y le pidió a uno de los agentes que se encontraban al otro lado de la sala que le mostraran a Tom el camino de vuelta a recepción.

Tras su marcha, durante unos cuantos minutos, Melanie se sentó totalmente quieta en su escritorio. Tom Fuller tenía los ojos azules más penetrantes que había visto en su vida. No solía dejarse impresionar, pero los había encontrado desconcertantes.

Pensó en el hombre con la chaqueta y comenzó a revolver el cajón superior en busca de su móvil, sintiendo una punzada de vergüenza al ver los catálogos de las casas, preocupada porque Tom Fuller los hubiera visto. Se lo imaginó riéndose a carcajadas en su viaje de vuelta a casa y contándoselo a todo el mundo.

Lo cierto era que Melanie había pensado durante un tiempo en invertir en alguna propiedad. Con el incremento del salario gracias a su reciente ascenso, no tenía sentido quedarse en una casa alquilada, pero se negaba a dejar a Cynthia. Luego, había considerado comprar una casa y alquilarla hasta que se animara a vivir sola.

Todo el mundo le había dicho que South Hams era una mina de oro, al menos en los buenos tiempos, pero los precios eran exagerados. Miró de nuevo la casa con las enredaderas. Sería difícil permitírsela, pero el agente inmobiliario había dicho que era un buen momento para invertir. De manera extraoficial, le había informado de que una celebridad estaba negociando la compra de una casa grande en las afueras del pueblo, lo que llevaría a una subida de precios.